Archive for agosto, 2005
Noticias
Modelo firma un convenio con la UNAM para estudiar los patrones de consumo del alcoholGrupo Modelo, la empresa cervecera más grande de México, firmó un convenio de colaboración con la Universidad Nacional Autónoma de México para financiar una investigación que permita estudiar el consumo de alcohol a fin de poder encontrar estrategias que permitan fomentar un consumo más mesurado en el país. “El objetivo del programa es estudiar cada año, durante los próximos cuatro años, los patrones de consumo de alcohol y encontrar estrategias eficientes para lograr un consumo responsable”, dijo Grupo Modelo en un comunicado de prensa. La empresa no reveló el monto de recursos que destinará a este acuerdo de colaboración. “Para Grupo Modelo es un gran orgullo colaborar con la Universidad Nacional Autónoma de México, en este proyecto que consideramos de gran importancia”, dijo Jorge Siegrist, vicepresidente de comunicación y relaciones públicas de Grupo Modelo. “Estamos seguros de que acciones como las que hoy se emprenden son invaluables para la salud de nuestros jóvenes”.
… y si van a utilizar en la investigación a los conejillos de indias que creo que van a utilizar, voy a tener que regresar a la Universidad. Las aportaciones que podría hacer a la investigación serían in-va-lua-bles.
Vía Sentido Común.
P.D. Creo que nunca les he platicado que también estudié en la UNAM… supongo que será tema de otro post.
Peggy
Leía uno de los últimos posts de Almaviva (Ricardo pa’ los cuates) e hizo que me diera escalofrío por toda la espalda.
Hoy que miro hacia atrás, me doy cuenta que el lugar con la mayor cantidad de sociópatas y lunáticos por metro cuadrado en donde me ha tocado estar es el Instituto México Secundaria. Cuando en mi trabajo me piden algún reporte de un momento para el siguiente o me cambian las reglas del juego de un instante al siguiente, para mí es como si nada. ¿Que este brief ya no es para las dos sino para las once y además va a color y engargolado? ¿Que el reporte ya no va a ser con un punto de vista financiero sino político? ¿Que vas a tener que exponer el plan de acción que se supone que únicamente se iba a entregar y te lo acaban de decir? Been there, done that.
Las locuras de mis maestros llegaban a niveles de la desesperación o el valemadrismo (la desesperación para los ñoños y el valemadrismo para el resto). Al finalizar la secundaria, uno estaba plenamente capacitado para realizar cualquier trámite gubernamental que requiriera los más disparatados requisitos y hacerlo sin el menor esfuerzo.
Uno de esos maestros era, precisamente, aquella de la que habla Almaviva: la maestra de mecanografía, la Peggy. La Peggy recibía su nombre debido al notable parecido con el famoso personaje de los Muppets (que, en realidad, se llama Miss Piggy, no Peggy… pero bueh!). Nos recibía en un salón frío y oscuro del tercer piso del colegio y nos hacía sentar frente a máquinas de tiempos de la Segunda Guerra Mundial con teclas durísimas y pintadas de distintos colores que evitaban saber cuál era la letra correspondiente a la tecla que presionabas.
Durante el año, las infantiles manitas de los alumnos (digo, apenas teníamos 12 años) terminaban mutiladas debido a que los dedos solían entrar entre las filosas teclas y tratar de sacarlos era -literalmente- una tarea sangrienta.
Una de las frases que mejor recuerdo (y con la que algunas veces me despierto, sudoroso, por una pesadilla) es «tú trabash la máquina y yo te trabo la calificación». Eso significaba que si en algún momento a tu máquina de escribir se le antojaba descomponerse (cosa nada extraña en máquinas con más de cuarenta años de ‘servicio’), tu calificación se veía drásticamente reducida. ¿A poco no les encanta que tu calificación dependa de si funcionan el rodillo o la cinta de una máquina de escribir de 1945?
Supongo que la Peggy jamás se casó. Su personalidad no era fácilmente digerible; en los raros momentos en los que soltaba una carcajada (y que generalmente estaba ligada a la notable desgracia de algún alumno), el rictus de su cara invitaba a no desear verla de nuevo sonreir. Si cometías la tontería de quitarte el suéter en clase, ya sea por calor o por comodidad, la Peggy estallaba: «a ver, 21, no te estés desnudando aquí!»… porque esa era otra, la Peggy nos llamaba por nuestro número de lista, jamás por nuestros nombres (o nuestros apellidos, como solía suceder en mi escuela).
