Comida!
Cuando comencé a trabajar, dejé de ir a comidas universitarias.
Para quienes no sepan que es una «comida», les explico.
Las preparatorias y universidades en el Distrito Federal, suelen organizar fiestas (reventones, vaya) que, debido a varias cuestiones de logística, comienzan los viernes a la hora de la comida. Debido a eso, a estos festejos se les denomina como «comidas» pero resulta que lo único que no hay en este tipo de eventos, es precisamente eso: comida.
El alcohol corre y, gracias a que muchas veces son organizados por las asociaciones de alumnos de las escuelas más ‘acá’ de la ciudad, se da una barra libre de muy buen nivel a precios que algunas veces son más bien simbólicos/ridículos. En el caso de mi universidad (el ITAM), 6 horas de barra libre (cerveza Sol, ron Bacardí y vodka Wyborowa) costaban $30 pesos para itamitas y $50 pesos para el resto de la población.
Si a eso le agregan que el lugar estaba a reventar de niños y niñas ‘bien’, había buena selección musical y no necesitabas ID para entrar, los incentivos para ir a uno de estos festejos se vuelven tremendamente obvios.
Pero, como decía al principio de este post, hace muchísimo tiempo que no voy a una comida… hasta hoy!
Resulta que un amigo que tiene una banda me invitó a escucharlo tocar («un concierto de mi banda», me dijo en un principio) y será en una comida de la Ibero (o l’ibero, weee). Así que hoy, contrario a todo lo que hubiera esperado, regresaré a mis épocas preparatorianas/universitarias y me iré «a una comida».
Si le quieren caer, es en un lugar por Santa Fe llamado ‘la Casa del Agrónomo’ cuyo nombre me da más curiosidad que la comida en sí. Cáiganle, en una de esas y hasta nos echamos un palomazo!
