Archive for the ‘economía’ Category
¿Dónde quedó ese mexicano?
«Al considerar los objetivos que la Constitución señala a la educación, pensamos en el tipo de mexicano que habremos de preparar en los planteles. Un mexicano en quien la enseñanza, sin discriminaciones y sin prejuicios, estimule la diversidad de las facultades del hombre: de comprensión, sensibilidad, carácter, imaginación y creación. Un mexicano dispuesto a la prueba moral de la democracia, entendiendo a la democracia «no solamente como una estructura jurídica y un régimen político», siempre perfectibles, sino como un sistema de vida orientando «constantemente al mejoramiento económico, social y cultural del pueblo». Un mexicano interesado en el progreso de su país, apto para percibir sus necesidades y capaz de contribuir a satisfacerlas -en la cabal medida de lo posible- merced al aprovechamiento intensivo, previsor y sensato, de sus recursos. Un mexicano resuelto a afianzar la independencia política y económica de la patria, no meras afirmaciones verbales de patriotismo, sino con su trabajo, su energía, su competencia técnica, su espíritu de justicia y su ayuda cotidiana y honesta a la acciones de sus compatriotas. Un mexicano, en fin, que sepa ofrecer un concurso auténtico a la obra colectiva -de paz para todos y de libertad para cada uno- que incumbe a la humanidad entera, lo mismo en el seno de la familia, de la ciudad y de la República, que en el plano de un convivencia internacional digna de asegurar la igualdad de derechos de todos los hombres.»
Jaime Torres Bodet. Perspectivas de la educación (Introducción) en México. 50 años de Revolución. Tomo IV. México, D.F. 1962. pp. 3.
Decisiones
Lo primero que te enseñan en tu clase de Economía (o de Introducción a la Microeconomía, o Eco I, o Palitos Económicos I) es que el ser humano tiene deseos ilimitados y recursos limitados. «Los recursos son escasos», nos dicen. Y esto, nos guste o no, nos obliga a tomar decisiones que muchas veces no son las más agradables. Una que se me ocurre como ejemplo es que si tú decides tener 20 hijos (o 10, o 5, o 2) y tus recursos no son muchos, tendrás que decidir cuál de tus hijos va a la universidad y cuál no; y aún suponiendo que tienes recursos económicos suficientes, el tiempo que les darás a cada uno de ellos no podrá ser mucho. De nuevo, tendrás que elegir cuál de tus hijos requiere más atención que los otros; cuál de todos ellos tendrá más de tu tiempo que los demás. Decisiones ojetes, vaya. No por nada a la Economía le llaman ‘the dismal science‘.
Pero dejemos el asunto de la escasez de recursos a un lado por un momento.
El domingo fui a ver, finalmente, Sherlock Holmes. Mi crítica será para otro momento y otro lugar, pero me generó muchísima curiosidad algo que sucedió antes de la función. Una chava de Cinépolis se dirigió a voz en cuello a toda la sala y dijo que si alguien quería donar dinero para ayudar a personas que no podrían ver, ella pasaría a recoger la cooperación de las personas interesadas (el programa se llama «Del Amor Nace la Vista«). Varias personas levantaron la mano, le dieron dinero a la chava y ésta a su vez, les dio las gracias y un flyer informativo. Todo esto mientras, casi de manera simultánea (era domingo), en miles de iglesias a lo largo y ancho del país, pasaban la charola de la limosna en misa. ¡Ah! y además mientras vivimos una crisis humanitaria en Haití que ha movido a que muchísimas personas aporten dinero, despensas, cobijas y demás para que les llegue a los afectados del terremoto de la semana pasada.
Ok. Muy bien. Hasta aquí, los hechos. Ahora la reflexión, en dos partes.
I. ¿A cuál de las tres cosas le debí dar dinero? ¿En cuál de las tres situaciones debí haberme involucrado? ¿Apoyando a personas que no conozco de un país que ni me va ni me viene pero obligado por algún tipo de lazo moral humanitario? ¿Apoyando a más que mexicanos puedan ver, y tener una de las herramientas fundamentales para la productividad? ¿O dándole dinero a una institución que no reporta de forma transparente las acciones en donde se gasta el dinero de las limosnas pero que tiene la confianza de millones de mexicanos que consideran loable seguir otorgándole parte de sus ingresos?
