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Tesis I
Continuando una conversación de Twitter, quisiera poner el siguiente ejemplo para tratar de incorporarlo a mi tesis de maestría. Les hago un pequeño resumen:
Supongamos que soy un funcionario del gobierno federal mexicano. Supongamos que ese gobierno federal se encuentra en una encarnizada guerra contra el narcotráfico que ha traído, entre otras cosas, la percepción en ciertos sectores de la ciudadanía de que existe un descontrol gubernamental y una verdadera guerra con muchas bajas civiles. Finalmente, supongamos que un grupo de caricaturistas mexicanos, encabezados por una figura conocidísima por sus ideas de izquierda, comienza una campaña denominada «No + sangre».
Pregunta: ¿los funcionarios públicos del gobierno federal mexicano que son también usuarios de redes sociales (Twitter, Facebook, blogs como este) tienen la libertad de unirse a la campaña a través del uso de la imagen de «No + sangre»? ¿Es conveniente para ellos? ¿El gobierno puede (o debe) censurarlos? ¿Sí, no, por qué?
El trasfondo de la discusión tiene que ver, obviamente, con los límites que tiene internet en la vida diaria de los servidores públicos. Por favor, dejen sus comentarios, me encantará leerlos y platicar.
La imagen la saqué del blog de Alejandro Magallanes. Los propósitos de este ejercicio se explican en el post «Redes Sociales vs. Funcionarios Públicos» de este mismo blog [link] y tienen que ver con mi tesis de maestría (pequeño disclaimer, jo; no vaya a ser la de malas…)
Redes Sociales vs. Funcionarios Públicos
Desde hace algún tiempo he traído en la cabeza el tema de la vida on-line versus la vida off-line (ver aquí, aquí y aquí). Es un tema que me ha tenido obsesionado no sólo por sus repercusiones en el futuro (ay sí, bájale dos rayitas a tu intensidad) sino porque me está afectando directamente. La delgada línea entre lo que hago on-line (estatus de Facebook, actualizaciones de Twitter, escribir en este blog) y lo que hago off-line, cada vez se difumina más mientras más personas comienzan a tener también una variante on-line de su vida.
Cuando «¿tienes twitter?» se convierte en la nueva frase para romper el hielo en una reunión laboral significa que tus tuits, sean sobre el tema que sean, podrán ser leídos por esa persona que te acaba de agregar a su lista a seguir. Y significa que tus vidas on-line y off-line están a punto de colisionar.
Una de las variantes en las que me afecta está, justamente, en el título de este post. Y eso es porque…
(Salvador se levanta de una de las sillas que están acomodadas de forma circular y dice con voz clara y firme) «Soy Salvador Leal, y soy funcionario público del Gobierno Federal mexicano».
(se sienta)
(el resto de las personas sentadas dicen) «¡HOOOOLA, SALVADOR!»
La revelación, que se encuentra plasmada en el Aviso Legal de este blog (ver la columna de la derecha) busca armonizar tres figuras que «ostento» desde hace algunos años: ser humano, usuario de internet y funcionario público. ¿Cómo sostener en un ambiente off-line todo lo que digo o pongo en un blog que tiene mi nombre real? ¿Y cómo lograrlo sin que eso entre en conflicto con mi trabajo en el gobierno? Y si eso me genera conflictos a mí, ¿quién dice que no hay otras personas por ahí que, a parte de ser tuiteros o facebookeros o bloggeros consumados, también son funcionarios públicos con las responsabilidades que eso conlleva?
Decidí entonces presentar, como parte de mi maestría, un ensayo acerca de esta condición y de cómo podría ser abordada por parte del Gobierno Mexicano. Hoy lo publico aquí con una sincera petición: échenle un ojo y mándenme su opinión a exlocutor [arroba] gmail [punto] com. Lo que ustedes digan ya sea como usuarios de internet o hasta como funcionarios públicos me será de gran utilidad pues es un ensayo que quisiera crecer para presentarlo como mi tesis de titulación de la maestría. ¿Va? ¿Les late? Si todo sale bien, prometo invitarlos al examen profesional. Neto.
El ensayo se llama «Participación de servidores públicos en redes sociales» y lo encuentran en la sección de «Publicaciones» de este blog (ver, de nuevo, columna de la derecha) o dando clic aquí.
