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La vida irreal de Salvador Leal

Hablando de mi Cumpleaños…

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Recuerdo perfectamente todos los cumpleaños que he tenido desde mi cumpleaños número 18 hasta acá. No es que los anteriores no los recuerde o los valore, o que crea que la vida cuenta a partir de la mayoría de edad, no. Más bien siento que, al tener mayor control de lo que sucede ese día, mi memoria capta más cosas que cuando, por ejemplo, cumplí 14 años y pasé El Peor Cumpleaños De Mi Vida™.

Mi cumpleaños número 18 recuerdo que cayó en miércoles porque al día siguiente (jueves) tenía examen de Física con un profesor que había estudiado en mi preparatoria y que en aquellos años tenía más de 70 años. Obviamente, él recordaba los ‘viejos tiempos’ cuando los alumnos se quitaban el saco y lo ponían en perchas que sobrevivían milagrosamente para asombro de los jóvenes de 1997. El asunto es que para esas alturas de la preparatoria, yo ya tenía dos grupos bastante bien definidos de amigos. El primero era al que siempre había pertenecido: los Ñoños. Este selecto grupo no sólo se caracterizaba por sus buenas calificaciones (creo que el promedio general del grupito era de 9.7 o así) sino también por sus conversaciones. Hoy que lo pienso, creo que más que ñoños, éramos agrandados. Nos gustaba platicar de películas, libros, viajes, televisión y La Vida (así, con mayúsculas) en general. Esto es, las mismas conversaciones que tiene alguien que está a punto de cumplir 26 años.

Mi otro grupo de amigos era bastante más reciente y juntarme con ellos era el resultado de haber convivido juntos durante mi sexto de preparatoria. No creo que fueran Los Cool de la escuela, pero sí se acercaban bastante; salían de antro, iban a fiestas, se iban de viaje de generación juntos y varios de ellos ya manejaban y tenían coche propio. Las razones por las que fui parte de ese grupo de cuates aún me parecen sorprendentemente misteriosas y quizás sólo pueda atinar a decir que todo comenzó cuando uno me invitó a ir con ellos al antiguo Bulldog una noche de febrero y ahí comenzó todo. Las conversaciones y, desde luego, las actividades de mi segundo grupo de cuates era muuuuy distinta -por obvias razones- a la de Los Ñoños. Pero la verdad es que me divertía (y me sigo divirtiendo) tanto con unos como con los otros.

El festejo de mis 18 años fue planeado por el ala nerd de mis amistades, así que ese día, después de salir de clases, nos fuimos todos a comer a mi casa. Ahí estuvimos durante gran parte de la tarde, arreglando el mundo y discutiendo de temas variadísimos pero no por eso menos divertidos. Luego nos fuimos todos al TGI Friday’s (dios mío!) quesque a ‘seguir la celebración’ pero la verdad es que sólo fuimos a que nos timaran con la cuenta y a que los meseros del lugar me cantaran las mañanitas y me regalaran un globo :S
Esa noche llegué a mi casa tremendamente feliz a ponerme a estudiar para mi examen de Física del día siguiente. Pero antes de sacar mi cuaderno y mi libro, puse en el estéreo el regalo de cumpleaños de uno de mis cuates. Era el soundtrack de una película que había ido a ver con mis cuates cool y que simplemente me había rayado. Supongo que había platicado tanto y con tanta emoción de esa película, que era el regalo ideal para ese momento.

Y lo fue. Esa noche no pude estudiar. Una vez que le puse play no dejé de escuchar el disco sino hasta que terminó y una vez finalizado, lo volví a poner. En ese momento entré en conflicto: no sabía qué me gustaba más, si la película o el soundtrack. La película se me había hecho genial, pero la selección musical era simplemente maravillosa.

Hoy que lo veo en retrospectiva, puedo decir que es uno de los soundtracks más importantes de mi vida. Fue ahí donde conocí la *verdadera* música electrónica, donde supe de productores y de canciones que duraban más de los tres minutos cuasi-reglamentarios a los que se ajustaban casi todas las canciones que había escuchado hasta ese momento (una de ellas más de diez minutos!!). Y además, hoy que lo vuelvo a escuchar, ese disco me trae los recuerdos de todo mi tercero de preparatoria.

Ese viernes, el viernes después de mi cumpleaños, mi grupo de amigos cool y yo nos fuimos de antro. Y cuando llegamos esa noche al lugar, una de mis rolas favoritas de ese disco que me regalaron de cumpleaños, sonaba a todo volumen.

En el Blog Rockin’ Beats de este jueves, les regalo esa rola.
Vayan aquí.

Written by Salvador Leal

marzo 10th, 2005 at 5:30 pm

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