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La vida irreal de Salvador Leal

Archive for 2009

Laundry

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La gente no me lo cree. Así como cuando les digo que jamás he ido a Cuernavaca, que nunca he visto ninguna de las «Pesadillas en la Calle del Infierno», «Rambo» o «Duro de Matar». Así, tampoco me creen que nunca en mi vida haya lavado mi propia ropa. Y pues no, la verdad es que nunca lo he hecho. Y hoy que es sábado, que no hay curso y que TENGO que lavar mi ropa en las lavadoras del hotel, muero de estrés y me vienen a la mente miles de preguntas. ¿Puedo juntar la ropa de color con la blanca? ¿Y qué tal que la ropa de color trae (como el 90% de mis camisas) rayitas azules con rayitas blancas? ¿Esa cuenta como ropa de color blanco o azul? ¿El vaso está medio lleno o medio vacío? ¿De qué color son las cebras, blancas con rayas negras o negras con rayas blancas?

Ayer salimos a cenar langosta y luego ‘de antro’. Nos la pasamos bien. El hightlight de la noche fue cuando, después de dos horas de marejadas de vino tinto y vino blanco, cincuenta mexicanos fueron metidos al metro de Boston. Espero que alguien haya tomado video y lo suba a YouTube… me cae que sí lo posteo aquí. Nomás nos faltó cantar ‘En el cielo, una hermosa mañana…» de camino hacia el andén, porque ya en los vagones nos echamos ‘Cielito Lindo’, ‘Volveré’ y ‘El Rey’. Y nomás nos dio tiempo de esas porque eran tres estaciones, que si no nos aventamos medio cancionero Picot y terminamos con Juanga pa’l encore. Los bostonianos, desde luego, nos veían con una mezcla de miedo y terror. Yo canté poco pues estaba fascinado con el fenómeno sociológico del que estaba siendo testigo. Además, me da oso cantar en transportes públicos, así sea con una botella de chablis encima. Eso sí, cuando el último mexicano salió del vagón y estaban por cerrarse las puertas, me regresé rápidamente con los gringitos y cerre el show con un «Please, visit México».

Me cae que voy a cobrarle mi mención al Gobierno Federal y su iniciativa Vive México.

Rolita que está en el canal 1 de la tele del hotel y que viene muy ad-hoc para mi primer encuentro con la lavadora. La canta la señorona Dinah Washington y se llama ‘Relax, Max’

Written by Salvador Leal

junio 20th, 2009 at 11:41 am

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Llueve

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En Boston ha llovido intermitentemente desde que llegué. A varios de mis compañeritos la verdad es que no les late nada esto; los mismos locales dicen que es raro que llueva así en esta época del año y que debería hacer más sol y calor.

La verdad es que a mí me gusta mucho más la experiencia con lluvia que sin ella. Hoy, después de clases, me separé del grupo para irme a perder por Cambridge. Puse a los Shins en mi iPod y simplemente me dejé llevar…

Written by Salvador Leal

junio 18th, 2009 at 9:22 pm

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Lo mejor de Harvard

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(post sin acentos ni enies, por aquello de los teclados gringos)

Cuando uno se sienta con el resto de las personas del curso, las preguntas comienzan. Que si en que trabajas, donde vives, que estudiaste. Lo mejor de estar aca es que cuando la gente me pregunta que edad tengo y le respondo con un «de cuantos me veo?», las respuestas varian entre los 23 y los 25.

Uno viaja cientos de kilometros y el resultado es que uno se vuelve mas joven.

Life is good!

Written by Salvador Leal

junio 18th, 2009 at 5:01 pm

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Bloomsday – 16 de Junio de 2009

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Este post pertenece a esta inciativa.

Estoy en el lugar que vio nacer a Facebook. Estoy en Harvard.
Eso es lo primero que me viene a la mente cuando me despierta la luz del sol. Son las seis de la mañana pero parecen las nueve. Maldito hemisferio norte.
Me levanto, me lavo los dientes, me pongo gel. Nunca salgo a ningún lugar sin gel en la cabeza. En una situación cercana al fin del mundo, incluso en una situación en donde no hubiera gobierno, ni electricidad, ni agua potable y nuestra realidad hubiera regresado a la Edad Media, el gel sería lo único que me haría sentir que aún soy parte de una civilización. Tomo mis shorts, mis tenis y bajo al tercer piso a correr. Media hora. Correría al lado del río pero desde hace tres días que no sale el sol y el frío está criminal. La cosa es sufrir, pero no tanto. Por lo menos, no con un shortcito y una playerita de manga corta.

