Archive for 2004
Cosas que me gustan…
Como la mayoría de los grandes blogs que conozco, llegué aquí sin querer. Y me quedé como estúpido leyendo y al mismo tiempo recordando porqué me gustan tanto las bitácoras en línea que la gente escribe.
Pensé en hacer algo similar, pero tratar de copiar algo tan auténtico no sólo sería muy chafa sino también medio patético. Sin embargo, me hizo acordarme de algo que tenía que contarle a alguien y qué mejor manera que contarlo en el blog. Son dos hábitos que tengo, unidos por un mismo factor: me encanta sacar de onda a las personas que están haciendo trabajos repetitivos.
Por ejemplo, si llegas a un Burger King, el tipín que te atiende conoce todos los pasos que debe hacer para atenderte: saludarte, pedirte tu orden, ofrecerte un postre, etc, etc. Si le cambias ese esquema, el cuate que te atiende se pierde en la inmensidad de su rutina y, si te fijas bien, puedes ver en sus ojos el reflejo de cinco o seis neuronas que se avientan al vacío durante el proceso de entender lo que les estás haciendo.
Y aquí van mis dos placeres culpables:
El primero es cuando voy a rentar alguna película al Blockbuster.
Llegas a la caja, le das al cajero tus películas y tu credencial e, instintivamente, te preguntan «tu-nombre-y-teléfono-por-favor». Tu contestas «Salvador Leal» (bueh, o le das tu nombre, ¿no?) pero después, cuando llega el turno de darles el número telefónico, les cambias la jugada.
En lugar de decirles el número como están acostumbrados, ya sea por pares (55-34-89-22) o número por número (5-5-3-4-8-9-2-2), se los das como si les estuvieras dando una cifra y dices «cincuenta y cinco millones, trescientos cuarenta y ocho mil novescientos veintidós».
Nunca, NUNCA, lo captan a la primera. Y si se quieren ahorrar el ridículo de demostrar que su manual no dice qué hacer cuando el cliente se hace el gracioso de esa forma, finjen que entendieron el número y que concuerda con lo que están viendo en pantalla… aunque a kilómetros se note que no es así.
El segundo es en el Starbucks. Como ustedes saben (y si no, les informo), la cadena de café Starbucks ha llegado a invadir y conquistar la Ciudad de México y yo, como buen seguidor de modas, he caído víctima de sus placeres.
Algo que me gustaba las primeras veces que fui es que, cuando terminan de hacerte el pedido, te preguntan tu nombre para anotarlo en el vaso de tu café; cuando tu café está listo, desde la barra, el barista grita «Un alto caramel frapuccino para Salvador!» que es la señal para ir por tu cafecito e irte a desparramar en alguno de los sabrosísimos sofás.
Pues bien, desde hace algunos meses para acá me divierto dándole nombres falsos a los baristas. Pero no nombres falsos como Arturo o Ricardo, no, no, no.
No hay nada como estar esperando tu café y de repente escuchar un «Un capuccino grande para Onofrio del Sagrado Corazón de María!»
La verdad es que, dentro de mí, me río como imbécil.
La Palabra
A Carlos Fuentes, uno de mis escritores favoritos, no lo conocí por sus libros ni sus cuentos. A él lo conocí cuando un día mi papá me llevó a una conferencia que dió en el Colegio Nacional hace ya varios años.
No recuerdo de que fue su disertación, pero sé que me encantó. Me gustó muchísimo que diera tantas referencias a tantas cosas, inclusive a varias que no tenían nada que ver entre sí.
Y a partir de ahí, comencé a leer a Carlos Fuentes. Su cuento «Las Buenas Conciencias» sigue estando dentro de mi top ten de lecturas fundamentales y «La Frontera de Cristal» se me hace uno de los mejores (y más amenos) análisis de la relación México-Estados Unidos.