¿En dónde ayudar? ¿Por qué ayudar?
Retomemos la idea de que los recursos son escasos. Supongo que si yo tuviera muchísimo dinero, podría darme el lujo de ayudar a cuanta causa se me pusiera enfrente: niños con cáncer, damnificados haitianos, mexicanos ciegos, niños de la calle, computadoras en salones de clases, jóvenes sordos, niños con discapacidad mental, huérfanos… Haití necesita ayuda, por supuesto. Es un país que literalmente está en ruinas. ¿Pero nuestro país está mejor? Más de la mitad de la población es pobre. Miles de niños no van a la escuela y los que van tienen un rendimiento terrible ahí, ya sea por los maestros, por el sistema educativo o porque no tienen dinero para comerse un pan antes de entrar al salón de clases. Miles de profesionistas no pueden encontrar un trabajo. El chafísima Estado de Derecho permite las peores corruptelas y desigualdades. Nuestra situación también es trágica. ¿Quién está peor? ¿El que no tiene más que escombros (niño haitiano) o el que tiene algo pero que necesita un empujón para salir adelante (niño mexicano)? ¿A quién darle dinero? ¿En dónde poner nuestros esfuerzos/dinero/pensamientos, en Haití o en México? ¿Por qué?
Sí, sí. Entiendo que todos necesitamos salud, educación, amor de nuestros padres y una sociedad que nos procure. Sí. Pero en esta reflexión no estamos hablando de lo todos quisiéramos tener en el mundo. La discusión se basa en que tenemos poco (o mucho, pero limitado) dinero. No podemos darnos el lujo, como dije antes, de darle a todas las iniciativas altruistas que existen. No le puedo dar a los mexicanos Y a los haitianos. Así que he decidido darle a los mexicanos, a pesar de que los reflectores del mundo se encuentren ahorita en la isla caribeña.
Pero esta primera reflexión no termina aquí. Si de verdad quisiera hacer bien mi tarea, «los mexicanos» no es una buena respuesta a la pregunta de a quién darle dinero. Ni siquiera «los niños mexicanos» o «los niños pobres mexicanos» lo es. Aquí cabría un análisis profundo de en dónde mi dinero tendría más impacto positivo: ¿en los niños de primaria? ¿de secundaria? ¿o en los alumnos de posgrado? ¿debería apoyar un programa de becas para mexicanos en Harvard? ¿o un programa de becas en el ITAM? ¿niños sordos? ¿ciegos? ¿adultos mayores? Vaya, salgámonos de la categoría del capital humano y preguntémonos: ¿carreteras? ¿bibliotecas? ¿debería apoyar un programa de construcción de infraestructura?
No lo sé. Pero derivada de estas dudas es que viene la segunda parte de mi reflexión.
II. Una de las razones por las que no le doy a Haití es que no estoy seguro de que el dinero realmente llegue a las manos adecuadas. No sé si las despensas que estoy mandando están llegando a los damnificados por el terremoto o se están quedando en una bodega de Puerto Príncipe de donde las toman funcionarios del gobierno para usarlos como moneda de cambio. Y no, no me conformo con la filosofía de conductor de televisión que dice «lo importante es dar». No, no es cierto. Lo importante NO es dar. Lo importante es que lo que se dé, llegue.
Pero luego pensé, ¿y quién me garantiza que lo que dono a otras organizaciones realmente llegue a sus destinatarios? ¿qué institución altruista informa transparentemente no sólo los destinos de sus recursos sino también la eficiencia de los mismos? ¿qué tal que por cada peso que yo dono, el costo administrativo de la institución altruista se come 90 centavos y el resto se va para la verdaderamente a la causa por la que fue recaudado? ¡Ya ni el SAT!
