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La vida irreal de Salvador Leal

De vuelta

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No les voy a platicar de todas las cosas que no he hecho en mi vida, por razones de pudor, prudencia y salud mental propia. La lista es larga, no crean… y bastante multifacética también. Incluye varias películas que muchos considerarían como básicas (las de Freddy Krueger, todas las de Rambo y Rocky, Terminator I y Basic Instincts), mucha música que nomás no ha llegado a mis oídos (hay una cantidad infinita de DJ’s, artistas, bandas y proyectos cuya existencia no he conocido y que incluye a Pink Floyd y a José Alfredo Jiménez) y también libros, pintores y lugares que para alguien que está ávido de conocimientos e información es un cuasi-pecado no conocer. Un ejemplo claro es la ciudad de Cuernavaca. No hay persona que se precie de ser chilango que no haya comido quesadillas en Tres Marías y disfrutado del benévolo clima de Cuerna®. No haber ido a Cuernavaca es tan imperdonable como si uno no conociera Acapulco (que, por cierto, fue un pecado del que fui redimido hace apenas unos seis años).

Otra cosa que jamás he hecho, ha sido manejar en carretera.
Llámenme niño mimado, hijo de mami y papi o ñoño. Nomás nunca se ha prestado la ocasión para que yo agarre mi coche y me vaya a algún lugar en carretera. Cuando salimos de viaje con cuates, siempre son otros los que manejan (Peter y Joe fueron los conductores designados para el viaje a Montreal, por ejemplo), así que ha pasado el tiempo y Salvador simple y sencillamente nunca ha estado al frente de Indiana recorriendo los caminos de México.

Ahora que saben esto, se podrán imaginar la cara de mis papás cuando les dije que tenía que ir a Cuernavaca a una reunión con diputados. Para poder llegar hasta allá había dos opciones: o me iba con los diputados o me iba manejando solo… y como mis papás, antes que otra cosa, son bastante prudentes y precavidos, prefirieron que me fuera manejando solo por primera vez, antes de dejarme en las garras de nuestros queridos legisladores.
El detalle de manejar a Cuerna® tiene otro reto que procedo a explicarles y que, insisto, cualquier habitante del Distrito Federal mayor de 16 años que se haya ido de pinta a aquella zona, podrá constatar. El detalle que aumenta el grado de dificultad de manejo en la carretera México-Cuernavaca es la presencia de… La Pera™.

Para aquellos que no viven en las inmediaciones de la zona metropolitana de la Ciudad de México, les explico que La Pera™ es algo así como el monumento a la planeación a la mexicana. Imaginen que un grupo de ingenieros y planeadores carreteros deciden hacer un camino que una al Distrito Federal con la ciudad de Cuernavaca. Comienzan del lado de la ciudad capital y van recorriendo y derribando montañas enteras para abrirle paso a una modernísima carretera de tres carriles (cuatro en sus mejores momentos) que es el inicio del camino más rápido entre la costa del Pacífico y el centro del país.
De repente, un maistro albañil se acerca al Ingeniero en jefe:
(albañil) «Oiga inge…»
(Ingeniero, mirando por encima del hombro) «¿Dígame, Godínez?»
(albañil) «Se me hace que ya nos pasamos, m’inge»
(Ingeniero) «¿Cómo que ya nos pasamos?»
(albañil) «Pos sí… ¿a poco la carretera no iba a pasar por Cuernavaca?»
(Ingeniero) «Así es»
(albañil) «Pos… pos esque, Cuernavaca está allá atrás!»
(Ingeniero) «¡Cómo que está allá atrás! No diga tonterías Godínez, que no ve que…»
(el ingeniero voltea, ve en dónde está la carretera, ve en donde está Cuernavaca)
(Ingeniero) «ME LLEVA LA CHIN***!!!»

Pues así es. La carretera que une a la ciudad de México con Cuernavaca da una vertiginosa y complicada vuelta de -literalmente- 180°, que la sabiduría popular ha bautizado como La Pera™ por su similitud con esa fruta.

Y debido también a esa similitud, la curva es algo así como la Curva de la Muerte, especialmente entre los jóvenes inexpertos que manejan esa carretera por primera vez (entra música de suspenso: chan chan chaaaaaaaaaannn)

El jueves en la mañana, salí con rumbo a mi reunión con los diputados muy temprano y dejé a mis papás recitando todos los rezos que se saben, desde el Credo hasta la Oración de Unción de los Enfermos. Y, obviamente, como era la primera vez que manejaba en carretera (bueno, he manejado la que lleva a Pachuca, pero esa es de chocolate) me fui especialmente lento. y uando llegué a La Pera™ poquito faltó para que me bajara a empujar el coche en lugar de pasar por ahí manejando.
Ya cerca de Cuerna®, me comuniqué con la organizadora del evento, sólo para enterarme que en esta ocasión tampoco conocería la Ciudad de la Eterna Primavera: el evento había sido cambiado a Zacatepec.
«¡Zacatepec! Y dónde queda eso!!» le pregunté a la organizadora.
«Adelantito de Alpuyeca… no hay pierde!» respondió y me colgó.

Pues ahí tienen a Salvador recorriendo Los Caminos del Sur™ buscando el lugar del evento, que terminó siendo en un campo experimental del gobierno. La reunión duró todo el día y, cuando comenzó a oscurecer, decidimos darla por concluída.

Todos comenzamos a despedirnos y cuando me dirigía a mi coche, me di cuenta que se veía medio extraño.
Una de las llantas traseras estaba totalmente desinflada.
¿Qué pasará?
¿Nuestro protagonista podrá salir del oscuro campo experimental para regresar a su casa en donde lo esperan sus angustiados padres?
¿Cómo podrá conseguir a alguien que le arregle la llanta a esas horas de la noche en un pueblito perdido del estado de Morelos?
¿Qué hará alguien que jamás en su vida ha cambiado una llanta y que a duras penas sabe ponerle gasolina al automóvil?
No se pierdan la continuación de esta inquietante historia…

Written by Salvador Leal

agosto 9th, 2004 at 4:22 pm

2 Responses to 'De vuelta'

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  1. […] ha estado a mi lado en las tres chambas que he tenido saliendo de la Universidad, fue conmigo en el primer viaje que manejé por carretera y me ha dado calma y relax durante las pesadas horas de tráfico de la Ciudad de México. Indiana, […]

  2. […] chilango podría traducirlo a 20 La Pera’s en menos de 600 […]

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