Archive for the ‘p&g’ Category
Procter
Noticia sólo para ex-procterianos mexicanos
Resulta que los amiguitos de Procter están haciendo un reparto de utilidades adicional derivado de la presentación de declaraciones anuales complementarias por los años 2002, 2003, 2004 y 2005, donde el ingreso gravable para fines fiscales fue modificado. Por Ley sólo aquellos empleados que trabajaron durante cualquier periodo de los años anteriormente mencionados en la entidad legal Compañía Procter & Gamble México S. de R. L. de C.V. serán elegibles a recibir este pago.
¿Te late? Si tú estuviste en esa HHH Compañía, llama ahora al corporativo, en la extensión 1151 y pregúntales. ¡¡Los beneficios del Osito Charmín y el Sr. Pringles te siguen aún después de haber salido de P&G!!
Procter & Gamble III
Ustedes no están para saberlo ni yo para contárselos, pero la razón número uno de visitas a mi blog a través de buscadores como Google y Yahoo, es averiguar más acerca del examen para ingresar a las filas de Procter & Gamble.
Y la razón número uno de correos que llegan a exlocutor[arroba]gmail[punto]com es… sí, adivinaron, tips para pasar el examen y gozar de lleno la Procter & Gamble Experience. La razón del por qué llegan a este blog y a mi correo tanto acerca de ese tópico es debido a que, hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, yo trabajé haciéndole piojito al Oso Charmín y en este blog he platicado acerca de ello. (Ver la Parte I y Parte II de esta serie)
Y bueh, debido a que ando un poco corto de tiempo para enviarle el mismo correo a todos los interesados, mejor lo publico aquí para mayor referencia de buscadores y
Estimado Prospecto a entrar en el Mundo P&G,
Aquí van algunos comentarios que creo que dan respuesta a tus
preguntas acerca de Procter. Te los doy en forma de lista para que
sean más puntuales y se me vaya menos paja al escribir:1. A P&G, como a muchísimas multinacionales, no le importa qué carrera
estudiaste sino qué habilidades tienes y puedes desarrollar. Mi
gerente, por ejemplo, estudió Teología y terminó vendiendo detergentes
(y era MUY bueno). Así que por la carrera que estudiaste, que no te
importe… Ellos no lo ven como una limitante para trabajar en la
empresa, no lo hagas tú.2. Sus candidatos favoritos son los universitarios que aún están en la
escuela (son famosos por pagar muy buenos salarios para los
Internships) y los que recién acaban de salir. No suelen contratar
gente que ya tuvo varios trabajos antes; esto es debido a que
prefieren moldearlos a su propio gusto y no tener gente con vicios que
pudieron haber contraído en otras empresas.3. El inglés es MUY importante. No exagero si te digo que es su idioma
oficial sin importar si la oficina está en Japón o Argentina. Sí les
importa que sepas hablar y entender inglés.4. Entrar a Procter es toda una experiencia y ya lo vivirás. El primer
filtro es el examen al que te invitaron y que sí, es básicamente de
aspectos matemáticos. Porcentajes de ventas, proporciones, números de
cajas, divisiones, multiplicaciones, etc, etc; en algún momento hasta
te facilitaban una guía con ciertas cosas que pudieran preguntar.
Cosas absolutamente prácticas, cero teoría; recuerdo una en
particular: «si a un documento le sacas una reducción del 25% y a ese
documento luego le sacas otra reducción del 32%, ¿qué tan reducido
está el documento final del documento inicial?»… that kind of stuff.
También hay una parte de comprensión de lectura… pero es como de
chocolate. Después de ese examen vienen -así fue en mi experiencia- 6
entrevistas más. Así que tómalo con calma. Ojo, al menos una de ellas
será en inglés.5. Con respecto a presentar o no el examen. Tengo entendido que una
vez que presentas el examen no puedes volver a presentarlo sino hasta
un año después, así que si estás en los últimos semestres de la
carrera o recién salido es el momento perfecto. No lo dudes e
inténtalo. Si no es tu caso y aún así te están invitando, con mucha
más razón.6. Acerca de si tienes oportunidades reales para ingresar en la
empresa o si creo que es una ventaja el haber sido seleccionado por
ellos. Mmmmm. La verdad es que no te conozco lo suficiente como para
decírtelo, la mejor forma será que tú mismo lo sepas. Je.7. Finalmente, un consejo personal. Relájate. Si entrar y trabajar en
P&G no es la gran cosa, ser considerado para su examen tampoco es el
non plus ultra. Tú tranquilo y listo; seguro no es tu única y/o última
opción. Es más, no dejes que lo sea.Suerte,
Salvador Leal.