Entonces se me ocurrió que sería bueno crear un indicador de mejores prácticas dentro de las instituciones de beneficencia. ¿A poco no estaría bien? Un sistema de calificación que permitiera que los que donamos supiéramos qué tan bien hacen su chamba dentro y fuera de la institución. La eficiencia y transparencia de los recursos sería fundamental para la calificación (y aquí la Iglesia católica reprobaría estrepitosamente… por qué, ¿cuándo fue la última vez que a ustedes les dijeron qué porcentaje de su limosna paga los autobuses de algún cura en la sierra de Oaxaca y qué parte le toca al club de golf de Onésimo Cepeda?), pero creo que el indicador ideal sería aquél que además nos dijera que el impacto de esa agrupación es significativo para el país. Una calificación que me pudiera ayudar a elegir entre darle dinero a una causa o a otra, que me permitiera saber si ayudo a construir bibliotecas o si mejor se lo doy a un niño con deficiencia mental.
Suena rudo. Pero recordemos que los recursos son limitados.
… de hecho, más que rudo, no deja de ser absolutamente ojete.
Dismal
No hay más que decir.
De moda
… yo sólo estoy esperando que salga un grupo de rock que se llame Los Catastrofistas. Parece que es el adjetivo de moda.
Ráfagas
1. Gracias al iTunes Store, ayer vi el documental «Man on Wire». Es como un drama-cumental, pues no sólo se limita a hacer el recuento de la historia principal sino que también hace dramatizaciones de muchas de las cosas que sucedieron. Este documental cuenta la historia de Philippe Petit, un cuate que en 1974 decidió poner un cable de una torre del WTC de Nueva York a la otra (sí, de ESAS torres) y cruzar como equilibrista en circo.
Tenía ganas de verla pues la estrenaron el verano pasado que estuve en NY, leí la reseña en el TONY pero a la mera hora no tuve ganas tiempo de verla. Me arrepiento. Debí haberla visto en el cine. Es más, debieron de hacerla en IMAX y darle buen uso a esa tecnología en lugar de hacer mafufadas como animaciones de criaturas prehistóricas y viajes en montaña rusa.
La película es una joya. La música está perfectamente elegida y tiene un timing perfecto. Te mantiene al borde del asiento (o de la cama, en mi caso) durante toda la duración del documental. Y lo mejor, lo que más me gustó, se enfoca únicamente en la magia de la proeza que significa colgar un cable entre los edificios más grandes del mundo (en ese momento) y cruzarlo con una barra de equilibrio. No más. No se dedican a ver las motivaciones psicológicas del hombre surgidas cuando tenía 5 años ni gastan cinta en decirte cómo fue su vida después. Va directo al grano, como las anécdotas perfectas.
Mis respetos y todos mis votos para que se gane el Oscar al mejor documental. Quizás la única falla (mercadológica) es que sepas desde el inicio que el cuate sí va a lograrlo. Digo, yo no me conocía la historia y sí me hubiera gustado que me mantuvieran (más) la sorpresa de si lo iba a lograr o no.
Corran a la Cineteca, o al Videorama, Amazon o Rapidshare y véanla. Es de esas Leal’s Picks que no los van a defraudar.
2. En un blog que leo (y que lleva el pretencioso nombre de «I Will Tell You How To Be Rich«) me encontré un post llamado «20 preguntas a las que tus amigos financieramente no preparados le tienen miedo» (link, acá). Me gustó mucho porque creo que realmente te ayuda a pensar en lo mucho (o poco) que te importa tener TUS finanzas sanas. No las del gobierno, o las de EEUU o las de el resto del planeta. No. Tus finanzas.
Les traduzco mis favoritas:
– ¿Cuánto dinero gastas al mes?
– ¿En qué lo gastas?
– ¿En qué te gustaría gastarlo?
– ¿Qué significa ‘ser rico’ para tí?
– ¿Cuánto ahorras automáticamente cada mes?
– En los próximos años vas a tener que pagar bodas, coche nuevo, tendrás hijos y te irás de vacaciones. ¿Cuánto estás ahorrando al mes para esas cosas?
– Te quejas acerca del dinero, pero ¿alguna vez has leído un libro de finanzas personales?
– ¿Cómo manejan el dinero tus amigos y cómo crees que eso te afecta?