Cada caminadora tiene una pantalla de televisión. Veo el final de un capítulo de ‘Married with Children’ y el principio de uno de ‘Salvados por la Campana’. Termino y parece como si me hubiera dado un chapuzón en la alberca. Subo al cuarto y me baño. Mi roomate se despierta mientras me seco y me visto. El camión pasa en cinco minutos para llevarnos al desayuno. Cambridge me encanta. Es un pueblito-universidad. Uno no sabe qué edificio tiene dormitorios, cuál tiene una biblioteca y cuál es la casa del profesor que ganará el premio Nobel el próximo año.
Desayuno gringo. Comida gringa. Cena gringa. Parece que nos están engordando como pavos de navidad. Como a Hansel, el de Gretel. Si al final de la semana me piden que me acerque a ver si ya está caliente un horno, me echo a correr. Una clase, un break, otra clase. El futuro de México se sueña en un salón de clases de Harvard. Las soluciones a los problemas de México se sueñan en inglés en un pueblito del este de Estados Unidos. Las propuestas que harán de México un mejor país son sacadas a tirabuzón, muy mayéuticamente, por un profesor que se llama Guy y al que rápidamente bautizamos entre nosotros como ‘Goyo’. Me caen bien los mexicanos.

Después de la comida, otra clase, otro brake, otra clase. Una tarea. Instrucciones para la tarea. Amenazas para la tarea. Estrés para la tarea. Afuera, hay un busto del presidente Kennedy esculpido por Salvador Dalí. La escultura está hecha, entre otras cosas, de clips. No sé si es una broma de Dalí o si sabía que la burocracia está hecha de clips.

Después de la cena caminamos por el campus. The Scoop es una tienda que aprovecha a quienes venimos a un extraño tipo de turismo académico: todo lo que podamos imaginar, con el logotipo de Harvard impreso. Y cuando digo todo, es TODO. T-O-D-O. Yo sólo quería una sudadera, nunca pensé que venir a Harvard fuera como venir a la Mecca. Sacarse la foto con John Harvard, sacarse la foto a la entrada, a la salida del campus, en el Memorial Hall. Parece que los árboles también la pasan difícil en este lugar… veo al menos tres árboles con tensores que los hacen crecer perfectamente derechos. Supongo que aquí nadie canta ‘El Gran Varón‘.

Tomo el elevador para salir del edificio de la escuela. El elevador tiene medios pisos. No es chiste. Está el 1, el 1.5, el 2, el 2.5 y así sucesivamente hasta el 5.5. Me hace pensar en Malcovich. Supongo que sólo en Harvard tienen medios pisos entre piso y piso.

En el cuarto, la laptop me mira desafiante. Necesito exprimirle 1,000 palabras para el jueves. No cualquier tipo de palabras. Deben ser las 1,00 palabras más especialmente dirigidas y perfectamente pensadas y articuladas. Son mil palabras que tienen que cambiar la forma de pensar de Secretario de Estado. Mil palabras para asesorar a un Presidente. Mil palabras para cambiar una política de mil años.

Y yo, más que mil palabras, quiero mil horas.

Written by Salvador Leal

junio 16th, 2009 at 9:38 pm

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Bloomsday

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Work in Progress
(info, aquí)

Written by Salvador Leal

junio 16th, 2009 at 8:10 pm

Cucaracha

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Ya estamos en Nueva York. El viaje, una delicia.
Ja, sí como no…
Me da miedo pensar que los aviones hacen cada día más pequeños los espacios entre los asientos. Claro, me da más miedo aún pensar que soy yo el que se hace cada vez más y más grande; «Jabba the Hutt en el asiento 9F»

Mañana muy temprano salimos a Boston. Genial, nada como despertarse temprano TAMBIÉN un domingo por la mañana… N’ombre si estas vacaciones me están saliendo de antología…

Written by Salvador Leal

junio 13th, 2009 at 5:34 pm

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Rosas en el avión

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Son las ocho y cuarto de la mañana. Es justamente la hora en la que yo debería de estar llegando a mi vuelo. Con el nuevo horario, claro.

Comencé a leer y de inmediato me quedé dormido. El amigo con el que viajo, que también va al mismo curso, que también llegó a las cinco de la mañana esperando subirse a un avión que salía a las siete y que también trae el mismo tambache de lecturas que yo, sí se quedó despierto leyendo. Siento un poquito de culpa, pero afortunadamente sé que pasará pronto.