Procter & Gamble II
Quizás se pregunten a qué puesto entré a trabajar en Procter & Gamble. Si son fieles lectores de este blog, quizás piensen que entré al área de mercadotecnia o estudio de mercados debido a mis antecedentes como creativo o economista. Pero no. Entré como vendedor.
Así como lo oyen. Vendedor.
Hoy que conozco un poco más de la vida, sé que el área de ventas de cualquier empresa está compuesta por una fauna de difícil trato y definición, pero en aquel entonces yo era un inocente jovenzuelo con ganas de trabajar y una buena oportunidad enfrente, así que si bien no morí de la emoción, tampoco tenía una clara idea de lo que me esperaba.
Debo reconocer que el legado que adquirí durante el tiempo que estuve trabajando en P&G no fue nada malo. Me entrenaron para vender, me enseñaron técnicas y tácticas, me pusieron a practicar frente a una cámara y luego me enseñaron los errores que había cometido y la manera para mejorar mi técnica. Al final de un arduo entrenamiento, me había vuelto un verdadero vendedor… y no sólo eso! Un vendedor de jabones, shampoos y toallas femeninas!!
Eeeeeeen fin, como pueden ver sigo tomando con un poco de humor el hecho de haber trabajado en Procter. Fue, eso sí, toda una experiencia. Como vendedor, mis clientes eran los supermercados que se encontraban en la parte sur/sur-oriente de la Ciudad de México. Esto significa que yo era el Rey de Coapa, Iztapalapa y Tláhuac.
(pausa dramática)
Sí, sí… un día común y corriente en la vida de Salvador Leal como vendedor de jabones, detergente y pañales consistía en subirse en su cochecito (eso sí, del año, de la compañía y con quema-cocos) y dirigirse a hacer visitas a los más diversos supermercados de la zona del Cerro de la Estrella. Una vez ahí lidiaba con los Jefes de Abarrotes y las Jefas de Perfumería de los supermercados de la zona (créanme… no hay NADA que sea más terco que un Jefe de Abarrotes ni NADA que sea más feo que una Jefa de Perfumería de un súper), lograba que hicieran el pedido, le daba un choro energizante al chavo que trabajaba en la tienda para nosotros y me iba a la siguiente tienda. Así, todos los días. Por supuesto que, después de esa experiencia, domino todo Iztapalapa, Coapa y Tláhuac, aunque también me tocó visitar la zona de La Villa y sus alrededores, así como Tacubaya y San Pedro de los Pinos. Justamente ahí, a los pies del *nuevo* Distribuidor Vial de San Antonio, tuve mi mejor tienda. Era, como lo decía el jefe de mi jefe, «una tienda modelo» en lo que a los productos de Procter & Gamble se refería. Había todo lo que debía haber en una tienda y más, tenía el nivel de exhibiciones más alto de la zona y el gerente de la tienda me quería como a un hijo. El único detalle era que, así como la tienda era un modelo de perfección, también era un ejemplo de la falta de pago… y todo eso porque siempre se me olvidó que la segunda tarea más importante después de vender, es la de cobrar. Caray!
Esa era mi vida como vendedor de detergentes en un supermercado. Uno llega por la puerta de atrás del super (sí, esa que jamás han limpiado en los 45 años que lleva funcionando la tienda), un policía malencarado le hace a uno una revisión exhaustiva (poquito falta para un cavity search), pasas por las bodegas del súper (que no destacan por su limpieza) y entras, finalmente, al piso de venta. Ahí tienes que lidiar con el chalán que debe tener el producto en el anaquel, el Jefe de Abarrotes al que debes convencer (¡háganme el favor!) de que el producto que le vendes es tan bueno que te debe dar mayor espacio de anaquel (pequeño tip, la próxima vez que vayan a un súper, vean cuánto espacio ocupan sus marcas favoritas a lo largo del anaquel… esos espacios cuesta sangre, sudor y lágrimas), y luego ir a hacer lo mismo con la versión femenina de Jabba the Hut que trabaja como encargada de la sección de Perfumería.
Con el tiempo, uno va adquiriendo callo en lo que a las ventas se refiere; los clientes te van conociendo y tú vas conociendo a los clientes. Sabes, por ejemplo, que el Señor Castor (el nombre es verídico, se los juro) es fanático de las Chivas y que si el día anterior perdieron el partido, será mejor que ni te le acerques a pedir nada. Aprendes también que doña Marcela, la jefa de perfumería, no puede decirte que no después de que le recetaste una Sonrisa Salvador Leal®. Así eran las cosas.
