Archive for the ‘pointless but true’ Category
Paseando
Uno pasea (surfea, navega, pierde el tiempo) por internet y se encuentra cualquier cantidad de cosas que demuestran que el ser humano tiene una capacidad «creativa» pocas veces vista en otros lugares del universo. Aquí una muestra.
1. No entiendo a los colombianos. O más bien, no entiendo los gustos culinarios de los colombianos. Bueno, no, vuelvo a rectificar: no entiendo a las personas que tienen gustos culinarios como los de los colombianos.
Yo ya había platicado con una de sus hijas pródigas y me había dado cuenta que alguien les había jugado una muy mala broma a los colombianos a la hora de establecerles sus costumbres alimentarias. Un día calló por completo la conversación de una ruidosa mesa al platicar cómo para ellos es un deleite supremo comer pan Bimbo sopeado (remojado) en Coca-Cola.
Sí, la misma cara que pusieron ustedes la pusimos nosotros. Y eso no es nada, luego se siguió con la rara práctica de ponerle queso Oaxaca (o algún otro que se derrita fácilmente) al chocolate caliente. Queso con Chocolate, habráse visto!
En fin, gracias a ésta página, me voy enterando que los colombianos no se detuvieron ahí en su intento de asesinar la cocina como la conocemos. No, no, no. No conformes con mezclar sabores y declarar que el plátano es un alimento salado y no dulce, decidieron crear una cosa que se llama «Pescuezo Relleno».
Lo que es me da demasiado asco escribirlo aquí, así que mejor vayan y léanlo en este post. Afortunadamente no hay fotos del platillo pues no estoy seguro de lo que me hubiera pasado. Miren que yo me considero muy abierto a las expresiones culturales de otros pueblos, además fui educado a la old school en donde me enseñaban que cuando yo visitaba una casa ajena, me tenía que comer todo lo que me dieran así fueran pierdas. Sin embargo, si un día visito aquellas tierras y me dan «Pescuezo Relleno» con la pena del mundo lo tendré que rechazar.
2. Si sigue al mismo ritmo, lo que Eduardo Arcos está haciendo con la construcción de blogs, Ruy Feben lo va a terminar haciendo con el contenido de los blogs. El tipo participa o es la mastermind detrás de varios blogs tremendamente interesantes y no pasa una semana sin que haga algo más.
Su última aventura es realmente única. El tipo está escribiendo una novela que publica por entregas («por entregas» es demasiado siglo XIX, pero es más bonito que decir «por posts»).
Pero no se detiene ahí. Es una novela futbolera. Y más, es una novela futbolera que va publicando por entregas y en donde cada post está inspirado en un autor, un bloggero o una banda musical diferente. Los capítulos que rinden homenaje a Kafka y Borges ya están en línea (la novela se publica cada día par) pero muero, MUERO por leer el del Buenavista Social Club, el de Lulú Marina y el de Ibargüengoitia. Y sí, la neta me da mucha curiosidad cómo me va a destrozar a mí también (aquí pueden encontrar el listado de las inspiraciones de los capítulos de la novela y aquí las razones de la misma)
El nombre de la novela es «El chanfle de Fanfurrias» y lo pueden leer aquí. Recuerden que está escrito en forma de blog, así que busquen y lean primero el capítulo 1.
3. Hasta hace relativamente poco, yo no conocía a Erwin Olaf. Hoy no puedo concebir cómo diablos pasé tanto tiempo sin conocerlo. Vayan a su página y dense una vuelta por sus fotografías. Lo menos que se pueden sentir, son perturbados.
4. Lo que está haciendo Agustín ‘El Árbol’ Fest, también es digno de mencionarse. Se ha convertido en un mercenario de las letras y acepta fotografías de sus lectores para él inventar una historia que esté inspirada o que haga referencia a la imagen que le enviaron. ¿Interesante, no? Vayan a la sección ‘Fotocuento’ de su página y disfruten.
5. El periódico Reforma ha publicado un pequeño test en línea (sin necesidad de suscripción) en donde tú vas eligiendo entre distintas propuestas vertidas por los diferentes candidatos a la Presidencia de México. Al final, el programita ese te dice con cuál de los 5 candidatos te identificas más. Poderosa y peligrosa herramienta… nunca sabes qué terrible populista se pueda encontrar en tu subconsciente. Si quieres hacer el test, ve aquí.
6. El fin de semana escuché la idea y me gustó. No la he robado aún pues no tengo ni la más remota idea de qué hacer con ella, pero si alguien de ustedes tiene sugerencias para hacer uso del dominio www.mibloggerprecioso.blogspot.com, es más que bienvenido!
¿Y bien?
¿Qué se me acabaron las cosas que decir? ¿No más historias? ¿Estoy pasando por una etapa de bloqueo de ideas? Ninguna de las anteriores. Simplemente ha sucedido que no he tenido el suficiente tiempo como para poder platicarles todas las cosas que ando haciendo. Dentro de las víctimas que ha causado el exceso de actividades están mis horas de sueño que cada vez son menos y la visita de Semidios con quien me hubiera gustado platicar mucho más. Ni modo, eso me pasa por querer resolver el (mi) mundo.
Sea como sea, ni siquiera he tenido tiempo de sacar fotos para Big-Blogger, o buscar nueva música para Básico, o siquiera recoger libros para Biblioteca en Peligro. Han sido unos días simplemente agotadores que lograron, aunque fuera por unos días, recrear aquellos meses cuando dije que este blog se cerraba. Sea como sea y mientras pongo mis ideas en orden para continuar con este blog, venga un meme que cae en la siempre gustada categoría de ‘lo que hago me define’.
