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La vida irreal de Salvador Leal

Aprenda Mexicano en Fáciles Lecciones III

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Muy bien amiguitos, ya hemos llegado hasta la leson nomber tri.
Durante las pasadas lecciones aprendimos las maravillas de la letra ‘che’ y de los indigenismos que hemos asimilado como parte de la cultura mexicana.

Hoy dedicaremos una lección entera a la que es la palabra más importante para un mexicano. El solo uso y dominio de esa palabra, les puede dar a nuestros amigos extranjeros el título de ‘mexicano básico’ (no pun intended) y los compañeros mexicanos que nos acompañan en estas lecciones estarán de acuerdo en que el nivel de manejo de esta palabra logra no sólo la confirmación de la mexicanidad, sino también su supervivencia como persona dentro de nuestro país.

Esa palabra es ‘sexenio’.

El país entero se ve cubierto y envuelto por esta palabra. Todas las decisiones, importantes y triviales, indispensables y ligeras son alteradas, modificadas, apresuradas, canceladas o generadas por esa hermosa palabra: sexenio.
En nuestro país, TODO se mide en sexenios. Cuando llegan los novios frente al altar (sobretodo si alguno de los novios pertenece a la clase política) los asistentes saben que cuando dicen ‘para toda la vida’ en realidad están diciendo ‘por el próximo sexenio’. Cuando un personaje público dice ‘he sido honesto desde siempre’ lo que en realidad quiere decir es que en este sexenio ha sido especialmente discreto. Si un padre de familia le dice a su esposa que ‘por ahora no hay que tener más hijos’, a lo que en realidad se refiere es que, durante este sexenio, sería mejor abstenerse de tener un mocoso más hasta no saber si su compadre va a quedar en algún buen puesto dentro del siguiente gobierno.

Me explico. En México, los Presidentes tienen un período de gobierno de seis largos (y a la vez cortos) años. Y todo lo que en ese lapso suceda es bueno para el país, indispensable para la sociedad y tiene tonalidades de reproche que gritan un ‘cómo es posible que no se hubiera hecho antes’. Ese sexenio es para ese presidente y su administración. Es el principio y el fin (Fukuyama dixit) de la historia.
Si, por ejemplo, el Presidente anterior tenía un programa llamado ‘Solidaridad’, el siguiente Presidente lo quita y pone algo que denomina ‘Progresa’ y el siguiente que tiene el nombre de ‘Oportunidades’. El programa podría ser básicamente el mismo, pero las personas al frente de los mismos, y por lo tanto, los beneficiados por el gobierno, cambian de sexenio en sexenio.

Dicen los expertos en management que en la vida no hay nada fijo y que lo único que no cambia es el cambio mismo.
Ese concepto seguramente fue pensado por un teórico que visitó México, analizó sus gobiernos y se dio cuenta que nada, NADA permanece. Un sexenio eres Director de Departamento, y al siguiente eres Secretario de Estado y al siguiente eres perseguido por la justicia. Un sexenio puedes comprar una casa y coche nuevos, al siguiente los hipotecas y al siguiente te vas a vivir con parientes o (si eres de los que fueron favorecidos con la nueva administración) compras tu segundo departamento en Miami. Un sexenio está prohibido criticar al gobierno y al siguiente puedes ver a todos los cómicos mofándose del Presidente en turno.

Quizás algunos de ustedes me dirán que desde que en México cambiamos de régimen y llegó un Presidente de oposición, la situación ya no es la que estoy describiendo en este post. Falso. El asunto es un problema de las personalidades de caudillo que tienen nuestros gobernantes. Creen que con ellos a la cabeza todo va a ser mejor y no se dan cuenta que lo único que podría quedar después de que ellos se vayan del poder, son las instituciones que conforman el Estado Mexicano.
Otros me podrán decir que eso sucede con el PRI y el PAN, pero que Andrés Manuel no se maneja en base a sexenios. Falso también. Él más que ningún otro político actual está manejando su gobierno en base a metas a corto plazo. No importa si la deuda de la Ciudad de México crece a niveles escalofriantes, él ya no estará cuando se tenga que pagar. No importa que se le regale dinero a los viejitos y que esa acción haya sido convertida en ley por sus camaradas de partido, cuando esa política ahorque las finanzas de una ciudad que cada vez tiene más personas mayores, él ya no estará al frente de este gobierno, sino que habrá utilizado esas medidas para (Dios no lo quiera) lograr un puesto más alto.

Como pueden ver, un sexenio cambia vidas. Lo que se hace en el sexenio de un Presidente (o Gobernador, porque también se aplica a nivel estatal) se deshace en el siguiente y se le cambia de nombre un sexenio después. Si no hay mal que dure cien años, en México no hay plan que dure más de seis. Supongo que si se pudiera volver un factor de una fórmula econométrica, el Sexenio sería una de las variables con mayor peso en el desarrollo (o subdesarrollo) económico de México.

Bueno, quizás he exagerado un poco en mi análisis. Sí hay algo que permanece en nuestro país: la pobreza. Si un sexenio eres pobre, al siguiente sigues siendo pobre. Claro que, si viene algún genio macroeconómico que modifique los programas de asistencia social o cambie la estabilidad del país, al siguiente sexenio puedes tener la seguridad de que no serás pobre. Serás miserable.

Written by Salvador Leal

septiembre 15th, 2004 at 11:07 am

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