¿Era lo que me esperaba al salir de la universidad? No, por supuesto que no.
Un ñoño como yo se imagina trabajando en la NASA, mínimo… o si no como asesor personal del Secretario de Hacienda, pero jamás piensas que estarás abriendo cajas de shampoos porque el chalán faltó al trabajo y no hay producto en el anaquel. Hay, sin embargo, varios incentivos para aquellos incautos que caen en ese sexto círculo del infieno de Dante también conocido como la bodega de Gigante Iztapalapa, y consiste en saber que tu jefe y el jefe de tu jefe y el jefe del jefe de tu jefe, comenzaron igual que tú. Igualito (de esto ya hablé ampliamente aquí). Así que lo que tienes que hacer es sacar tu chamba lo mejor posible y aprender lo más que puedas… porque un día serás jefe y tendrás que entrenar a tu pequeño padawan de las ventas.
Pues en fin, contrario a lo que se podría pensar, no dejé Procter & Gamble porque me cansara de despertarme en las madrugadas recitando todas las versiones de shampoo Pantene que hay, ni porque la jefa de la tienda más importante de Tacubaya me hubiera colmado la paciencia. No.
… bueno, quizás eso ayudó, pero esa no es la verdadera razón. Sobretodo porque sabes que un día de estos tu infierno en la bodega de un supermercado se mudará a las oficinas corporativas fancy.
Todo comenzó una mañana en la que teníamos una junta súper secreta de un nuevo producto que se iba a sacar al mercado en una semana. Durante la presentación, se nos dio un racional bastante completo de cómo era el mercado al que iba a atacar ese producto y por qué era una súper oportunidad para la compañía. El producto era un detergente de bajo costo enfocado al sector socioeconómico más amolado, que justamente era uno de los de mayor crecimiento durante los últimos años y también uno de los más descuidados por la compañía.
El razonamiento, lo reconozco, era redondito. El sector de bajos ingresos era el que más había crecido durante los últimos años y no había un detergente que la compañía pudiera venderles (o, más bien, no había un detergente actual de la compañía que ellos pudieran comprar). Al finalizar la presentación, nos mostaron el producto. Yo estaba escandalizado.
La compañía tenía (tiene) todo el derecho de hacer su mejor movimiento de acuerdo con las condiciones del mercado, y yo le reconocía (reconozco) que lo hace tremendamente bien. No tengo nada en contra de que nadie gane dinero (muy por el contrario, creo en la generación de riqueza como la mejor arma para la erradicación de la pobreza)… pero después de ver que la sociedad se había empobrecido y que mi labor iba a ser venderles detergentes en lugar de buscar la forma de que se revirtiera el proceso, estaba francamente asqueado conmigo mismo.
Ese día supe que trabajar para una corporación no era lo mío y decidí renunciar. La siguiente vez que mi jefe me acompañó a visitar un supermercado, lo detuve antes de que entráramos y comencé a explicarle mis intenciones. Me detuvo y me pidió que nos fuéramos a un restaurant cercano y ahí tuvimos una conversación de más de cinco horas. Él entendió y aceptó mis razones después de sesenta minutos y el resto del tiempo nos dedicamos a hablar de mi futuro y lo que quería hacer de mi vida, de cómo lograr lo que quería y de hasta dónde podía llegar. A mi jefe de Procter, sobra decirlo, lo atesoro como uno de mis amigos más queridos.
Fue mucho más difícil explicarle al jefe de mi jefe las razones por las que me iba. No podía entender que alguien quisiera dejar todos los beneficios que una multinacional como Procter te daba (y miren que es especialmente generosa con sus empleados, eh!), cosa que no era difícil de comprender pues justamente lo que yo quería era dejar esa ‘comodidad’ y tratar de que las cosas sucedieran de otra manera.
Mi último día de trabajo era un lunes, por lo que la última semana me dediqué a darles instrucciones a los chalanes de los supermercados y ver que mis tiendas no se vinieran abajo mientras conseguían a un nuevo vendedor. El último viernes que estuve en Procter me desperté de buenas… tan de buenas amanecí que me largué a Acapulco a desintoxicarme de la vida corporativa.
Tuvieron que pasar más de 14 meses para que me animara a entrar a un supermercado de nuevo.
Procter & Gamble I
La manera en la que entré y trabajé en Procter & Gamble fue, debo reconocerlo, toda una experiencia. Todo comenzó con una carta que me enviaron al ITAM (eso lo hacían mucho, eligiendo perfil de carrera y promedio) invitándome a hacer el examen para ingresar a las filas de la famosa trasnacional.