La vida on-line II
¿Pero qué tan on-line es mi vida on-line? ¿Mucho, poco, nomás un tantito? ¿Cuántas plataformas de redes sociales y para compartir información tienen? ¿Dos? ¿El mail nomás? ¿Entraron a Facebook y ya se sienten en la cúspide del social networking?
En adición al post anterior sobre mi vida en línea, creo que es bueno hacer un listado de las diez princiapes plataformas que utilizo como medio de comunicación on-line (off-line nomás que nos sentemos en un bar y les comience a sacar recortes de periódicos, ¿no?). Las plataformas que utilizo son importantes pues son justamente las que delimitan quién (o qué) soy on-line versus lo que hago, digo, leo, escucho, pienso, trabajo, en mi vida off-line.
Venga pues la lista de plataformas:
1. SalvadorLeal.com. [link] El blog. Mi blog. Este blog. Donde empezó todo. Y donde, desde hace dos meses, también se puede tener acceso a mis últimos tuits y mis lecturas recomendadas del Google Reader (ver la columna de la derecha). Como todos los que tenemos un rato en esto de la vida on-line, he intentado dejarlo (al menos dos veces, y una extra que lo desconecté) pero no fue sino hasta que el Twitter llegó a mi vida que realmente dejé de escribir constantemente en el blog. Ahora lo estoy recuperando, poco a poco. Me gustaría escribir más, decir más, pensar más, ponerle más cosas. Desgraciadamente eso requiere (mucho) tiempo que ya no tengo. O de una mejor organización de mi tiempo que no estoy dispuesto a tener por el momento.
2. Google Reader [google.com/reader/shared/salvadorleal] Mi plataforma más querida y adictiva. Más, mucho más que el Twitter. Si de algo estoy seguro es que en estos años pasé de ser un escritor de blogs (no sólo escribí en el mío, sino que participé en tres o cuatro blogs comunales) a ser un lector ferviente de blogs. En un consumidor de información, vaya. Estoy leyendo todo el tiempo. Y gracias al Google Reader, mis lecturas son organizadas, eficientes y precisas. En mis compartidos pueden leer todo lo que me interesa justo en ese momento y que incluye una amplia gama de temas que no voy a desglosar aquí. Si quieren echarle un ojo, son más que bienvenidos.
3. Twitter [twitter.com/salvadorleal] La plataforma de microblogging por excelencia. Cuando supe de twitter, en el lejano año de 2007, me pareció el colmo de la intensidad bloggera. «¿Pues quién diablos va a querer decir qué está haciendo o pensando justo en ese instante y con una limitación tan grande de caracteres?», me pregunté. Diez mil tuits después, me asumo como tuitero, si no profesional, sí incurable. Como me pasó con el blog, el tuiter me ha dado acceso a personas (no necesariamente «famosos») con las que jamás pensé que podría toparme. Aún no somos cuates, pero en el equivalente físico, el resto de los tuiteros y yo somos los que se reconocen y asienten con la cabeza cuando se encuentran en un pasillo de la escuela.
4. Facebook [facebook.com/salvadorleal] Comencé en Facebook como evolución natural del Hi5 (qepd) y si bien al principio era fan de pasarme horas viendo las fotos de mis amigos y la de los amigos de mis amigos y la de los amigos de los amigos de mis amigos… la verdad es que poco a poco ha dejado de ser atractivo. Ahora se ha convertido en una herramienta que, como el Messenger, me permite tener a mis cuates/amigos/conocidos en un sólo lugar y al alcance de un par de clics. Y enterarme de los daños ocurridos durante el último fin de semana.
5. Blip [blip.fm/salvadorleal] Tengo una fijación con compartir música (complejo de DJ que le dicen), así que, gracias a eso, Blip se ha convertido en una de mis plataformas de batalla. Además se sincroniza automáticamente con Twitter y Facebook, lo que permite que no sólo mis seguidores en Blip sino todos mis contactos (¡en tres plataformas distintas!) escuchen mis recomendaciones sonoras. Sí, lo sé, tengo problemitas.
