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La vida irreal de Salvador Leal

Archive for 2004

Cuba ama a Mao

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La situación que vivimos con Cuba cada vez se alborota más y la guerra de declaraciones parece un concurso para ver quién dice ahora la estupidez más grande y el agravio más pesado.
SalvadorLeal.com, atento a todos estos acontecimientos, le ha pedido a Azu, nuestra experta en relaciones internacionales, que nos ponga en contexto el conflicto México-Cuba bajo la premisa que siempre ha estado presente en este espacio: ¿por qué suceden las cosas que suceden y por qué reaccionamos de la manera en que lo hacemos?… parafraseando a la película de Harrison Ford y Michelle Pfeiffer (bastante chafa, por cierto), what is that lies beneath?

Aquí, una probadita: «Técnicamente, el anuncio del canciller Derbez del retiro de nuestra embajadora en Cuba y de la petición de retirar al embajador de Cuba en México en un plazo de 48 horas, es una de las acciones diplomáticas más graves que se pueden tomar contra otro país; es, de hecho, aunque no de nombre, un rompimiento de relaciones diplomáticas. No importa mucho que Derbez quiera llamarle de otra manera, al dejar las relaciones al nivel del encargado de negocios, lo que hace nuestro país es proteger los intereses económicos que puedan tener los mexicanos en la isla. Esto dista mucho de representar la existencia de voluntad política para reconstruir una relación bilateral que está en franca descomposición.»

Para leer más, visiten la sección ‘piensa‘ de SalvadorLeal.com

Written by Salvador Leal

mayo 4th, 2004 at 5:05 pm

Procter, Gamble & Fox

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A la multinacional Procter & Gamble le debo mi odio jurado a los detergentes y shampoos, una disciplina laboral bastante espartana, que me guste vivir bilingüemente y mis persuasive sales skills entre muchas otras cosas más. Uno de los detalles que me llamaron la atención mientras estuve trabajando ahí fue la manera en la que la gente va creciendo dentro de la compañía.
Supongamos que el CEO de P&G muere repentinamente (me estoy imaginando las caras horrorizadas de mis lectores procterianos) y se requiere que alguien venga a sustituir a Mr. Laffley. En otras compañías (McDonald’s o Pepsi, por ejemplo) contratan a un head-hunter que les consiga a alguien del perfil que requiere el puesto y todos felices y contentos.
En Procter eso no sucede. Resulta que no hay manera de ser directivo de Procter a menos que hayas hecho una carrera dentro de la compañía; esto es, si promueven a tu jefe es muy probable que tú te quedes en su lugar, porque tu jefe se fue al lugar de su jefe y el jefe de tu jefe estará ahora en el lugar de su jefe… y así, ad infinitum. Parte de los beneficios que tiene un sistema como éste es que, cuando llegas a ocupar un nuevo puesto y te enfrentas a un problema, le puedes preguntar a tu jefe y estás seguro de que él (o ella) te puede guiar pues seguro que ya pasó por algo similar cuando estuvo en tu puesto. Así, cuando tú entras a trabajar a P&G te aseguran que puedes llegar tan alto como -literalmente- tú y tus habilidades se lo propongan. Okey, basta de cebollazos a Procter. ¿Por qué estoy hablando de estos mecanismos de subida dentro de una empresa?

En México, hasta el año 2000, teníamos un sistema político bastante similar en ese sentido. Era imperfecto, corrupto, ineficiente, costoso… pero servía extremadamente bien cuando se trataba de ir filtrando a las personas. De esta forma, el presidente de México era alguien que había comenzado desde abajo y que conocía casi-casi cada recoveco de los oscuros pasillos del poder y del partido. Sabía a quién sí llamarle y a quién no, sabía quién movía los hilos de qué y sabía cómo mover esos hilos. El que sería presidente de México conocía las Secretarías de Estado y cómo estaban fundadas institucionalmente, conocía los Pinos y sabía quién era quién en ese lugar, conocía a la gente del partido, desde ‘las bases’ hasta ‘las cúpulas’. En fin, se había entrenado en un hábitat que conocía a la perfección y había visto como otros presidentes habían resuelto los problemas a los que se habían enfrentado. Estaba *fogeado* y, como dijera mi agüe, no se cocía al primer hervor.

Todo esto terminó con la llegada de Vicente Fox. El cuate no sabía ni siquiera qué número marcar para pedir unos molletes a la cocina de Los Pinos… ya no se diga tener conocimiento de cómo se trata a otro Jefe de Estado o cómo solucionar una crisis. Y de su equipo no se podían decir cosas mejores: personas capaces e inteligentes (or so they said) que nunca habían estado en Palacio Nacional ni siquiera como turistas.

