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La vida irreal de Salvador Leal

Archive for the ‘vacaciones’ Category

NY 070707 (I)

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Si ustedes son fieles seguidores de este blog, recordarán que hace justamente 3 años me fui al Festival de Jazz de Montreal con mis cuates en una aventura que comenzó al no poder llegar a Montreal por avión y tener que llegar a Boston, rentar una camioneta, viajar toda la madrugada, cruzar la frontera absolutamente desmañanados y llegar a Montreal a desayunar putin (sí, sí… así como lo oyen; si no saben qué es el putin, vayan aquí y si quieren saber más de las Aventuras en Montreal, vayan acá).

Pues bueno… de nuevo me les voy. Pero ahora me largo a Nueva York.
Así, sin previo aviso ni anestesia de por medio. Nomás me dio tiempo de armar una playlist en el iPod, meter dos que tres cosas a mi mochila y listo. Por si alguien les pregunta, voy al Live Earth y me regreso. Yo le digo a Roger Waters y a Sting que les mandan saludos.

Aquí les dejo unas muestra de las rolitas que iré escuchando camino al aeropuerto!

The Saw Doctors – I’d Love To Kiss The Bangles

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The New Pornographers – Letter From An Occupant

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Apollo 440 – Ain’t Talkin’ ‘Bout Dub

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Jerry Lee Lewis – Great Balls Of Fire (1989)

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… y bueno, por supuesto, el himno de cualquier viajero *old fashioned* que se respete:

Frank Sinatra – Leaving On A Jet Plane

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(y no, no voy a poner New York, New York… para clichés a otro lado!)

Written by Salvador Leal

julio 4th, 2007 at 1:56 am

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Mes Vacances III

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Pues ya regresé de mi break vacacional. Algunos detalles que ví y viví:

– Me confundieron con un animador del hotel en cuatro ocasiones. No supe qué contestarle a las tipas (tres de las cuatro eran señoras cincuentonas, la otra era una niñita de 8 años) y me quedé con las ganas atoradas en la garganta.

– Mis primos se fueron de excursión un día rumbo al pueblo más cercano. Luego me enteré que fue para buscar un café internet y revisar sus correos. Cuando les dije que en el hotel había compus las 24 horas, me contestaron: «pero es que aquí cuesta 40 pesos la hora». Ahí fue cuando me di cuenta que el precio de mercado de una hora de internet es de diez pesos y que el hotel me había estado estafando. Aunque después lo pensé de nuevo, recordé mis épocas de estudianteen y me dio gusto poder «darme el lujo» de pagar una tarifa cuatro veces más alta que la del pueblito más cercano y que no me doliera.

–  El hotel en donde nos hospedamos está sufriendo un duro cambio en el perfil económico de sus huéspedes. Uno se da cuenta de eso cuando las canchas de tenis (ocho canchas) estuvieron vacías durante toda nuestra estancia. Ah! y cuando a pesar del iPod a todo volumen, uno escucha cosas como: «vente Yoselín, vamos a subirnos juntos al tobogán de la alberca grande!»

– Estuve leyendo ‘El Manantial’ de Ayn Rand. No le llega a ‘La Rebelión de Atlas‘ pero a pesar de eso, la obra es magnífica. La próxima vez que me pregunten qué quiero ser de grande, contestaré con firmeza: ‘personaje de una novela de Ayn Rand’.

– A mi regreso, el precio de los productos en un aeropuerto siguió siendo escandaloso. El colmo ocurrió cuando me quisieron vender unos chicles a veinte pesos (chicles nacionales, normalitos, de esos que valen 5 en la calle).

–  En todas mis vacaciones, no pise la playa.

Written by Salvador Leal

diciembre 26th, 2006 at 10:14 pm

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Mes Vacances II

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Pues sí. Estoy de vacaciones.

Uno piensa tanto en las vacaciones que cuando llegan me estresa que no estén al nivel con el que he estado fantaseando que sean. Un caso más para el diván.