Cuatro:
Cuatro películas que puedo ver una y otra vez:
1. The Godfather I
2. Wag the Dog
3. South Park: Bigger Longer & Uncut
4. The Pelican Brief
(bonus: mi lista de DVDs, aquí; vía B3co)
Cuatro lugares donde he vivido:
1. HHH Colonia Del Valle (México, D.F.)
2. San Jerónimo (México, D.F.)
3. Belgrano (BsAs, Argentina)
4. Ontario (Toronto, Canada)
(Aquí la pregunta sería cuánto tiempo tuviste que haber estado en ese lugar para considerarte viviendo en ese lugar)
Cuatro programas de TV que me gusta ver:
1. The West Wing
2. Seinfeld
3. Laura en América (sí, es neto)
4. Behind the Actor’s Studio
Cuatro lugares favoritos para ir de vacaciones:
1. La Playa
2. Una Playa
3. Cualquier Playa
4. La Playita
Cuatro de mis comidas preferidas:
1. Cualquier cosa que cocine mi mamá.
2. Mexicana (particularmente la Oaxaqueña y la Yucateca)
3. Italiana (particularmente la de la zona de la aaaaaa! naaah! obvio no!)
4. Argentina
Cuatro sitios web que visito a diario:
1. eluniversal.com.mx
2. reforma.com
3. gmail.com
4. basico.fm
Cuatro lugares donde quisiera estar ahora:
1. La Playa (je!)
2. En mi casita, descansando
3. En el cine, viendo una buena peli.
4. Comiendo con mis cuates de la prepa.
Cuatro trabajos que me gustaría tener:
1. Actor (si es de teatro, mejor)
2. Escritor
3. Asesor Musical para soundtracks de películas
4. Senador
Cuatro famosos que he conocido:
1. Chabelo
2. José José
3. Vicente Fox
4. Carlos Fuentes
Cuatro platos que detesto:
1. El huevo en todas sus presentaciones
2. La leche (fría o caliente)
3. Cualquiera que preparen en comedores Aramark
4. Los nachos con queso que venden en Cinemex.
(bonus: los de Cinépolis me encantan)
Cuatro posibles primeras impresiones que causo:
1. Mamón
2. Mamón
3. Mamón
4. Mamón
Cuatro bebidas favoritas:
1. Zubrowka en las rocas
2. Cerveza Montejo
3. Agua de Guanabana
4. … hace tanto tiempo que no pruebo un Caramel Machiatto de Starbucks que no sé si todavía entre en esta lista, snif!
Cuatro olores favoritos:
1. Tierra mojada.
2. Olor de Oficina (alfombra+cenizas de cigarro)
3. La Navidad (bacalao cocinándose+ropas abrigadas+frío)
4. el juego de Los Piratas del Caribe (tiene un olor muy característico, chéquenlo la siguiente vez que vayan a algún parque de Disney)
Cuatro cosas que me encanta hacer y que no tienen que ver con mi carrera:
1. Ser Locutor, oooobvio!
2. Escribir
3. Ver películas
4. Conversar
Cuatro cosas para las que estoy negado:
1. Ser un Economista del ITAM™
2. Calcular distancias, pesos, edades y números de personas en un lugar
3. Arregar coches, tuberías, cosas eléctricas o mecánicas
4. Recordar nombres y caras de personas
Cuatro cosas que colecciono:
1. Experiencias/Historias/Anécdotas de mi vida
2. Experiencias/Historias/Anécdotas de la vida de los demás
3. Tiburones
4. Música
(bonus: me encantaría poder coleccionar las pequeñas animaciones de los estudios cinematográficos y casas productoras que salen antes de que comiencen las películas)
Cuatro canciones favoritas:
1. Jane Says, Jane’s Addiction
2. This Must Be The Place (Naive Melody), Talking Heads
3. Heaven Knows I’m Miserable Now, the Smiths
4. Bailando En Las Veredas, Raúl Porchetto
Cuatro libros favoritos:
1. La Rebelión de Atlas, Ayn Rand
2. El Padrino, Mario Puzo
3. La Guerra de Galio, Héctor Aguilar Camín
4. Las Buenas Costumbres, Carlos Fuentes
Cuatro invitaciones para continuar la cadena:
Los que pusieron comentarios en mi post anterior
Varios
1. «Tener faltas de ortografía es más grave que cometer faltas a la moral» La frase es de Paulinita y fue pronunciada en alguna parte de la noche entre el sábado y el domingo en «Casa Vieja». Gran lugar, gran compañía, gran frase. Me declaro fan.
2. «Casa Vieja» fue el lugar a donde me llevaron. El lugar me encantó desde que llegamos pues es una casa en una zona antigua (hence el nombre del lugar) que no tiene licencia para funcionar como lo que pretende ser (un bar) ni mucho menos como lo que es (un hoyo funky). No hay filas afuera, no tiene valet parking, no hay un letrero que te indique que llegaste al lugar; para despistar, a una cuadra está un lugar de donde sale escandalosa música fiestera… es más, no me sorprendería saber que el lugar ni siquiera tiene nombre y que «Casa Vieja» es más una descripción casual que un apelativo producto de un concienzudo estudio de mercado.