6. Tumblr [salvadorleal.tumblr.com] Pues resulta que me compré un iPad. Lo compré con la única finalidad de utilizarlo como lector de libros y revistas electrónicas, pero gracias a Instapaper también lo he comenzado a utilizar para leer los artículos por internet que no me da tiempo leer en la oficina, en mi casa o en el teléfono. Con Instapaper no sólo he comenzado a leer más de lo que ya de por sí leía, sino que me permite compartir frases o párrafos que considero interesantes… y ante la imposibilidad de compartirlos a mi blog (pues tampoco vendría mucho al caso), he decidido abrir un Tumblr y utilizarlo como libretita de recortes, subrayados y reflexiones. Sí, es como ser una niña preparatoriana pero 2.0
7. LinkedIn [mx.linkedin.com/in/salvadorleal] La más aburrida de todas mis redes sociales. LinkedIn es como un Facebook, pero para relaciones de trabajo. Supongo que hay que tenerlo (y por eso lo tengo) pero mi interés por actualizarlo tiende a cero día tras día.
8. Flickr [link] Otra de las plataformas que no me gusta usar. Por principio de cuentas, porque uno necesita una cuenta de Yahoo (correo que no utilizo ni utilizaré) y después porque mi fascinación por sacar fotos terminó muy pronto. Es más, ahora sé que si no saco fotos de algún evento/viaje/fiesta/boda no habrá ningún problema, pues alguien más la subirá al Facebook y las taggeará. Mi preferencia por Google me hizo abrir cuenta en Picasa [link], en donde no tengo prácticamente nada, porque supongo que no soy el target ni de Flickr ni de Picasa…
9. YouTube [youtube.com/salvadorleal] Si no subo fotos a internet, mucho menos videos. No tengo cámara, ni me siento poseído por Spielberg, ni creo tener la fórmula de la viralidad que tan aplaudida es en estos días. Lo que sí me gusta es marcar videos como favoritos, canciones, momentos, frases de películas, sketches cómicos. De eso hay, y mucho, en mi cuenta de YouTube. Su versatilidad (la de YouTube, no la de mi cuenta) me apabulla, lo mismo están los comerciales de los ochenta que zigzagean en mi inconsciente hasta la actualidad, que el video de un concierto al que fui hace dos décadas. Cuando todo está perdido, cuando se han acabado los links, los tuits, las lecturas y el stalkeo (del inglés, stalk: haunt: follow stealthily or recur constantly and spontaneously to), los videos de YouTube están y seguirán ahí. Por lo menos hasta que a alguna televisora se le meta en la cabeza que va en contra de sus derechos de autor.
10. Live Messenger. El último reducto de intimidad antes del número de celular. Sigo usándolo todos los días, resolviendo cosas de chamba y personales, comunicándome con personas que hace décadas (sí, ya van para 10 años) que no veo pero que pareciera que no importa pues siguen estando ahí, todos los días, como desde hace diez años. Para mí, el Messenger es la plataforma que marca la frontera entre vida on-line de la vida off-line, la vida pública de la privada. Es por eso que es lo único que no pongo disponible en este post.
La vida on-line I
Hace un par de días, en una cena con amigos que, como todo el planeta, están en Facebook y poco a poco han ido cayendo en las garras del Twitter, salió a la conversación el tema de la autocensura en este último medio y de no aceptar todas tus solicitudes en el Facebook por temor a que otras personas (principalmente papás y tíos) pudieran ver las fotos de tu última bacanal del fin de semana.
En ese momento no me pude explayar todo lo que quise… porque ¿a poco no odian a las personas que acaparan la conversación en una reunión y no les gustaría decirles «wey, abre un blog y pon todo lo que estás diciendo ahí para que, si alguien quiere, vaya y te lea»? … Y como yo tengo un blog justamente para eso, pues ahora es lo que voy a tratar de hacer.
Resulta que yo tengo un blog, este blog, desde 2003. Resulta también que, el 2003, comencé mi carrera como bloggero «en el closet» y con una doble vida, que consistía en que la gente que conocía en mi vida off-line (particularmente gente de mi trabajo y oficina) no sabía que yo escribía en un blog, ni que ventilo fotos y cosas de mi vida desde muchísimo antes que existiera Facebook y que si en algún momento fui catalogado por amigos y conocidos como un «exhibicionista», lo cierto es que ahora ellos son igual o más exhibicionistas que yo. Nomás que yo estuve aquí primero.
Escribir un blog, tener una doble vida y estar aquí primero, me ha dado tiempo para reflexionar sobre lo relevante de mi intimidad off-line y lo importante que resulta transmitirla, o no, en mi vida on-line. En pocas palabras, me ha permitido experimentar «estar en el closet» y vivir esa doble vida… y después de siete años, he puesto mis pensamientos y mis plataformas en orden y generar lo que creo que es mi Teoría Personal sobre mi Vida On-Line.