Hace algunos días se llevó a cabo la inauguración del Tercer Congreso Internacional de la Lengua Española en la ciudad de Rosario, Argentina. La primera edición de este congreso fue en nuestro país, en 1997. Yo aún estaba en la prepa y fue una excusa más que encontré para irme de viaje solo por primera vez (sin amigos, sin familia, solos yo y mi alma) a Guanajuato y Zacatecas. En esta última increíble ciudad fue donde se realizó aquél primer Congreso. Pero bueh, no estamos hablando de 1997 sino de este año y este último congreso.
Las palabras inaugurales corrieron a cargo de (sí, adivinaron) Carlos Fuentes y fueron después publicadas en el periódico Reforma del sábado 20 de noviembre.
Como me gustó mucho el contenido del discurso y como creo que se le debe dar la mayor difusión posible a las palabras de un conocedor de la lengua como Fuentes, he decidido poner el discurso en mi sitio (si alguien cree que estoy rompiendo alguna insensata ley de copyright, haga el favor de mandarme un mail, no?)
Está largo pero vale mucho la pena. Si le quieren dar una buena leída, den click aquí.
Chamba…
Hay días en que adoro mi trabajo y hay otros días en los que es una verdadera monserga.
Hoy, por ejemplo.
Mi lista de pendientes es tan grande que he decidido ponerla debado de todos los documentos pendientes que tengo que leer. ¡Cómo estarán las cosas que me tengo que chutar los libros de texto de primaria para «analizar» ciertos aspectos del contenido de los mismos!
Además, llevo toda la mañana batallando para poner unas cifras de 1960 que están en miles de dólares a algo que se pueda comparar con cifras actuales que están en millones de pesos. Les juro que después de hora y media luchando contra el Excel, estoy convencido que como economista ‘práctico’ soy un verdadero fiasco.
También tengo que terminar de hacer mi scouting por las noticias nacionales e internacionales, pensar en algo más o menos coherente para comentarios a una reunión a la que tengo que ir mañana así como un análisis de dos puntos en particular de la nueva Ley de Derechos que nuestros diputados tuvieron a bien aprobar.
Si a eso le agregamos que tengo que comenzar a hacer mis compras navideñas y hacer mis labores de ‘hijo de familia’ tenemos un coctél peligroso. Me urgen unas vacaciones y no sólo no veo para cuándo las podré tener; inclusive en el dado caso que me pudiera escapar de la chamba durante diciembre, obvio no me voy a ir solo!!
Argh. Días como hoy deberían quitarlos del calendario, quemarlos y espacir sus cenizas en un inodoro para después, jalarle.
Hágase la luz…
Dicen que la recomendación No. 1 cuando entras a un quirófano es: «pase lo que pase, NO VAYAS HACIA LA LUZ!!»
Pues resulta que en uno de los momentos más críticos de la operación en los ojos, el Doctor dice: «Muy bien, ahora voy a necesitar su ayuda»
Salvador (con tres calmantes encima): «Pues lamento decirle que olvidé mi bisturí en el coche, Doc»
Doctor: «No, no… no se trate de hacer el gracioso. Necesito que vea la luz que tiene enfrente y no despegue la vista durante los próximos 35 segundos»
Salvador: Pe…pe… pero… ¿qué no se supone que no debo ir hacia la luz?»
Doctor: «MANTENGA SU VISTA FIJA EN LUZ, POR FAVOR!»
Salvador: «Okey, okey… no se me ponga punk. Yo veo a la luz y listo»
Y así vi la luz del rayo láser que, según me explicaron después, fue la cortó mi cornea para reducirla al nivel óptimo de vista. Salí vendado, por lo que ver la luz, no sucedió sino hasta 24 horas después de haber salido de la operación.
Así pues, es de mi agrado avisarles de la reinauguración de mis ojos. Todavía tengo que ponerme gotas cada 5 minutos, pero el doctor dijo que la operación salió de rechupete, que un poquito más y hasta habría salido ojiverde.
En fin. Ya les iré contando lo que es esto de ver bien. A todos los que me mandaron mails, recaditos, llamaron, enviaron buenas vibras, mandaron regalitos o simplemente estuvieron pendientes de la operación, les agradezco en el alma.
Y ahora sí… nos estamos viendo!
