Archive for marzo, 2009
Inconsistente
«El Sistema está inconsistente»
Es lo que me acaban de decir en Banamex después de que hablé para hacer un movimiento en mi cuenta. Decidí marcar al no poder hacer el movimiento en línea.
«Inconsistente», que no es lo mismo que «no tenemos sistema» o el muy priista «está caído el sistema».
Me pregunto qué significará que el sistema esté «inconsistente».
Calor
La frase clásica en invierno es: «Ciérrale a la puerta que se van a meter los pingüinos!»
Hoy, gracias a un devaluado medio de comunicación (un periódico), me encontré con el proyecto de Víctor Solis. Se llama Escenarios Sobre Cero:
Vayan a leer sobre él. El proyecto está muy bonito y el mensaje no puede ser más adecuado. Y bueh, los pingüinos están geniales.
Obsesiones
Es casual friday en la oficina. La plática es relajada; es la despedida de una de las chicas de servicio social así que la conversación es bastante alivianada. De repente, surgen una serie de preguntas que dan la vuelta a la mesa en donde departimos. Una de ellas -«¿Qué hubieras estudiado si no hubieras estudiado lo que estudiaste?- permite que todos nos explayemos en nuestras filias y fobias personales. Otra pregunta por el estilo vuelve a hacer hablar a toda la mesa. De repente, alguien me pregunta «¿oye, tú que obsesiones tienes?». Mi respuesta fue demasiado inmediata y preocupante: «todas».
Y luego recordé una imagen que había visto hacía algunos días, que me gustó mucho. Me gusta la frase, la imagen y el concepto detrás de la imagen. Aquí está:
Se lee «Obsessions make my life worse and my work better» y está hecho con 250,000 centavos en una labor que duró ocho días. El proyecto estuvo comandado por Stefan Sagmeister y Jessica Hische quienes, al terminar, dejaron las monedas sueltas en la calle para que cualquiera las pudiera tomar.
Hay artistas que me caen re-bien…
Más info de este increíble proyecto, en el blog de ellos y en su flickr.
Bienvenida
¿Cómo darle la bienvenida a la Primavera?
Con esta rola; el ritmo es simplemente alucinante…
3.0
Que aquí se sepa… creo que debería dedicarme a cumplir años de manera profesional.
Mis treinta años (duele más escribirlos e imaginárselos, que vivirlos, trust me) han sido un muégano de emociones, buenos momentos y anécdotas para recordar.
Y si este fuera un blog personal, me pondría a enlistar y agradecer a todos los que me llamaron, mandaron mensajes, enviaron felicitaciones por Facebook y por supuesto, a los que, viviendo en la vida real, hicieron de este cumpleaños algo inolvidable. Si fuera un blog personal contaría detalles de las celebraciones, las risas y las Mañanitas; hablaría de mi familia, mis amigos y mi esposa.
Pero como no lo es, pues sólo pongo estas referencias aquí para recordar que la vida no pudo haber sido más generosa conmigo el día en que cumplí tres décadas de vida.
P.D. Archivar este post bajo la categoría «posts al estilo Doogie Howser»
Una mañana
Era una mañana. De hecho, era la última mañana de la preparatoria.
Tres años de mi vida acudiendo al mismo lugar durante la misma cantidad de tiempo. Hoy, a más de una década de distancia, los recuerdos se ven cada vez más y más como una fotografía borrosa. La realidad se mitificó casi instantaneamente y hoy, cualquier anécdota relacionada con la preparatoria, es impresionantemente fantástica. Cada vez que alguien de mi grupo la cuenta, algo se le agrega, alguna exageración se cuelga y se provocan las mismas risas que la primera vez que se contó esa anécdota hace ya mucho tiempo.
Durante la última semana de clases en mi prepa (el Centro Universitario México, o CUM), los alumnos nos formábamos afuera del salón al término de la última clase con cada maestro, para hacerle una valla en donde les aplaudíamos (a los más), los abucheábamos (a los menos) y hasta los zapeábamos (muy contados casos, pero memorables, por supuesto). Al evento se le conocía, muy creativamente, como ‘las vallas’. El viernes era el último día de vallas y a la hora de la salida, la escuela patrocinaba unos mariachis que tocaban para todos los alumnos durante una hora y que ponía a todos en ambiente para el siguiente punto que, en aquellos tiempos, eran las trajineras de Xochimilco. Y sí, a esos eventos también se les conocía, muy crípticamente como «los mariachis» y «las trajineras». Eran otros tiempos.