Creo que poco a poco, nuestra vida personal (off-line), o más bien, la vida personal de las personas que hemos decidido dejar entrar a la tecnología en nuestra vida personal, comenzará a confluir cada vez más y más con nuestra vida on-line. Si te preguntas si tú eres alguien con una vida on-line y usas un smart-phone o pasas más de seis horas frente a una computadora, pues tú eres de éstos. Si no, felicidades, perteneces a un grupo de personas que puede seguir aplicando un contrato social tradicional para mediar sus relaciones humanas.
Nosotros, los otros, no. Nosotros sabemos que no le podemos abrir la puerta a cualquier loco que conocimos en una reunión de trabajo y que quiere ver nuestras fotos en Facebook diez segundos después de habernos despedido de él. También sabemos que hay gente que no queremos que nos siga en Twitter, por más que el mismo medio nos dé todos los incentivos para juntar la mayor cantidad de followers y que, realmente, la aplicación jamás nos pueda dar la seguridad de que detrás de un nick inofensivo están nuestras ex-novias-from-hell o nuestros jefes o nuestros peores enemigos.
Lo más cómodo sería poder vivir varias vidas. Suponer que una es mi vida off-line y otra es mi vida on-line, en donde puedo ser más «abierto» o «libre» o puedo hablar de cosas que no puedo hablar en la vida off-line. Decir si me molesta mi jefe, si no aguanto a mi novio o si quisiera patear hasta la muerte a mi vecino que me llega a las cuatro de la mañana toda la semana haciendo un ruido del carajo. Supongo que así comenzamos todos, creyendo que internet era para tener un alter-ego que pudiera hablar de lo que no puede conversar con nadie en el elevador de la oficina. Así, nos inventamos un avatar para nuestra imagen en la vida on-line en donde somos más guapos, o más altos, o una caricatura (siempre benéfica) de nosotros mismos. Somos superhéroes, somos personajes de series de televisión, somos los protagonistas de nuestra propia novela, contada todos los días a través de distintas plataformas: el blog, el Twitter, el Facebook, el Flickr, el Foursquare, el Tumblr.
Pero eso, queridos lectores del 2010, fue en los albores del nuevo siglo. Cuando Google no nos tenía a todos y cuando Hi5 era lo más atrevido que el ser humano común y corriente (no los geeks) podía adentrarse en internet. Internet forma, hoy más que nunca, parte de nuestras vidas.
Lo que estoy diciendo, esta última frase, es la cosa más obvia del mundo y es tan trillada y tan de lugar común, que es un verdadero cliché. Pero aunque es así de obvia, parece que no ha entrado aún en nuestro ADN. Que internet sea parte de nuestras vidas implica que TODO lo que en algún momento escribimos en cualquier plataforma, podría ser buscado, encontrado y usado por otra persona. Punto. Todas las fotos, todos los miles de tuits, las letras que conforman cada uno de los blogs. Todo.
Por razones obvias, la vida on-line no es para gente que sufre de paranoia. Estar en Facebook, o Twitter, tener un blog o incluso estar en Linked In, significa que eres susceptible de ser buscado en Google, que hay fotos de ti pululando por la red y que no puedes hacer mucho para controlar el uso de las mismas (se los dice alguien que vio una foto suya con un cuate siendo utilizada en una promoción de cruceros gay). Si tienes un smart-phone, no necesitas ser el más clavado de Foursquare para que la gente te localice de forma sencilla, nomás rastreando el GPS de tu aparatito podríamos saber en dónde estás ahorita. Si subiste fotos a Facebook y pones dos o tres cosas en tu estatus, créeme, cualquiera puede saber tu nivel socioeconómico, tu estado social o el número de miembros que tiene tu familia y quién es más importante para ti de todos ellos.
¿Pero quieres saber lo más maravilloso de todo? Tu vida off-line es igual de reveladora. Porque la gente termina enterándose, tengas Facebook o no, que te fuiste de vacaciones a las Bahamas, que engañas a tu novia o que te acaban de correr de la chamba. Alguien observador o con un poquito de tiempo (y ganas y un motivo) puede averiguar las placas de tu coche, echar un vistazo en la basura de tu casa para saber de tus gustos, o darse cuenta de lo que te gusta y lo que no, de qué lugares frecuentas y de tus amistades. ¿Ves? La vida on-line y la vida off-line confluyen, queriendo o no.