Los ejercicios de mecanografía iban aumentando de dificultad y poco a poco, los dedos meñique, que jamás habíamos utilizado, adquirían fuerza y destreza. Los exámenes eran extremadamente complicados, pues tenías que tener un número determinado de golpes (es decir, letras bien puestas en la hoja) en un cierto tiempo. Era una prueba de destreza y eficiencia. Además, tenías una cosa que se llamaba ‘cubreteclados’, que era un pequeño mandil que le colocabas a la máquina y bajo el cual ponías las manos para escribir sin ver absolutamente nada. Algo así como cuando Obi-Wan pone a Luke Skywalker a practicar con un casco que le tapa los ojos, nomás que en este caso nosotros no éramos Luke y la Peggy por supuesto que no era Obi-Wan Kenobi.
Yo, sufrí como pocas veces en mi examen final.
Sin embargo, debo reconocer que esas clases de mecanografía han sido lo mejor que me dejó la secundaria del Instituto México. Diariamente me vanaglorio de la cantidad de golpes que doy (ya no en máquina de escribir, sino en mi laptop) así como la velocidad y los pocos errores que suelo cometer. Todos los días utilizo la mecanografía y si me pongo a reflexionar un poquito -como hoy-, me puedo sentir en mi salón de clases, con la adrenalina a todo lo que daba y con la Peggy enfrente a punto de gritar un «Comienzen!».
Nicks
¿Está cansado de tener el mismo nick en su messenger?
¿La gente lo critica por no tener creatividad en la elaboración de sus nicks?
¿Nunca ha cambiado de nick?
O peor aún… ¿su nick es su misma dirección de correo electrónico?
¿Su nick comienza con varios paréntesis e incluye símbolos como ¥, £ y €?
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Y aquí sigo!
Si yo les contara la cantidad de cosas que he tenido que hacer durante los cuatro días que lleva esta semana, me cae que se cansan nomás de escucharme (o leerme, que sería más el caso). Del lunes para acá, mi promedio de sueño disminuyó drásticamente durante la semana y las ojeras que adornan mis ojos aumentaron de manera considerable.
Sin embargo, no me malentiendan. Siento raro al escribirlo, pero me gusta esto de la Mala Vida®. Soy de esas personas que tiene un raro gusto por ir a la oficina a trabajar los domingos o las vacaciones y que gusta de quedarse hasta altas horas de la noche escribiendo ideas para los diversos proyectos en los que ando metido.
El último de ellos es un artículo para una revista de tecnología que me pasé redactando durante la noche de ayer. Cuando lo terminé todavía traía pila y me quedé leyendo otro libro (aparte del de Ayn Rand) que me trae picadísimo. Por razones que desconozco, hoy sigo en pie y con una sonrisa de oreja a oreja. A estas alturas del jueves ya debería estar fundido y al borde de un emotional breakdown, pero en esta ocasión es muy distinto. De hecho, me siento como requinto de los Four Dreamers… ¿cómo es eso?
Pues así:
Les Four Dreamers – Mon Atout Coeur
P.D. Para los curiosos, sí, es música surf francesa.
Salvador a la moda!
… pues ahora resulta que estoy a la moda!
Veamos el siguiente artículo. Mis comentarios, en cursivas.
«La Economía es la profesión más popular entre los estudiantes»
por Jessica E. Vascellaro
Dow Jones Newswires
5 de julio – ¿Qué vas a estudiar? En todo el mundo la pregunta de rigor para los jóvenes está provocando cada vez más la misma respuesta: economía.
Shit! Ya con este inicio, me amargaron el día.
Los títulos de economía han aumentado 40% en Estados Unidos en los últimos nueve años. John J. Siegfried, catedrático de economía en Vanderbilt University en Nashville, Tennessee, quien le sigue la pista a 272 universidades y escuelas superiores para Journal of Economic Education, encontró que éstas otorgaron 16,141 títulos de economía en el año académico 2003-2004 en comparación a los 10,701 en 1995-1996.
Bueno, bueno… aquí hay que poner un alto! Digo, el otorgamiento de títulos de economía no garantiza que esta carrera esté ‘en onda’, sino puede ser debido a otros factores: la carrera se hizo más sencilla durante estos últimos años, pusieron algún tipo de programa de titulación (a los economistas nos encanta no-titularnos) o, peor aún, se cansaron de tener economistas contaminando el campus universitario y decidieron dejarlos salir.