Este año, la familia (la famiglia) decidió reunirse toda ella en una de las playas del bello Pacífico Mexicano®. La mayoría llegaron desde el lunes y sólo unos pequeños rezagados (y trabajadores) pudimos escaparnos para hoy. En el transcurso de este viaje he descubierto o confirmado varias cosas, a saber:

– No me dejan de sorprender los precios en las tiendas de los aeropuertos. Sigo en shock por haber pagado 50 del águila en algo que en el mundo real me hubiera salido en 15. También continúo trabajando en mi teoría acerca de ‘hacer colas’ y su papel como piedra fundacional de la civilización humana.

– Odio a los bebés en los aviones. Los odio de verdad. Debería haber algún tipo de regulación que evitara que los bebés salieran a la calle hasta que no fueran capaces de repetir el número telefónico de su casa y su tipo de sangre. Y el problema no se acaba con los bebés; los papás de los bebés chillones son el peor tipo de persona que existe. Hacen como si no estuviera pasando nada mientras finjen que el resto del avión no los está viendo. Hoy estuve a punto de pararme y decirle algo a la mamá del niño, pero no se me ocurrió algo digno y pegador… se aceptan sugerencias.

– El fenómeno bloggero realmente es impactante. Para ocupar una de las computadoras en la sala de internet del hotel tuve que esperar varios minutos. Esos minutos fueron porque la inspiración nomás no le llegaba a la fulanita que estaba sentada frente a la pantalla escribiendo su post. Todos (TODOS) en la sala estaban leyendo y/o actualizando sus blogs. Estuve a punto de salir gritando. Me aguanté y ahora estoy posteando esto. Go figure.

– El hotel tiene mil y un actividades que hacer en todos y cada uno de los milímetros cuadrados del terreno. Veo desde windsurfing y arquería hasta alfarería y repostería; no me sorprendería que mañana mi día terminara tomando un curso rápido de historia del arte rumano. Los hoteles con tantas actividades me parecen algo peligroso para la salud mental de sus huéspedes. Como si en su actitud estuvieran gritándole al planeta: hay tantas cosas que hacer que no te acordarás que veniste a descansar. Como si fuera una constante por forzar a la gente a que se ocupe en algo que jamás pensó que quería hacer y que, ya aún haciéndolo, no está seguro de querer continuar.

– Hoy descubrí que necesitaba vacaciones cuando me encontré siendo tan grinch con todo a mi alrededor. La voz de a señorita que estaba en el sonido local del aeropuerto era tan asquerosamente optimista que me daban ganas de ir a hablarle de cosas tristes nomás para que se pusiera a tono.

– Por cierto, odio con todas mis ganas y todas mis fuerzas a los animadores del hotel. Me molesta muchísimo llegar a un lugar y que me obligen a divertirme. «Venga, vamos a bailar!», «¿Dónde quedaron esas palmas?», «Al que no grite, no se le da postre». Bueno, y si no quiero divertirme, ¿QUÉ?

– Además, lo último que necesita mi delirio de persecución es que tooooodos los animadores del hotel me sonrían y me traten bien. Como ya lo había dicho, siento que detrás de esa actitud buscan algo de mí, no sé si con buenas o malas intenciones. Me siento acosado a cada paso que doy.

– En todo este tiempo que he estado aquí, no he visto el mar. Parece que traigo un déficit tan grave de sueño que nomás me senté en uno de los camastros del solarium (un lugar en donde no dejan entrar a nadie menor de 21 años, wahoo!) y me quedé dormido 6 horas. Voy despertando. E, insisto, no he tocado la arena.

El tiempo se acaba, ya revisé mis correos y parece que el mundo sigue girando sin la necesidad de que yo esté conectado a internet las veinticuatro horas del día. Veremos qué tal le va en los siguientes días. Yo aquí seguiré.

A la sombra de palmeras borrachas de sol, reportó para ustedes, Salvador Leal.

Written by Salvador Leal

diciembre 22nd, 2006 at 12:34 am

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Mes Vacances I

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Las principales teorías acerca del inicio de la civilización humana dicen que el hombre se volvió sedentario en el momento en el que descubrió la agricultura.

Otros estudiosos, establecen que no; que el comienzo de la humanidad como la conocemos dio inicio cuando el hombre desarrolla la alfarería. La lógica detrás de esta teoría es impecable: el hombre no podía ser nómada si traía cargando algo que se le podía romper fácilmente.