Uno llega, toca un timbre y la puerta se abre después de unos minutos. Una chica te ve y supongo que te pide el ‘santo y seña’. Yo venía con alguien que prácticamente es parte del mobiliario, por lo que ni siquiera fue necesario decir cosas como ‘Fidelio’ (cfr. Eyes Wide Shut) o ‘cuando el tecolote canta, el indio muere’. Uno sube unas escaleras y se encuentra… pues literalmente en una Casa Vieja.
3. El patio y las habitaciones han visto mejores pero mucho más aburridas épocas. El «bar» (las comillas son porque el espacio era ocupado por una mesa alta y una tina con cervezas enfriadas con gruesos pedazos de hielo) está en lo que alguna vez fue el comedor. Ahí hay algunos sillones y un espacio para un grupo musical que toca acid jazz, blues y música funk. Afuera hay una terraza tan oscura como nuestra conciencia, lugar perfecto para ocultarse aún más en este lugar ya oculto de por sí, y que remata en dos cuartos que funcionan como baños.
4. El ambiente es como de fiesta Condesera (minus modelos argentinos) pero mucho más alivianado. El lugar aplica la máxima que debe tener cualquier buen lugar que se respete y tenga un mínimo de autenticidad: «el ambiente lo haces tú». El pasillo de la casa que da al patio interno, está decorado con murales que retan los criterios conocidos de Moral y Buenas Costumbres®, un Cristo como modelo de Dolce & Gabbana, una Blanca Nieves siendo devorada por los siete enanos y varias muestras más de arte provocador.
5. A la fecha, platicar con bloggeros que leo de manera periódica nunca ha sido una mala experiencia. Muy por el contrario. Uno le da cara y cuerpo a la voz disfrazadas detrás de las letras y los pixeles; las ocurrencias nos resultan familiares, las referencias culturales son similares y las conversaciones son una delicia.
Algunas veces me pongo a pensar en la cantidad de personas que no se conocieron en el pasado, cuando no existían blogs. ¿Cuánta información común y afinidades mutuas no fueron compartidas ante la ausencia de la bitácora en línea? ¿Cuántas risas y anécdotas no nacieron pues no había un medio que te hiciera saber que a muchos kilómetros de distancia hay personas que podrían ser tus amigos, sólo que el destino los hizo vivir en mundos separados?
6. En otras noticias, pasemos al deporte más practicado de la blogsfera y respondamos un meme.
5 canciones de las que conozco toda la letra
«American Pie», de Don McLean
El himno de mi primaria, el Glorioso Instituto México
«La Ciudad de la Furia», de Soda Stéreo
«Lazy», de X-Press 2 y David Byrne
«Qué vida la mía», de Reik (oooooh pus qué!)
5 Lugares de poca madre para mí
Mi cuarto.
El zócalo de la ciudad de Oaxaca.
La playa, cualquier playa, después del atardecer.
El bosque con lluvia.
Una cabina de radio.
5 Mayores alegrías de mi vida
Viajar.
Ver, escuchar y oler la lluvia.
Las largas sobremesas en las comidas mexicanas.
Leer.
Aprender algo nuevo.
5 Cosas que me gusta comer
Pizza de Domino’s Pizza, pepperoni y extra queso.
Galletas Oreo cubiertas de chocolate blanco.
La lasagna napolitana
Helado de Pralines n’ Cream de Baskin and Robbins
Tecolotes con salsa verde y extra queso de Sanborns
Bonus: 5 Cosas que me gusta comer (pero no puedo porque sigo a dieta low-carb)
Pizza de Domino’s Pizza, pepperoni y extra queso.
Galletas Oreo cubiertas de chocolate blanco.
La lasagna napolitana
Helado de Pralines n’ Cream de Baskin and Robbins
Tecolotes con salsa verde y extra queso de Sanborns
5 Cosas que no me verás usar
Un tatuaje.
Un piercing.
Una gorra (one size don’t fit all!).
Ropa de colores girlie (rosa, morado y sus distintas tonalidades).
Rastas
5 Juguetes favoritos
El iPod
Mi coche
Mi colección de Micro-Machines.
Mi colección de tiburones de plástico y peluche.
Los empleados de Blockbuster.
5 víctimas de este cuestionario
Ustedes. Todos!
Varias
1. Hace un par de días fui a comer con algunos viejos amigos de la escuela. Al más antiguo lo conozco desde 1987 y al más reciente desde el 92; y como buena reunión de exalumnos de escuelas para hombres, la conversación llegó al tema de las mujeres. De repente, uno de ellos dijo algo así como «… era una chava como de 30 años».
¡Una chava de 30 años! ¿Cuándo comenzamos a ver a las treintonas como chavas?
Esa línea de la conversación me dejó con una sensación muy ambigua que de repente identifico con juventud (para mí, alguien de treinta NO es una chava) pero en otras cae en vejez (mi generación ya está más hacia los ‘tas’ que cerca de los ‘tes’ [trein’tas’ vs. vein’tes’, por si alguien no entendío la referencia]).
Para como son mis cuates, poquito falta para que comiencen a ir a ligar al Gymboree.
2. Sólo hay una cosa que me desespera más que lavar mi coche. Ah! Porque han de saber que me molesta muchísimo ir a lavar mi coche (lavarlo yo mismo me disgusta muchísimo más, así que ni siquiera es opción). Pero como iba diciendo, sólo hay algo que me desespera más que lavar mi coche, y eso es ir a bolearme (lustrarme) los zapatos.