Conforme fue pasando el tiempo, del 2003 a la fecha, me di cuenta que tener una doble vida es muy complicado. Y más bien, comienzas a convivir, off-line, con tu vida on-line. Comienzas a conocer en persona a las amistades que vas haciendo gracias al internet y que sólo te conocen por tu nick o tu avatar. Comienzas a publicar cosas de tu blog (preciado y secreto) en tu Facebook para que esté al alcance de cualquiera de tus contactos. Tuiteas con el mismo cuidado con el que comentas algo con desconocidos, sabiendo que cualquier palabra podría ser utilizada de una forma errónea pero tratando de no inducir al error. Al final, después de todos estos años, descubrí que lo más cómodo es que cualquier cosa que escriba en mi blog, publique en mi Facebook o ponga en el Twitter, la pueda sostener cara a cara de quien sea.
La vida on-line comenzará a confundirse con nuestra vida off-line. Uno sabe qué fotos sube a Facebook y cuáles no, como sabe qué le dice a compañeros de la oficina y qué no. O de qué platicas con tus papás o con tus hermanos. O qué tuiteas. Eres uno solo, pero en distintos medios. Lo único que queda es ser lo más auténtico posible.
Adentro
Últimamente me ha dado por compartir mis lecturas virtuales en Google Reader. El GReader, contrario al blog, se actualiza prácticamente todos los días (algunas veces varias veces al día) porque todo el tiempo estoy leyendo algo en la computadora.
Me gusta compartir lo que leo con mis amigos y mi familia, así que no me basta con ponerle esa etiqueta de ‘shared’ que marca el GReader, sino que también se los mando por mail y muchas veces lo termino posteando en Facebook. Creo que sin quererlo en un inicio, pero ahora bastante conscientemente, quiero decirle al mundo que me rodea «soy lo que leo… y esto es lo que soy, hoy».
Supongo que por eso me he vuelto más fanático del GReader que del Twitter (también disponible aquí, cómo de que no). Porque creo que darle a tus contactos las lecturas que estás haciendo (o las imágenes y videos que estás viendo) es como dejar pequeñas migajas de pan, pistas de lo que estoy pensando durante estos momentos. Algunos días es tipografía y arte, otros es política o literatura. Es mucho menos directo que decir EXACTAMENTE lo que estás haciendo o pensando en ese momento, y por eso creo que también es más elegante
No me he puesto a hacer una clasificación de los temas que me gustan/inquietan/llaman la atención, pero supongo que apenas son un puñado que se repite por ciclos. GReader me ha dado la oportunidad de, en mi imaginación, ser algo que siempre quise ser: editor de un periódico. No tiene nombre ni planilla de escritores fija, no tiene instalaciones ni sala de redacción… sin embargo tiene el corazón de un periódico: información. Ir por la vida preguntándole a la gente si ha leído mi GReader se me hace tan pretencioso como preguntarles si ya leyeron mi blog, mi twitter o mi status de Facebook, pero creo sentir la misma satisfacción que tiene un editor de periódico al estar en una conversación con amigos que hablan de algo que puse en el GReader unos días antes. En pocas palabras, vivo su misma fantasía: la información que es relevante para mí, lo es para otras personas.
Tengo la percepción de que pocas personas usan el GReader porque tengo pocos contactos ahí. No sé si estoy equivocado o sea el seguimiento del argumento de que ya nadie lee y por lo tanto ya nadie comparte lo que lee. Estoy convencido de que saber qué es lo que lee/ve/escuchan otras personas (particularmente personas que nos parecen relevantes) es indispensable. ¿Qué lee nuestro Presidente? ¿Qué películas le gustan a nuestros legisladores? ¿Qué artistas son la fascinación de nuestros ministros de la corte? ¿Qué concierto no se pierden nuestros secretarios de estado? ¿Cuáles son los sitios de internet que no pueden dejar de visitar los que ya se encuentran en la adelantadísima carrera presidencial?
A mí me gustaría saberlo. Así como me gusta saber lo que leen mis contactos del GReader. Así como me gustaría saber qué leen los que leen SL.com.
Comin’ back
¡Y que regreso al blog!
