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La vida irreal de Salvador Leal

Futbol II

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El domingo, si consigo boletos para el partido de los Pumas, estaremos gritando y celebrando ese campeonato tan largamente esperado

Es una lástima que yo y prácticamente la mitad de la ciudad de México, hayamos pensado lo mismo. ¿¿Vieron las imágenes para conseguir boletos?? Era como si hubieran avisado que iban a repartir los excedentes petroleros a cada uno de los mexicanos que se formara!

Y de repente, el tema de ‘La Final’ está no sólo en los noticieros deportivos sino en las primeras planas de los periódicos y con López-Dóriga. No faltan los culturosos que comienzan a hablar de una sociedad enajenada por el futbol o a los eventos deportivos como el verdadero opio de la sociedad. Yo mismo (no sé por qué) recibo un correo electrónico de alguien que está «decepcionado, nunca pensé que fueras del montón que cae en las garras del futbol y grita como subnormal en los estadios o frente a la tele».

Chas! Para dar una respuesta *inteligente* a todo este fenómeno y para demostrar que tener preferencias por un equipo (no se diga los Pumas) no es ser subnormal, cedo la palabra al buen Carl Sagan y una selección de su Billions and Billions:

«Tenemos que considerar, pues, que durante millones de años nuestros antepasados varones fueron nómadas que (…) formaban una sola línea de cazadores que gritando y corriendo trataban de espantar una manada de jabalíes. Sus vidas dependían de la destreza cinegética y del trabajo en equipo. Gran parte de su cultura estaba tejida en el telar de la caza. Los buenos cazadores eran también buenos guerreros. Luego, tras un largo periodo -tal ves unos cuantos miles de siglos-, muchos varores iban a nacer con una predisposición natural para la caza y el trabajo en equipo. ¿Por qué? Porque los cazadores incompetentes o faltos de entusiasmo dejaban menos descendencia.
(…)
«Tales inclinaciones tienen que seguir presentes en nosotros después de 10,000 generaciones en las que matar animales fue nuestro valladar contra la inanición. Y ansiamos ejercerlas, aunque sea a través de otros. Los deportes de equipo proporcionan una vía.
«Una parte de nuestro ser anhela unirse a una minúscula banda de hermanos en un empeño osado e intrépido. Podemos advertirlo incluso en los videojuegos y juegos de rol tan populares entre los varones preadolescentes y adolescentes. Todas las virtudes masculinas tradicionales -laconismo, maña, sencillez, precisión, estabilidad, profundo conocimiento de los animales, trabajo en equipo, amor por la vida al aire libre-era conductas adaptativas en nuestra época de cazadores-recolectores. Todavía admiramos estos rasgos, aunque casi hemos olvidado por qué.
(…)
«Una competencia deportiva es un conflicto simbólico apenas enmascarado. Hablamos de ganar y perder una guera con la misma naturalidad con la que se habla de ganar y perder un partido. (…) La mayor parte de los principales deportes se hallan asociados con una nación o con una ciudad y son símbolo de patriotismo y de orgullo cívico. Nuestro equipo nos representa -en tanto pueblo- frente a otros individuos de algún lugar diferente, habitado por seres extraños y, quizás, hostiles.»

Sagan, Carl, Miles de Millones, Ed. Zeta, Barcelona, 1998.

Así que, la próxima vez que su mamá/novia/esposa/pareja se queje de su afición a ver los partidos de fut por la tele, cómprenle el libro de Sagan y díganle: ‘Primero leelo y luego hablamos». Si no la convencen, por lo menos les dará tiempo suficiente para terminar de ver el partido!

Written by Salvador Leal

junio 9th, 2004 at 10:28 am

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