Me desespera -al igual que el coche- porque toma una cantidad de tiempo que me hace sentir como si estuviera tirando minutos valiosísimos a la basura. Mientras lavan el auto o lustran mis cacles puedo pensar en al menos 12 cosas más importantes y/o urgentes y/o divertidas que hacer.
Lo que es verdaderamente para el diván, es que en vez de sentirme bien viendo el reflejo de mi cara en los zapatos, siento que la impecabilidad de los zapatos, en lugar de dar el mensaje de limpieza y pulcritud, creo que gritan «mira a este tipejo que se puede dar el lujo de perder el tiempo esperando que le lustren los zapatos». Me acordé de este justo porque mis zapatos ya estaban hechos una lástima y decidí que los lustraran. Paso a paso siento que mis cacles gritan.
Weird.
3. Hoy leía una nota que no sé si es liberadora o perturbadora. Supongo que depende de quién la lea.
Resulta que la escuela de Medicina de Harvard hizo un estudio acerca de la influencia del rezo en la recuperación de las personas después de una cirugía. Sí, así como lo leen. ¿Rezar por alguien a quien están operando funciona o no?
Los del estudio formaron tres grupos de personas sometidas a una cirugía cardiaca. El Grupo 1 estaba conformado por gente a la que le decían que a lo mejor rezaban por ella (o a lo mejor no) y rezaban por ellos; el Grupo 2 era de personas a las que también les decían que igual y rezaban por ellos pero en la realidad nadie rezaba; y el Grupo 3 era de personas que se les decía que iban a rezar por ellos y por quienes sí rezaban.
Los que rezaban eran dos grupos católicos y uno protestante (por separado, obvio) y los rezos comenzaban en la víspera de la operación y terminaban dos semanas después.
Los resultados, insisto, son o liberadores o perturbadores. El estudio concluyó que rezar o no rezar por alguien que entra a cirugía de corazón da enteramente lo mismo para efectos de la recuperación del paciente. El 52% del Grupo 1 tuvo complicaciones y en el Grupo 2, las complicaciones fueron del 51%. Entre el Grupo 3, es decir, a quienes se les dijo que iban a rezar por ellos y que sí se rezaba, las complicaciones ocurrieron en el 59% de los casos.
Un mes después de la operación, la incidencia de muertes y/o complicaciones post-operatorias, fueron exactamente las mismas para los tres grupos.
Ante un estudio de este tipo, ya salieron las primeras reacciones. El Instituto Ayn Rand (creado en homenaje a una de los seres humanos que más admiro en el planeta, gracias a su «Rebelión de Atlas«) escribió algunos comentarios acerca de dicho reporte:
Dear Editor:
The Harvard medical study showing that prayer has no effect on recovery from heart surgery is shocking. It is not shocking that prayer has no medical effects–what’s shocking is that scientists at Harvard Medical School are wasting their time studying the medical effects of prayer.
Science is a method of gaining knowledge by systematically studying things that actually exist and have real effects. The notion that someone’s health can be affected by the prayers or wishes of strangers is based on nothing but imagination and faith. Such blind belief represents the rejection of reason and science, and is not worthy of serious, rational consideration. What’s next? A study of the medical effects of blowing out birthday candles?
Every minute these doctors spend conducting this sort of faith-based study is one minute less spent on reality-based research–research that actually has hope of leading to real medical cures.
Dr. Yaron Brook
Ayn Rand Institute Executive Director
Irvine, CA
Una verdadera joya.
4. Finalmente y después de muchos trabajos, este sábado se transmitirá el primer programa de Básico FM (llamado Sonar) en el 102.1 de Toluca a partir del mediodía. Les recuerdo que también en Super RMX 100.3 de Guadalajara pueden escuchar los desvaríos del equipo Básico todos los martes y jueves a las 20.30hrs. Ojalá los puedan escuchar y darnos retroalimentación.
P.D. Si quieren leer el estudio del rezo, click aquí.
Depre
No basta con que uno tenga con su cumpleaños (27) para deprimirse. Para colmo de males, la revista Forbes acaba de publicar el listado de las personas más ricas del planeta Tierra.
Sí, sí, esa que todos los periódicos publicarán mañana pues don Carlos Slim subió un escalón y ahora es el tercer hombre más rico del mundo nomás debajo de Bill Gates y Warren Buffett (quien hizo su dinero inventando el tipo de servicio de restaurant que lleva su apellido… NOT!)
Ahora, el problema no es que don Carlos esté en el tercer lugar, digo, a lo más que podría aspirar es a ser su hijo adoptivo (me puedo reir de tus chistes y escuchar atentamente tus anécdotas!); el verdadero problema es que la persona más joven de la lista tiene 22 años. VEINTIDÓS AÑOS!!
Su nombre es Albert von Thurn und Taxis (que proviene de la familia creadora del conocido sistema de transporte público… [esto de cumplir años arruina mi sentido del humor, eh]) y el tipo vive en un castillo en medio de uno de los bosques privados más grande de Europa, ahí nomás. Si un día el tipo se siente harto de la vida, puede ir y perderse en alguna de sus 30,000 hectáreas de terreno boscoso.
Y no sé qué sea más triste. Que yo llegue a los 27 años sin ni siquiera la mitad de lo que tiene Beto von Thurn, o que llegue a los 27 años sin poder ubicar mentalmente cuántas son 30,000 héctareas.
¿Qué cuánto dinero tiene? Según la página, Beto tiene 1.9 billions, que por razones que desconozco, en español se convierte en 1.9 mil millones (se supone que en español, un billón son un millón de millones) y que en numeritos es: $1,900,000,000.00
Curioso. Mi número de cuenta y el numero que él tiene en su cuenta, tienen los mismos dígitos. MUAJÁ!