A riesgo de sonar como viejo decrépito, sí eran otros tiempos. Por principio de cuentas era 1997 (ja!), el grueso de nosotros no tenía celular y ese fue el año en el que los que ingresaron al Tec de Monterrey descubrieron que el uso de laptop era obligatorio, cosa que hoy me parece normal pero que en aquel momento me pareció simplemente aberrante e innecesario. El país era gobernado por el PRI, la película que más recuerdo de esa época es ‘El Quinto Elemento’ y las Spice Girls sonaban, quisiéramos o no, en los estereos de todos. No había iPods, por supuesto, ni MiniDiscs. Lo que sí había eran Discmans con bocinas de computadora; los MP3s eran algo aún no conocido.
Pero esa última mañana de preparatoria, mi mente no estaba en si sería el último día en que vería a mis amigos, o si serían las últimas clases que tomaría sentado en las incómodas bancas de madera tradicionales de las escuelas maristas. Esa mañana lo único que me preocupaba era si mi choro podría convencer a mi maestro de Física o no. Constantino de Llano, o Tino a sus espaldas, era el maestro más perro del Área 1 (Físico-Matemáticas); el tipo enseñaba -anécdota real- cosas que aprenderías en el segundo semestre de la carrera de ingeniería. Y las evaluaba con una severidad pocas veces vista y experimentada… cosa que ya es un decir en una tradicional escuela sólo para hombres donde los castigos físicos (y mejor aún, psicológicos) eran de uso corriente.
Yo y la Física nunca nos llevamos bien. La cursé en tercero de secundaria, cuarto y sexto de prepa. Las dos primeras veces logré sacarme diez gracias a mi memoria («mencione la Ley de Hooke») y a que era el consentido de los dos profesores. Pero Constantino no era fácil de roer; el tipo había estado en el CUM desde los tiempos en los que en el salón había percheras para los sacos y las boinas de los estudiantes, y era mucho más estricto que mis otros dos maestros. Dicho y hecho: sufrí con Constantino. Sufrí como pocas veces. Es más, en toda mi historia escolar, sólo dos materias me han hecho realmente sufrir y una de esas fue Física en sexto de prepa. Como yo era un ñoño, mi promedio era decente, pero no lo suficientemente bueno como para exentar el examen.
Y justamente eso era lo que estaba en mi mente aquella última mañana de la preparatoria. ¿Cómo convencer a Constantino para que me exentara y así librarme de estudiar para el peor examen final de mi vida? Esa última clase, era, por supuesto, para arreglar asuntos administrativos como quién presentaría el examen, quién no tendría el promedio para alcanzar la primera vuelta y quién se iría directo a extraordinario. Faltando cinco minutos y aprovechando que varios se habían parado a arreglar cosas con él directamente en su escritorio, me animé, me paré de la banca y me acerqué a su lista. No recuerdo el choro, pero recuerdo que fue algo prolongado y que los ojos de Tino no dejaban de ver más allá de mis palabras. Recuerdo perfectamente cuando su bigotito se movió para dar su respuesta.
Las anécdotas de preparatoria se van engrandeciendo conforme pasa el tiempo. De la nada nos convertimos en héroes o villanos, ganamos la pelea en el antro o logramos anotar ese último touchdown necesario para ganar el torneo interáreas. Con unas cuantas palabras, nos convertimos a nosotros mismos, en el cuate que salva el día; aplausos, música, créditos, final, desvanecimiento a negro.
Este no es el caso. Esa mañana, Constantino me dijo que no, que tendría que ponerme a estudiar porque mi promedio nomás no daba para la exención. No le importó que fuera a exentar el resto de mis materias, que le argumentara mil y un situaciones pre-universitarias o que se lo pidiera porfavorporfavorcito. Guardó su lista en su portafolios negro y con eso terminó la conversación. Salí del salón mientras el resto del grupo ya estaba flanqueando la puerta para hacerle la valla a Tino. Varios traían cámaras de video, recuerdo perfectamente decirle a una de ellas un clarito «que chingue a su madre!». Muy correcto yo.
