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La vida irreal de Salvador Leal

Les Choristes

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El domingo fui a ver la película francesa ‘Les Choristes’ (‘Los Coristas’) que estuvo nominada para un Oscar a la mejor película extranjera y a la mejor canción original. Tenía ganas de verla pues, aún sin saber mucho de la película, sabía que el argumento tiene mucho que ver con mi propia historia personal.

Cuando yo iba en quinto de primaria, nuestro profesor nos sacó del salón y nos llevó a una pequeña sala que se utilizaba para proyecciones; tenía una pequeña tarima, pizarrón y proyector.
A un lado del pizarrón estaba un señor sentado frente a un piano y en las butacas había un tipo todo vestido de negro, de frente amplia resaltada por una calvicie incipiente, con el pelo largo y exageradamente despeinado. Hacía que pasáramos uno por uno al salón, solos, y nos ponía a cantar ‘Las Mañanitas’ acompañados únicamente del piano (si eres un lector extranjero y no sabes qué son ‘Las Mañanitas’, ve aquí). Después de que el alumno destrozaba la típica canción mexicana, salía y regresaba a su salón. El tipo de calvicie incipiente y pelo largo sólo tomaba notas.

Días después, a algunos nos llegó una circular que teníamos que entregar a nuestros padres y hacer que la firmaran. El papel, palabras más, palabras menos, decía que el alumno en cuestión tenía una voz apta para el canto y que solicitaban la autorización de los padres para darle mayor entrenamiento. Si el entrenamiento funcionaba, el niño pasaría a formar parte de los Niños Cantores del Instituto México.

Mis papás autorizaron y en menos de lo que se los cuento, estoy después de clases en uno de los salones dentro del auditorio Vicente Tejedor. Los nuevos miembros del coro nos comenzamos a conocer cuando entra el cuate despeinado y le grita al pianista, luego voltea y le grita a uno de los alumnos más veteranos del coro, da dos o tres indicaciones y sale del salón. Ese fue mi primer contacto con una diva de la música. Su nombre era Philippe Hernández Tolón.
Todos los ensayos terminaban con gritos y amenazas a las que, al principio temíamos y a las que luego nos acostumbramos. De hecho, cuando muchos años después trabajé en WFM entre gritos y mentadas de madre, siempre venía a mi mente la imagen de Philippe. Supongo que haber tratado con divas desde pequeño me ayudó a no traumarme tanto después.

Con el Coro salíamos de gira y nos presentábamos en muchos lugares, principalmente museos e iglesias antiguas. Recuerdo muy bien una vez en la que nos fuimos de ‘retiro musical’ a una ex-hacienda abandonada por el estado de Hidalgo en donde pasamos un fin de semana practicando las canciones para la temporada decembrina. Ahí conocí lo que es el frío.
Aquí debo decir que los Niños Cantores del Instituto México nunca fuimos nada parecido a una Rondalla. Jamás. Nosotros sólo cantábamos música sacra de siglos perdidos en el tiempo… creo que lo más moderno que cantábamos era algo de Bach.
Además, cantábamos acompañados de un órgano (que, igual, mientras más grande y viejo, mejor) y vestidos con togas de color cremita que, ahora que lo pienso, nos han de haber hecho ver tremendamente ridículos.

La vida de un miembro del coro era bastante tranquila. Algunas veces nos dejaban faltar a clases pues había algún evento particularmente importante (cantar para el Presidente, por ejemplo) y teníamos algo muy parecido a lo que hoy se conoce como fuero (tan de moda, además). Sin embargo, todo terminaba abruptamente cuando un día, en el momento más inesperado (generalmente en un Ensayo General® antes de algún Gran Evento®) te cambiaba la voz.

Conmoción total.

El pequeño trovador, el querubín de la voz angelical, el inocente niño con timbre de cristal… entraba sonoramente en la pubertad. Cuando pienso en la cantidad de actividades, ensayos y eventos por los que nos hacía pasar Philippe, pienso también que su tarea no ha de haber sido nada sencilla: era una carrera contra el tiempo y las hormonas masculinas.
Yo solía ser contralto. Por si no lo saben, un contralto es aquella voz que puede alcanzar tanto notas agudas como graves… el detalle gracioso es que el contralto es una clasificación que sólo se da en voces femeninas. Imagínense!

Un día terminó la primaria y obviamente dejé el coro. No supe mucho de Philippe ‘la Diva’ Hernández Tolón; escuché rumores de que había pasado un tiempo en la cárcel y hace un año me lo encontré almorzando en la cafetería de Bellas Artes (buenísima por cierto). Seguía siendo la misma diva de siempre sólo que ahora estaba acompañado por lo que -supongo- era su pareja. Estuve tentado a acercarme y saludarlo, pero simplemente no encontré una buena opening line.

En fin, eso y más me hizo recordar ‘Les Choristes’, película por demás recomendable y con un soundtrack bastante bueno. No son las canciones que nosotros cantábamos… pero bueh, hay que darles chance!

Written by Salvador Leal

abril 19th, 2005 at 6:38 pm

One Response to 'Les Choristes'

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  1. jajajaja muy buena tu historia, relata un poco tambien la mia. Justo hoy me acorde de Philippe y pues se me ocurrio buscar que ha sido de el en internet y llegue aqui. Tienes mucha razon con lo de los gritos, yo tambien empeze de la misma manera cantando las mañanitas para ser sorpano y con el tiempo llegue a tenor y pues si era mucho trabajo pero con el paso del tiempo creo que ha sido una de las mejores experiencias estar en el coro del cedros dirigido por él. bueno nos vemos y gracias por las risas que me provocaste

    andres

    19 Nov 08 at 2:44 am

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