Ticketmaster miente!
Comencemos por lo primero. A mí U2 no me causa las reacciones fisio-sexuales que sí provoca en muchas personas en, abajo y arriba de mi generación. Sí, son un buen grupo; sí, me gustan algunas canciones; sí, son básicos en la historia de la música contemporánea. Pero no sé si será un nihilismo escondido o simple falta de algún gen, pero yo no moría por ir al concierto de U2 que se celebrará en la Ciudad de México los próximos 15 y 16 de febrero.
Intenté comprar boletos pues me considero de esos odiados personajes (odiados por los Fans de Verdad™) que nomás van a ir al concierto porque es El evento. Sí, acepto que quise comprar boletos nomás por el puro morbo y la moda de ‘todo el mundo quiere ir a ver a U2’, lo acepto, lidia con ello.
Pero bueh, la historia ya la conocen. Yo y varias decenas de miles más tuvimos las mismas ganas y los 120,000 boletos disponibles volaron en cuestion de horas. Twice. Y como buen nihilista, deje el asunto por la paz, dejé la puerta abierta con un cuate para que me consiguiera boletos en caso de extrema urgencia y listo.
Pero mi día de ayer comenzó (como comienzan todos mis días) con mi repaso diario de blogs. Y si mi mamá me había dicho que nada bueno podía sacar leyendo blogs, por primera vez encontré un beneficio directo, contante y sonante al leer este post de Mau que recién se publicaba cuando llegué a visitar su blog.
El anuncio era tan corto que hedía a sinceridad. Sin pensarlo demasiado y al mismo tiempo que sacaba mi tarjeta de crédito, llamé a Ticketmaster para saber si era cierto lo que ahí había leído. Mientras escuchaba el tardado menú, entré a la página de internet de la empresa de boletos y me di cuenta que no tenía el más pequeño problema para entrar, esto es, no estaba saturada ni mucho menos.
«¿Será que estoy siendo víctima de una cruel broma?» me pregunté, «¿o seré el beneficiario de información privilegiada?» Me contestaron y pedí 4 boletos para U2. Me los cobraron y me dijeron que el día de mañana (es decir, hoy) podría recogerlos en Liverpool. Extrañado pero satisfecho, colgué el teléfono y me dispuse a avisarles a todos los amigos y conocidos que sabía se habían quedado sin boleto para ir; luego lo puse de nick en el Messenger para terminar de avisarle a toda mi comunidad.
En el transcurso de la siguiente hora y media, compré 8 boletos más (obvio con tarjetas de crédito distintas) sin ningún problema ni contratiempo. Reforma.com no recogió la información privilegiada sino hasta pasado el medio día reportando que Ticketmaster había liberado 60 boletos únicamente. Se me hizo muy extraña la cifra, sobretodo porque eso significaría que yo había sido el *afortunado* poseedor del 20% de los boletos disponibles.
Hoy me doy cuenta que no. Que es imposible que hayan liberado 60 boletos únicamente pues no sólo yo, sino varias decenas de personas más que conozco, compraron boletos. Además, dudo mucho haber sido el primero en enterarme y hasta el cierre de edición de la versión impresa de El Universal de hoy, todavía quedaban algunos boletos.
Si todo eso no es suficiente, hoy que fui a recoger mis boletos a Liverpool Polanco, la señorita que me atendió me dijo que no podía darme los boletos sino hasta mañana. «Es debido a la gran demanda del evento», me dijo.
¿Cuándo se ha visto que el sistema de Ticketmaster tenga que retrasar la impresión de boletos durante un día para satisfacer la demanda de 60 pinchurrientos lugares?
¿Por qué mintió Ticketmaster al dar a conocer la liberación de boletos?
¿Cuántos boletos liberó realmente?
¿Estará cayendo en un engaño al consumidor?
Está raro. En otra ocasión ya había tenido un encuentro con el engaño de Ticketmaster… ¿por qué habrá sido en esta ocasión?
¿Y ahora?
Ayer terminó Big Blogger. Con el fin de temporada termina también la oportunidad que tenía de seguir escribiendo sin necesariamente utilizar un blog. Supongo que ahora que está cerrado este lugar («cerrado») y sin la opción de Big Blogger, la voz gráfica de este wey que les escribe ahora sí enmudece.
¡Y miren que tengo tantas cosas que contarles! Las historias van y fluyen una tras otra. Les podría contar de las peripecias de mi nuevo celular (el anterior era más feo que las perspectivas políticas mexicanas), de las razones que me quitaron tiempo para escribir un blog pero que me han dado material para escribir un libro, de la Navidad, de los amigos. De la vida, vaya.
Además de que, releyendo este blog, ¡me di cuenta que varias de mis mejores historias ni siquiera se las mencioné!
En fin, leo con cierta envidia a todos aquellos bloggers que siguen escribiendo y veo que ni siquiera me he convertido en un lector de blogs profesional (Agustín me ha ganado una idea buenísima), aunque las recomendaciones de jóvenes bloggeros que se encuentran en los New Kids on the Blog de la columna de la derecha, me dieron el sobrenombre de ‘el Raúl Velasco de la Blogósfera’. Damn.
