Something is rotten in the state of Denmark…
Lo siento. Sé que en el post anterior dije que no iba a platicar de los recientes actos de corrupción que han sido transmitidos en una especie de ‘Sopa de Videos’ político durante los últimos días (en cualquier momento siento que voy a ver a Oscar Cadena o Verónica Macías en lugar de López Dóriga)
Sin embargo, en estos momentos estoy realmente enojado. Mucho.
Y no por los actos de corrupción que han sido videograbados y puestos ante la luz pública. De eso estoy curado de espanto en mi país, sé las razones económicas por las que ocurre la corrupción y, aunque preocupante, no es sorpresivo. No. Estoy muy enojado por la reacción que ha tenido el equipo de Andrés Manuel López Obrador ante los ataques que ha recibido en estos días.
Comencemos por el principio.
En el mundo de la comunicación política el ‘agenda setting’ es muy importante. ¿Qué es el ‘agenda setting’? Es la capacidad que tiene una persona o un grupo político o empresarial de poner un tema en la boca y mente de los periódicos, noticieros y, finalmente, de la gente. El ‘agenda setting’ puede ser tan discreto como uno quiera y tan efectivo como las capacidades políticas y mediáticas le permitan al que ejerce esta entretenida actividad. Un ejemplo; cuando cierto jefe de gobierno de cierta megalópoli tiene una conferencia que comienza a las 6 de la mañana, las probabilidades de imponer sus temas en los medios de comunicación son mucho mayores que las de alguien que no da ni siquiera conferencias de prensa.
Casi tan importante como el ‘agenda setting’, es el manejo de crisis que se da ante situaciones que nos son adversas políticamente hablando. La respuesta ante declaraciones/videos/amantes escondidas/sobornos, es tremendamente importante para manejar y contener la crisis que se tiene debido a estos factores.
¿Por qué estoy tan enojado?
Porque acabo de ver a Marcelo Ebrard, secretario de Seguridad Pública del DF, haciendo ‘damage control’ de la situación de los videos en el noticiero de López Dóriga. Su manejo de crisis no me sorprende, pues está totalmente alineado con las políticas que ha tenido López Obrador durante su administración: efectiva pero políticamente irresponsable. Su manejo de crisis, insisto, no me sorprende… me enoja.
Al igual que su política con los adultos mayores, el segundo piso, el endeudamiento del Distrito Federal y el congelamiento de las tarifas en los servicios de transporte público, las respuestas que ha comenzado a utilizar López Obrador como ‘damage control’ son francamente irresponsables. El comenzar a ponerse en un papel de pre-mártir y comparar estos esfuerzos de despretigio con los intentos que eliminaron a Colosio hace diez años, no hacen otra cosa más que apelar al miedo de la gente y enrarecer aún más el clima político que prevalece en nuestro país.
Apelar a la excusa ‘si con estos videos no nos quitan popularidad, ¿qué nos irán a hacer después?’ es primitivo hasta el grado de la lágrima. Uno podría considerar que es ignorante el usar una estrategia de este estilo, pero pareciera que el equipo de AMLO tiene pleno conocimiento de lo que está haciendo y sabe que mientras su jefe aparezca como víctima, la ciudadanía seguirá estando de su lado. Echarle la culpa a Salinas es infantil, barato y abona la actitud que comienzan a armar en el Gobierno del DF: ‘la culpa la tiene el que grabó las conversaciones, no los protagonistas de las grabaciones’.
Las personas que leen este blog y apoyan a Andrés Manuel, seguramente me tacharan de priísta o panista o reaccionario. Quizás me digan que estoy cayendo en la trampa de los medios y que me uno a la campaña en contra del Peje. No es así.
Este post, como muchos anteriores, trata de ver más allá de los simples golpes mediáticos que los videos pueden dejar en nuestra conciencia política. Es de criticar que haya alguien difundiendo estos videos. Pero también es de criticar (y de condenar y de encabronarse) el que a) se hayan dado estas conversaciones y b) que la respuesta estratégica que da el equipo de Andrés Manuel López Obrador, recurra a proteger a su jefe a cualquier costo… no importa si el costo es la generación de miedo; un miedo que nuestro país conoció en 1994 y cuyas repercusiones nos resultaron tan perjudiciales.