Sin embargo, creo que la civilización se da en el momento en el que un homo sapiens se pone detrás de otro homo sapiens con la finalidad de obtener algo. Hacer fila se convierte en el catalizador del desarrollo del hombre.

Estoy en la sala de espera del aeropuerto y acabo de hacer 30 minutos (30 minutos) de cola para comprar dos jugos, un paquete de galletas Oreo (8 galletas) y  unos chicles. Gran total: 50 pesos.

DAMN!

Written by Salvador Leal

diciembre 21st, 2006 at 7:47 am

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Besos

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En el universo de la blogosfera, me parece que Orsai hace trampa y no juega el mismo juego que todos jugamos. El tipo es, simplemente, demasiado bueno para escribir. Pero dejando de lado la enorme envidia que le tengo a la forma en la que desarrolla sus temas, el día de hoy hizo que me acordara de una época que yo ya había olvidado. La etapa de mi vida en la que yo besaba hombres.

Me explico.

Justo hace diez años tuve la fortuna de vivir un buen rato en Buenos Aires y conocer de cerca la sociedad argentina. Ya lo he dicho en otras ocasiones, a mí eso de ser turista no me gusta; lo mío, lo mío, lo mío, es ser un viajero. Alguien que sabe que se debe bajar del autobús una parada antes pues se ahorrará diez pasos menos en llegar a su casa o quien ubica al mismo vendedor de periódicos todas las mañanas. El tipo de cosas que los turistas jamás notan.

Pues bien, ese tipo de experiencia la viví al estar en Buenos Aires. El tiempo que pasé en Argentina me permitió conocer las profundas diferencias (y las cercanas similitudes también) que marcaban a los pueblos argentino y mexicano. En aquella época un peso argentino era igual a un dólar americano, lo que volvía a esa ciudad algo obscenamente caro para un jovenzuelo de 17. El uso del tren y la chafez del metro fueron otra de las cosas a notar de diferencia entre mis dos ciudades. Pero la principal de todas ellas, la que más marcado me dejó, es justamente de la que habla Orsai en su último post: los besos.

Resulta ser que, por razones que desconozco pero que seguramente tendrán que ver con el delirio obsesivamente europeo que manejan los argentinos, cuando dos hombres en Argentina se saludan, lo hacen de beso. Sí, como lo leen. Los hombres se besan.

Así como aquí en México nos hacemos notar porque cuando conocemos a una mujer la saludamos de beso y abrazo, allá van un paso (?) adelante y cuando dos hombres se encuentran en la calle, se agarran del cuello y se dan un beso en el cachete.

Por supuesto, se podrán imaginar el corto circuito mental y cultural que esto provocaba. Yo llegaba a una fiesta con mi botella de Quilmes y alguien, no sé, Santi, desde el fondo del salón gritaba: «Pero que ha shegado el mexicaaaa-no!» Después de decir esto, cruzaba todo el departamento, me agarraba del cuello y me besaba. Yo no soltaba la botella de Quilmes como si de ello dependiera mi vida. Santi, dicho sea de paso, siempre traía una barba de tres días, por lo que al shock de ser besado por un hombre, agrégenle el shock de sentir barbita tocando tu, hasta entonces, virginal cachete.

Porque después de Santi (diminutivo de Santiago) venía Tincho (diminutivo de Martín), Santiago, Mateo, Matías, Facundo, Torli, Gabriel, Flavio y Ezequiel. Y todos te daban un beso y peor, OH PEOR!, todos esperaban recibir uno tuyo.

La primera semana fue más o menos fácil no caer ante el poder de la costumbre. Uno llegaba con cara de macho imaginándose Pedro Infante y diciendo por dentro «a mí ningún argentinillo me va a obligar a que lo bese». A la tercer semana, uno terminaba aplicando el «a la tierra que fueres, haz lo que vieres» y no sólo comenzaba a recibir besos sino que hasta le comenzaba a encontrar la razón del ser de la exótica manía de darle besos a los hombres. Al mes, entre lo pegajoso del acento, los modismos aprendidos y la costumbre auténtica de darle besos a los hombres, yo podía pasar por el mismísimo Martín Fierro.