¿Y ahora? Y ahora que se acabó mi excusa para seguir escribiendo, qué? Mis últimos posts en BB eran, literalmente, cosas que habría puesto aquí de no haber cerrado el blog («cerrado»). Quizás ahora me dedique a aprender a hacer páginas de internet bonitas y le de una remodelada a mi página personal. O no.
Life as a Sitcom
Yo, como muchos de ustedes, considero que la vida sería mucho más cómoda si fuera como una serie de televisión con problemas que comiencen y se resuelven en media hora. Si no, por lo menos sería bastante más divertido si hubiera risas grabadas y aplausos en determinados momentos de nuestra vida. Ah! y eso sí, un buen soundtrack.
Desde hace bastante tiempo, he medido algunos aspectos de mi vida como si viviera en una serie de televisión gringa. Ciertos personajes que sólo entran durante un capítulo para moverle el tapete al protagonista (es decir, yo) o algunas situaciones que merecen toda una temporada para desarrollarse. El tiempo que estuve en Procter, por ejemplo, constituye toda una temporada (en donde me imaginaba la secuencia de inicio recorriendo la ciudad, despierto hasta las 3 de la mañana planeando mis ventas, ahogado en una pila de detergente en polvo y jugando escondidas entre los pasillos de un supermercado); con W sucedía igual (la secuencia de inicio de esa temporada incluía un rave, los locutores siendo perseguidos por fans como en la escena de A Hard Day’s Night de los Beatles, mis compañeros y yo jugando con pistolitas de agua entre los pasillos de Televisa Radio y, por supuesto, una cabina de radio conmigo haciendo mi programa); lo mismo que en el ITAM y en otras etapas por las que he pasado.
Los capítulos de esta serie de televisión que es mi vida (y a la que suelo llamar ‘La Vida Irreal de Salvador Leal’ a falta de mejor título) suelen ser bastante buenos, divertidos y emocionantes, pero lo que más me gusta son los finales de temporada. Esos sí se ponen suuuuper buenos! Sobretodo porque de manera plenamente circunstancial, cada vez que han habido cambios en mi vida, suele haber eventos que marcan claramente que una temporada se está acabando y que el protagonista tendrá que tomar decisiones que modificarán la serie por completo. Algunas veces hay cambio del 80% del cast, otras requieren de un cambio de imagen por parte del protagonista, la gran mayoría incluyen una modificación total de escenografía.
Todo esto lo digo porque desde hace algunas semanas, se prepara el final de esta temporada. A ver qué tal se pone.
P.D. Y en otras noticias, no se olviden de comprar la revista Sputnik. Ahí encontraran un interesantísimo artículo de tecnología y economía escrito por un wey de nombre Salvador Leal™. Vayan a su Sanborns más cercano o exíjalo en su puesto de periódicos, y échenle un ojo… espero comentarios!
Procter & Gamble II
Quizás se pregunten a qué puesto entré a trabajar en Procter & Gamble. Si son fieles lectores de este blog, quizás piensen que entré al área de mercadotecnia o estudio de mercados debido a mis antecedentes como creativo o economista. Pero no. Entré como vendedor.
Así como lo oyen. Vendedor.
Hoy que conozco un poco más de la vida, sé que el área de ventas de cualquier empresa está compuesta por una fauna de difícil trato y definición, pero en aquel entonces yo era un inocente jovenzuelo con ganas de trabajar y una buena oportunidad enfrente, así que si bien no morí de la emoción, tampoco tenía una clara idea de lo que me esperaba.
Debo reconocer que el legado que adquirí durante el tiempo que estuve trabajando en P&G no fue nada malo. Me entrenaron para vender, me enseñaron técnicas y tácticas, me pusieron a practicar frente a una cámara y luego me enseñaron los errores que había cometido y la manera para mejorar mi técnica. Al final de un arduo entrenamiento, me había vuelto un verdadero vendedor… y no sólo eso! Un vendedor de jabones, shampoos y toallas femeninas!!
Eeeeeeen fin, como pueden ver sigo tomando con un poco de humor el hecho de haber trabajado en Procter. Fue, eso sí, toda una experiencia. Como vendedor, mis clientes eran los supermercados que se encontraban en la parte sur/sur-oriente de la Ciudad de México. Esto significa que yo era el Rey de Coapa, Iztapalapa y Tláhuac.
(pausa dramática)
Sí, sí… un día común y corriente en la vida de Salvador Leal como vendedor de jabones, detergente y pañales consistía en subirse en su cochecito (eso sí, del año, de la compañía y con quema-cocos) y dirigirse a hacer visitas a los más diversos supermercados de la zona del Cerro de la Estrella. Una vez ahí lidiaba con los Jefes de Abarrotes y las Jefas de Perfumería de los supermercados de la zona (créanme… no hay NADA que sea más terco que un Jefe de Abarrotes ni NADA que sea más feo que una Jefa de Perfumería de un súper), lograba que hicieran el pedido, le daba un choro energizante al chavo que trabajaba en la tienda para nosotros y me iba a la siguiente tienda. Así, todos los días. Por supuesto que, después de esa experiencia, domino todo Iztapalapa, Coapa y Tláhuac, aunque también me tocó visitar la zona de La Villa y sus alrededores, así como Tacubaya y San Pedro de los Pinos. Justamente ahí, a los pies del *nuevo* Distribuidor Vial de San Antonio, tuve mi mejor tienda. Era, como lo decía el jefe de mi jefe, «una tienda modelo» en lo que a los productos de Procter & Gamble se refería. Había todo lo que debía haber en una tienda y más, tenía el nivel de exhibiciones más alto de la zona y el gerente de la tienda me quería como a un hijo. El único detalle era que, así como la tienda era un modelo de perfección, también era un ejemplo de la falta de pago… y todo eso porque siempre se me olvidó que la segunda tarea más importante después de vender, es la de cobrar. Caray!