No crean que soy de esos que claman por el regreso del PRI-gobierno, la corrupción y los malos manejos. Sin embargo, me da mucha tristeza que la ‘curva de aprendizaje’ de nuestro actual gobierno nos esté costando tantos dolores de cabeza, errores garrafales y reformas que tendrán que ser pospuestas -otra vez- hasta el siguiente sexenio.

Todas estas reflexiones me vinieron a la mente después de lo ocurrido el día de ayer que México decidió alejarse aún más de las relaciones que mantenía con Cuba. Me da pena y coraje que nuestro gobierno no tenga ni idea de cómo manejar las relaciones internacionales de este país. Me resulta aterrador ver tanta estupidez desplegada en tantas declaraciones de tantas personas que ocupan lugares importantes de la política mexicana.
Y lo peor es que no se ve que todos estos cuates vayan a mejorar en algún momento, pues para cuando le vayan agarrando la onda a esto de gobernar un país, ya habrá terminado su sexenio. Sad but true.

Si a todo esto le agregamos que me duele mucho la garganta, que tengo el cuerpo cortado y que el día no quiere clarear… el panorama no se ve muy alentador.

Written by Salvador Leal

mayo 3rd, 2004 at 1:57 pm

López, Pancho López

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Debido a la construcción del lugar donde trabajo (una antigua casa en Polanco), mi oficina es la región más privada y alejada del ajetreo cotidiano. A reserva de platicarles más de cómo está construido el lugar donde trabajo, les puedo decir que para llegar a mi oficina (que más bien es como mi *cuarto*) hay que subir una serie de escaleras y cruzar varias puertas que, al final, desembocan hasta mi sacrosanto working space; háganse de cuenta ‘la casa de atrás’ que describe Ana Frank en su Diario. Gracias a esto, yo puedo llegar en la mañana y, si no tengo que ir a la impresora, no volver a ver al resto del staff hasta que salgo en la noche.
Sí, sé que soy un antisocial… pero eso es tema de otro post.

El asunto es que sólo en raras ocasiones alguien sube hasta mi cuarto y generalmente son o la señora de la limpieza o el office boy que me trae mi comida o que viene a vaciar mi bote de basura. Insisto, en este búnker podría resistir sin problemas de abastecimiento, más de tres meses. Nomás me faltaría el Sky para los momentos de esparcimiento.
Debido a estas enormes libertades y con el calor que nos hemos estado recetando, he estado tentado a imitar a Tom Cruise en Risky Business y ponerme a bailar y cantar por toda mi oficina en nada más que mi ropa interior. La única razón por la que no lo hago es porque, al tener ventana, violentaría la intimidad de los vecinos de la colonia Polanco… pero inclusive eso podría tener solución. Con ese escenario puesto, mi oficina se ha convertido -literalmente- en mi cuarto. Ya tengo juguetes, pósters, libros (que no tienen nada que ver con mi trabajo), botanas, refrescos… es como un pequeño departamento de soltero laboral.

Si las secretarias nunca vienen por acá, mi jefe mucho menos. Es más, según yo, él no conocía esta sección de la casa… ¡SEGÚN YO!
Hace algunos días alguien abrió la puerta intempestivamente y, helo ahí: mi jefe!. Nomás faltó que me agarrara jugando con mis cochecitos en el piso. Mientras me daba unas instrucciones, sus ojos recorrían los distintos rincones de mi cubil: el corcho donde igual pongo las cosas urgentes que los flyers de restaurantes de comida para llevar, mi macro-vaso de Hulk, la colección de carritos, los Rancheritos a medio comer y, lo más obvio, la pila interminable y desordenada de papeles y documentos.

Afortunadamente no me dijo nada, pero al día siguiente lo primero que hice fue *escombrar* (¿a poco sus mamás o abuelitas no usan[aban] ese término?) para que, si regresaba, encontrara todo como si un economista profesional trabajara en esa oficina.
Desde entonces mi jefe no ha vuelto a subir; no sé si por miedo o por prudencia. Pero hasta el día de hoy, todo estaba listo para que en cualquier otro momento en que nos encontráramos, se llevara la mejor impresión de mí. Todo: dientes lavados, zapatos boleados, traje recién tintoreado, pelo engominado (but of course)…

… sólo que al wey se le ocurre llamarme por teléfono cuando estaba escuchando las últimas canciones que bajé de internet y para mi mala suerte, la rola que tenía tocando era ‘Pancho López’ de Lalo Guerrero (sí, tengo malos gustos y qué?). Lo peor es que la computadora se trabó justo antes de que él llamara… y no pude bajarle al volumen de la música!!!