3. Resulta que llevo varios meses volviéndome fan de la tipografía. Sí, de los distintos tipos de letras, de cómo se hacen, qué diferencias hay entre ellas, espacios, serifs y cosas por el estilo. En una cena el viernes, una amiga y yo descubrimos que a los dos nos gusta la tipografía y prácticamente rompimos el hilo de la conversaciónd el resto de la mesa hablando del tema. Por supuesto, tuvimos que pararnos e irnos a seguir nuestra conversación a otro lado ante la cara de asco/lástima/decepción.
Moleskin de Helvetica
Ayer encontré esta Moleskin edición especial Helvética (más de la letra helvética, aquí). Y cuando pienso en todo lo que haría por obtenerla, me doy cuenta que soy un Intenso®.
En otro orden de ideas, si eres diseñador, sé mi amigo y platícame de tipografía.
4. Me topé un video de los cuates de Improv Everywhere en donde un fulanito ‘las choca’ con 2,000 personas en Nueva York. Me encantó la idea y me sacó una sonrisa. Luego tuve que seguir trabajando… Les dejo el video:
5. En algún momento de la cena en donde platiqué de la tipografía, alguien que venía con nosotros confundió la tipografía con la topografía. Eso no fue lo peor, lo peor fueron los siguientes cinco minutos de ñoñez absoluta haciendo chistes de tipo/topografía. Yish!
6. Leí una lista de 18 drogas acomodadas por su nivel de adicción. Está realmente interesante; me da coraje pensar que el Gobierno sigue atacando a las drogas con miedo en lugar de información. Es triste pensar que nuestras autoridadas prefieren que estemos atemorizados, que informados. El link está aquí.
7. Ayer, un amigo me hizo darme cuenta de algo que pongo aquí y que propongo como medida a implementarse de inmediato.
Todo el mundo habla de ‘la crisis’. De hecho hablan de La Crisis®, como si fuera la primera, la última o la única. Como si yo no hubiera nacido en una crisis y hubiera vivido tres durante toda mi vida. Así que no, señoras y señores, hemos tenido otras y les guste o no, tendremos más en el futuro; referirse a las dificultades mundiales actuales como La Crisis® es un poco patético.
¿Por qué mejor no le hacemos como con los huracanes y les ponemos nombres? Digo, así por lo menos podríamos referirnos a alguien más o menos familiar y toooodos sabríamos de qué estamos hablando.
«¿Qué onda, ya te comenzó a afectar ‘Arnulfo’?», «N’ombre, es que ‘Ifigenia’ está dura, eh!», «Pues dice Hacienda que ‘Ruperta’ va a comenzar a ceder hasta el segundo semestre».
¿Qué onda? ¿A poco no se escucha mejor eso que (pft!) «La Crisis»? Es más, de acuerdo a los últimos acontecimientos, propongo que ésta se llame ‘Carlos’. Por Slim, obvio.
Cero y va una
No soy fan de Marcelo Ebrard.
Podría serlo. Digo, soy como cualquier votante que con una buena dosis de publicidad y golpes mediáticos corre hacia el primer señor que le vende espejitos (sí, carajo, yo voté por Vicente Fox… damn). Pero ahorita no lo soy; no ha hecho nada que tenga valor en mi muy complicada escala de calificación de políticos.
Ahora, tampoco había sacado puntos menos en esa misma escala. Digo, la pista de hielo y las playas son anzuelos tan obviamente populistas que hasta se le pasan por alto. Esos sí, parece que el señor se levanta todas las mañanas cantando esa canción de Letters to Cleo, «I want you to want me«.
Hace un par de días, sin embargo, algo con tufo de insensatez económica salió de sus labios: su plan anticrisis incluye una disminución en el salario de los funcionarios del gobierno de la Ciudad de México. Creo que es un terrible error. Primero, porque es un bonito incentivo para que todos aquellos profesionales capaces y estudiados que andan buscando un empleo bien remunerado y que pague las desveladas y los préstamos escolares, van a irse a cualquier otro lado MENOS al gobierno del D.F. Magnífico. ¿Qué más queremos los ciudadanos que profesionales incapaces e idiotas al frente de nuestras instituciones?
El segundo error va más por el lado de lo que me ha gustado denominar como «Economía Profunda». Esa Economía que es contraintuitiva y que uno debe pensarle varias veces para ver qué es lo que ha debajo. Me explico.