Perdón, perdón. Siento mucho haberme ausentado pero Twitter (y el trabajo, y la maestría, ajem) han ido consumido cada vez más el tiempo que le dedicaba a mi juguete virtual. Además, más que escritor de un blog, poco a poco me he vuelto más bien un lector profesional de blogs y contenidos web; con el Google Reader y Facebook puedo compartir lo que leo que, finalmente, dice muchísimo de lo que traigo en la cabeza. Claro, faltaría un post para amarrarlo, pero o leo, o escribo, o trabajo.
Resulta que en un poquito más de un mes, mi blog cumplirá seis años. Un sexenio nomás. Supongo que habrá que hacer campaña para ver si me reeligen por otro periodo, je. En el transcurso de los próximos días trataré de ponerme al corriente en mis posts atrasados. Tengo en los drafts un par de anécdotas que sé que serán del gusto del respetable y que nomás encuentre unos minutos para redactarlas, estarán arriba. Mientras, recurriré a la lista de «cosas que tengo que postear algún día» para contarles lo que me ha llamado la atención en estos meses de ausencia.
1. Seguro que ustedes están familiarizados con los husos horarios, esta serie de gajos en los que está dividido el planeta y que permite saber cuántas horas de diferencia hay entre un país (o una ciudad) y otro. Por ejemplo, si ustedes están en México y quieren saber qué hora es en Londres, uno le suma seis o siete horas, dependiendo de la época del año. Para NY son una o dos, etcétera.
Sin embargo, buscando la diferencia de horarios con Venezuela me enteré que uno tiene que sumar una hora y media a la hora de México. Es decir que Venezuela dijo «para qué usar husos horarios completos si podemos usar también medios husos horarios». Raro, pensé. Pero resulta que no sólo Venezuela tiene esta fea costumbre de agregarle o quitarle medias horas al horario del resto del mundo, la lista de lugares del mundo en donde hacen algo similar son:
1. Hawai, -9:30 horas con respecto al meridiano de Greenwich
2. Canadá (Hora del Este), -3:30
3. Venezuela, -4:30
4. Irán, 3:30
5. Afganistán, 4:30
6. India, 5:30
7. Sri Lanka, 5:30
8. Nepal, 5:45
9. Myanmar, 6:30
10. Australia (hora central), 9:30
11. Nueva Zelanda, 12:45
Y como pueden ver, no sólo usan medias horas. A Nueva Zelanda se le ocurrió usar husos horarios de cuarenta y cinco minutos!! Alguien en el Observatorio de Greenwich debe estar estresadísimo con eso…
2. Junto con viejos amigos de batalla, escribimos el piloto de una serie cómica de televisión. La idea tiene muuuucho potencial ahora nomás falta encontrar una productora que quiera hacer el piloto y una televisora que quiera comprar la serie. Nomás. La verdad es que escribir comedia es de las cosas más complicadas pero también de las más divertidas que hago. Para el piloto tuvimos más de seis tratamientos prácticamente distintos el uno del otro y no fue sino hasta el séptimo que más o menos estuvimos de acuerdo todos en todo. El único problema que tenemos es que es demasiado largo; una serie cómica de televisión dura 22 minutos, lo que significa un guión de 18 páginas. En nuestro último conteo, el guión era de 47 páginas.
3. Descubrí que lo mío, lo mío, lo mío, es aprender. Así de ñoño y así de directo. Aprender. Cualquier actividad que me permita aprender algo es una actividad que quiere estar en mi lista de cosas por hacer. He comezando, por ejemplo, a aprender de tipografía. Ahora sé que las letras tienen ojos, colitas, hombros, piernas, espinas y brazos. Y si no fuera tan mal dibujante, estaría a tres de comenzar a fabricar mis propias tipografías. Mientras tanto, he comenzado a acumular odio diario contra la Times New Roman. Estoy a nada de formar un grupo de Facebook en contra de esa tipografía fea.
4. Y hablando de Facebook, me saca mucho de onda que gente que yo conocía en la primaria/secundaria/prepa/universidad, esté en FB. Lo que me freakea es ver que X y Y sean amigos en Facebook mientras que en la vida de la primaria/secundaria/prepa/universidad no se toleraban (en el mejor de los casos) o terminaron a golpes (en el peor). No logro hacerme de una imagen mental de mis compañeritos de escuela ahora crecidos, con trabajos, esposas e hijos. Cualquiera que los hubiera visto en alguna comida de la prepa no hubiera dado un quinto por ellos y ahora son respetables (o «respetables») jefes de familia. Facebook y su capacidad de unir personas que no tienen absolutamente nada en común más que un perfil en línea y un ligero saludo por el pasillo de una escuela en 1996, merece un largo ensayo que algún día haré.