La llamada duró unos treinta segundos y sus instrucciones fueron acompañadas por una melodiosa voz cantando «panchooooooo, pancho lópez, chiquito pero matón!»

Ahorita nomás estoy esperando que la secretaria me llame para que pase a recoger mi cheque.

Written by Salvador Leal

abril 29th, 2004 at 6:17 pm

No hay nada como…

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… bañarte al ritmo de la canción Good Lovin’ de The Rascals. Te energiza y te empuja de la mejor manera posible en el inicio de tu día. Debería haber una terapia que utilizara la regadera matutina y Good Lovin’. He dicho.

Written by Salvador Leal

abril 29th, 2004 at 10:58 am

Las Alas del Poder

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En quinto de prepa (en el glorioso y nunca del todo bien ponderado Centro Universitario México, el CUM) conocí a uno de los profesores que modificaron mi manera de ver la escuela y que, de alguna forma, dio cause a las inquietudes radiofónicas que tenía desde la infancia. Su nombre era Eduardo Acosta y tenía la peculiar manía de vestir de boina para ir a clases, lo que en una escuela de puros hombres era visto como un exceso de excentricidad. Ese detalle no demeritó ni tantito las excelentes clases que daba… sobretodo porque eran muy distintas a las clases a las que estábamos acostumbrados la gran mayoría de los delincuentes juveniles que tenía por alumnos.

Mientras que, durante años, los exámenes en las escuelas maristas buscaron que el alumno se aprendiera la mayor cantidad de datos y cifras, los exámenes de Biología en 5° de prepa eran una invitación a usar la creatividad aplicándola a temas tan extraños como las mitocondrias, los cloroplastos y la meiosis. Dicho esto, el día de examen mensual era muy común ver llegar a gente con enormes tableros de juegos al estilo ‘Corre GC Corre’ en donde el objetivo era juntar la mayor cantidad de proteínas que hicieran funcionar el aparato de Golgi correctamente (inserte aquí una carita de ñoño con lentes de fondo de botella, dado de juego de rol y su pocket protector).

Junto con esas actividades, uno podía obtener puntos extras por ir a eventos culturales que él mismo recomendaba. Así, uno podía ir a ver ‘Seven’, hacer una crítica, entregarla y ganar un punto más; o ir al teatro a ver «Un tranvía llamado deseo» (cuando estuvo con Diana Bracho -WOW-), hacer su respectiva crítica y pasar el curso.
No sé si sea una característica de los profesores de biología… pero los que a mí me han tocado tienen un gusto muy particular por crear controversia (cfr. La práctica 28 en este mismo blog). Y su intención se hizo muy clara cuando nos mandó a que fuéramos a un teatro olvidado y perdido por el rumbo de Coyoacán a ver una obra llamada «Las Alas del Poder».
De esta obra sólo recuerdo dos cosas y sé que, si quien está leyendo este blog cursó biología con Eduardo Acosta, por lo menos ya tienen en mente una.

La primera cosa que recuerdo es que el tema de la obra era la vileza humana que despertaba con la cercanía al poder. Las cosas que hacemos por tener poder, usar el poder, desgastar el poder, abusar del poder. El momento climático de la obra (de donde salía el nombre) se daba cuando un personaje de alto nivel político platica con su ayudante, el cual busca crecer dentro del aparato gubernamental. La discusión se vuelve más acalorada momento a momento cuando uno busca la lealtad del otro. De repente, el jefe le pregunta a su ayudante: «¿qué tan alto quieres volar?» y se baja el zipper.
Silencio sepulcral en el teatro. Todos voltean a ver al ayudante.
El ayudante se hinca y comienza a hacerle un blow job a su jefe. En vivo. En el escenario.

De la segunda cosa que me acuerdo es de la cara de un compañero de salón que fue lo suficientemente imbécil como para pedirle a su mamá que lo acompañara a ver la obra de teatro que le había encargado su profesor. Son de esos momentos de pena ajena que uno difícilmente puede olvidar.