P.D. Curioso, el láser de la operación excimer (nombre técnico de la cirugía que me hicieron) es i-den-ti-co a Hal 9000 de 2001: A Space Odyssey
Cuenta Regresiva
Pues ya me voy…
para la operación tengo que llegar con «ropas sueltas» que no sé si significan una toga o ir con pants. La neta creo que preferiría la toga pues los pants no son muy de mi agrado.
Ayer, platicando con un amigo, pensábamos en últimas palabras que pudiera decir en los estertores de mi muerte. Después de pasar por «Mexicanos, Os Comprendo» y «Los Valientes No Asesinan», creo que el mejor puede aplicar es el «In God We Trust»
Arre!
Apoye a Salvador!!
El tag-board eligió un día perfecto para no funcionar.
Así que si usted es de las personas que desea echarle buena vibra a Salvador o quiere ejercer su derecho de apartado sobre algún bien mueble o inmueble propiedad del wey al que operarán el día de mañana y que aún no sabe si saldrá del quirófano con vida… ponga su comentario aquí.
Ojo por Ojo
Me alegra recibir muchas muestras de apoyo por mi operación de mañana (MAÑANA! Dios santo!!). También me alegra mucho que mis amigos estén tan poco preocupados de lo que me pudiera pasar en el quirófano; entre ellos ya se empezaron a repartir mis libros, los DVD’s y los CD’s (un comentario en Big Blogger apunta atinadamente que en todo caso me quedaría ciego, no sordo… pero lo que pasa es que mis amigos le apuestan no a mi cegera sino a mi muerte. ¿A poco no son divinos?)
Todos comienzan a sacar sus ‘frases graciosas’ en donde utilizan la vista como elemento importante; le dije a varias personas que pueden mandar globos y pancartas de ‘Get Well Soon’ y muy amablemente me han contestado que no tiene caso enviar cosas que no voy a poder ver.
Eso! búrlense!! total, al que van a tener en la plancha es a mí!!
En fin, en un intento de desfogar mis temores de alguna manera, me he puesto a revisar las canciones que viven en la bóveda musical de Salvador Leal y que hablan de ojos o del acto de ver.
Coldplay – Green Eyes
Depeche Mode – World In My Eyes
Keane – Your Eyes Open
The Smiths – This Night Has Opened My Eyes
Kahimi Karie – When You Close Your Eyes
Goldfinger – Open Your Eyes
Peter Gabriel – In Your Eyes
Al Jolson – I Only Have Eyes For You
Babyface – Everytime I Close My Eyes
Gwyneth Paltrow – Betty Davis Eyes
Lita Ford & Ozzy Osbourne – Close My Eyes Forever
Too Much Joy – Starry Eyes
Towa Tei – Private Eyes
Spin Doctors – Have Your Ever Seen The Rain
Zero 7 – I Have Seen
Bjork & Tom yorke – I Have Seen It All
Ted Hawkins – Green Eyed Girl
James Taylor – Brown Eyed Girl
Sheena Easton – For Your Eyes Only
… y también encontré Eye of the Tiger y Ojos Así de Shakira, pero eso mejor no los incluímos en la lista, ¿va?
In Your Eyes
Los que tienen tiempo de conocerme, recordarán al Salvador Leal que, además de ser un ñoño, tenía toda la pinta de ñoño: peinado de raya enmedio (como libro abierto), camisita de manga corta con cuadritos, pantalón de vestir verde olivo, zapatos de vestir negros, calcetín blanco, pocket-protector en la camisa y, claro… un par de lentes de fondo de botella!
Más de la mitad de mi vida la pasé (o la he pasado) detrás de un grueso cristal y unos toscos armazones que permitían identificarme con un Ñoño Certificado™. Hace algunos años, decidí cambiar mis enormes anteojos por unos diminutos lentes de contacto que me han acompañado desde entonces en la salud y en la enfermedad, en lo próspero y en lo adverso, etc, etc.
El próximo viernes me someteré a una operación que, se supone, acabará de una vez y para siempre con el problema de miopía que aqueja a mis ojitos. Es una operación con rayo láser que no debe tardar demasiado ni ser demasiado peligrosa. O por lo menos eso es lo que me ha dicho todo el mundo.