Esa era mi vida como vendedor de detergentes en un supermercado. Uno llega por la puerta de atrás del super (sí, esa que jamás han limpiado en los 45 años que lleva funcionando la tienda), un policía malencarado le hace a uno una revisión exhaustiva (poquito falta para un cavity search), pasas por las bodegas del súper (que no destacan por su limpieza) y entras, finalmente, al piso de venta. Ahí tienes que lidiar con el chalán que debe tener el producto en el anaquel, el Jefe de Abarrotes al que debes convencer (¡háganme el favor!) de que el producto que le vendes es tan bueno que te debe dar mayor espacio de anaquel (pequeño tip, la próxima vez que vayan a un súper, vean cuánto espacio ocupan sus marcas favoritas a lo largo del anaquel… esos espacios cuesta sangre, sudor y lágrimas), y luego ir a hacer lo mismo con la versión femenina de Jabba the Hut que trabaja como encargada de la sección de Perfumería.
Con el tiempo, uno va adquiriendo callo en lo que a las ventas se refiere; los clientes te van conociendo y tú vas conociendo a los clientes. Sabes, por ejemplo, que el Señor Castor (el nombre es verídico, se los juro) es fanático de las Chivas y que si el día anterior perdieron el partido, será mejor que ni te le acerques a pedir nada. Aprendes también que doña Marcela, la jefa de perfumería, no puede decirte que no después de que le recetaste una Sonrisa Salvador Leal®. Así eran las cosas.
¿Era lo que me esperaba al salir de la universidad? No, por supuesto que no.
Un ñoño como yo se imagina trabajando en la NASA, mínimo… o si no como asesor personal del Secretario de Hacienda, pero jamás piensas que estarás abriendo cajas de shampoos porque el chalán faltó al trabajo y no hay producto en el anaquel. Hay, sin embargo, varios incentivos para aquellos incautos que caen en ese sexto círculo del infieno de Dante también conocido como la bodega de Gigante Iztapalapa, y consiste en saber que tu jefe y el jefe de tu jefe y el jefe del jefe de tu jefe, comenzaron igual que tú. Igualito (de esto ya hablé ampliamente aquí). Así que lo que tienes que hacer es sacar tu chamba lo mejor posible y aprender lo más que puedas… porque un día serás jefe y tendrás que entrenar a tu pequeño padawan de las ventas.
Pues en fin, contrario a lo que se podría pensar, no dejé Procter & Gamble porque me cansara de despertarme en las madrugadas recitando todas las versiones de shampoo Pantene que hay, ni porque la jefa de la tienda más importante de Tacubaya me hubiera colmado la paciencia. No.
… bueno, quizás eso ayudó, pero esa no es la verdadera razón. Sobretodo porque sabes que un día de estos tu infierno en la bodega de un supermercado se mudará a las oficinas corporativas fancy.
Todo comenzó una mañana en la que teníamos una junta súper secreta de un nuevo producto que se iba a sacar al mercado en una semana. Durante la presentación, se nos dio un racional bastante completo de cómo era el mercado al que iba a atacar ese producto y por qué era una súper oportunidad para la compañía. El producto era un detergente de bajo costo enfocado al sector socioeconómico más amolado, que justamente era uno de los de mayor crecimiento durante los últimos años y también uno de los más descuidados por la compañía.
El razonamiento, lo reconozco, era redondito. El sector de bajos ingresos era el que más había crecido durante los últimos años y no había un detergente que la compañía pudiera venderles (o, más bien, no había un detergente actual de la compañía que ellos pudieran comprar). Al finalizar la presentación, nos mostaron el producto. Yo estaba escandalizado.
La compañía tenía (tiene) todo el derecho de hacer su mejor movimiento de acuerdo con las condiciones del mercado, y yo le reconocía (reconozco) que lo hace tremendamente bien. No tengo nada en contra de que nadie gane dinero (muy por el contrario, creo en la generación de riqueza como la mejor arma para la erradicación de la pobreza)… pero después de ver que la sociedad se había empobrecido y que mi labor iba a ser venderles detergentes en lugar de buscar la forma de que se revirtiera el proceso, estaba francamente asqueado conmigo mismo.
Ese día supe que trabajar para una corporación no era lo mío y decidí renunciar. La siguiente vez que mi jefe me acompañó a visitar un supermercado, lo detuve antes de que entráramos y comencé a explicarle mis intenciones. Me detuvo y me pidió que nos fuéramos a un restaurant cercano y ahí tuvimos una conversación de más de cinco horas. Él entendió y aceptó mis razones después de sesenta minutos y el resto del tiempo nos dedicamos a hablar de mi futuro y lo que quería hacer de mi vida, de cómo lograr lo que quería y de hasta dónde podía llegar. A mi jefe de Procter, sobra decirlo, lo atesoro como uno de mis amigos más queridos.
Fue mucho más difícil explicarle al jefe de mi jefe las razones por las que me iba. No podía entender que alguien quisiera dejar todos los beneficios que una multinacional como Procter te daba (y miren que es especialmente generosa con sus empleados, eh!), cosa que no era difícil de comprender pues justamente lo que yo quería era dejar esa ‘comodidad’ y tratar de que las cosas sucedieran de otra manera.