Desde mediados de los noventa, el número de alumnos que estudia economía en Estados Unidos ha ido en aumento, mientras que el número que estudia ciencia política ha declinado y el número que estudia historia y sociología apenas y ha crecido, de acuerdo a la agencia gubernamental National Center for Education Statistics.
Bueeeeeeno, digo, también… con qué lo están comparando!
Si comparamos la economía con la biblioteconomía o la antropología, pues sí.. ooobviamente va a estar creciendo!
“Ha habido una clara explosión de la carrera de economía”, dijo Mark Gertler, catedrático y decano del departamento de economía de New York University.
Alguien debería explicarle a mister Gertler que lo que explota no es la carrera de economía, sino los estudiantes de economía al estudiarla. Trust me on this one, mister Gertler.
Muchos estudiantes alrededor del mundo se están preguntando sobre los efectos que tendrán sobre ellos las tendencias económicas globales, lo que los lleva a elegir la carrera de economía.
Sabrina de Abreu, una estudiante de Argentina a punto de empezar su último año en Harvard, dijo, por ejemplo, que las experiencias de su país le facilitaron la elección de la profesión a la que deseaba dedicarse.
“Cuando crecía en Argentina mi país entró en una recesión”, dijo. “Entender la economía se ha vuelto una parte fundamental de mi vida”.
Esta parte sí es cierta. Yo no hubiera estudiado economía si no hubiera sido por las tristes condiciones económicas que prevalecen en mi país. De haber nacido en Suiza, Noruega o hasta en Estados Unidos, probablemente me hubiera dedicado a escribir o continuaría como locutor teniendo un salario anual de más de seis cifras… pero bueh, de algo tiene uno que sobrevivir, ¿no?
Otras carreras en Estados Unidos siguen siendo populares pero eso está cambiando. En New York University, por ejemplo, el número de graduados en economía ha aumentado por encima del doble en los últimos 10 años. Con 800 estudiantes, ésta es ahora la carrera más popular.
En Harvard University, la carrera de economía también es la más popular, 964 la escogieron en 2005. El número de estudiantes de esa materia en Columbia University subió 67% desde 1995 y en University of Chicago, el año pasado, un 24% de sus graduados, 240, egresaron con títulos en economía.
Ahora, el dato que verdaderamente revelador aparecería si hiciéramos una correlación entre el aumento de egresados de la carrera de economía y el aumento en crisis financieras, países en quiebra, malas políticas públicas o la infelicidad global del planeta. Estoy seguro de una correlación positiva muy cercana a uno.
La tendencia marca un gran vuelco para la llamada ciencia inexacta y que experimentó una gran disminución en las matrículas universitarias a principios de los noventa mientras el interés en otras áreas, como la sociología, crecía.
Hmmmm… creo que aquí hubo un error de traducción. En efecto, a la Economía se le llama la «ciencia» inexacta (las comillas son mías, je), sin embargo es mejor conocida (y a mí me gusta más el adjetivo) como ‘the dismal science’, o lo que es lo mismo, la ciencia deprimente o sombría. Nice, eh!
Detrás del cambio se ve una clara lectura de la ley de la oferta y la demanda. En una economía mundial llena de incertidumbres, muchos estudiantes ven en esta profesión al mejor vehículo para obtener un empleo seguro y bien remunerado.
Bueh, ni tanto ni tanto. Aunque es buena publicidad a favor de los economistas… si antes nos veían con ojos de interesados, egoístas y money-driven, ahora con mucha mayor razón! En pocas palabras, estamos dispuestos a vender nuestra felicidad y la tranquilidad de nuestra alma por un (and I quote) ‘empleo seguro y bien remunerado.» Ja! Y no sólo eso!! Suban la remuneración y vean hasta dónde puede llegar un economista!
Y a medida que ha expandido su enfoque, hay claras evidencias que estudiar economía se está volviendo cool.
Y finalmente hemos llegado a la verdadera razón por la que puse este artículo en mi blog!! ¿Leyeron? Vuélvanlo a leer!
«…que estudiar economía se está volviendo cool»
Toma chango tu banana!! ‘Cool’. ¿Cómo les quedó el ojo, eh?