Orsai compara la capacidad de darle besos a tus amigos con la profundida de la relación que puedes tener con ellos. Sé que bromea, pues tengo la fortuna de tener a mi alrededor amigos hombres que me conocen de cuerpo y alma sin que nuestros cachetes hayan sentido la necesidad de tocarse jamás. Bueno, con excepción de uno que fue, justamente, el primer amigo al que vi a mi regreso de Argentina y al que, con mucho gusto, me acerqué, lo tomé del cuello y le propiné un sonoro beso argentino en su mejilla mexicana.

Mi amigo, totalmente sacado de onda, sólo atinó a decir: «¡veo que vienes muy cambiadito!».

Written by Salvador Leal

noviembre 13th, 2006 at 7:21 pm

Karma IV

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Una imagen vale más que mil palabras…

La imagen es de Playa Cerritos, ubicada a unos kilómetros de Todos Santos, B.C.S.

Written by Salvador Leal

septiembre 4th, 2006 at 9:21 pm

Karma III

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Llueve en La Paz.

Quizas resulte dificil de creer, pero no podria estar en un mejor lugar en estos momentos. La lluvia me hipnotiza, me refuerza, me energetiza, me inspira. El olor del mar es totalmente opacado por el olor de la lluvia, que es intermitente pero persistente tambien.

Hoy desayune tacos de machaca de mantarraya. Ayer estuve en un lugar llamado el ‘Salsipuedes’ escuchando a un excelso grupo de reggae. Cene hot-dogs (jates) a los que les echan crema. El color de un atardecer en el desierto es sencillamente indescriptible.

Dicen que el huracan toca tierra hoy a las 7 de la noche. Las colas que habia en las gasolinerias de Los Cabos eran kilometricas. Mientras tomabamos una cerveza en un bar (‘La Creacion’) se escuchaba el martillar de tablones de madera para cubrir las ventanas de los negocios. No, nunca me habia tocado un huracan.

… la razon por la que este post solo tiene ideas sueltas es porque mi mente esta tan absolutamente relajada que ni el Informe ni el huracan ni la sintaxis me importan ahorita.

Y la razon por la que en este post no hay acentos es porque no los puedo encontrar en la $%^#@ computadora de @!^&* en donde estoy escribiendo.

Saludos desde el mejor lugar de Mexico.

Written by Salvador Leal

septiembre 1st, 2006 at 5:50 pm

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Karma II

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Como ustedes se han de imaginar, yo hago playlists y soundtracks casi casi para cualquier ocasión (algunos ejemplos, aquí y aquí), así que no podían esperar que no hubiera una bonita lista de canciones preparadas para mis vacaciones.

Comparto aquí, como una manera de luchar contra la venganza kármica que me persigue, la primera rola del The Leal Sessions Vol. 3: Baja

Escuchar la rola

Y pues… allá voy!

Written by Salvador Leal

agosto 31st, 2006 at 8:09 am

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Karma

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Salvador Leal es una persona trabajadora. Hace su trabajo con eficiencia y pulcritud, tiene varias actividades extra-curriculares y se las arregla para tener vida social y ser feliz. Debido a sus múltiples actividades, Salvador desea -más que cualquier otra cosa- unas vacaciones. Después de dos años trabajando sin parar es, como dicen los clásicos, justo y necesario. Y Salvador comienza a buscar.

Encuentra a un buen amigo que lo invita a visitar su ciudad. Es una ciudad con playa, sol y palmeras, justo lo que Salvador anda buscando: buena compañía, cervezas heladas, mar y noches rebosantes de estrellas. Compra su boleto de avión y ajusta todos los preparativos en su agenda para desaparecerse durante unos días. Parece que todo está listo.

Hoy, Salvador sabe que no llegará solo. Justo después de que él aterrice, llegará John. ¿Quién es John?

Eso es lo que yo llamo venganza kármica. Gracias Dios, tus carcajadas se escuchan hasta acá.

Y a pesar de todo, Salvador nunca le ha dicho ‘no’ a una aventura. John, I’ll see you there!

Written by Salvador Leal

agosto 30th, 2006 at 1:51 pm

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Viajar

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Hace unas dos semanas me fui a tomar una chela con un viejo amigo de la preparatoria. En sexto de prepa era el compañero de banca de la persona que se sentaba frente de mí y, así como la guerra genera amistades entrañables entre los soldados, vivir la experiencia de tu último año de preparatoria en una escuela sólo para hombres hace que tú y tus compañeros de banca tengan una relación muy particular.