El recuerdo de «Las Alas del Poder» viene a colación por el ambiente que actualmente se vive en la política nacional. Y no sólo en el las altas esferas en donde se mueven intereses millonarios, también a nivel de nuestros representantes populares y el aparato burocrático que, se supone, trabaja para nosotros. No hay mucha diferencia en perder la dignidad al aceptar dinero frente a las cámaras que al hacerle sexo oral a tu jefe. Ahora que si te sacan haciéndole sexo oral a tu jefe frente a las cámaras… ya no hay mucho hacia donde rascarle!

Written by Salvador Leal

abril 28th, 2004 at 2:59 pm

Festival de la Palabra

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Antes de huir de la ciudad con rumbo desconocido, usé mi hora de comida para darme una vuelta al Festival de la Palabra, un esfuerzo del gobierno de la Ciudad de México y la delegación Miguel Hidalgo por realizar una feria de libro en un espacio moderno y con todas las comodidades como lo es el Centro Banamex.
La neta, estaba emocionado. Así como las mujeres se privan cuando van a comprar ropa, los ñoños alcanzamos el nirvana espiritual cuando compramos discos, libros o figuritas de Star Wars. Llevaba hasta la tarjeta de crédito por si me encontraba con alguna edición super especial de algún autor de mi predilección.

Y nada. NADA. na-da. Cero. [espacio vacío]. Ø.
Libro por el que preguntaba, libro por el que me respondían:
– No lo trajimos
– No está
– ¿quién?
– Uuuuuuuy joven, no. En este stand no.

Vengo decepcionado y enojado. Porque además no comí.

Written by Salvador Leal

abril 27th, 2004 at 5:47 pm

Homo Videns

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Desde algún punto lejano a la campaña inquisitorial de vacunación contra el sarampión.- Leo un artículo en The Economist que me pone mucho a pensar. Como muchas cosas en esta vida, el artículo de la revista inglesa puede ser vista únicamente de frente (y tener una sola opinión) o pueden revisarse todos los aristas del asunto y darnos cuenta que la reflexión que en él se expone, se puede ver a la luz de lo que es nuestro país.
Me explico.

El artículo se encuentra en la sección ‘Britain’ y habla acerca de la BBC.
Según los conocedores (por lo menos con los que yo he tenido contacto), la BBC es el non plus ultra en cuanto a televisión y radio se refiere. Si ustedes se han fijado, muchos de los programas de A&E, People+Arts, el Discovery Channel y hasta el canal 22, son producidos y concebidos en la pequeña ciudad de la BBC localizada en West London. Tienen una sinfónica propia, productora de cine, centros educativos especializados en distintas ramas del entretenimiento y los aspectos técnicos del medio, siete estaciones de radio… en fin, los tipos son lo que todos a los que nos apasionan los medios de comunicación quisiéramos ser o tener.

El asunto es que un reciente estudio del Ministerio de Comunicaciones inglés (Ofcom) dictaminó que la BBC necesita subir sus estándares. No sé si lo hicieron nomás por joder o porque realmente eso salió en su estudio… pero esa determinación me emociona. Mucho. Porque se basa en algo en lo que he creído toda la vida (algunas veces a costa de mi salud mental) y es que no importa lo alto que esté tu nivel, siempre -siempre- puedes estar mejor.

De acuerdo con su primer director general (un cuate que tiene nombre de malo de Star Wars: Lord Reith), el objetivo de la BBC era darle al público no sólo lo que pide sino también lo que necesita: debe educar e informar con la misma pasión con la que debe entretener.
El asunto no queda ahí; la BBC se mantiene de un impuesto flat tax (corran a preguntarle a su egresado del ITAM de confianza, qué es un Flat Tax) por lo que debe regresarle a la sociedad contenidos que satisfagan TODOS los gustos. Y esto se da bajo el supuesto que tiene el gobierno británico de que la televisión es demasiado importante como para únicamente dejarla en manos privadas.

Independientemente de si los ingleses tienen razón o no, vale la pena analizar lo que ocurre en nuestro país, donde tenemos una televisión dividida en dos: la que entretiene a la parte más primitiva de nuestro cerebro (Eugenio Derbez y Paty Chapoy) y la que aburre aún a la parte más inteligente de nuestro cerebro (sintonicen cualquier programa *cultural* hecho en México y prepárense para dormir o llorar).

Alguna vez escuché que la televisión es entretenimiento gratuito. ¿Será que al pagar por lo que estoy viendo en la tele me pongo más exigente con la calidad de los contenidos y hago valer mi voz como consumidor de televisión?
Creo que el post y el tema da para bastante más, pero al haber huido apresuradamente de la ciudad ante la amenaza de vacunación no alcancé a traerme mi laptop y el tiempo del café internet desde donde estoy escribiendo se terminó.