Me enchufé al iPod y listo. Ya hasta tengo un disco perfecto para echar el coyotito®. De hecho es un discazazazazazazazo. Se llama ‘Behind the Sun’ y es de Chicane; ya tiene como diez años pero se mantiene muy muy bien. De-li-cio-so. Y muy versátil disquito, eh.

Mientras dormía, justo frente a mí, se congregó un grupito de amigas como de 16-17 años. Todas están alrededor de una mesa atestada de cafés Starbucks, vienen de pants (blancos como de pijama) y traen la misma cara de dormidas que parece ser el toque personal del aeropuerto a estas horas. Lo curioso es que seguro viajan juntas (como cinco de ellas traen pompones rojos colgando de sus bolsas [!]) y están de viaje de generación o algo por el estilo. A pesar e que se les ve lo airheads a leguas, no puedo dejar de sentir cierta simpatía por ellas. Supongo que la juventud me cae bien.

Mi rola favorita del disco que utilicé para dormir en el aeropuerto se llama ‘Autumn Tactics’ y va más o menos así:

¿A poco no la adoran?

Acaba de pasar un señor con dos ramos de rosas. Traía su maleta y dos ramos de rosas. Me llamó mucho la atención. Tomando en cuenta que estamos en la sala de última espera, significa que las rosas son para alguien que va a ir a recibirlo al lugar a donde vaya. Es decir, el señor se va a meter a un avión, va a poner su maletita en los compartimentos de arriba de los asientos, se va sentar y cuidadosamente, va a poner los ramos de rosas sobre sus piernas durante todo el viaje hasta llegar a su destino. Las azafatas le pedirán que abroche su cinturón, si el viaje es largo le darán de comer… y las rosas continuarán ahí, esperando ser entregadas.

Me gustó imaginarme que el señor tiene a alguien que lo va a ir a recoger al aeropuerto y que, en lugar de que esa persona le tenga una sorpresa, sea el señor el que la sorprenda a ella. Porque, claro, seguro esas rosas son para una mujer.

¿Is anybody out there? ¿Estoy desvariando demasiado?

Written by Salvador Leal

junio 13th, 2009 at 8:42 am

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Jarbart

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Son las cinco cuarenta de la mañana de un sábado y en algún lado del planeta debe ser ilegal estar despierto a esta hora en este día.

Estoy en el aeropuerto esperando un vuelo que originalmente salía a las 6.55am y que ahora saldrá hasta las 10.10am. Gracias, Aeroméxico!

Estimado Aeroméxico: Un día de estos, en alguna de tus reuniones de Consejo Directivo, te preguntarás cómo le hiciste para llegar a la quiebra, qué medidas tomaste para generar la crisis en la que se encuentra la empresa y porqué las personas ya no quieren volar contigo. Además de las líneas low-cost, querido Aeroméxico, puedes culpar a situaciones como la de hoy. Levantarme a las 4 de la mañana para llegar a un vuelo que decidiste cambiar hasta las diez, no sólo no tiene precio (Mastercard dixit), tampoco tiene madre.

Bueh, el caso es que estoy en el aeropuerto esperando un avión que no llegará sino hasta dentro de cinco horas. Teóricamente podría haberme regresado a casa y dormir un rato más pero ya estaba acá y los ciento treinta pesitos que me cobró el taxista para llegar hasta estos lares quizás no valgan una ida y una regresada. Mi descanso anímico y físico, y mi buen (o mal) humor dirán más al rato si tomé una buena o mala decisión.

Estoy en el aeropuerto porque voy a Nueva York. Y de ahí a Boston. Voy a un curso. Voy dos semanas. Me tomé vacaciones para tomar un curso. No sé si eso es extremadamente inteligente o extremadamente estúpido. A estas horas de la mañana no lo sé bien. Al rato que tenga al menos una hora de sueño más y sueñe con unas vacaciones en la playa, acariciado por la brisa del mar y disfrutando del sol, una piña colada en una mano y un buen libro en la otra, seguramente llegaré a la conclusión de que mi decisión fue extremadamente estúpida.

En fin, bienvenidos a mi pequeña aventura de verano. Esperen, se pone peor. Los maestros del curso mandaron lecturas que hay que leer antes de empezar el lunes. Y adivinen quién trae esas lecturas leyendo el sueño de los justos hasta abajo de su maleta. Adivinen quién está prefiriendo echarse una jeta a ponerse a leer.