5. Otro ensayo que tengo muy pendiente es sobre Ayn Rand y por qué los mexicanos deberíamos leerla más. El escrito sería un primer paso, pero también ha cruzado por mi mente la posibilidad de una fundación que se dedique a a) comprar y regalar a escuelas los libros de Rand y b) a darle cursos a maestros para que puedan guiar a sus alumnos en la lectura de los libros. Creo fervientemente que a este país le hace falta leerla para así irnos quitando ideas anquilosadas del imaginario nacional.
6. Este ha sido el año en el que cumplí treinta años y estoy a cuatro meses de cumplir 31. Debo aceptar que me ha gustado esto de tener 30; claro, no dejo de tener muy presente que es justo en esta época de la vida en la que uno, como dijera un personaje Héctor Aguilar Camín en ‘La Guerra de Galio’, «pasa de ser una joven promesa a un pobre pendejo».
Para quienes se estresan -como yo- pensando que a sus treinta años no han revolucionado la forma en la que se mueve el mundo, les dejo este link de las personas que tuvieron éxito después de los treinta años. Siempre es mejor recordar que Han Solo (bueno, Harrison Ford) tenía 34 y no que Mozart triunfó a los 4 años.
7. Leí en el blog de Andrés Lajous, una descripción perfecta de este blog (y todos los demás, para tal caso): Tras un rato de leerlos me pregunto otra pregunta zizekiana ¿que no lo blogs sirven para reflejar las mentiras que nos contamos a nosotros mismos sobre nosotros mismos? (link, acá)
8. Finalmente, y no más porque los quiero harto porque no han dejado de visitar este blog, les dejo un cover BOENÍSIMO. Púchenle al play.
Clip de audio: Es necesario tener Adobe Flash Player (versión 9 o superior) para reproducir este clip de audio. Descargue la versión más reciente aquí. También necesita tener activado Javascript en su navegador.
Old School
Debo confesar que ver ese logotipo de nuevo me trajo viejos recuerdos…
Gorjeo
Pues sí, pa’ que negarlo… ahora también estoy en Twitter. Y eso ha hecho que descuide este lugar. Damn! Perdón, blogcito, te juro que en cuanto me aburra de twittear -o encuentre un nuevo distractor- regresaré para acá.
Mientras, soy @salvadorleal
Invitado
Agustín Fest, también conocido en los bajos mundos de la blogocosa como Arboltsef invitó a una serie de personas (y a mí) a escribir con un tema en particular en su blog. Lo hace como un tipo de celebración por la cantidad estúpida de años que cumple su blog de estar al aire.
El Árbol nos contactó, nos preguntó si queríamos participar y una vez que caímos redonditos, nos mandó el tema por correo electrónico. Mi tema era «Perras Deseosas».
(pausa dramática)
Seh, así como lo oyen.
Si han leído a Agustín, sabrán que su blog es harto sexoso así que el supuse que dentro del pull de temas a repartirle entre sus invitados, habría cosas relacionadas con… pues con… pues así, con mujeres y deseo y tal. Lo que nunca pensé es que me fuera a tocar ese tema. Y una vez que me tocó y que medio me quejé (y que mi medio queja no fue pelada), me pasé gran parte del tiempo que nos dio para escribir el post en ver cómo diablos entrarle al tema.
El resultado, lo pueden leer aquí. A ver qué les parece.
Situado de Fresa
– Pues yo vi los primeros cinco capítulos de Fringe y me pareció ‘meh’
– (acento argentino) Y sí, los primeros diez capítulos están de ‘meh’… Pero después llegás al once y la serie se vuelve fenómeno.
Por supuesto que ya estoy viendo cómo diablos me siento a ver todos los capítulos de Fringe. Quien me estaba recomendando la serie no era cualquier persona. Es más, hoy dudo que sea una persona-como-la-conocemos. A quien tenía platicando a mi lado, recomendándome series, hablándome de su vida, de su forma de escribir y hasta de curiosidades del lenguaje, era a Hernán Casciari. Sí, ese que escribe Orsai.