Si ustedes han leído un poquito acerca de los planes anticrisis a nivel mundial, todas las estrategias son keynesianas («keynesiano», política en donde el gobierno gasta y gasta y gasta y gasta para reactivar la economía). Cuando dicen que se va a invertir en ‘infraestructura’, lo que se dice básicamente es que el gobierno va a agarrar la chequera y va a comenzar a gastar en obras; unas serán buenas (carreteras, puentes, puertos) y otras no tanto, pero lo importante es que va a gastar.
Lo importante del gasto es su mágico efecto multiplicador. Porque el hecho de construir una carretera no sólo termina en la lana que va a parar a las manos del contratista que se echó la obra. No señor. Es la lana que el contratista gasta en su restaurante de lujo y el salario de los meseros que puede pagar el restaurante de lujo gracias a que el contratista fue a celebrar el final de la obra ahí. O, viéndolo del otro lado, es la tortillería que ha estado surtiendo de tortillas a los trabajadores de la obra durante los meses que duró; y hasta el repartidor de cerveza que recibe un sueldo gracias a que los trabajadores de la obra hicieron la Fiesta de la Santa Cruz mientras estaban haciendo la carretera. El dinero, a mayor o menor nivel, se mueve. Y eso es bueno. Eso sana a nuestra economía. Gastar.
¿Qué pasa si uno de los empleadores más importantes del mercado decide reducirle el salario a sus empleados con mayor poder adquisitivo? Independientemente de las mentadas de madre que más de uno ha de estar soltando por trabajar para un gobierno ‘de izquierda’, resulta que mientras menos lana tiene la gente, menos dinero se mueve, menos se consume y menos rápido se cura la economía. Porque la clave en este momento, es gastar.
Sí, así de trágico es el asunto: en un momento en donde la solución es gastar dinero, nadie quiere (por miedo) o nadie puede (porque perdió su trabajo o… porque le redujeron el sueldo).
Bonita medida.
Sé que no es tan fácil entenderlo. Es más, cualquier economista seguramente tendrá los argumentos encontra de este post, hasta con numeros y todo. Recordemos que en Economía, el ganador del premio Nobel de un año, puede haberlo ganado por decir exactamente lo contrario que el ganador del Nobel del año pasado. Así es esto.
Sin embargo, más allá de la Economía Profunda, apelo a su sentido común. ¿Quién trabaja mejor, un empleado bien pagado o uno mal pagado? Antes de contestar, por favor dejen a un lado la respuesta de que TODO el mundo que trabaja en El Gobierno® gana una millonada y es un corrupto. No, no es así. Ahora sí, ¿qué tipo de Gobierno queremos? ¿cuánto queremos que cuesten nuestros funcionarios públicos?
Para mí, la propuesta de Marcelo Ebrard sólo está logrando que, literalmente, el Gobierno de la Ciudad de México sea de tres pesos.
My 2 cents… of Amero
A ver, van una serie de respuestas a los correos electrónicos, twitts y mensajes vía MSN que tratan acerca del mentado ‘Amero‘, la nueva paranoia de los conspiracionistas:
1. Sí, la integración económica de América del Norte no sólo es posible sino que, en la opinión del humilde (es un decir) economista que escribe este blog, es muy probable. ¿Cuándo? Seguro que ahorita, no. En diez años, quizás; en treinta, muy probablemente.
Yo soy de los que piensa que tendremos una integración económica con EE.UU. antes de los próximos cincuenta años y una integración geopolítica antes de los próximos cien. Pero bueh, esas son mis propias suposiciones (más de mis debrayes sobre este tema, aquí).
2. ¿Por qué ahorita no es deseable la integración monetaria? ¿Por qué el Amero es una enorme fantasía? Entre otras cosas, porque una integración requiere de cierta estabilidad económica para que funcione correctamente. Y no se necesita un doctorado en Economía por la Universidad de Chicago para ver que en estos momentos no hay estabilidad económica.