Esa mañana me vino a la mente esta mañana, doce años después, cuando en Facebook un amigo publicó una fotografía. Esta:
Mi cara está siendo tapada por la cabeza de alguien con una cámara de video. Estoy frente a una columna y a mi lado está José Manuel riéndose de mi y de mi fallido intento para convencer a Constantino.
A la fecha, odio la Física.
Héroe
(explicando la Historia de México durante el fin de semana)
Yo: «… y entonces, una vez que capturaron y fusilaron a Miguel Hidalgo, le cortaron la cabeza y la pusieron en una de las esquinas de la Alóndiga de Granaditas, para que los demás insurgentes escarmentaran»
Joven atento: «¿o sea que Hidalgo fue precursor de los decapitados del narcotráfico actual?»
*silencio incómodo*
Yo: «voy por algo de tomar, ahorita regreso»
Turbado
Este tipo de noticias, me perturban el karma.
Tormenta
Adoro las sesiones de Brainstorming. No es algo que me sorprenda, finalmente me encanta sentarme con mis amigos a decir idioteces; una tormenta de ideas es exactamente lo mismo, sólo que al final, esas estupideces se convierten en el siguiente proyecto/producto/estrategia.
Las tormentas de ideas se me hacen, además, verdaderamente democráticas. En la junta puede estar (bueno, en las que yo he participado así ha sido) desde el becario del servicio social hasta el encargado original del proyecto. Y la mejor idea es la que gana, no importa si la dijo el que sólo habla una vez al año o el que no para de hablar. Todo esto es para decirles que las brainstorming me gustan mucho mucho mucho.
Imaginen entonces la transcripción de una tormenta de ideas entre George Lucas, Steven Spielberg y Lawrence Kasden. ¿El tema? Escribir, dirigir y producir una película llamada ‘Los Cazadores del Arca Perdida’. Vayan a este post para leer los antecedentes de la sesión y para descargar las hojas transcritas. Sólo para fans.
U2
Básico FM nació como el sueño que da cause a una frustración.
Originalmente, era una estación de radio como quisiéramos que hubiera una en la FM de la Ciudad de México (hence el .fm) y nuestro «plan» era que un día se lo enseñaríamos a un alto ejecutivo de algún grupo radiofónico y le diríamos «así es como debe sonar una estación de radio».
Hasta ahí, todo iba bien.
Pero el tiempo y nuestras propias inquietudes hicieron que cambiáramos de estrategia. Y que dejáramos de desear una FM para nosotros. La frase con la que cerramos esa etapa fue: «¿para qué queremos una estación en FM si podemos tener cinco o diez o cincuenta en internet? Si el tiempo nos da la razón, los mismos grupos radiofónicos habrán creado su propia tumba al cerrarnos las puertas». O algo así.
Hace poco más de un mes, hicimos algo que, la neta, nunca pensamos nunca pensé que haríamos nunca. Cerramos un deal con Motorola para servir como herramienta promocional para el nuevo disco de U2. No el nuevo disco de Priscila y sus Balas de Plata o el nuevo de Belinda. No. U2 iba a sacar un nuevo disco, Motorola lo tenía disponible en sus equipos motorkr y quería darle promoción mediante una estación de radio on-line que sólo tocara canciones de U2.
Hace dos semanas, el proyecto salió a la luz. Una estación (www.motorola.com/u2) que sólo transmite canciones de U2 (covers, versiones raras, conciertos) y que está en una plataforma para cuatro países: Colombia, Argentina, México y Brasil (con todo y promocionales en portugués!). Además de todo, desde la estación puedes mandar las canciones a un amigo vía correo electrónico para que él escuche la versión que te gustó y que jamás habías escuchado.
Hoy nos enteramos que otra telefónica quiere comenzar a hacer lo mismo: desarrollar una estación web con sus propios contenidos y con una dinámica propia. No nos van a buscar a nosotros, quieren hacerlo desde cero. Suerte, amigos. Nosotros llevamos 5 años preparándonos para esto.
Mientras esto pasa, vayan a la estación oficial de U2 con Motorola. Es cortesía de Básico FM.