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La vida irreal de Salvador Leal

Archive for the ‘nostalgia’ Category

Varias

with one comment

1. Hace un par de días fui a comer con algunos viejos amigos de la escuela. Al más antiguo lo conozco desde 1987 y al más reciente desde el 92; y como buena reunión de exalumnos de escuelas para hombres, la conversación llegó al tema de las mujeres. De repente, uno de ellos dijo algo así como «… era una chava como de 30 años».

¡Una chava de 30 años! ¿Cuándo comenzamos a ver a las treintonas como chavas?

Esa línea de la conversación me dejó con una sensación muy ambigua que de repente identifico con juventud (para mí, alguien de treinta NO es una chava) pero en otras cae en vejez (mi generación ya está más hacia los ‘tas’ que cerca de los ‘tes’ [trein’tas’ vs. vein’tes’, por si alguien no entendío la referencia]).

Para como son mis cuates, poquito falta para que comiencen a ir a ligar al Gymboree.

2. Sólo hay una cosa que me desespera más que lavar mi coche. Ah! Porque han de saber que me molesta muchísimo ir a lavar mi coche (lavarlo yo mismo me disgusta muchísimo más, así que ni siquiera es opción). Pero como iba diciendo, sólo hay algo que me desespera más que lavar mi coche, y eso es ir a bolearme (lustrarme) los zapatos.

Me desespera -al igual que el coche- porque toma una cantidad de tiempo que me hace sentir como si estuviera tirando minutos valiosísimos a la basura. Mientras lavan el auto o lustran mis cacles puedo pensar en al menos 12 cosas más importantes y/o urgentes y/o divertidas que hacer.

Lo que es verdaderamente para el diván, es que en vez de sentirme bien viendo el reflejo de mi cara en los zapatos, siento que la impecabilidad de los zapatos, en lugar de dar el mensaje de limpieza y pulcritud, creo que gritan «mira a este tipejo que se puede dar el lujo de perder el tiempo esperando que le lustren los zapatos». Me acordé de este justo porque mis zapatos ya estaban hechos una lástima y decidí que los lustraran. Paso a paso siento que mis cacles gritan.

Weird.

3. Hoy leía una nota que no sé si es liberadora o perturbadora. Supongo que depende de quién la lea.
Resulta que la escuela de Medicina de Harvard hizo un estudio acerca de la influencia del rezo en la recuperación de las personas después de una cirugía. Sí, así como lo leen. ¿Rezar por alguien a quien están operando funciona o no?
Los del estudio formaron tres grupos de personas sometidas a una cirugía cardiaca. El Grupo 1 estaba conformado por gente a la que le decían que a lo mejor rezaban por ella (o a lo mejor no) y rezaban por ellos; el Grupo 2 era de personas a las que también les decían que igual y rezaban por ellos pero en la realidad nadie rezaba; y el Grupo 3 era de personas que se les decía que iban a rezar por ellos y por quienes sí rezaban.
Los que rezaban eran dos grupos católicos y uno protestante (por separado, obvio) y los rezos comenzaban en la víspera de la operación y terminaban dos semanas después.

Los resultados, insisto, son o liberadores o perturbadores. El estudio concluyó que rezar o no rezar por alguien que entra a cirugía de corazón da enteramente lo mismo para efectos de la recuperación del paciente. El 52% del Grupo 1 tuvo complicaciones y en el Grupo 2, las complicaciones fueron del 51%. Entre el Grupo 3, es decir, a quienes se les dijo que iban a rezar por ellos y que sí se rezaba, las complicaciones ocurrieron en el 59% de los casos.

Un mes después de la operación, la incidencia de muertes y/o complicaciones post-operatorias, fueron exactamente las mismas para los tres grupos.

Ante un estudio de este tipo, ya salieron las primeras reacciones. El Instituto Ayn Rand (creado en homenaje a una de los seres humanos que más admiro en el planeta, gracias a su «Rebelión de Atlas«) escribió algunos comentarios acerca de dicho reporte:

Dear Editor:

The Harvard medical study showing that prayer has no effect on recovery from heart surgery is shocking. It is not shocking that prayer has no medical effects–what’s shocking is that scientists at Harvard Medical School are wasting their time studying the medical effects of prayer.

Science is a method of gaining knowledge by systematically studying things that actually exist and have real effects. The notion that someone’s health can be affected by the prayers or wishes of strangers is based on nothing but imagination and faith. Such blind belief represents the rejection of reason and science, and is not worthy of serious, rational consideration. What’s next? A study of the medical effects of blowing out birthday candles?

Every minute these doctors spend conducting this sort of faith-based study is one minute less spent on reality-based research–research that actually has hope of leading to real medical cures.

Dr. Yaron Brook
Ayn Rand Institute Executive Director
Irvine, CA

Una verdadera joya.

4. Finalmente y después de muchos trabajos, este sábado se transmitirá el primer programa de Básico FM (llamado Sonar) en el 102.1 de Toluca a partir del mediodía. Les recuerdo que también en Super RMX 100.3 de Guadalajara pueden escuchar los desvaríos del equipo Básico todos los martes y jueves a las 20.30hrs. Ojalá los puedan escuchar y darnos retroalimentación.

P.D. Si quieren leer el estudio del rezo, click aquí.

Written by Salvador Leal

abril 6th, 2006 at 4:46 pm

Darío

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Los que fueron conmigo en el glorioso Instituto México, no me dejarán mentir. Una de las personas indispensables para el correcto funcionamiento de ese edificio que albergaba a 2,500 niños entre los 6 y los 12 años, era Darío. Todos conocíamos su nombre porque el director, ante la falta de celulares (estamos hablando de 1985), utilizaba el monumental sistema de sonido de la escuela para avisarle a Darío que lo andaba buscando.

Uno podía estar en clase de Español copiando un texto, o en clase de Dibujo súper metido en realizar correctamente el punto de fuga que nos acababa de enseñar la maestra Tere Palau, cuando se encendían las bocinas de toda la escuela y una voz de ultratumba (que se nos había enseñado a ubicar como el todopoderoso Director) decía: «Dariiiooooo»

Darío -supongo, porque no tengo mi anuario a la mano- era el jefe de intendencia de la primaria. Era el encargado de dirigir a un verdadero ejército de individuos que obraban milagros. Uno no podía entender cómo la escuela podía estar limpia un día después del domingo de Kermesse en donde el patio se atascaba de cualquier cantidad de puesto de comida, bebida y juegos que se pudieran imaginar. Y sin embargo, uno llegaba el lunes después de la Kermesse y la escuela estaba rechinando de limpia.

No es por ser clasista o discriminador, pero cuando platico de Darío, básicamente imagínense a cualquier encargado de intendencia de cualquier escuela. Moreno, con rasgos más bien indígenas y un suéter horrible que jamás se cambiaba. Pero eso sí, era eficiente y trabajador. Y estoy seguro de que todos los alumnos que pasaron por el Instituto México, por lo menos cercanos a mi generación, recuerdan la voz del Director diciendo por el altavoz: «Dariiiiooooo».

Hoy justamente estaba pensando qué habría sido de Darío, cuando vi el periódico. Y me dio realmente gusto saber que Darío, ese inconfundible personaje, consiguió chamba como Presidente de Bolivia. ¡Bien por tí, Darío!

P.D. Ya en serio, o Evo Morales no tiene una esposa que lo vista, o no tiene asesores que le vayan a comprar un traje y corbata al Zara más cercano, o piensa hacer con los suéteres al estilo César Costa lo mismo que Vicente Fox hizo con las botas.

Written by Salvador Leal

enero 4th, 2006 at 12:12 pm

De Puntitas

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La mayor preocupación que yo tenía a los 6 años, era poderme levantar lo suficientemente temprano como para que el camión de la escuela (el glorioso Instituto México) no me fuera a dejar. Dicho camión (el número 8, por cierto) pasaba entre 7 y 7.10 de la mañana, lo que significaba que para ese entonces yo tenía que estar vestido, peinado y desayunado desde hacía rato.

Por razones que desconozco, pero que fueron tremendamente útiles y que conservo hasta el día de hoy, mi papá solía despertarme con música. Así pues, a eso de las seis y cuarto, encendía el radio de mi cuarto y ponía alguna estación que no tuviera noticias. Un día, no mucho tiempo después de haber entrado a primero de primaria (ca. 1985) mi papá sintonizó el 1060 de AM que transmitía un programa diseñado específicamente para ayudarle a los niños a despertar. El programa se llamaba ‘De Puntitas’.

‘De Puntitas’ tenía música, cuentos (la mayoría de ellos, prehispánicos), entrevistas, tips y detalles curiosos pensados para atraer la atención de un chamaco de seis años. Desde aquél primer día, quedé cautivado con el programa.

Una de las características más interesantes de tal programa era que sólo tenía un conductor que llevaba el programa durante su media hora de duración. Dicho conductor hacía todas las voces: las de conejo y las del coyote en las leyendas mexicanas, las de los entrevistados y las de los animales en las fábulas y la de básicamente cualquier otro participante en los chistes, tips y anécdotas que se contaran durante el programa.
La música también era una parte muy importante, pues no crean que pasaban los ‘éxitos del momento’ ni mucho menos. Las canciones eran verdadera música para niños cuando a este género aún no habían llegado ni Tatiana ni Ivonne e Ivette. Más que música para niños era música bien hecha que podía ser disfrutada por niños. Y además era hasta subersiva! Recuerdo una canción (con ritmos folclóricos latinoamericanos) que hablaba de un ratoncito (chiquito, chiquito) que se metía a las computadoras del Banco Central y provocaba la parálisis de la economía nacional. La canción terminaba con un verso que decía algo así como «imagínate qué no haríamos tú y yo!»

El conductor de ‘De Puntitas’ era un locutor de nombre Emilio Ebergenyi que, descubrí después, se dedicaba con particular éxito a ser la voz institucional no sólo de la estación en donde se transmitía ese programa (Radio Educación) sino en general del ambiente cultural en México. Fue debido a Emilio, y particularmente a la magia radiofónica desplegada con ‘De Puntitas’, que mucho tiempo después quise dedicarme a la radio, a sacudir la imaginación de las personas como me tocó vivirlo durante las mañanas antes de tomar el camión que me llevaba a la primaria.

Nunca conocí a Emilio Ebergenyi, pero como suele suceder con los personajes de radio, lo considero un compañero entrañable y alguien *importante* no sólo como parte de mi infancia sino como punto de referencia en las decisiones radiofónicas/profesionales que he tomado. Si en algún momento quise parecerme a alguien estando al aire, mi ejemplo siempre fue él, tratando de lograr un punto medio entre el entretenimiento y la cultura y reflejando lo que sucede en el mundo del ciudadano común y corriente.

Emilio murió la semana pasada. Suena extraño pues, aunque nunca lo traté, la noticia me puso realmente triste… y no encuentro otra manera de quitármelo de la cabeza más que escribiendo y compartiendo lo importante que fue este cuate para mí.

Si quieren, pueden escuchar algunas de las repeticiones de ‘De Puntitas’ los sábados a las 9.30am o estar pendientes al homenaje que le rendirá la estación de radio en la que trabajó por más de 30 años.

Written by Salvador Leal

noviembre 16th, 2005 at 12:22 pm

Dentro del autobús

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Uno de los factores por los que he hecho muchas de las cosas que he logrado en mi vida ha sido la existencia de personas a mi alrededor que me han dicho ‘no se puede’ en el momento justo.
Si un día se me ocurre una idea, la suelo platicar por ahí para ver cómo funciona en la mente de otras personas y si por casualidad me encuentro con alguien que, con argumentos más o menos inteligentes, me dice que no se puede… no veo mejor excusa para realizar la idea que el demostrar que sí, que sí se puede.

Así sucedió hace casi seis años, cuando se me ocurrió que la estación de radio universitaria en donde trabajaba (el Circuito de Radio y Televisión del ITAM) podía cubrir la llegada de Vicente Fox, el primer presidente electo de un partido distinto en 70 años, al poder en México.
Y cuando conté mi idea, lo primero que me dijeron fue: 1. estás estúpido y 2. no se puede. Las razones eran muchas, que si un medio de comunicación universitario no podía ser considerado como un medio digno de una acreditación para la ceremonia de traspaso de poderes; que si bien el Circuito hacía una buena labor como radio universitaria, el ITAM ni siquiera tenía la carrera de Comunicaciones y que por lo tanto no podía haber ni siquiera una buena excusa para cubrir el evento; que si había una fila interminable de medios nacionales e internacionales que querían estar en el evento… y así, muchas razones para que decirme que no, que me olvidara del asunto, que no se podía.

No recuerdo bien a bien cómo le hice. Sí recuerdo una conversación con Marta Sahagún (a quien conocí en la campaña cuando era la vocera oficial) y con una colaboradora suya de nombre Gina Morris. Recuerdo haber mandado mi solicitud explicando los motivos de la cobertura y también recuerdo que mis motivos no iban mucho más allá de a) demostrar que sí se podía y b) ver Historia sucediendo frente a mis ojos. Contra todas las posibilidades, una mañana recibí un correo electrónico en donde se me indicaba que podía pasar por mi acreditación el 29 de noviembre a un edificio muy cercano a la glorieta de Colón en el Paseo de la Reforma y que ahí recibiría mayores indicaciones.

Para no hacerles el cuento largo (los cuentos largos saben mejor al calor del vodka), el primero de diciembre del año 2000, el día en el que un presidente de un partido distinto llegaba al poder después de más de 70 años de una denominada ‘dictadura perfecta’, aquí su seguro servidor portaba su gafete de prensa y se metía por todos lados acompañado de su fiel minidisc.

Muchas cosas vienen a mi mente de ese día. Recuerdo la cara de Paco Gil cuando me acerqué a pedirle una entrevista a nombre del Circuito de Radio del ITAM. Primero se rió y luego me dijo muy divertido «¿qué no deberías estar estudiando para tus finales?». En efecto… justo mis finales comenzaban la siguiente semana y don Paco, en un afán desmoralizador y en su papel de profesor de Economía en el ITAM, prefirió remitirme a mis deberes académicos que darme ‘la nota’. Recuerdo también que los eventos que más me gustaron de ese día fueron el desfile en el Campo Marte y la celebración en Palacio Nacional. Esa fue la última actividad de ese día (mi día de reportero presidencial) y había autobuses que llevaban a la comitiva desde Palacio hasta el Centro de Prensa en la glorieta de Colón.

Pues bien, yo la neta ya estaba cansado y me quería ir a mi casita a dormir, por lo que vi un camión desocupado, me subí y esperé a que llegaran más compañeros periodistas para irnos al Centro de Prensa. De repente el chofer recibe una orden y arranca. Me había subido en uno de los camiones del Estado Mayor Presidencial.

Lo que sigue jamás se me borrará de mi mente y corresponde al título de este post. Es la imagen de un ‘reportero’ de 21 años que va, sólo, en un autobús a toda velocidad hacia el Centro de Prensa. En cierto momento me doy cuenta que la velocidad del autobús es bastante considerable por lo que decido asomarme para ver cómo diablos le está haciendo para ir a ese ritmo por las congestionadas calles de la Ciudad. Ahí descubro que la policía ha cerrado las calles y que el camión circula entre una valla de personas (hombres, mujeres, niños, familias enteras) deseosos de ver a su nuevo Presidente. Recuerdo sus ojos, sus caras, la esperanza de sus miradas.

Eran caras de personas que habían votado por una alternativa y que querían hacerle saber a su nuevo líder que estaban con él, que lo único que él tenía que hacer era no fallarles. Era un ambiente de fiesta, de la esperanza de los desesperanzados, de ojos que nunca había mirado hacia arriba, de gente que quería celebrar su logro democrático.

Recuerdo que tuve que sentarme a pensar y asimilar lo que estaba viendo. Comprendí muchas cosas acerca del Poder, de quienes están afuera del camión y también de quienes van dentro de él a toda velocidad. Me dio tanta tristeza que me dieron escalofríos.

Y luego hice lo que cualquier wey de 21 años hubiera hecho en mi lugar: abrí la ventana y saludé a la gente.

Written by Salvador Leal

septiembre 2nd, 2005 at 10:15 pm

Rola

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Esta canción me encanta desde que la conocí. Y creo que la conocí cuando tenía tres o cuatro años. Obviamente la primera vez que la escuché fue en la versión original de Creedence Clearwater Revival; después, en el absolutamente memorable año de 1994, los Spin Doctors hicieron un cover que aparecería en la película Philadelphia (cuyo tema principal con Bruce Springsteen también es para una ovación de pie).

Hoy les regalo esta versión que se defiende bastante bien… y que por supuesto me sigue rayando cañón.

Jeevas – Have You Ever Seen The Rain?

Written by Salvador Leal

agosto 26th, 2005 at 1:03 pm

Posted in música,nostalgia

Ego

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Escribe San Agustín:

Si creen que los blogs es el juego de los egos… no, no es así. El medio es uno de los más grandes, entre los comerciales, y sus hermanos mayores: la televisión, el cine, la radio, etcétera. Este juego no es para cualquier persona, es para gente que no tenga miedo de destacar, que pueda olvidar su inseguridad, que este dispuesto a darse unos buenos putazos y sobre todo, ambición, mucha ambición.

Y no puedo más que estar de acuerdo con él.
Sus palabras me recordaron los días en los que trabajaba en Televisa y cómo los egos, sin razón aparente, solían inflarse de vez en vez. En WFM se le conocía como ‘el efecto del ladrillo’, en donde la persona (cualquier que ésta fuera) comenzaba a sentirse Dios Padre (o Emilio Azcárraga, que es lo mismo). De repente ‘la fama’ te daba alas y todos sabían que lo que realmente había pasado era que te habías subido a un ladrillo y te habías mareado. Supongo que los medios tienen ese efecto en cualquier persona; digo, eso de no hacer cola para entrar a ningún lado (antro de moda incluído), de que te pidan autógrafos (don’t ask) y de que te inviten a una fiesta tras otra puede afectarte la mema. Algunos se acostumbran y cuando lo pierden sufren como pocos. A mí, debo aceptarlo, jamás me afectó el hacer o no hacer cola en el antro o el ir o no ir a la premiere de la película de moda. Me pegó muchísimo más salir del aire… pero esa es otra historia digna de adicciones enfermizas.

Yo no me enteré que había subido y bajado varias veces del ladrillo sino hasta que salí de W y mis amigos (esos que me conocieron en shorts tratando de hacer el salto del tigre en la primaria) me lo confesaron. Lo realmente triste es que jamás me di cuenta. De hecho, varias veces creo que exageraron pues si algo nos caracterizaba a los que trabajábamos en W era que sabíamos que no éramos absolutamente nada más que un grupo de weyes que habían tenido la suerte de estar en el momento justo en el que una estación de radio está en crisis. Cuando a alguno de nosotros se nos comenzaba a subir el gafete a la cabeza (recordemos que un gafete de Televisa abre hartas puertas), el equipo de personas que estaba a tu alrededor te aplicaba un Correctivo®.

Sí, sí, sé que están pensando que un correctivo es una palabra genérica que denomina algún tipo de castigo o penalización por algo malo que estás haciendo. Pero en W no.
En la estación de radio, un Correctivo® era una verdadera tradición que databa -según llegué a escuchar- de tiempos de ‘el Negro’ González Iñárritu. Desgraciadamente no les puedo platicar de qué se trataba el Correctivo® pues una de las características del mismo es que sólo sabes de qué se trata hasta que te toca que te apliquen uno. Créanme… no es nada grato ni cómodo.

Sin embargo, a pesar de no ser realmente nada más que unos locutores de una estación de radio conocida en el Distrito Federal, estábamos expuestos a una enorme cantidad de experiencias dignas de una telenovela o un estudio psicológico. La gente de radio tiene una forma de hacer y decir las cosas que yo jamás había visto. Grita, se enoja hasta niveles peligrosos, avienta cosas y te amenaza de muerte. De hecho, para los locutores ‘nuevos’ había dos diversiones muy particulares: ‘las Aventuras de Charo’ y ‘las Historias de las Vacas Sagradas de la Radio’.

‘Las Aventuras de Charo’ era cuando Charo, nuestra jefa, se sentaba a platicarnos una cantidad infinita de historias que generalmente involucraban a Luis Miguel, hijos de ex-Presidentes y gente famosa de la década de los ochenta. En el caso de ‘las Historias de las Vacas Sagradas de la Radio’, lo que se sucedía era que se intercambiaban anécdotas de las distintas personalidades que habían pasado por aquella estación y que pululaban en el medio artístico… que si ‘el Burro’ Van Rankin sí había andado con la hija de Salinas, que si Luis Gerardo Salas había aventado su celular a la alberca del puro coraje o que si los de Radioactivo eran más divas que Celine Dion y Whitney Houston juntas.

En fin, todo esto lo pensé nomás con el asunto de los egos inflados. Bueh, y también porque escuché ésto y me acordé de toda una época.

Written by Salvador Leal

agosto 23rd, 2005 at 4:15 pm

Posted in medios,nostalgia,wfm

Peggy

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Leía uno de los últimos posts de Almaviva (Ricardo pa’ los cuates) e hizo que me diera escalofrío por toda la espalda.

Hoy que miro hacia atrás, me doy cuenta que el lugar con la mayor cantidad de sociópatas y lunáticos por metro cuadrado en donde me ha tocado estar es el Instituto México Secundaria. Cuando en mi trabajo me piden algún reporte de un momento para el siguiente o me cambian las reglas del juego de un instante al siguiente, para mí es como si nada. ¿Que este brief ya no es para las dos sino para las once y además va a color y engargolado? ¿Que el reporte ya no va a ser con un punto de vista financiero sino político? ¿Que vas a tener que exponer el plan de acción que se supone que únicamente se iba a entregar y te lo acaban de decir? Been there, done that.

Las locuras de mis maestros llegaban a niveles de la desesperación o el valemadrismo (la desesperación para los ñoños y el valemadrismo para el resto). Al finalizar la secundaria, uno estaba plenamente capacitado para realizar cualquier trámite gubernamental que requiriera los más disparatados requisitos y hacerlo sin el menor esfuerzo.

Uno de esos maestros era, precisamente, aquella de la que habla Almaviva: la maestra de mecanografía, la Peggy. La Peggy recibía su nombre debido al notable parecido con el famoso personaje de los Muppets (que, en realidad, se llama Miss Piggy, no Peggy… pero bueh!). Nos recibía en un salón frío y oscuro del tercer piso del colegio y nos hacía sentar frente a máquinas de tiempos de la Segunda Guerra Mundial con teclas durísimas y pintadas de distintos colores que evitaban saber cuál era la letra correspondiente a la tecla que presionabas.
Durante el año, las infantiles manitas de los alumnos (digo, apenas teníamos 12 años) terminaban mutiladas debido a que los dedos solían entrar entre las filosas teclas y tratar de sacarlos era -literalmente- una tarea sangrienta.

Una de las frases que mejor recuerdo (y con la que algunas veces me despierto, sudoroso, por una pesadilla) es «tú trabash la máquina y yo te trabo la calificación». Eso significaba que si en algún momento a tu máquina de escribir se le antojaba descomponerse (cosa nada extraña en máquinas con más de cuarenta años de ‘servicio’), tu calificación se veía drásticamente reducida. ¿A poco no les encanta que tu calificación dependa de si funcionan el rodillo o la cinta de una máquina de escribir de 1945?

Supongo que la Peggy jamás se casó. Su personalidad no era fácilmente digerible; en los raros momentos en los que soltaba una carcajada (y que generalmente estaba ligada a la notable desgracia de algún alumno), el rictus de su cara invitaba a no desear verla de nuevo sonreir. Si cometías la tontería de quitarte el suéter en clase, ya sea por calor o por comodidad, la Peggy estallaba: «a ver, 21, no te estés desnudando aquí!»… porque esa era otra, la Peggy nos llamaba por nuestro número de lista, jamás por nuestros nombres (o nuestros apellidos, como solía suceder en mi escuela).

Los ejercicios de mecanografía iban aumentando de dificultad y poco a poco, los dedos meñique, que jamás habíamos utilizado, adquirían fuerza y destreza. Los exámenes eran extremadamente complicados, pues tenías que tener un número determinado de golpes (es decir, letras bien puestas en la hoja) en un cierto tiempo. Era una prueba de destreza y eficiencia. Además, tenías una cosa que se llamaba ‘cubreteclados’, que era un pequeño mandil que le colocabas a la máquina y bajo el cual ponías las manos para escribir sin ver absolutamente nada. Algo así como cuando Obi-Wan pone a Luke Skywalker a practicar con un casco que le tapa los ojos, nomás que en este caso nosotros no éramos Luke y la Peggy por supuesto que no era Obi-Wan Kenobi.

Yo, sufrí como pocas veces en mi examen final.

Sin embargo, debo reconocer que esas clases de mecanografía han sido lo mejor que me dejó la secundaria del Instituto México. Diariamente me vanaglorio de la cantidad de golpes que doy (ya no en máquina de escribir, sino en mi laptop) así como la velocidad y los pocos errores que suelo cometer. Todos los días utilizo la mecanografía y si me pongo a reflexionar un poquito -como hoy-, me puedo sentir en mi salón de clases, con la adrenalina a todo lo que daba y con la Peggy enfrente a punto de gritar un «Comienzen!».

Written by Salvador Leal

agosto 17th, 2005 at 12:26 pm

Posted in nostalgia

Mission: Impossible

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Se enciende el cerillito que prende una mecha y comienza a correr el fuego mientras se escucha la musiquita compuesta por Lalo Schifrin (en pocas palabras, el «chan chan, chanchanchan, chan, chanchanchan…. turirú, turirúuu, turirúuuuu, turi»)… ¿por qué?

Resulta que desde siempre se me ha dado el choro. No piensen con esto que soy la persona más extrovertida del mundo, muy por el contrario… pero cuando la calificación de un ñoño depende de si puede echarse un choro o no, comienzas a formar un callo muy particular para aventar el verbo. Así pues, desde chiquito, en los actos cívicos, me tocaba ser el maestro de ceremonias o al que le tocaba declamar alguna poesía en honor del descubrimiento de América (obvio todos odiaban al matadito que, en lugar de estar paradote en el sol haciendo una tabla gimnástica, estaba en el palco con el director y los invitados especiales). Ya en la secundaria, era el que participaba en los concursos de oratoria, algunas veces voluntariamente y otras a fuerzas porque yo era el gallo de mi maestra de Literatura, conocida en los pasillos del Instituto México Secundaria como «La Luchadora». Para la prepa y la universidad, si algo se me daba bien eran las presentaciones del algún tema frente al grupo… en pocas palabras, hablar en público nunca ha sido un problema.

Después entré a una estación de radio donde, no es complicado entenderlo, mi choro continuaba siendo mi principal fuente de gracias y satisfacciones. Algún tiempo después, entré a trabajar en una multinacional a la que le di mi alma en calidad de arrendamiento. Ahora que hago este recuento, no me parece tan extraño que me hayan escogido los de Procter & Gamble para el área de ventas. Ahí me enseñaron (‘entrenaron’ es un verbo más preciso) para vender absolutamente cualquier cosa… hasta shampoos!
Según yo, al salirme de P&G, le había dicho adiós a mi vida como vendedor. Craso error!

Acaba de llegarme un mail de la chamba cuyo contenido transcribo a continuación (la censura es debido a lo delicado del asunto)

El propósito de la presente es hacer de su conocimiento, que nos han contactado de la oficina del Diputado *************, Secretario de la Comisión de *********** de la Cámara de Diputados y Coordinador de los trabajos para el dictamen de la Minuta de Ley de ************, para pedirnos que exprese su posición frente a la citada Minuta y de respuesta a las inquietudes que se tienen frente al tema para que los diputados puedan elaborar su dictamen.

En pocas palabras, el día de mañana (miércoles) voy a tener que venderles una ley a un grupo de diputados en San Lázaro. Tratar de hablar con ellos será todo un reto… presentarles los beneficios de la ley será tremendamente difícil, sobretodo porque nuestros diputados no son las personas más inteligentes de este país (cualquier pensaría que son, precisamente, todo lo contrario)

Ante esta complicada situación, sólo me queda ampararme a lo que le decía Anthony Hopkins a Tom Cruise en Mission: Impossible II
Mr. Hunt, this isn’t mission difficult, it’s mission impossible.
«Difficult» should be a walk in the park for you.

Si los diputados no me muerden mientras les hago la presentación, les platicaré en este blog lo que sucedió… mientras tanto no dejen de ver el canal del Congreso, en una de esas hago mi debut!

Written by Salvador Leal

marzo 30th, 2004 at 11:45 pm

¡No busquen más!

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Seguramente desde que se enteraron que el próximo 19 de marzo es mi cumpleaños (15 días y contando) están vueltos locos buscando el regalo perfecto. Cada vez que visitan un centro comercial no pierden la oportunidad de preguntarse ‘¿esto le gustará?’ ‘¿será lo que él quiere?’ ‘¿le irá bien el verde con su color de ojos?’

Pues bien… ¡no busquen más! Aquí está la solución a todos sus problemas. A continuación les paso el link de mi Wish List o, lo que es lo mismo, la lista de cosas que siempre he querido comprar en Amazon pero nunca he tenido el varo suficiente para financiar.

Sé que me ganaré algunas críticas por el listado de regalos que ESPERO RECIBIR este próximo 19 de marzo. Adelantándome al asunto (y aplicando técnicas de manejo de crisis) voy a enumerar algunos de los artículos que les podrían causar sorpresa o duda de que en verdad están viendo la ‘wish list’ de un wey que próximamente cumplirá 25 años.

1. Asunto número uno. Sí. Me gusta Dawson’s Creek. Es más, no me gusta, me encanta. Sé que es una telenovela gringa, sé que es cursi y sé que los diálogos no corresponden a personas de esa edad. No me importa. Me gusta tanto que en la lista de amazon está la segunda temporada porque la primera la compre en pre-venta hace mucho tiempo y ya me sé los diálogos de memoria. Le guste a quien le guste y le moleste a quien le moleste, Dawson’s Creek es de lo mejor que se ha hecho en cuanto a televisión basura en nuestros tiempos. He dicho.

2. Las películas para niños son bastante selectas. Si ustedes recuerdan su infancia (y tuvieron una infancia durante la década de los ochenta), en Halloween pasaban varias películas en Canal 5 que se relacionaban con la noche de Brujas. Una de ellas quedó marcada en lo más profundo de mi ser: La Leyenda del Jinete Sin Cabeza, en la versión de Walt Disney. Era una película corta con música que después supe, era de Bing Crosby (para que se den una idea de la antigüedad) pero a mí me fascinaba verla religiosamente cada año. Ahora sé que está en DVD y que en inglés se llama The Legend of Sleepy Hollow.
También están los DVD’s de Jimmy Neutrón. Si ustedes no ven el canal Nickelodeon y, en particular, Las aventuras de Jimmy Neutrón, la parte ñoña de su personalidad se está perdiendo de una delicia. Su sentido del humor mezclado con datos ‘cientificoides’ llegan al delirio. Si no me los regalan a mí, regálenselos a ustedes viendo la caricatura en Nick.

3. También de la década de los ochenta, hay varias películas que se albergan en un rincón de mi memoria y que salen de vez en cuando a tomar el sol o cuando comienza a oler demasiado a humedad. Ahí están White Water Summer, una película donde Kevin Bacon era un profesor de campismo que atormentaba a sus alumnos (dentro de los que se encontraba Sean ‘Sam ama a Frodo‘ Astin), Young Sherlock Holmes también conocida como El Secreto de la Pirámide que a mí me tocó ver un Día del Niño en el auditorio Vicente Tejedor del Instituto México Primaria, Stand By Me un clásico de las películas de amigos que viajan y se descubren a ellos mismos durante el viaje, Ferris Bueller’s Day Off que fue la mejor película que hizo Matthew Broderick en toda su carrera, Pump Up The Volume, una de las muchas películas que durante mi adolescencia me hizo querer ser locutor a cualquier precio y Adventures in Babysitting que en español se llamó Aventuras en la Ciudad y trata de las peripecias que un grupo de hermanos (con una niñita fan de Thor) tienen que pasar para ir a ver a sus papás que están en una cena en el downtown de alguna ciudad gringa.

3. Sí, también hay cosas noventeras como la temporada uno y dos de Salvados por la Campana, The Firm (de lo mejor que ha hecho Tom Cruise, a mi parecer) y Rushmore, de mi top 10 de películas y con Bill Murray bastante mejor que en Lost in Translation.

4. De los libros mejor ni les hablo. Hay de todo tipo y para todos los gustos. Desde The Catcher in the Rye (que leí gracias a que un amigo me lo prestó) hasta el sugerente You Are Being Lied To: The Disinformation Guide to Media Distortion, Historical Whitewashes and Cultural Myths.

Creo haber ayudado con este pequeño recorrido a través de mi wish list. Si esto no es suficiente, tengan la confianza de enviarme un correo y preguntarme más acerca de mis gustos y preferencias. Si aún así no saben que regalarme o el sistema capitalista que rige nuestro mundo no se los permite (es decir, no tienen lana), no se preocupen… su amistad es suficiente regalo.

… aunque esa radionovela de la trilogía original de Star Wars no estaría mal, eh!

Written by Salvador Leal

marzo 4th, 2004 at 4:22 pm

Homofobia

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El sábado pasado fui a una comida de cumpleaños y estuve platicando con varias personas… a continuación, un fragmento de la conversación:

AO: Tons qué wey, ¿vas a ir a ver a Junior Senior?
SL: Hiiiijole, pues aún no sé… me preocupan dos o tres cosas…
AO: O sea….?
SL: Bueh, primero, su disco tiene demasiada producción como para que pueda sonar tan bien en vivo.
AO: Okey, puede ser…. y luego?
SL: Pues hay otros detalles que no me laten…
AO: Si… va a ir mucho gay, ¿no?
SL: …
AO: ¿… a poco eres homofóbico?

***

Durante una docena de años (6 de primaria, 3 de secundaria y 3 de preparatoria) asistí, de lunes a viernes, por 9 meses al año, a una escuela de puros hombres. Doce años dejan una honda huella en la psique de cualquier persona, ya no digamos de un niño/adolescente/joven que se ve diariamente estimulado en todos sus sentidos por la experiencia de estar en un mismo salón de clases con puro machín.