Ahora, uno de los beneficios de la integración monetaria es la aceptación de una sola inflación, una sola moneda y una sola tasa de interés. Tener una sola moneda implica la existencia de un solo Banco Central (o sea, un solo ‘Banco de México’ o una sola ‘Reserva Federal’), es decir, una sola entidad de política monetaria para tres países, una sola institución que emita billetes y monedas y que sea garante del dinero que se maneje en EE.UU., Canadá y México.
Como se pueden dar cuenta, la tarea de tener una sola institución con estas ENORMES características no nace de la noche a la mañana ni en tres meses, ni en seis, ni en un año. Es una tarea de varios (5, 10) años. Tal y como se dio en el caso de la Unión Europea…
Busquen en Google reportes de prensa de, por ejemplo, todo lo que tiene que pasar en materia monetaria cada vez que un nuevo país se integra a la Unión Europea (y, aquí quiero subrayar, únicamente en el aspecto monetario, faltaría la parte de política y regulación). Son situaciones que deben consensarse muy bien al interior del país que se integra, que implica una logística muy sofisticada y una aplicación quirúrgica que no planea de aquí a la próxima semana.
3. La integración monetaria trae varios beneficios a los ojos de muchos economistas. Sin embargo, es un asunto que las naciones también deben acordar hacia el interior de sus electores. Dejar de utilizar pesos para comenzar a utilizar dólares (o futuros ‘Ameros’) es mucho, muchísimo más complicado de aceptar por los partidos políticos que tienen representación en el poder legislativo.
Si López Obrador arma un alboroto por un recurso natural que no va a durar más de diez años, ¿qué se imaginan que haría si alguien siquiera propusiera una moneda común para el hemisferio de América del Norte?
Las resistencias serían muchas, una horda de economistas saldría a apoyar la medida mientras que otra horda, con la misma cantidad de economistas, saldría a refutarla. Tal y como sucedió en los Foros del Senado® para la Reforma Energética™.
4. Finalmente, el hecho de que ‘el Sopitas‘ lo postee, no le da más credibilidad a todo este asunto del Amero. Es más, es la señal más clara de que es un sinsentido!!
O qué, ¿que no saben que hay casas que fabrican monedas? ¿Nunca vieron las medallas que hacían cada vez que Juan Pablo II pisaba suelo mexicano? ¿El hecho de que ‘suene’ a una moneda basta para que sea realidad? Ay, por favor!! Los creía más listos!! Anden, mejor vayan y usen el messenger que Bill Gates está regalando un dólar cada vez que encienden su computadora. Ah, no, perdón. Ya no regala dólares, regala ‘Ameros’
De todo un poco
1. En días como estos, me imagino viviendo en la playa, trabajando en un bar durante las tardes, escribiendo por las mañanas y el resto del día ocupándolo en hacer deportes acuáticos. Luego me acuerdo que no me gustan los deportes acuáticos y, sin embargo, la idea continúa siendo atractivíiiiisima.
2. A propósito no he querido escribir acerca de la crisis económica. Sobretodo porque no sé qué diablos decir: «¿qué está pasando?», a estas alturas ni los más enterados lo saben bien a bien; «¿cómo sucedió?», es taaaan poco sexy, taaaaan tardado y taaaaaan difícil de explicar, que me cae que al primer párrafo se van corriendo del blog, «¿qué tengo que hacer?»… mmmm, quizás esa es la única pregunta que sería divertido contestar.
3. A la economía no la llaman ‘the dismal science’ por nada. De hecho, cada vez que hablo ‘en serio’ de economía me siento como Marvin, el robotito de ‘The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy’
Pase lo que pase, nada va a terminar bien. Si todos los indicadores están arriba, no es conveniente porque la economía se ‘sobrecalienta’, si estamos más o menos, podríamos estar mejor, y si estamos mal nomás es para agarrar aire pues es probable que las cosas empeoren.
4. Tengo conflictos con Facebook. Recientemente, el servicio de noticias me avisó que «XX ahora es amigo de YY, ZZ y WW». Tanto XX como YY, ZZ y WW son compañeros de mi generación de prepa; el problema es que XX era el pelmazo más grande que he conocido en mi vida, que YY, ZZ y WW jamás en sus cinco sentidos hubieran sido sus amigos. Es más, ZZ y WW le hicieron la vida imposible a XX y lo llegaron a humillar hasta el punto de hacerlo llorar.