Además de investigar los mecanismos que explican la inflación y las variaciones del tipo de cambio, los académicos están usando ahora las estadísticas y el punto de vista de los economistas para entender por qué la gente responde a ciertos incentivos a fin de explicar todo tipo de fenómenos, desde el sida o la obesidad y hasta el terrorismo.
Uno de los libros con mayores ventas en Estados Unidos en la primavera pasada fue “Freakonomics”, en el que uno de los autores, el profesor en economía de University of Chicago, Steven Levitt, examina problemas que van desde la corrupción hasta los luchadores de sumo.
Totalmente cierto y muy divertido e interesante. Desgraciadamente, los economistas que conozco consideran esa rama de la Economía (la que a mí me resulta la más atractiva) como un chiste. Si no hablas de tasas de interés, crecimiento del capital, regresiones y econometría, pareciera que no eres un buen economista. Ahora, debo aclarar que don Steven Levitt no es ningún pionero en el asunto; de hecho, el más famoso economista que se ha dedicado a estos asuntos es el Dr. Gary Becker. Becker recibió el premio Nobel de Economía justo por llevar el análisis económico a (citando Star Trek) lugares a donde nadie había llegado antes, esto es, el lecho conyugal o los semáforos de la calle. Si quieren saber más de estos temas, pueden comprar su libro «The Economics of Life: From Baseball to Affirmative Action to Immigration, How Real-World Issues Affect Our Everyday Life» o, todavía mejor, visitar su blog (que publica, oh sorpresa, junto con Richard Posner)
Pooja Jotwani, recién graduada de Georgetown University, en Washington D.C., dijo que está convencida de que su título en economía la ayudó a conseguir un empleo en la división de ventas y comercio de Lehman Brothers, donde ganará 55,000 dólares al año, el sueldo inicial promedio de la industria sin incluir bonificaciones. Jotwani agregó que su carrera fortaleció sus habilidades para los negocios y le dio “seguridad financiera”.
“La gente está fascinada con la aplicación del modelo económico para analizar una variedad de asuntos, y esto está provocando que la economía se estudie más y más”, dijo Lawrence H. Summers, presidente de Harvard y ex-secretario del Tesoro.
Estos dos últimos párrafos se pueden resumir muy fácilmente: Los estudiantes de economía son jóvenes con una ambición a prueba de fuego.
De acuerdo con National Association of Colleges and Employers los graduados en economía en Estados Unidos ganan en sus primeros empleos un promedio de 43,000 dólares al año. Eso no es tanto como el sueldo inicial para los graduados en informática o ingeniería, quienes pueden ganar más de 50,000 dólares. Aunque esos empleos de informática o ingeniería se ven más amenazados por la competencia barata de trabajadores calificados de India o China.
“Históricamente las tendencias están más conectadas a la percepción sobre las posibilidades de un trabajo”, dijo Marvin Lazerson, historiador de educación y profesor del programa Graduate School of Education de University of Pennsylvania. “El reciente y más obvio ejemplo es el de los graduados en informática que se disparó en los años noventa y declinó dramáticamente a principios de 2000” después del reventón de la burbuja de internet y cuando las empresas empezaron la subcontratación de empleos de programación.
De acuerdo a una encuesta de 2004 realizada por National Association of Colleges and Employers de Estados Unidos, las carreras de economía y de administración de empresas se ubicaron entre las cinco más deseadas, junto a las de contabilidad, ingeniería electrónica e ingeniería mecánica. No solamente los bancos y las aseguradoras expresaron interés en contratar a graduados en economía sino también firmas en la industria minorista o de servicios públicos.
Yei!! Ya lo saben… la economía no sólo es demandada por los empleadores, sino que -recordemos- es cool! Vendes tu alma al diablo, pero a cambio de una buena remuneración y de una alta autoestima (¿qué carrera te da más por tu alma?)
Nicholas Rendler, un estudiante de 19 años de Brown University, en Rhode Island, dijo que la economía le parecía aburrida pero de todos modos escogió una carrera multidisciplinaria combinando economía, sociología y antropología porque cree que la economía es crucial para entender el mundo.
“La economía puede ser muy frustrante, pero es el mundo en que ahora operamos”, dijo.
Aaaaaahhhh, mi estimada Nicholas Rendler, le has dado al clavo! La Economía es tremendamente frustrante… de qué sirve ‘saber cómo funcionan las cosas’ si nadie te hace caso o, peor aún, si nadie confía en tí por la misma razón de que eres economista?!