Ojalá nos pusiéramos a analizar -una vez más- las razones de por qué vemos lo que vemos, por qué consumimos la televisión que consumimos y cómo podríamos usar nuestra fuerza como consumidores/pagadores de impuestos para modificar los contenidos de la televisión estatal (léase Canal 11 y Canal 22).

Written by Salvador Leal

abril 27th, 2004 at 12:05 pm

Mal día, maaaaal día

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Un día no puede comenzar bien cuando, después de un periodo sabático, decides regresar a hacer ejercicio. Como los lectores de este blog recordarán (cfr. el post del 5 de enero aquí), a principios del año decidí meterme a practicar el legendario arte del spinning. La verdad es que no me desagradó tanto, pero un día decidí darme un día de descanso que después se convirtió en dos días, tres, cuatro, una semana… y así, hasta que el fin de semana intenté jugar una cascarita y los resultados fueron tan positivos que casi termino celebrando la victoria de mi equipo en el hospital conectado a un respirador artificial. Es por eso que he decidido regresar a la rutina de despertarme al cuarto para las seis, ponerme mis pants y dirigirme, más dormido que despierto, al local en donde una tipa que ha desayunado demasiada azúcar, se dedica a gritarnos y pedirnos que nos imaginemos que vamos por una ladera montañosa mientras sudamos como si no hubiera un mañana.

Mi instructora de spinning, una fulana que está en su late thirties y a la que le he puesto el nombre de La Madre Superiora, me recibió como al hijo pródigo (cfr. Lucas 15:11-32). El apodo se lo ha ganado porque, al menos una vez cada clase, grita a todo lo que da: «NO TE DEJES VENCER POR LA MONTAÑA!!! SOBREPONTE A LA MONTAÑA, DOMÍNALA… CONQUÍSTALAAAAA!!!!!», frases que me recuerdan cañón al personaje de la Madre Superiora que salía en ‘La Novicia Rebelde’ y que cantaba a la menor provocación «Climb Every Mountain!«.

Así pues, hemos regresado a los dolores de piernas, la sudoración excesiva y la estimulación constante y dolorosa del taint (para saber qué diablos es el taint, dar click aquí). A ver cuánto tiempo aguanto esta vez.

… Pero eso no es todo. Para continuar con mi mal día, resulta que a Indiana, mi fiel corcel, se le pegó el claxon. Así, sin decir ni avisar nada, en un alto, comenzó a sonar el claxon a todo lo que da. Obviamente todos los conductores que se encontraban a mi alrededor me voltearon a ver con cara de «nomamesconeldesesperadoquequierepasarseelalto». Yo no sabía ni dónde poner la cara.
Inmediatamente me desvié de mi ruta original para ir a algún lugar en donde me pudieran ayudar y era *divertido* ver a todas las personas que volteaban a ver a un coche que iba a toda velocidad con el claxon a fondo. Parecía que estaba siendo víctima de un secuestro o sufriendo un connato de violación. Llegué a la agencia y, desde luego, todos voltearon a verme con cara de «nomamesconelweydesesperadoquequieresuturnodeinmediato». Llegó un mecánico con toda la intención de armarme bronca pero que, cuando vio el predicamento en el que me encontraba, se agachó y desconectó algo que según me dijo se llama fusible.

(Pido perdón a todos los conocedores de automóviles. Yo pertenezco a la diminuta sección de hombres que lo más sofisticado que hace con su automóvil es ponerle gasolina y que, cuando me quiero ver rudo y conocedor, pido que le revisen el aceite en la gasolinera)

El problema no fue el ridículo que pasé por las calles de la ciudad de México (si hoy por la mañana vieron pasar a un bólido color plateado con el claxon a todo lo que daba, ya saben quién era), si no que ahora no tengo claxon y eso me hace sentir como recién salido de una operación jarocha.
Después de media hora sin poder sonar la bocina he llegado a la conclusión que necesito URGENTEMENTE una sesión de anger management. Cualquier psicólogo diría que tengo problemas para expresar mi frustración frente a la gente que no avanza rápido o que se mete en mi carril intempestivamente o frente a los microbuses que deciden bajar pasaje justo cuando yo quiero dar la vuelta y estoy atrás de él. Lo que le diría a cualquier psicólogo, después de admitir mis problemas, es que el claxon es la primera y más básica arma de defensa en la ciudad de México. Y que a partir de esta mañana Salvador sale a la calle teniendo la misma sensación que tuvo el primer homo sapiens al salir de una caverna y vislumbrar el agreste paisaje africano.