El único problema es que mi super-yo no me va a dejar dormir tranquilamente en el avión molestándome constantemente con preguntas como «¿por qué no estás leyendo?».

Maldita sea. Las sillas del aeropuerto son muy incómodas. Seguro es para que no se duerma la gente… lo cual es muy tonto tomando en cuenta que la gente tarde o temprano se va a ir. No es como si llegaran a vivir al aeropuerto y buscaran un lugar cómodo dónde quedarse. ¿O qué, hacen incómodos los asientos para que la gente no se duerma y no pierda sus vuelos?

Misterio.

Written by Salvador Leal

junio 13th, 2009 at 5:55 am

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Crónicas Itamitas

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Recuerdo que, en lo más álgido de la elección presidencial del 2006, Enfoque, el suplemento dominical del periódico Reforma, publicó el historial académico de la carrera universitaria de Andrés Manuel López Obrador (¿en Sociología? ¿Ciencias Políticas?). Y recuerdo que le pusieron una revolcada con que había repobado quién sabe cuántas materias fundamentales para su presunta labor como Presidente de México.

Lo que decía Enfoque (y que después recogió una presentación de power point que pululó por la red en esas fechas) era que el fulanito había tardado 14 años en acabar la carrera, que había reprobado Estadística y Ciencia Política dos veces, y Economía y Economía Política, una vez.

El reportaje me caló muy hondo. Y no porque creyera que la falta de conocimientos que pudiera tener el Peje en Estadística pudiera serle perjudicial al país (escucharlo dos minutos era más que suficiente). No. Lo que me pegó fue imaginarme en la situación en dónde yo, un día de estos, quisiera ser, no candidato a la Presidencia, pero igual y Director de alguna empresa o Funcionario Público Destacado® u ocupar algún cargo de elección popular, y que en el proceso, a alguien se le ocurriera sacar a relucir mis calificaciones de la carrera. ¡Y yo sin poderme defender!

Así pues, después de darle una pensada, he decidido develar aquí mis calificaciones universitarias, para irme curando en salud y que, cuando algún envidioso sacara mi historial académico a dos días de ser nombrado CEO de alguna multinacional, la gente de la empresa pudiera decir «aaaah, ¿eso? ¡pero si lo publicó en su blog hace veinticinco años! Mira, te paso el link»

Comienzo diciendo que mi promedio de Primaria, Secundaria y Prepa es de diez. Así, cerradito y sin tachaduras. Diez. Era yo, como le dicen, un ñoño certificado.
Hasta que llegó la universidad.
Ahí descubrí que también había vida fuera del salón de clase y, desgraciadamente, descubrí que esa vida estaba muy concentrada en el Circuito de Radio y Televisión. Oh sí. El Circuito. Si algo recuerdo de mi universidad son las mañanas (y las tardes y las noches) que me pasaba en el Circuito de Radio en programas, fuera de programas o nomás pasando el rato. De ser un simple locutor llegué a ser el Director de Relaciones Públicas (¡uy!) y de llegar y dejar mi mochila tirada junto con las otras, terminé teniendo mi propio locker (que, de hecho, compramos los directores junto con sillones nuevos en donde pasábamos horas interminables viendo Sky, poniendo música o hablando de estupideces… algunas veces, hacíamos las tres cosas al mismo tiempo).

El Circuito de Radio marcó por completo mi estancia en el Infierno Tecnológico Autónomo de México (inscripciones, aquí). Ahí conocí a los personajes más extraños de toda la escuela, gracias a él tuve mi primera chamba en una estación de radio (que, sobra decirlo, marcó el resto de mi vida… como ya escribí un vez en este post y en este también) y, entre muchas otras cosas más, el Circuito provocó que terminara mi carrera año y medio más tarde de lo que debí haber terminado. Es más, si dan un vistazo a mis calificaciones, todo va super bien hasta que llegamos al semestre Enero-Mayo del 2000 en donde, tómela barbón, me recetan un NA en Probabilidad. Antes de eso, mi promedio era caaaaasi notable; mis materias más bajas fueron un 6 en Cálculo III y dos sendos sietes en Economía III y Economía Internacional I (que me la daba uno que ahora es subsecretario) el resto son casi todos dieces y ochos (los nueves brillan por su ausencia).