La donna é mobile
Leo en The Economist acerca de la última grabación que hizo EMI Classics de una ópera de Wagner. Pero cuando digo ‘la última’ no me refiero a ‘la más reciente’ sino a ‘la última-ultimísima’, ‘the last one’, the ‘la última y nos vamos’ Wagner opera.
Así como lo oyen, no más grabaciones de Wagner. ¿La razón? Los costos por un lado (la renta de la orquesta nomás les salió en 885 mil dólares) y las bajas ventas de grabaciones en CD por el otro. Resulta que grabar un concierto en DVD es más redituable que meterse a un estudio durante ocho semanas; y cuando hablo de que sea más redituable no es que los DVD’s de las óperas de Wagner se estén vendiendo como pan caliente, sino que la producción de un DVD reparte los costos en varias partes que permite hacerlo más accesible para los inversionistas y la disquera.
Esta situación por supuesto que me pone a pensar.
Yo soy de los locos que creen que los MP3s (y su intercambio) son una forma en la que el mercado alcanza puntos de equilibrio acordes a los nuevos tiempos de la industria de la música. Creo también que las disqueras tendrán que encontrar nuevas fórmulas para producir y comercializar sus productos o se extinguirán. Los músicos comenzarán a tomar la producción y promoción de su material y lo llevarán casi directamente al público con costos bajísimos. Será duro al principio, pero el mercado, así como la vida, will find its way. Así es la vida en el mundo de la oferta y la demanda.
Sin embargo… ¿qué pasará con las grabaciones de cosas para oídos y gustos exquisitos, como la ópera? ¿Desaparecerán junto con sus consumidores? ¿Existirá un momento en el futuro en donde, como el mercado no la desea, la ópera será una música muerta, como lo es el latín para el lenguaje?
A mí, ustedes lo saben, me gusta la música. Vaya, me encanta la música. La ópera incluida. Sin embargo les puedo decir que jamás he comprado un disco de ópera completo… y va a pasar un buen rato para que lo compre. No sólo eso, les podría asegurar que una enorme porción de la población podría (puede) vivir felizmente sin la necesidad de saber o siquiera estar enterados de la existencia de algo conocido como ópera. ¿Triste, no?
Y aquí es donde entra un conflicto aún no resuelto. ¿Qué pasa cuando el mercado deja afuera a diversos jugadores? ¿Qué sucede cuando la ópera estaría (o está) condenada a desaparecer debido a que su intercambio entre agentes no es el suficiente como para costear una nueva producción de Wagner o Verdi o Puccini? ¿Alguien debería subsidiar la producción? Y si es así, ¿cúales serían las razones para subsidiar la ópera y no el son veracruzano o el danzón?
¿Nos encontramos ante el principio del final de una expresión artística motivada por la falta de público? ¿Deberíamos preocuparnos por ello? Se esperan comentarios.
Rebelión
Originalmente iba a hablar de los libros que estoy leyendo; iba a hacer un pequeño resumen del por qué los leo y de cómo van y luego se los iba a recomendar (como lo había hecho hace mucho mucho tiempo). Pero la verdad es que todo eso iba a ser una vil excusa para extenderme en mi recomendación de un libro nomás.
Lo compré porque la autora escribió un libro que me encanta y porque en la portada decía «Primera Edición en Castellano sin Censura». Fue un libro caro y con el que, durante los días que lo he cargado, he descubierto que el ejercicio y la lectura no están peleados (1113 páginas lo atestiguan).
Pero desde la primera página, me cautivó. Y no miento… la página del prólogo, escrito por Fredy Kofman, dice:
«En la década de los 80, la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y el Círculo de Lectores hicieron una encuesta en la que se preguntaba cuál era el libro que mayor influencia había tenido en la vida de los encuestados. El primero en el ranking fue la Biblia; el segundo, este libro. Puedo dar fe de esa capacidad de impacto por mi propia experiencia.
(…)
«Escribir un prólogo para este libro es un gran desafío. La profundidad conceptual de la obra me tienta a hacer disquisiciones metafísicas, epistemológicas, éticas, políticas y estéticas. Pero no creo que estas reflexiones sean lo más conveniente. Para quienes conocen el texto, las palabras de Rand son insuperables y no requiren de exégesis. Para quienes no lo conocen, adentrarse en sus misterios por cuenta propia es el mejor camino.