Para acabarla de amolar, llego a mi oficina, prendo la computadora y comienzo a hacer mi búsqueda de noticias diaria… cuando me encuentro con la noticia más aterradora de los últimos años:

Ante los 57 casos de sarampión en el DF, Hidalgo y el Estado de México, se vacunará a personas de entre 13 y 39 años de edad

Carajo! Con el miedo que les tengo a las inyecciones!!!

Salvador siente que hoy, el planeta recibió un memorandum con las claras instrucciones para hacerle la vida imposible. Supongo que tendré que seguir el ejemplo de Carlos Ahumada y preparar mis maletas para salir del país.
(el artículo acerca de la campaña de vacunación en contra de los jóvenes de este país está aquí)

Written by Salvador Leal

abril 26th, 2004 at 3:48 pm

Quiero quiero quiero quiero

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Si me quieren hacer muy feliz (MUY), les doy el link al que sería uno de los mejores regalos que me podrían hacer. Un DeLorean. Original. Con los aditamentos de la película. En eBay.

Cómprenmelo, aquí!

Written by Salvador Leal

abril 22nd, 2004 at 6:30 pm

Za Za Za

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En un lejano pero muy agradable pasado, tuve un programa en la radio universitaria de la institución que pretendió darme una educación superior (el ITAM). Todo comenzó como un experimento y terminé teniendo mi dream job en mi estación de radio favorita. El programa se llamaba ‘Micro 20159’ y ha sido el programa con más alto raiting en la historia del Circuito de Radio y Televisión del ITAM (¡seis temporadas lo avalan!)

Este programa transmitía música ecléctica y una que otra sorpresa de vez en cuando. Enclavada en esas sorpresas, estaba la sección de «El Chip Maldito». ¿Qué es el Chip Maldito?

Supongan que entran a un Bital (‘ache, ese, be, ce’) y que, al igual que el sistema crediticio del país, la fila de la caja se encuentra paralizada. Se forman con la esperanza de llegar en algún momento del año y el tiempo comienza a pasar. Los primeros minutos lees toda la publicidad pegada a lo largo y ancho del banco… después revisas el cheque que vas a cobrar (o la cuenta que vas a pagar) y lees hasta las letras chiquitas que dicen «Impreso por…», luego analizas la nuca del de adelante y te maravillas al ver en qué poco espacio puede vivir toda una colonia de ácaros… como a los veinte minutos que has estado parado, comienzas a tararear.
Pero no comienzas a cantar el último sencillo de Coldplay o tu rola favorita de Mew. No. Por alguna extraña razón, lo que sale de tu boca es algo así como: «Papiripau.. cuéntame… las pecas de la espalda… cu cu cuentame quién en tu corazón» ¡¡UNA CANCIÓN DE LUCERITO!!

Ése es el fenómeno del Chip Maldito. Una parte de tu cerebro (un chip) que guarda todas esas canciones pegajosas, guapachosas y chafonas que a tí, amante la buena música y de corrientes alternativas, te avergüenza tener en tu disco duro. Ahí está la ‘Lambada’ del grupo Kaoma, la ‘Macarena’ de Los del Río, ‘Prometes’ de Daniela Romo y ‘Osito Panda’ de Yuri…

… y ahí también es donde se está incrustando en estos momentos, la canción de moda en nuestro país: La Mesa Que Más Aplauda.
La primera vez que yo la escuché fue en La Oreja (a los mediajunkies no nos da pena decir que vemos La Oreja) en un extraño performace de Tere La Secretaria. Después saltó a Big Brother VIP y de ahí, al estrellato.
Hasta hace poco, el origen de la canción me era desconocido, hasta que un amigo me habló del oscuro génesis de la rola en un table-dance del puerto de Veracruz llamado ‘Clímax’. Escuchando la letra de la canción atentamente, todo cuadra.

Si alguien quiere saber a detalle los usos y costumbres de ‘La Mesa Que Más Aplauda’, visiten el blog de mi cuate Sergio, amigo veracruzano practicante del extraño deporte Ultimate.

Ahora que, si a alguien le vinieron a la mente rolas que tienen guardadas en su Chip Maldito, que no les de pena y compártanlas al correo: exlocutor@yahoo.com

Written by Salvador Leal

abril 22nd, 2004 at 5:04 pm