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La vida irreal de Salvador Leal

The Jazzy Bunch’s Big Musical Adventure IV

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Quebéc estuvo mojado y nublado. No tengo nada contra la lluvia, el frío o la niebla siempre y cuando sea en la Ciudad de México y no en un lugar para el que viajé varios cientos de miles de millas y que quiero visitar en todo su esplendor. Debido a eso, hicimos una rápida visita desde la camioneta y vimos una ciudad que, debido a la neblina, lo mismo pudo haber sido San Cristóbal de la Casas o Oaxtepec. Sólo nos bajamos para tomar una foto y comer en un restaurante francés (Quebéc es la ciudad francófona por excelencia en Canadá).
Regresando al departamento, nos preparamos para nuestra última noche en Montreal.
(a pesar del cliché, aquí comienza a sonar ‘Raphael – Mi Gran Noche’)
(imagínense al Jazzy Bunch: uno baila en la regadera, mientras otro termina de abrocharse la camisa; un tercero está en el bar, preparando las bebidas para ponernos a tono. El último está seleccionando la música)
 
Esa noche vimos a Los Mocosos y a Buscemi en una actuación espectacular y nos colamos a la actuación de un grupo desconocido de free jazz llamado Triumph. Al finalizar la noche, nos despedimos de Laura, Sebastián y Santiago (nuestros nuevos amigos colombianos) pues al día siguiente nos iríamos muy temprano para hacer rendir nuestro día de viaje de regreso a Boston. En la mañana nos tomamos nuestro Desayuno de Campeones™, nos montamos a la camioneta y salimos rumbo al sur. (si se quieren estar más en el mood de road trip, inserten aquí ‘Ray Charles – Hit the Road Jack’, o si se quieren ver más actuales, ‘Mad Caddies – Road Rash’). Cruzamos parte del estado de Nueva York, Vermont y New Hampshire. En este último, visitamos los Hamptons, que es el conjunto de playas en donde los millonarios de Manhattan tienen sus casas de veraneo. Nos detuvimos a disfrutar de unas deliciosas langostas (vean a la pobre a punto de ser sacrificada, aquí) y continuamos nuestro viaje rumbo al sur. Kilómetro a kilómetro, nos adentrábamos más en los terrenos de Joey y Pacey… me explico.
 
Nadie está exento de los denominados ‘placeres culpables’ o ‘placeres de clóset’. Se le llama ‘placer culpable’ a todas aquellas cosas que nos gustan pero que, debido a la sociedad en donde vivimos, no estamos dispuestos a aceptar que nos gustan a menos que estemos con nuestros mejores amigos o que tengamos mucho alcohol en la sangre. Ejemplos hay muchos: el rocker al que le gusta Belinda, la niña fresa que ha ganado campeonatos de eructos o el papá al que le gusta el novio de su hija (bueno… ese último está algo hardcorero, pero supongo que cabe en la categoría de ‘placer de clóset’ literal) .
Pues bien, uno de mis placeres culpables (muy muy culpable) es la serie/telenovela gringa llamada Dawson’s Creek. Para los que no saben de esta referencia, les puedo decir que DC es la historia del crecimiento de un grupo de jóvenes que viven en un pueblito norteamericano. La serie brilla en muchos aspectos: los diálogos son grandiosos, las actuaciones son bastante convincentes, está llena de teenage angst (soy fan) y la selección musical para cada una de las secuencias en la serie es simplemente impecable. El detalle aquí es que durante toda la parte que recorrimos New Hampshire, parecía que estábamos en el escenario de Dawson’s Creek. Y la razón por la que estoy publicando esto es porque quiero darle una segunda disculpa pública al Jazzy Bunch debido a mi comportamiento durante nuestra visita a Burlington y sus alrededores. (hasta creen que les voy a contar qué hice en Burlington… sí les confieso mis pecados, pero no todos!!!)

Si pensaban que ya habíamos terminado con nuestro frenesí consumista, están muy equivocados. Resulta que en New Hampshire no tienen sales tax (algo así como el IVA mexicano), así que las cosas son realmente más baratas. Si a esto le agregamos la existencia de un outlet de siete cuadras y un Best Buy con su propio Barnes and Noble al lado, la combinación es mortal. Ahora, cada vez que me da hambre aquí en la oficina y que no tengo ni para comprarme unas papitas, me pongo a pensar en lo mucho que me divertí rumbo a Boston… y aunque eso no me quita el hambre, por lo menos le da un objetivo a mi sufrimiento.

Llegamos a Boston alrededor de las 2 de la mañana y le llamamos a nuestro contacto en esa ciudad. Su nombre era Niaz y era el amigo de la esposa del un amigo de Rodrigo (a ver… déjenme reviso si la relación está correcta… mmmmm.. sí, así es). Nunca supimos si Niaz era gay o no, pero lo que sí es que era muy gracioso, tremendamente extrovertido y con una facilidad para ganarse nuestra confianza que no desapareció ni siquiera cuando al día siguiente nos depertó con un ‘Gooood moooorning my sweeties!! How are my baaaaabies?? uhhh??’.

El departamento de Niaz no tenía un solo mueble, así que volvimos a dormir en el piso (aunque esta vez, era un piso con alfombra) agradeciéndole su hospitalidad y la confianza de recibir a 4 mexicanos desconocidos que, después de un día de viaje y shopping, parecían prisioneros de guerra. A la mañana siguiente nos fuimos a recorrer la ciudad de Boston; desayunamos en el MIT y fuimos a reposar los wraps en el patio de Harvard. La experiencia en los dos lugares fue distinta para los miembros del Jazzy Bunch, pues mientras que Peter y Joe buscaban dónde dejar sus currícula y disertaban de los distintos Premios Nobel que han salido de cada una de esas universidades, yo nomás estaba esperando que en cualquier momento me saliera Will Hunting o Monty Kessler (Brendan Fraser en ‘With Honors’). Estando ahí, acostado en el pasto de Harvard que les cuesta a sus alumnos más de treinta mil dólares el semestre, me di cuenta que las referencias que tengo a cualquiera de universidades de la Ivy League, son más cinematográficas que académicas. Es decir que, a pesar de haber sido contaminado por la Economía itamita, pienso más en Russell Crowe, Patrick Dempsey y Matt Damon que en Franco Modigliani o Joseph Stiglitz… y eso me dio tanto gusto, me hasta recogí una piedrecita de Harvard Yard como lo hace Simon Wilder, el personaje de Joe Pesci en ‘With Honors’.

Conocimos Boston durante el resto del día y a la mañana siguiente, justo antes de tomar el avión que nos llevaría de regreso a nuestros hogares, visitamos el Fine Arts Museum. El viaje había terminado (bueno… aún no, si es que leyeron todo lo que nos ocurrió en el avión) y ahora sólo nos queda planear la siguiente vacación!!

(ajajajajaja, originalmente aquí había puesto que nos enviaran un mail con sus recomendaciones de a dónde nos podíamos ir la siguiente ocasión… pero me sonó demasiado a «Llame y nosotros lo visitaremos. El Jazzy Bunch *original* podría visitar su pueblo, ciudad o metrópoli» así que mejor omito mi mensaje)

Written by Salvador Leal

julio 19th, 2004 at 10:36 am

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