—
Todo comienza con mi imposibilidad patológica de recordar una cara o un nombre. Debido a esa imposibilidad (que muchos llaman imbecilidad), yo voy por la vida ‘conociendo’ a la misma persona cinco veces. Seis si la persona aguanta la majadería de que yo no la reconozca después de habernos presentado en múltiples ocasiones.
«Hola, mucho gusto, soy Salvador Leal» es lo que digo una vez y otra vez. A eso casi siempre escucho un «sí, nos conocimos en la comida de Fulanito», «claro, fuimos a la universidad juntos», «justo ayer nos vimos», «soy tu primo, wey».
Y como yo no reconozco a nadie, persona que me agrega en algún medio social (Facebook, Messenger, etc.) prácticamente la acepto sin chistar. Para mis adentros pienso que seguro es alguien que acabo de conocer, que me está agregando y que yo no le voy a hacer la grosería (otra) de no aceptarlo como amigo. Y como ahora uso Digsby, pues la gente que me manda mensajes puede estar en prácticamente cualquier plataforma tecnológica, desde GTalk hasta LinkedIn, y yo no distingo a las unas de las otras.
Así, el martes pasado, me llegó un mensaje de alguien que medio santo y seña de mi vida durante los últimos cinco años. Lo mejor fue que la última vez que nos vimos, ella estaba metida en una botarga de hormiga y corría por una pista de atletismo. Y por impactante que les parezca la imagen, mi terrible memoria nomás no la registra. Sea como fuere, me recordó quién era y me puso sobre la mesa una oferta difícil de aceptar. Hernán Casciari, Orsai Oh Orsai, estaría unas cuantas horas en territorio mexicano, se vería con esta chava y me invitaba a platicar con él.
Aquí cabe un pequeño paréntesis. Varias veces he escrito en este blog que odio a Orsai (link, aquí). Y por supuesto que el tema salió a colación. Sí, lo odio con todo mi ser. Lo odio como se puede odiar a alguien con un porcentaje de bateo perfecto, con textos redonditos, con una obra de teatro que triunfa en Buenos Aires y que media Latinoamérica está comprando los derechos… y con un trabajo ‘formal’ en donde le pagan por ver televisión.
Y si sus textos son simplemente geniales, su conversación es justo como uno se la hubiera imaginado con un cuate así: deliciosamente alocada. A lo largo de casi cuatro horas y acompañados por una jarrita de clericot, Hernán nos platicó de sus inicios en el periodismo económico, de la intersección de su vida real con su vida en línea, de cómo se avergüenza de que personas como nosotros (como yo) lo consideremos grande entre los grandes, de su gusto por el tabaco fuerte y de las diferencias entre el verbo ‘situar’ y el verbo ‘licuar’.
Lo que más me llamó la atención fue descubrir su pasión por escribir para todos. De incluir a la mayor cantidad de personas a la fiesta en la lectura de sus textos. «No escribás con el adjetivo más complicado; no se trata de demostrar que sos el más inteligente, sino que podás contar una historia y que la contés bien», nos dijo. Su obstáculo son los localismos, pero su deseo es lograr contar historias universales, sencillas pero que toquen algo que todos tenemos o que todos compartimos. Me encantó su sencillez y al mismo tiempo su seguridad en sus textos. Platicamos de cómo quisiera tener el hábito de acercarse una grabadora y hacer anotaciones mentales, de sus encuentros con su Mr. Hyde interno que le deja recados en su celular y de su sorpresa al enterarse que su obra «Más respeto que soy tu madre» en Buenos Aires tiene a personas durmiendo fuera del teatro esperando boletos.
¿Y a qué vino Hernán? Simple: a firmar para que hagan esta obra acá en México. Es la sensación del momento. Creo que en algún momento se lo dije: Hernán, eres un rockstar, eres U2. Pide que de tu regadera salga agua Evian la próxima vez que vengas a México.
No creo que lo haga. Hernán es un gran tipo. No le gusta salir de casa así que cuando sale, su cabeza seguramente está pensando en cuándo va a regresar, no en si quiere que sólo haya M&Ms rojos en su cuarto de hotel. Lo que sí es prácticamente seguro es que Hernán regresará cuando la obra se estrene. Y ahí sí, llamaremos a todo el mundo, y su tía, para que vengan a ver el buen tipo que es.
Corre por mi cuenta.