Sin embargo, tenía mucho de no verlo, por lo que me pidió que le contara qué había sido de mi vida. Contar lo que he hecho de mi vida desde 1997 a la fecha es poco menos que un crimen, así que le dije lo que suelo decir cada vez que me encuentro con alguien a quien no he visto en mucho tiempo y que me pide que le resuma ocho años de mi vida en una frase: «Pues nada… estudié economía y ahora estoy trabajando».
Dependiendo del nivel del alcohol o de la profundidad de la conversación (que muchas veces van de la mano), el resto de la conversación puede explorar de manera más extensa en mi época de estudiante (y le cuento que empecé con una carrera, luego me salí, luego me metí a estudiar dos carreras al mismo tiempo, luego me pusieron una huelga que le partió el queso a una de esas dos carreras para quedar finalmente como economista) o en mi etapa laboral (comencé trabajando en una estación de radio, de ahí me salí para terminar la escuela, trabajé en una multinacional que me enseñó lo bajo que podía caer como persona para finalmente terminar en el lugar en donde estoy actualmente).

Sin embargo, en esta ocasión, la conversación se fue por un camino que jamás había explorado por completo y que, por lo mismo, no me había dado cuenta que era tan rico en anécdotas y vivencias: viajar.
Sí, como a muchos más, me encanta viajar. Pero no fue sino hasta que comencé a platicar anécdota tras anécdota que me di cuenta que a viajar lo he vuelto una actividad en sí misma dentro de mi vida. Sin querer (o sin pensarlo) he visitado muchos lugares… pero particularmente, he vivido muchas cosas en el transcurso de los viajes en los que he estado.
Así, sin proponérmelo, comencé a contar anécdotas que me hacían acordarme de otros viajes y otras personas. En menos de lo que lo platico, le conté de noches perdido en la lluvia de Londres o comiendo tacos árabes en pijama y calcetines en Cambridge; de maletas y contratiempos en Frankfurt o de trasbordos en Philadelphia; de aventuras en Guanajuato o de viajes en tren a Zacatecas; de tugurios de mala muerte en Acapulco o de nadar en un cenote bajo la luz de la luna; de visitar de manera extraordinaria los aposentos privados de Carlos Menem o de quedar atrapado en un pueblito de Oaxaca (Arrazola) al más puro estilo de la Dimensión Desconocida.

Yo era el más sorprendido. Hasta ese momento, no me había dado cuenta que sí, que tenía muchas historias que contar, que en todas esas había estado yo presente y que invariablemente me había divertido al vivirlas. Hasta ganas me dieron de tener un lugar en donde escribir tanta aventura (jo!).

Hoy, hace un año, estaba de viaje. Todo comenzó siendo una idea tan sencilla que cuando se comenzó a hacer más grande y más real, no hubo otra alternativa que disfrutarlo. Aún me causa sorpresa el imaginarme viajar durante toda la noche de Boston a la frontera con Canadá para desayunar en Montreal; ir al festival de Jazz con unos pases de prensa que nos permitieron tener acceso a refrescos, cervezas y bocadillos ilimitados, conocer Québec y Vermont, comer langosta y putin, visitar el MIT, Harvard y los Hamptons, dormir en una camioneta porque el departamento en donde nos estábamos quedando en Montreal estaba cerrado, cantar en un bar gay o dormir en la casa del amigo de la esposa de un amigo de un amigo mío…

Hoy me dieron ganas de releer las aventuras que pasamos. Si ustedes también tienen ganas, ¿qué tal que me acompañan?

Viaje a Montreal – 1
Viaje a Montreal – 2
Viaje a Montreal – 3
Viaje a Montreal – 4
Viaje a Montreal – 5
Viaje a Montreal – 6
Viaje a Montreal – 7
Viaje a Montreal – 8
Viaje a Montreal – 9
Viaje a Montreal – 10
Viaje a Montreal – 11
Viaje a Montreal – 12

Viaje a Montreal – 13

Written by Salvador Leal

julio 11th, 2005 at 3:03 pm