Sin embargo, un día como cualquier otro llega Facebook y me dice que XX, YY, ZZ y WW ahora son amigos.
5. No sé si es por la portabilidad o por este post pero las últimas llamadas que he tenido al Servicio a Clientes de Iusacell me han dejado impactado: todo se puede. Cuando me fui a Nueva York decidí contratar el servicio de roaming internacional y LD internacional incluidos y cuando llegó mi siguiente factura, me los cobraron a pesar de que los había pagado con puntos. Eran casi 800 pesos que, después de tres tortuosas pero efectivas semanas, me regresaron.
Hoy volví a llamar en lo que pensaba que sería una continuación del mismo problema (me siguieron cobrando el servicio a pesar de que, obviamente, yo ya no estoy en NY) y en menos de diez minutos me regresaron lo que ya me habían cobrado y me bonificaron lo que me iban a cobrar en la siguiente factura.
Sé que la verdadera razón es que ahora sí tienen todos los incentivos de dar un buen servicio a los clientes, pero me gusta fantasear con mi número impreso y boletinado en todos los booths del call center de Iusacell.
¡Dios bendiga la competencia! (y a los blogs)
6. El siguiente cartón de Garci salió publicado el día de hoy en el periódico El Economista:
¿Bueno, verdad? Bueh, pues tengo 282 contactos en el messenger como testigos de que ese ha sido mi nick desde la semana pasada. ¿Qué se hace en estos casos?
7. ¿Qué hacer en para sobrevivir la crisis financiera? La verdad es que ‘The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy’ es muy buena referencia: Don’t Panic. Es directa y sencilla. Y no hagas estupideces; ahora resulta que quieres entrar a comprar dólares baratos para venderlos caros cuando jamás en tu vida lo has hecho. Ve lo que le sucedió a ‘la Comer’ y aprende.
Así pues, termino este post con mis tips personales para estos momentos de debacle financiera; igual y luego platico un poco más en otros posts de tinte económico. Si te gustan aplícalos, si no, sufre las consecuencias, je.
1. Don’t Panic
2. Si no te alcanza, no es para ti.
3. Si no le entiendes, no es para ti.
4. Propagar rumores es estúpido. Y es todavía más estúpido si propagarlo no te beneficia en nada. Piénsalo la próxima vez que quieras pasar ‘el chisme’ de que el dólar va a terminar el año a 20 pesos.
5. No creas todo lo que dicen los periódicos ni todo lo que escuchas en los noticieros. La gran mayoría de ‘los analistas’ no tienen idea de lo que están diciendo (la mayoría de los economistas formales tampoco, pero esa es otra historia).
Bonus: 6. Sonríe, en el largo plazo todos estaremos muertos (Keynes dixit)
Sincretismo
Ustedes ya lo han de saber, pero yo tengo teorías para casi todo.
En lo que a la relación México-EE.UU. se refiere, yo creo firmemente que una integración económica entre estos dos países es prácticamente innevitable antes de los próximos 50 años. Y antes de cien años, creo que esa integración económica se traduciría en la creación de una misma entidad geo-política. Un mismo «país», si así se le quisiera ver.
Mi teoría es absolutamente cuestionable, se aceptan opiniones y críticas, pero no me quiero clavar hoy en eso. En lo que me gusta pensar no es tanto si esa situación se va a dar o no (puesto que yo soy un convencido de que en 100 años seremos, como dijera Timbiriche, «uno mismo»), sino en las consecuencias -particularmente las culturales- a partir del hecho.
Y dentro de las consecuencias culturales que algo así traería, me encanta pensar en la competencia de Libre Mercado® que se daría entre las fiestas mexicanas y las fiestas norteamericanas. Digo, al final de cuentas, las celebraciones religiosas/sociales/históricas forman parte de una sociedad y esas celebraciones se encuentran -como todo- sujetas a leyes de oferta y demanda que les permiten ser exitosas y sobrevivir, o fracasar y terminar siendo una fiesta que nadie celebre.
Me explico un poquito.