(…)
«La Rebelión de Atlas es la obra culminante de Ayn Rand. Siendo ya una exitosa novelista, escribirla le llevó 13 años de absoluta dedicación. El discurso central de la obra, que en total tiene 55 páginas, le demandó más de tres años de trabajo febril. Despúes de La Rebelión de Atlas, Ayn Rand no pudo escribir otra novela. Publicó algunos ensayos cortos, pero nada comparable con esta. Rand se entregó a Atlas completamente, y Atlas tomó hasta la última gota de su energía creativa.
Así como Atlas le exigió a Rand un compromiso absoluto para ser escrito, le exige al lector una atención inusual para ser leído. Las más de mil páginas de esta obra pueden resultar desalentadoras para quien no conoce la recompensa que encierran.
(…)
«Leyendo las últimas páginas, me temblaban las manos como si hubiera tomado 10 tazas de café expreso doble bien cargado. Sabía que algo extremadamente significativo había tenido lugar en mi vida. Después de 38 años de vivir con los ojos cerrados, intuyendo que algo estaba mal en el mundo, pero sin saber qué era o cómo combatirlo, por primera vez los había abierto. La virtud y la nobleza de la libertad brillaban tan radiantes que me dolían, quemando mis retinas y penetrando hasta lo más hondo de mi corazón.»
Lo primero que me sorprende es que haya alguien que hable con tanta pasión y cariño de un libro y que sepa externarlo de una manera tan clara. Lo segundo que me sorprende es que voy en la página 230 (apenas llevo una quinta parte del libro) y debo decir que, en efecto, me tiene atrapado. Aún no he llegado a los niveles de éxtasis del autor del prólogo… pero sí lo suficiente como para invitarlos a que junten su lanita (cuesta como tres Harry Potters) y corran este fin de semana por él a su librería de confianza. Vale la pena.
RAND, Ayn, La Rebelión de Atlas, Ed. Grito Sagrado, Buenos Aires, 2004.
¿Quién es Ayn Rand? Aquí.
Compra el libro aquí, aquí o aquí.
Laboratorista
En el ITAM, uno no sólo va a clases de Economía sino que además, tienes que ir al Laboratorio de Economía. Los laboratorios de Economía no son otra cosa más que una clase a la semana en donde se ven ejercicios ‘prácticos’ de lo que viste en teoría durante clases; además, sirve para aclarar las dudas que te surgieron durante la clase. Tanto a los ejercicios como a la clase se les atribuía el creativísimo nombre de ‘laboratorios’.
Uno de mis favoritos, por ejemplo, era aquél que hablaba de un huracán que azotaba cierta región de México. Este huracán arrasaba con toda la cosecha de maíz y sorgo, pero dejaba cantidades decentes de trigo. Después de explicarte detalladamente qué siembra había quedado bien y cuál no, te pedían que explicaras qué le ocurriría a la oferta y a la demanda de tortas de milanesa, tacos de carnitas y refrescos, entre muchos otros productos.
Lo que nosotros, jóvenes estudiantes de Economía debíamos hacer, era deducir que el maíz era un insumo para hacer tortillas y que las tortillas eran un insumo para hacer tacos; de igual forma, debíamos llegar a la conclusión de que el sorgo servía para alimentar puercos y que los puercos -obviamente- eran insumo para hacer carnitas. Y a partir de ahí, teníamos que dibujar curvas de oferta y demanda describiendo lo que le sucedería al precio y las cantidades demandadas y ofertadas de tacos de carnitas, refrescos y demás antojitos mexicanos que se les hubieran ocurrido a los maestros itamitas.
Así eran mis laboratorios de economía.
Por razones obvias, si la clase de Economía te la daba algún profesor chipocludo, los laboratorios te los daban alumnos de semestres más avanzados que cumplían su servicio social (y hacían buen currículum) ofreciéndose a resolver las algunas veces estúpidas dudas de los estudiantes de primer semestre. Yo, debo confesarlo, fui un orgulloso laboratorista de macroeconomía.
Pero esa no es la historia que nos trae aquí el día de hoy.
Ya les he contado que Pedro Aspe, nuestro ínclito ex-secretario de Hacienda fue mi maestro (y me sacó del salón). Y aunque era muy bueno como profesor, era bien sabido que la materia de Economía II tenía exámenes departamentales con estándares que los alumnos del Dr. Aspe no lograban alcanzar únicamente asistiendo a sus clases. Sabiendo esto, un amigo y yo decidimos meternos de oyentes a la clase de otro profesor de Eco II con la finalidad de tener todos lo necesario para pasar el departamental sin perdernos the Aspe Experience.