Decía un profesor fanático de la Economía, que cualquier economista que se preciara de serlo, no podía pasar Eco I en el ITAM a la primera: su cerebro debía ofrecer alguna resistencia. Y ese comentario no se me olvida porque Economía I (o Microeconomía I) fue una de esas materias que di de baja en el primer semestre; al siguiente semestre la pasé con nueve, pero di de baja otras dos: Cálculo Diferencia e Integral I y Geometría Analítica I.
Aquí cabe mencionar que ‘dar de baja’ una materia no era reprobarla ni nada vergonzoso. Era, más bien, como la tarjetita esa del Monopoly de «Salir Gratis de la Cárcel»; si unas semanas antes del final creías que nomás no la ibas a librar, te dabas de baja y te ahorrabas la verguenza de reprobar… eso sí, habiendo pagado ($$) la materia en-te-ri-ta.

A lo largo de la carrera, sólo reprobé otra materia más, y fue en el semestre enero-mayo del 2002. Esa materia es Economía Política.

(pausa dramática)

(más pausa dramática en donde el lector se cuestiona qué tipo de Economista se vuelve alguien que reprueba «Economía Política»)

Pues sí. Reprobé esa materia. Y feo. Creo que con 3 ó 4. En mi descargo sólo puedo decir que la materia era aburridísima, más abstracta que un cuadro de Kazimir Malevich y con ninguna relación ni con la Economía ni con la Política. Era, más bien, un curso de Teoría de Juegos en esteroides.

Fuera de ahí, el resto de mi caminito académico tiene otras pocas piedras en el camino. Mis calificaciones más bajas del final de mi carrera son cuatro seises: uno en Economía Internacional II (WTF!), otro en Econometría I (de aquí mi odio a esa maldita materia), uno de mi Seminario de Investigación Económica (que era quesque para hacer la tesis y nada, qué) y finalmente el de Crecimiento Económico para el que no tengo una buena excusa; la materia era malditamente complicada para ser a las 7 de la mañana y yo salía de los eventos de WFM a las 4 de la mañana.

Entre mis medallitas escolares se encuentran un diez en Historia Económica de México II (dada por un gringo, ja!), un diez en Evaluación de Proyectos (ay nomás), un nueve en Economía Austriaca (me fascina el críptico nombre de la materia) y un diez en Economía II (que me daba Pedro Aspe y que tiene una anécdota que medio cuento acá).

Ahí está. Esos son mis luces y mis sombras itamitas. Claramente no fui el mejor de mi generación… pero tampoco creo haber sido el peor. Tuve, como todos, buenos y malos momentos. Pero supongo que todo, al final, se resume en lo que uno hace con lo que le dan en la universidad. Y por ese lado, estoy seguro de que no me ha ido nada mal.

Written by Salvador Leal

junio 10th, 2009 at 6:38 pm

Influenza VIII

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Para cerrar con el tema de la influenza, les paso el link de un artículo boenísimo de la Dra. Elena Ortiz, Psicoanalista del Centro Eleia de la Cd. de México, en donde analiza brevemente los impactos psicológicos de la epidemia de la influenza centrándose, básicamente, en tres escenarios con los que las personas reaccionaron ante la noticia: la intensificación de un miedo natural, las estructuras de personalidad o estados emocionales que incrementan el riesgo de enfermar y la negación del suceso.

De su pequeño artículo, me quedo con este pedacito:

Aunado a esto, e independiente de la edad cronológica que se tenga, pueden presentarse aspectos adolescentes de la personalidad. Esto hace que frente a las imposiciones o límites que cualquier organismo o autoridad pida como cuidado especial, por ejemplo evitar ir a restaurantes, etc., se reaccione desde estas áreas adolescentes de la mente, de manera desafiante o rebelde, al pensar que uno no se va a someter y que la autoridad esta siendo excesiva o intransigente. Así como los adolescentes tienden a sentir a los adultos. En este caso se presentan conductas que pueden aumentar el riesgo de contagio por falta del cuidado necesario. Hay áreas adolescentes de la personalidad que hacen que uno tome conductas desafiantes y trasgresoras que ponen en riesgo a los demás y a uno mismo debido a la negación, a esto se le suele llamar negación omnipotente.

… siempre había pensado que varios actores políticos de la vida nacional tienen una estructura adolescente de su personalidad.

Written by Salvador Leal

junio 3rd, 2009 at 2:07 pm

Posted in de todo un poco