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La vida irreal de Salvador Leal

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Leo en The Economist acerca de la última grabación que hizo EMI Classics de una ópera de Wagner. Pero cuando digo ‘la última’ no me refiero a ‘la más reciente’ sino a ‘la última-ultimísima’, ‘the last one’, the ‘la última y nos vamos’ Wagner opera.
Así como lo oyen, no más grabaciones de Wagner. ¿La razón? Los costos por un lado (la renta de la orquesta nomás les salió en 885 mil dólares) y las bajas ventas de grabaciones en CD por el otro. Resulta que grabar un concierto en DVD es más redituable que meterse a un estudio durante ocho semanas; y cuando hablo de que sea más redituable no es que los DVD’s de las óperas de Wagner se estén vendiendo como pan caliente, sino que la producción de un DVD reparte los costos en varias partes que permite hacerlo más accesible para los inversionistas y la disquera.

Esta situación por supuesto que me pone a pensar.
Yo soy de los locos que creen que los MP3s (y su intercambio) son una forma en la que el mercado alcanza puntos de equilibrio acordes a los nuevos tiempos de la industria de la música. Creo también que las disqueras tendrán que encontrar nuevas fórmulas para producir y comercializar sus productos o se extinguirán. Los músicos comenzarán a tomar la producción y promoción de su material y lo llevarán casi directamente al público con costos bajísimos. Será duro al principio, pero el mercado, así como la vida, will find its way. Así es la vida en el mundo de la oferta y la demanda.

Sin embargo… ¿qué pasará con las grabaciones de cosas para oídos y gustos exquisitos, como la ópera? ¿Desaparecerán junto con sus consumidores? ¿Existirá un momento en el futuro en donde, como el mercado no la desea, la ópera será una música muerta, como lo es el latín para el lenguaje?
A mí, ustedes lo saben, me gusta la música. Vaya, me encanta la música. La ópera incluida. Sin embargo les puedo decir que jamás he comprado un disco de ópera completo… y va a pasar un buen rato para que lo compre. No sólo eso, les podría asegurar que una enorme porción de la población podría (puede) vivir felizmente sin la necesidad de saber o siquiera estar enterados de la existencia de algo conocido como ópera. ¿Triste, no?

Y aquí es donde entra un conflicto aún no resuelto. ¿Qué pasa cuando el mercado deja afuera a diversos jugadores? ¿Qué sucede cuando la ópera estaría (o está) condenada a desaparecer debido a que su intercambio entre agentes no es el suficiente como para costear una nueva producción de Wagner o Verdi o Puccini? ¿Alguien debería subsidiar la producción? Y si es así, ¿cúales serían las razones para subsidiar la ópera y no el son veracruzano o el danzón?

¿Nos encontramos ante el principio del final de una expresión artística motivada por la falta de público? ¿Deberíamos preocuparnos por ello? Se esperan comentarios.

Written by Salvador Leal

agosto 8th, 2005 at 4:29 pm

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