Quizás debería comenzar diciendo qué diablos es Procter & Gamble. Pues bien… ¿alguna vez te has lavado el pelo con shampoo Pantene? ¿No? Bueno… ¿Head & Shoulders?, ¿Herbal Essences? ¿Tampoco? ¿Pert Plus? Aaaahh, verdaaad… pues bien. Estos cuates no sólo hacen esos cuatro shampoos… también hacen los detergentes Ariel, Ace, Bold y Maestro Limpio, Salvo, Downy, Dawn, la pasta de dientes Crest, los desodorantes Mum, Old Spice y Secret, los jabones Zest, Camay y Escudo, los pañales Pampers, las toallas femeninas Always y Naturella así como toda la línea de Miss Clairol, Wella y Koleston. Ah! y acaban de comprar Gillette. Ahí nomás. Son el anunciante número uno en muchísimos países (en México ocupan el segundo lugar sólo después de los partidos políticos) y tienen una fama bastante bien ganada.
Hasta ese momento, yo sólo sabía de Procter por referencias de amigos más grandes que yo. De hecho, muchos itamitas morían y mataban por trabajar en esa empresa; yo, inmerson en mi ignorancia, no tenía ni idea de qué tipo de empresa se trataba… pero el mero hecho de que muchos itamitas quisieran entrar, me hacía tenerle bastante repulsión al asunto. Un amigo me dijo que él había hecho el examen, que lo había pasado y que le habían invitado una comida/peda en la Hacienda de los Morales. Impulsado más por la promesa de una comida/fiesta gratis que por el deseo de trabajar para Procter, decidí ir a hacer el examen y por razones que a la fecha desconozco, lo pasé.
De ahí me hicieron una y luego otra entrevista. Luego me llamaron a una entrevista más y de ahí me dijeron que me invitaban a un seminario de tres días que tendría lugar en el hotel Nikko de la Ciudad de México. Oooooobviamente dije que sí, a nadie se le niegan tres días con todo pagado en el Nikko y mucho menos si eso significaba no ir a clases (aunque a los maestros les dio enteramente lo mismo si faltaba o no…)
Pues ahí tienen a Salvador llegando a su super seminario de tres días en el Nikko. Desde el inicio, todo tenía cierto… mmmmmm… pues cierto sabor a algo que después reconocí como típicamente procteriano. Todo era competencia, todo era ver quién era el mejor, quién captaba mejor las cosas, quién podía explicarlas, quién hacía mejor el ejercicio o quién se expresaba de mejor manera. Todo. Pero cuando digo todo, es TODO. Vaya, hasta entre los ponentes se notaba que había una competencia por ver cuál era el mejor ponente, el que hacía participar más a las personas y el que lograba mejores resultados (mucho tiempo después supe que, en efecto, ese tipo de actividades de training te las contaban como puntos a favor en tu evaluación, también conocida como W&DP).
La noche del jueves nos la pasamos realmente bien. Al terminar el día nos invitaron a un casino que se organizó dentro de uno de los salones en donde la comida, las apuestas y la bebida corrieron abundantemente. Eso, que en un inicio yo lo vi como una muestra de lo espléndido que podía ser la compañía, en realidad era una prueba más… Los evaluadores medían cómo reaccionabas ante el alcohol, qué tan averso eras al riesgo y cómo te comportabas en situaciones sociales. Maquiavélico, ¿no?
A determinada hora nos mandaron a dormir y nos pidieron que estuviéramos temprano al día siguiente. A pesar de que había varios evaluadores checando qué es lo que hacía cada uno después de terminar en el casino, un grupo de compañeros y yo nos fuimos al bar del hotel a seguir la fiesta.
Al día siguiente nos dividieron en grupos y después de habernos dado todo un set de instrucciones, nos mandaron a realizar un trabajo que incluía de manera práctica todo lo que habíamos visto hasta ese momento. Las instrucciones nos las dieron a las 6 de la tarde y la primera presentación era a las 8.30 de la mañana del día siguiente. De ahí procedían a encerrarnos en unos cuartos con laptop, reportes de ventas, proyecciones de crecimiento, refrescos y palomitas.
Durante toda la noche, los miembros del equipo pasamos por todas las fases que se puedan imaginar: nos peleamos, nos reconciliamos, nos mandamos al carajo y ahí nos quedamos, nos pusimos a trabajar y nos dimos realmente cuenta de quién sabía y quién simplemente era un imbécil que había pasado por los selectivos filtros de Procter & Gamble. En algún momento de la madrugada me di cuenta que el ejercicio era un tema perfecto para un reality show: un grupo de universitarios se ven obligados a trabajar juntos resolviendo un problema de la vida real para ganar un puesto en la compañía.