Mi último día de trabajo era un lunes, por lo que la última semana me dediqué a darles instrucciones a los chalanes de los supermercados y ver que mis tiendas no se vinieran abajo mientras conseguían a un nuevo vendedor. El último viernes que estuve en Procter me desperté de buenas… tan de buenas amanecí que me largué a Acapulco a desintoxicarme de la vida corporativa.
Tuvieron que pasar más de 14 meses para que me animara a entrar a un supermercado de nuevo.
Dentro del autobús
Uno de los factores por los que he hecho muchas de las cosas que he logrado en mi vida ha sido la existencia de personas a mi alrededor que me han dicho ‘no se puede’ en el momento justo.
Si un día se me ocurre una idea, la suelo platicar por ahí para ver cómo funciona en la mente de otras personas y si por casualidad me encuentro con alguien que, con argumentos más o menos inteligentes, me dice que no se puede… no veo mejor excusa para realizar la idea que el demostrar que sí, que sí se puede.
Así sucedió hace casi seis años, cuando se me ocurrió que la estación de radio universitaria en donde trabajaba (el Circuito de Radio y Televisión del ITAM) podía cubrir la llegada de Vicente Fox, el primer presidente electo de un partido distinto en 70 años, al poder en México.
Y cuando conté mi idea, lo primero que me dijeron fue: 1. estás estúpido y 2. no se puede. Las razones eran muchas, que si un medio de comunicación universitario no podía ser considerado como un medio digno de una acreditación para la ceremonia de traspaso de poderes; que si bien el Circuito hacía una buena labor como radio universitaria, el ITAM ni siquiera tenía la carrera de Comunicaciones y que por lo tanto no podía haber ni siquiera una buena excusa para cubrir el evento; que si había una fila interminable de medios nacionales e internacionales que querían estar en el evento… y así, muchas razones para que decirme que no, que me olvidara del asunto, que no se podía.
No recuerdo bien a bien cómo le hice. Sí recuerdo una conversación con Marta Sahagún (a quien conocí en la campaña cuando era la vocera oficial) y con una colaboradora suya de nombre Gina Morris. Recuerdo haber mandado mi solicitud explicando los motivos de la cobertura y también recuerdo que mis motivos no iban mucho más allá de a) demostrar que sí se podía y b) ver Historia sucediendo frente a mis ojos. Contra todas las posibilidades, una mañana recibí un correo electrónico en donde se me indicaba que podía pasar por mi acreditación el 29 de noviembre a un edificio muy cercano a la glorieta de Colón en el Paseo de la Reforma y que ahí recibiría mayores indicaciones.
Para no hacerles el cuento largo (los cuentos largos saben mejor al calor del vodka), el primero de diciembre del año 2000, el día en el que un presidente de un partido distinto llegaba al poder después de más de 70 años de una denominada ‘dictadura perfecta’, aquí su seguro servidor portaba su gafete de prensa y se metía por todos lados acompañado de su fiel minidisc.
Muchas cosas vienen a mi mente de ese día. Recuerdo la cara de Paco Gil cuando me acerqué a pedirle una entrevista a nombre del Circuito de Radio del ITAM. Primero se rió y luego me dijo muy divertido «¿qué no deberías estar estudiando para tus finales?». En efecto… justo mis finales comenzaban la siguiente semana y don Paco, en un afán desmoralizador y en su papel de profesor de Economía en el ITAM, prefirió remitirme a mis deberes académicos que darme ‘la nota’. Recuerdo también que los eventos que más me gustaron de ese día fueron el desfile en el Campo Marte y la celebración en Palacio Nacional. Esa fue la última actividad de ese día (mi día de reportero presidencial) y había autobuses que llevaban a la comitiva desde Palacio hasta el Centro de Prensa en la glorieta de Colón.
Pues bien, yo la neta ya estaba cansado y me quería ir a mi casita a dormir, por lo que vi un camión desocupado, me subí y esperé a que llegaran más compañeros periodistas para irnos al Centro de Prensa. De repente el chofer recibe una orden y arranca. Me había subido en uno de los camiones del Estado Mayor Presidencial.
Lo que sigue jamás se me borrará de mi mente y corresponde al título de este post. Es la imagen de un ‘reportero’ de 21 años que va, sólo, en un autobús a toda velocidad hacia el Centro de Prensa. En cierto momento me doy cuenta que la velocidad del autobús es bastante considerable por lo que decido asomarme para ver cómo diablos le está haciendo para ir a ese ritmo por las congestionadas calles de la Ciudad. Ahí descubro que la policía ha cerrado las calles y que el camión circula entre una valla de personas (hombres, mujeres, niños, familias enteras) deseosos de ver a su nuevo Presidente. Recuerdo sus ojos, sus caras, la esperanza de sus miradas.
Eran caras de personas que habían votado por una alternativa y que querían hacerle saber a su nuevo líder que estaban con él, que lo único que él tenía que hacer era no fallarles. Era un ambiente de fiesta, de la esperanza de los desesperanzados, de ojos que nunca había mirado hacia arriba, de gente que quería celebrar su logro democrático.
Recuerdo que tuve que sentarme a pensar y asimilar lo que estaba viendo. Comprendí muchas cosas acerca del Poder, de quienes están afuera del camión y también de quienes van dentro de él a toda velocidad. Me dio tanta tristeza que me dieron escalofríos.
Y luego hice lo que cualquier wey de 21 años hubiera hecho en mi lugar: abrí la ventana y saludé a la gente.