Al principio de la primaria aprendes las reglas básicas de supervivencia que te serán de gran utilidad por el resto del tiempo que tus papás planeen tenerte en ese sistema educativo… Conoces lo que le sucede a los soplones, qué lugar ocupan los mataditos, cómo son tratados los favoritos del profesor y qué tipo de vida social puede tener alguien que llega el primer día de clases con una lonchera de los ositos cariñositos. En pocas palabras, es como Oz pero en región 4 y clasificación ‘para toda la famlia’

Si algo aprendimos (mi inconsciente y yo) durante estos doce años, fue que tú podías ser ladrón, hijo de político corrupto, pobre, feo, ojete, hijo de prófugo de la justicia o bastardo… pero nunca de los nuncas podías identificarte como gay. O puñal. O puto. O cualquiera de sus sinónimos. Los que por alguna razón eran tachados como tal, no tenían mayor opción que aguantar las más crueles ‘bromas’ que a los delicuentes juveniles disfrazados de estudiantes maristas se les podían ocurrir. Era eso o cambiarse de la escuela. Como ñoño, lo acepto, a las pocas personas que podía torturar en la escala totémica de la escuela, era a los amanerados… y ooobviamente yo hacía uso de ese pequeño lujo.

Así pasó el tiempo, salí de la prepa y estando en la universidad, comencé a enterarme de varios compañeros que salieron del clóset. Cuando no habían sido muy cercanos, la noticia era como chisme de lavadero que corría por los pasillos de las universidades que habían dado refugio a los ex-alumnos maristas.
Cuando los involucrados eran tan cercanos como para considerarlos mis amigos, el asunto era distinto porque yo entraba como paño de lágrimas, en algunas ocasiones y como portavoz de la noticia ante los papás, en otras. Yo, desde luego, no tuve nunca ningún problema con que algún amigo tuviera tendencias homosexuales… finalmente yo me hice amigo de él, no de sus tendencias y cada quien tiene derecho de cambiar de opinión según le parezca conveniente.

Según yo, era muy tolerante pensar así. Según yo, la homofobia me era ajena pues contaba entre mis cuates a personas con preferencias sexuales distintas a las mías. Eso, según yo.

El problema vino cuando entré a trabajar a WFM.
En ese momento, y debido a que entró al aire el primer programa dirijido a gente gay en la FM, me vi obligado a trabajar casi de tiempo completo con gente que a) no conocía, b) era gay y c) era parte del equipo de W. Sobra decir que los primeros días yo era el más alejado a los tres nuevos conductores del programa gay (quizás oyeron hablar de él, se llama Triple G y se sigue transmitiendo los martes de 10 a 12pm en el 96.9) y cuando todos estábamos en junta, el ambiente era bastante tenso.

Para fortuna de la estación, los tres conductores estaban muy conscientes de que la comunidad gay es una comunidad que, más que ser defendida y/o reconocida, necesita primero promover la información libre en una sociedad ídem. Así que un día me sentaron y comenzamos a platicar todos los prejuicios que una persona como yo, con una carga histórica como la mía, podía tener con respecto a los homosexuales.

A partir de ahí comencé a comprender muchas cosas, no sólo de la comunidad gay sino de la comunidad en general. De la aceptación propia como persona y de los miedos que pueden surgir de la ignorancia. De cómo deberían actuar tanto los gays como nosotros. Aprendí palabras como buga, tortillera, lencha, trailera, jota, menachera, guagüis, ocho, draga y closetero. Pero sobretodo aprendí de la enorme diferencia que existe entre tener un amigo que se vuelve gay y conocer un gay que se vuelve tu amigo.

***

Con todo esto dicho, no me puedo considerar homofóbico. Tampoco puedo decir que soy super open-minded y que no tengo problema alguno al ver a dos hombres besándose en la calle…tampoco. Desgraciada o afortunadamente me educaron a la antigüita y mi primera reacción es una mezcla de morbo e impacto. Pero homofóbico no soy. Ser homofóbico significa ser ignorante… y he tratado toda mi vida de quitarme diariamente, aunque sea un poquito, esa carga.

Actualmente existe una controversia en Estados Unidos desatada por su presidente (cuyo nombre trataré de no pronunciar en este blog) para modificar la constitución de tal forma que se prohiban los matrimonios entre parejas homosexuales. A reserva de una mayor discusión del tema, creo que el presidente de los EUA está equivocado. Creo que debe existir un enorme esfuerzo por parte de las comunidades gay y hetero para borrar las barreras que puedan existir entre las dos (nosotros debemos dejar de verlos raro, ellos deben dejar de hacer desfiles raros) Y creo que una medida más (no la mejor, no la única) para que seamos una sola comunidad, es aceptar los matrimonios entre homosexuales.

Este post va con dedicatoria a los que han cuestionado el criterio de apertura que tiene mi blog.

Written by Salvador Leal

marzo 1st, 2004 at 1:55 pm