El Día de los Inocentes es una ‘celebración’ con tintes religiosos pero que ha sobrevivido debido a que es divertida. Existe un incentivo (que no es económico, pero que existe) para que la celebración se mantenga y sobreviva aunque año tras año menos personas le sigan el chiste. Por otro lado tenemos a La Navidad®. Existen todos los incentivos para celebrar la Navidad: los económicos (a la economía en su conjunto le conviene el consumo de fin de año), los sociales (existen presiones sociales impresionantes alrededor de la celebración) y los lúdicos (aceptémoslo, todos estamos de un humor *especial* y nos encanta trabajar medio mes y salir de vacaciones). La Navidad es una celebración exitosa, con los mejores incentivos para continuar y perpetuarse per secula seculorum.
Pero aquí estamos comparando dos celebraciones que no compiten entre sí. Y este post trata, justamente, de qué pasaría si, estando México y Estados Unidos fusionados en una sola entidad, pusiéramos a competir dos celebraciones similares. Algo así como un ‘Celebrity Death Match’ pero entre el 4 de Julio y el 16 de Septiembre. ¿Quién ganaría y por qué?
En pocas palabras, y siguiendo con el ejemplo, ¿qué festejaremos en el 2108? ¿El 4 de Julio o el 16 de Septiembre y por qué? Y si encontramos el por qué, ¿podríamos generar las condiciones para que las celebraciones mexicanas le ganen, uno a uno, a las celebraciones gringas?
No voy a ahondar mucho en el tema (finalmente es una teoría que estoy desarrollando), pero creo que estoy en condición de decir que Santa Claus claramente le ganará a los Reyes Magos. Por mercadotecnia, por atracción, por desarrollo de los personajes y hasta por identificación (siempre es mejor echarle la culpa a UNA persona que repartir la responsabilidad entre TRES), el producto «6 de enero, Día de los Reyes Magos» está destinado a desaparecer.
Por otro lado, creo que el 16 de Septiembre tiene muchísimas posiblidades de ganarle al 4 de Julio, aunque no está fácil. Necesitaría retomar la fuerza que en EE.UU. tiene el «Cinco di Mayou» y generar alguna dinámica de democratización de fuegos artificiales para triunfar. La Semana Santa es una de esas festividades que serían fácilmente retomada por los gringos y medio mezclada con su tradicional Spring Break. Sería similar al caso del Thanksgiving, celebración que nosotros no tenemos pero que podríamos mutar de alguna forma.
Y todo este choro me lo eché porque, según yo, en un mano a mano, el Día de Muertos habría de desaparecer frente a la refinadísima máquina de vender que es el Halloween. Y era de esas batallas que tenía claras desde un inicio debido, justamente a todos los incentivos que hacen del Halloween una celebración más atractiva para el consumidor que el Día de Muertos.
Hasta que vi una foto tomada por Wil Wheaton en el epicentro mismo del entretenimiento estadounidense. Véanlo ustedes mismos: una ofrenda y unas calaveras en pleno Disneylandia…
No cabe duda. Ese será un final de fotografía!!
Deadline I
Imaginen la clásica secuencia de película en donde alguien está súper metido escribiendo algo.
Ahora, pongan en su mente la imagen de su servidor (o sea, yo) frente a una computadora, noche y día, escribiendo.
Pero cuando digo ‘noche y día’ es, de verdad, ‘noche y día’. Es más, son varios cortes: yo escribiendo, más o menos relajado; yo, mordiendo un lápiz, como teniendo estreñimiento mental; yo, con un café en la mano y afuera es de noche; yo, con otro café en la mano y afuera es de mañana; yo, durmiendo sobre el teclado; yo, escribiendo con una sonrisa; yo, borrando lo recién escrito haciendo puchero; yo, mentándole la madre al monitor. En pocas palabras, alguien que está *escribiendo*
¿Ya? ¿No? Okey, ayudemos al más puro estilo cinematográfico… con un poco de música:
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Gonzales – Dot
Actualmente, mi vida vive de deadlines. El primero es este miércoles 9, el segundo es el siguiente miércoles. El último, y más importante llega el lunes 2 de junio.
Salvador Leal escribe.