… un año después, salió The Apprentice.
A eso de la una de la mañana, cuando todos estábamos hartos de trabajar en equipo y medio sacando la chamba, la puerta del cuarto se abrió y uno de los evaluadores entró a decirnos que las condiciones de la fusión que estábamos analizando habían cambiado y nos daba un enorme folder con los nuevos supuestos. Aaaaaahh… recordar es vivir.
Recuerdo haberme ido a las 8 de la mañana a bañar para estar más o menos presentable y así poderles presentar lo que habíamos logrado durante la noche. Al final, había una pequeña ceremonia de premiación (en donde más de la mitad ya estaban cuajados en su mesa debido a la falta de sueño) y se nos decía que en las siguientes semanas nos contactarían para decirnos quiénes habíamos pasado la prueba y quiénes no, basados en las opiniones de los evaluadores que habían estado viendo tu comportamiento durante los tres días (y la noche).
Una semana después me mandaron un mail diciéndome que querían volver a entrevistarme y luego me volvieron a entrevistar una vez más (cuéntenle cuántas entrevistas van) para que, finalmente, me ofrecieran un puesto en la compañía. La oferta de trabajo venía (but of course) en inglés y metida en un sobre muy cuco.
La aventura apenas comenzaba… iba a trabajar en Procter & Gamble!
Mission: Impossible
Se enciende el cerillito que prende una mecha y comienza a correr el fuego mientras se escucha la musiquita compuesta por Lalo Schifrin (en pocas palabras, el «chan chan, chanchanchan, chan, chanchanchan…. turirú, turirúuu, turirúuuuu, turi»)… ¿por qué?
Resulta que desde siempre se me ha dado el choro. No piensen con esto que soy la persona más extrovertida del mundo, muy por el contrario… pero cuando la calificación de un ñoño depende de si puede echarse un choro o no, comienzas a formar un callo muy particular para aventar el verbo. Así pues, desde chiquito, en los actos cívicos, me tocaba ser el maestro de ceremonias o al que le tocaba declamar alguna poesía en honor del descubrimiento de América (obvio todos odiaban al matadito que, en lugar de estar paradote en el sol haciendo una tabla gimnástica, estaba en el palco con el director y los invitados especiales). Ya en la secundaria, era el que participaba en los concursos de oratoria, algunas veces voluntariamente y otras a fuerzas porque yo era el gallo de mi maestra de Literatura, conocida en los pasillos del Instituto México Secundaria como «La Luchadora». Para la prepa y la universidad, si algo se me daba bien eran las presentaciones del algún tema frente al grupo… en pocas palabras, hablar en público nunca ha sido un problema.
Después entré a una estación de radio donde, no es complicado entenderlo, mi choro continuaba siendo mi principal fuente de gracias y satisfacciones. Algún tiempo después, entré a trabajar en una multinacional a la que le di mi alma en calidad de arrendamiento. Ahora que hago este recuento, no me parece tan extraño que me hayan escogido los de Procter & Gamble para el área de ventas. Ahí me enseñaron (‘entrenaron’ es un verbo más preciso) para vender absolutamente cualquier cosa… hasta shampoos!
Según yo, al salirme de P&G, le había dicho adiós a mi vida como vendedor. Craso error!
Acaba de llegarme un mail de la chamba cuyo contenido transcribo a continuación (la censura es debido a lo delicado del asunto)
El propósito de la presente es hacer de su conocimiento, que nos han contactado de la oficina del Diputado *************, Secretario de la Comisión de *********** de la Cámara de Diputados y Coordinador de los trabajos para el dictamen de la Minuta de Ley de ************, para pedirnos que exprese su posición frente a la citada Minuta y de respuesta a las inquietudes que se tienen frente al tema para que los diputados puedan elaborar su dictamen.
En pocas palabras, el día de mañana (miércoles) voy a tener que venderles una ley a un grupo de diputados en San Lázaro. Tratar de hablar con ellos será todo un reto… presentarles los beneficios de la ley será tremendamente difícil, sobretodo porque nuestros diputados no son las personas más inteligentes de este país (cualquier pensaría que son, precisamente, todo lo contrario)
Ante esta complicada situación, sólo me queda ampararme a lo que le decía Anthony Hopkins a Tom Cruise en Mission: Impossible II
Mr. Hunt, this isn’t mission difficult, it’s mission impossible.
«Difficult» should be a walk in the park for you.
Si los diputados no me muerden mientras les hago la presentación, les platicaré en este blog lo que sucedió… mientras tanto no dejen de ver el canal del Congreso, en una de esas hago mi debut!