El asunto es que por muy chida que sea la operación y por muy alto porcentaje de éxito que tenga, no me deja de dar miedito. MUCHO miedito.
¿Qué pasará?
¿Nuestro protagonista sucumbirá a las garras del temor y huirá intempestivamente de la operación?
¿Saldrá todo bien?
¿O nuestro protagonista estará condenado a ser el próximo Ray Charles?
¿Se tendrá que comprar un perrito que le sirva de lazarillo?
¿Usará uno de esos bastones como los que utilizaba Al Pacino en ‘Scent of a Woman?
No se pierdan el siguiente capítulo a la misma hora y en el mismo blog!!
Un brake…
Llega un momento en el que hasta los MediaJunkies™ nos cansamos de ver noticias (para los recién llegados, esto es ser un MediaJunkie™). Nos hartamos de Bejarano, Fox, Colin Powell y Osama Bin Laden. Queremos dejar de leer el New York Times, el Wall Street Journal o el Reforma…
… y entonces nos ponemos a leer este tipo de noticias!
El dopaje ensucia un nuevo deporte: las carreras de palomas
por John Carreyrou
Dow Jones Newswires
Cheltenham, Inglaterra, 12 de noviembre – Después de estremecer tanto al mundo del ciclismo como al atletismo, el flagelo de las drogas está literalmente agitando las plumas de otro deporte: las carreras de palomas.
Dotadas de una extraña destreza para la navegación, las palomas durante siglos han sido utilizadas como portadoras de mensajes. Desde los primeros años del siglo XIX, los habitantes del norte de Francia comenzaron a hacerlas participar en carreras. En Gran Bretaña, medio siglo después, esas carreras se convirtieron en las carreras de caballos de los pobres. En la actualidad, esta nación cuenta con 50,000 “criadores”, así como con alrededor de tres millones de ejemplares especialmente criados para participar en este deporte.
Sin embargo, un manto de duda se ha tendido sobre este venerable deporte.
En Bélgica, en donde también dicho pasatiempo es muy popular, innumerables palomas han dado positivo al uso de esteroides. En 1995, a partir de que el Ministerio de Salud, preocupado por el bienestar de dichas aves, obligó a que se les sometiera a un análisis antidrogas, varios criadores han sido suspendidos.
En 2001, la policía belga hizo una redada en los hogares de 80 personas, algunas de ellas dedicadas a la crianza de palomas y otras más al abastecimiento de alimentos y medicinas para dichas aves, y confiscó importantes cantidades de productos ilegales que se estaban utilizando para incrementar el desempeño de las palomas.
Hasta hace poco, nadie dudaba en Gran Bretaña sobre la limpieza del deporte. Sin embargo, a partir de que ciertos criadores locales obtuvieron una serie de resultados sensacionales en carreras recientes, algunos comenzaron a sospecharse que ciertos criadores no sólo estaban alimentando a sus aves con granos, sino con algo más.
Royal Pigeon Racing Association (Asociación Real de Carreras de Palomas, RPRA, por sus siglas en inglés), con 107 años de antigüedad, cuya sede se localiza en esta pintoresca región del oeste de Inglaterra y que cuenta con la Reina Isabel II entre sus integrantes, estableció –el pasado mes de julio– la obligación de practicar a estas aves exámenes antidrogas al azar.
Las sustancias que prohibe la RPRA, y que aparecen enlistadas en la edición de 2004 de su reglamento, son casi las mismas cuyo uso fue proscrito en los Juegos Olímpicos: esteroides anabólicos, beta-agonista, córtico-esteroides, opiáceos, analgésicos y hormonas sintéticas, por sólo mencionar algunas.
Hasta el momento, los 40 exámenes practicados por la RPRA han resultado negativos. Sin embargo, algunos de los más importantes criadores permanecen bajo un velo de sospecha. Entre los rumores que se han esparcido, está el de la utilización de nuevas sustancias, imposibles de detectar, o, también, el de que en el momento en que se llevan a cabo los exámenes, la droga ya ha sido eliminada del sistema de las aves. Los criadores exitosos responden que dichas acusaciones provienen de sus rivales celosos, quienes están verdes de envidia.
“El desempeño de algunas de estas aves ha despertado en mí múltiples sospechas”, dijo Frank Brammer, criador de 81 años, originario de Gloucester, quien comenzó a dedicarse a esta actividad en 1937, cuando sólo contaba con 14 años. “Es evidente que aquellas personas que buscan obtener un triunfo a toda costa, con toda certeza administrarán estimulantes a sus palomas”.
Y añade que, en ocasiones, ha pescado a algunos colegas criadores haciendo uso de otra clase de triquiñuelas para hacer trampa, como –por ejemplo– manipulando los relojes que se utilizan en las carreras o, también, los anillos de identificación que suelen colocarse en las patas de las palomas.
Un incidente en el que se vio envuelto uno de los pichones de Brammer avivó los rumores del uso de sustancias estimulantes. En mayo pasado, el ave en cuestión desapareció durante una carrera que se celebraba entre Francia e Inglaterra, para aparecer, luego de dos meses, en. . . Canadá. Por lo general, se estima que el recorrido máximo que puede realizar una paloma de carreras es de alrededor de 804.5 kilómetros, pero esta ave voló más de 4,827 kilómetros sobre el océano Atlántico.
Brammer, quien jura y perjura que jamás ha suministrado estimulantes a sus aves, dice que es “fantasía” pura suponer que su paloma pudo haberse desplazado a tal distancia. Piensa que tal vez se enfrentó a una racha de mal tiempo, al cruzar el Canal de la Mancha, y buscó refugio en un barco que se dirigía hacia América del Norte.
En las carreras que se realizan hoy en día, las palomas son transportadas en un camión de grandes dimensiones, el cual las traslada a sitios que se encuentran a cientos de kilómetros de distancia del lugar donde son criadas, y allí se les deja en libertad.
La paloma que regresa con mayor rapidez a su palomar, es decir, al sitio donde nació y se crió, es la que gana la competencia. En algunas de estas pruebas, las aves son transportadas a lugares sumamente alejados, como son el sur de Francia o España, y deben encontrar el camino que las traiga de regreso a Inglaterra.
Las sustancias que permiten incrementar el desempeño pueden producir casi los mismos efectos en las palomas que en los atletas. Los esteroides anabólicos pueden aumentar la musculatura de dichas aves. Los beta-agonista despejan su aparato respiratorio y mejoran su respiración. Ambas sustancias pueden elevar la resistencia de las palomas.
Los córtico-esteroides, que se administran por vía oftálmica, retrasan su muda de plumas, lo que les permite entrenar aún más, y competir en las últimas carreras de la temporada.
El incentivo para hacer trampa es en gran parte monetario. Los criadores pueden ganar mucho dinero, ya sea haciéndose acreedores a los premios o, también, apostando miles de libras esterlinas entre ellos.
De lejos, el mayor potencial para obtener ganancias proviene de la venta de ejemplares campeones –machos y hembras– para iniciar una cría. Una paloma, poseedora de un récord impresionante de victorias, alcanzó recientemente un precio de venta récord de 177,000 libras esterlinas, es decir, alrededor de 328,000 dólares.
Traducido por Clairette Ranc
Copyright © 2004 Dow Jones & Company, Inc. All Rights Reserved
Bienvenida!!
Así como me considero un MediaJunkie™, no me considero una persona obsesionada con tener lo último en tecnología. No cuento con el más reciente celular que trae cámara fotográfica, Bluetooth y una bati-cuerda incluídos, ni traigo en mi coche un GPS que me indique en qué parte del Periférico estoy parado sin avanzar.
Mi trato con la tecnología es un trato de confianza, de amigos, de ‘yo te necesito y tú me necesitas’… pero aún no ha llegado el día en el que lo primero que hago al prender mi computadora sea ver cuál es la nueva lap-top que me pienso comprar o el nuevo teléfono que es la sensación en Hong Kong.
Pero eso sí, una vez que estoy enganchado con la tecnología, es muy difícil poderme salir. Tardé mucho tiempo en tener un celular (hasta 1998) pero ahorita preferiría que me cortases el pulgar antes de siquiera apagar el teléfono. Lo mismo ha pasado con el resto de los gadgets que tengo y uso.
Uno de esos aparatejos a los que me negaba utilizar, era un PDA, que es lo que todos conocen como la Palm. Tener una agenda electrónica me parecía un gasto inútil, excesivo y a todas luces snob; y además, tomando en cuenta que a mí me gusta escribir a mano en general, la idea de usar un aparato tan frío y poco personal para precisamente anotar todas mis cosas personales… nomás no me latía.
Aquí quiero incluir una disculpa a todas esas personas con las que he convivido durante las dos últimas semanas y que me encontraron algo molesto/irritado/amargado. Lo siento mucho en verdad… pero hace quince días, mi Palm, mi queridísima Palm decidió entrar en estado de coma.
Yo estaba en una reunión de esas super-chipocludas en una sala de juntas que parecía el lugar donde se había tomado la decisión de cortarle la cabeza a Hidalgo o donde se había firmado la Expropiación Petrolera. «Tómale una foto» me dije, «y la publicas en Big Blogger«.
Como no iba a sacar mi cámara en medio de la reunión, muy prudentemente saqué mi Palm y me dispuse a tomar una foto con una pequeña camarita que tiene incluida… y justo después de sacarla de su estuche, CHAS!! que veo un letrerito:
«El programa que está tratando de ejecutar ha tenido un error.» Y luego un botoncito de ‘Aceptar’. Con un poco de miedo, le di al botoncito… una, dos, tres veces y no pasó nada!
La Palm estaba trabada, pasmada, sin reaccionar.
Mi corazón dio un vuelco.
«Ahí traigo todo lo que tengo que hacer por el resto del año…
ahí traigo todo lo que tengo que hacer para el 2005…
ahí traigo mis direcciones, teléfonos, datos personales, recordatorios…
ahí… TRAIGO MI VIDA»
La persona con la que tenía la reunión debió haberme visto pues me preguntó si todo estaba bien. «Sí… sí… sólo necesito… un vaso de agua», dije mientras corría una gota de sudor sobre la palidez de mi frente.
Salí de la junta, llegué al coche, saqué la Palm a ver si había reaccionado mientras yo no la estaba viendo («Igual y le da penita») y no… nada. Llegué a mi oficina y nos quedamos viendo frente a frente, ella con el letrerito de Error y yo con un rictus de Horror.
Al pasar las horas, se le acabó la pila y se apagó.
Durante dos semanas fingí que no pasaba nada, pero por las noches, justo antes de irme a dormir, pensaba en mi Palm y en qué parte de algún Purgatorio cibernético estaría su pequeño disco duro. ¿Qué soñará mi Palm? me preguntaba en los momentos de mayor desvarío. Lo cierto es que la seguía trayendo de un lado para el otro, como si siguiera viva, siendo parte y testigo de mi vida.
Pasé por la etapa de negación, de enojo y de aceptación y frustración.
Hoy, después de haber tenido dos semanas para asimilar mi pérdida (duelo, le dicen los psicólogos) decidí mandar un mail al Soporte Ténico de PalmOne para ver qué podría hacer o si de plano me tendría que despedir de mi pequeña amiga.
Mandé el mail con más tristeza que esperanza y decidí que, para cualquier cosa que pasara (una intervención mayor, una reparación, su lanzamiento desde un décimo piso), la Palm tenía que tener pila. Y decidí cargarle su batería.
A los 5 minutos, me dio una corazonada y probé a ver si el botón de encendido funcionaba. Pasaron 3 segundos. En el último segundo de esos tres, por mi mente sí pasó un «Okey… y así terminó todo»
Pero encendió.
ENCENDIÓ!!!!
De inmediato me pidió que la volviera a configurar, que estaba lista y dispuesta para actualizar sus fechas, cumpleaños, compromisos, citas y demás que estaban respaldadas en la computadora. Un botón fue suficiente para que su vida y personalidad regresaran de manera casi mágica.
Esta semana comenzó bien.
Bienvenida!!