Este otro profesor se llamaba Gonzalo Hernández y era particularmente popular entre las alumnas que asistían a clases y que acaparaban los lugares de hasta adelante. Era joven, alivianadísimo (con excepción de los exámenes) y bastante jovial; un día durante el curso llegó con el pelo pintado de rosa ante la mirada sorpresiva de todos los que estábamos en el salón. Para la pregunta inmediata, su respuesta fue obvia: «… pues es que si hubiera sido niño me habría pintado de azul». Desde luego, las niñas del salón se derritieron ante la noticia.
Sin embargo, la historia que hoy les cuento no es ni de Pedro Aspe ni de Gonzalo Hernández, sino del laboratorista de Gonzalo.
Como se podrán imaginar, ir a la clase de Gonzalo te medio obligaba a ir también con su laboratorista (sobretodo porque el laboratorista de Aspe era un mamón insoportable). Pues bien, a la fecha, esos laboratorios son los que más se me han quedado grabados en la memoria. El laboratorista no sólo era muy bueno con los conceptos y los tips para el departamental sino que además era tremendamente divertido y ocurrente. Los ejemplos que ponía eran todo menos aburridos y, gracias a él, aprendí conceptos como el excedente del consumidor visualizando cervezas y cigarros en un antro a las 3 de la mañana. Insisto, el tipo sabía lo suyo y era muy bueno poniendo ejemplos.
Como era apenas unos años mayor que el resto de la clase, la relación con él era mucho más cercana. Gracias a varias conversaciones, supe que iba atrasadón en sus materias, que había sido alumno marista (si son como plaga!) y que había entrado a trabajar con Ricardo Rocha, que en aquel entonces tenía un noticiero llamado ‘Detrás de la Noticia’. Varias veces lo llegué a escuchar (Rocha lo ponía a conducir los noticieros del fin de semana) pero no era ni una décima parte de lo ocurrente y divertido que era en el salón. Alguna vez se lo dije y creo recordar alguna respuesta que tenía que ver con la credibilidad y la seriedad de las noticias; le contesté que el dar noticias y el ser solemne no sólo no iban con él sino que eran de flojera y que le dejara eso a Ricardo Rocha o a Jacobo Zabludowsky. Ya no me acuerdo en qué terminó la conversación.
Acabó el semestre y lo dejé de ver. Supe por Gonzalo que se había titulado pero que los medios de comunicación era lo suyo y a eso planeaba dedicarse. Después lo vi con su esposa un domingo en San Angel y aunque quizás me hubiera reconocido, ya no me acerqué a saludarlo.
Hoy es imposible no pensar en él casi a diario. No sólo trabaja en la estación donde yo solía trabajar, sino que además me despierto con él todos los días que voy al trabajo. Raro… uno nunca sabe en dónde se va a terminar encontrando a su laboratorista de Eco II.
De todo un poco…
1. A pesar de que me considero un itamita renegado, el fin de semana me enteré que Ernesto Laguardia estudió en el ITAM. Sí, sí… Ernesto Laguardia, el de ‘Quinceañera’ y ‘Hoy’.
Es de esos momentos de conflicto en donde uno no sabe si reir o llorar.
2. Hoy me levanté con la canción de Mono, ‘Life in Mono’ y créanme que no hay mejor manera de despertar a un día nublado en la ciudad de México.
Lo único malo es que dejó mi biorritmo algo bajo y yo continúo como si me hubieran inyectado altas dosis de THC.
3. Cuando uno contesta cuestionarios en donde preguntan, entre muchas otras cosas, tus hobbies, yo suelo poner: «ver televisión, leer, escuchar música, escribir». Y creo que es una de las respuestas más sobadas en ese tipo de comentarios. Pero todos nos justificamos diciendo que eso es lo que realmente nos gusta hacer en nuestro tiempo libre.
Sin embargo, no es sino hasta que hoy que tengo la oportunidad de demostrarles que cuando digo que escribir es un hobbie y una pasión, es porque lo digo en serio. Justo ayer me di cuenta de un detalle de mi computadora (la mía-mía personal, no la de la oficina) que está aquí: