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La vida irreal de Salvador Leal

Bienvenida!!

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Así como me considero un MediaJunkie™, no me considero una persona obsesionada con tener lo último en tecnología. No cuento con el más reciente celular que trae cámara fotográfica, Bluetooth y una bati-cuerda incluídos, ni traigo en mi coche un GPS que me indique en qué parte del Periférico estoy parado sin avanzar.
Mi trato con la tecnología es un trato de confianza, de amigos, de ‘yo te necesito y tú me necesitas’… pero aún no ha llegado el día en el que lo primero que hago al prender mi computadora sea ver cuál es la nueva lap-top que me pienso comprar o el nuevo teléfono que es la sensación en Hong Kong.

Pero eso sí, una vez que estoy enganchado con la tecnología, es muy difícil poderme salir. Tardé mucho tiempo en tener un celular (hasta 1998) pero ahorita preferiría que me cortases el pulgar antes de siquiera apagar el teléfono. Lo mismo ha pasado con el resto de los gadgets que tengo y uso.

Uno de esos aparatejos a los que me negaba utilizar, era un PDA, que es lo que todos conocen como la Palm. Tener una agenda electrónica me parecía un gasto inútil, excesivo y a todas luces snob; y además, tomando en cuenta que a mí me gusta escribir a mano en general, la idea de usar un aparato tan frío y poco personal para precisamente anotar todas mis cosas personales… nomás no me latía.

Aquí quiero incluir una disculpa a todas esas personas con las que he convivido durante las dos últimas semanas y que me encontraron algo molesto/irritado/amargado. Lo siento mucho en verdad… pero hace quince días, mi Palm, mi queridísima Palm decidió entrar en estado de coma.
Yo estaba en una reunión de esas super-chipocludas en una sala de juntas que parecía el lugar donde se había tomado la decisión de cortarle la cabeza a Hidalgo o donde se había firmado la Expropiación Petrolera. «Tómale una foto» me dije, «y la publicas en Big Blogger«.
Como no iba a sacar mi cámara en medio de la reunión, muy prudentemente saqué mi Palm y me dispuse a tomar una foto con una pequeña camarita que tiene incluida… y justo después de sacarla de su estuche, CHAS!! que veo un letrerito:
«El programa que está tratando de ejecutar ha tenido un error.» Y luego un botoncito de ‘Aceptar’. Con un poco de miedo, le di al botoncito… una, dos, tres veces y no pasó nada!
La Palm estaba trabada, pasmada, sin reaccionar.

Mi corazón dio un vuelco.
«Ahí traigo todo lo que tengo que hacer por el resto del año…
ahí traigo todo lo que tengo que hacer para el 2005…
ahí traigo mis direcciones, teléfonos, datos personales, recordatorios…
ahí… TRAIGO MI VIDA»

La persona con la que tenía la reunión debió haberme visto pues me preguntó si todo estaba bien. «Sí… sí… sólo necesito… un vaso de agua», dije mientras corría una gota de sudor sobre la palidez de mi frente.
Salí de la junta, llegué al coche, saqué la Palm a ver si había reaccionado mientras yo no la estaba viendo («Igual y le da penita») y no… nada. Llegué a mi oficina y nos quedamos viendo frente a frente, ella con el letrerito de Error y yo con un rictus de Horror.

Al pasar las horas, se le acabó la pila y se apagó.

Durante dos semanas fingí que no pasaba nada, pero por las noches, justo antes de irme a dormir, pensaba en mi Palm y en qué parte de algún Purgatorio cibernético estaría su pequeño disco duro. ¿Qué soñará mi Palm? me preguntaba en los momentos de mayor desvarío. Lo cierto es que la seguía trayendo de un lado para el otro, como si siguiera viva, siendo parte y testigo de mi vida.

Pasé por la etapa de negación, de enojo y de aceptación y frustración.
Hoy, después de haber tenido dos semanas para asimilar mi pérdida (duelo, le dicen los psicólogos) decidí mandar un mail al Soporte Ténico de PalmOne para ver qué podría hacer o si de plano me tendría que despedir de mi pequeña amiga.
Mandé el mail con más tristeza que esperanza y decidí que, para cualquier cosa que pasara (una intervención mayor, una reparación, su lanzamiento desde un décimo piso), la Palm tenía que tener pila. Y decidí cargarle su batería.

A los 5 minutos, me dio una corazonada y probé a ver si el botón de encendido funcionaba. Pasaron 3 segundos. En el último segundo de esos tres, por mi mente sí pasó un «Okey… y así terminó todo»
Pero encendió.
ENCENDIÓ!!!!

De inmediato me pidió que la volviera a configurar, que estaba lista y dispuesta para actualizar sus fechas, cumpleaños, compromisos, citas y demás que estaban respaldadas en la computadora. Un botón fue suficiente para que su vida y personalidad regresaran de manera casi mágica.

Esta semana comenzó bien.
Bienvenida!!

Written by Salvador Leal

noviembre 15th, 2004 at 11:34 am

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