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La vida irreal de Salvador Leal

Jingle Bell Rock

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Parece ser que se ha desatado una fiebre por los blogs. Aparte de mi amigo con problemas de personalidad (cfr. «What’s in a name» del 3 de enero) ya hay otros dos cuates que han comenzado a contar sus aventuras en internet.

El primero es un producto importado directamente desde Minatitlán, Ver. que ya tenía una página de internet (una de verdad, no como la mía) en donde además de publicar fotos de sus cuates suele dar rienda suelta a su vena poética.

El otro amigo que acaba de entrar en el rollo de los blogs escribió en su primer post algo que quiero retomar. De hecho, a él lo pueden escuchar todos los días a partir de las seis y media de la mañana por el 102.5fm en la Ciudad de México. Suele tener comentarios inteligentes y divertidos (afortunadamente son más lo segundo que lo primero) que opacan a los ya de por sí opacos conductores del programa.

En su post, mi cuate habla de lo devaluada que se encuentra la Navidad tanto en forma como -especialmente- en fondo. ¿Qué celebramos y por qué?
¿Qué tan conscientes estamos de nuestros actos y qué tanto actuamos porque así nos dicen que debemos actuar? ¿Qué tanta diferencia tenemos con las gallinas que ponen huevos cuando les encienden repentinamente las luces y nuestro comportamiento en cuanto comenzamos a ver arbolitos adornados y escuchar música navideña?

La Navidad está tan devaluada globalmente que en China, un lugar en donde actualmente se tolera más al capitalismo que a la religión, los oficiales del gobierno chino han decidido aprobar la Navidad por ser más un fenómeno consumista que una expresión religiosa (The Economist, December 20th 2003, p. 56)
¿No me digan que no resulta curioso que un análisis de instauración de política no haya generado preocupación el que la segunda fiesta más importante de una de las religiones con más adeptos en el planeta sea instaurada dentro de la ateísima y cerradísima sociedad china?

Quizás se vuelva un tema repetitivo en este blog, pero el núcleo del problema consiste en preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos. Cuáles son las razones por las que tenemos el trabajo que tenemos o estudiamos la carrera que estudiamos, por qué tomamos/comemos/bebemos/esnifamos los productos que compramos, por qué celebramos las fiestas que celebramos.

No quiero verme ni ‘grinch’ ni mocho pues no me reconozco como ninguna de las dos cosas; sin embargo, resulta una lástima que podamos reducir una idea tan grande en un concepto tan vano. Digo, hasta para la persona menos interesada, la Navidad le podría resultar impactante tanto teológica como literariamente (un Dios que manda a su hijo a nacer entre las peores condiciones no suena al clásico cuento de hadas)… para que al final de cuentas todo se convierta en un pretexto para trabajar medio mes, comer mucho, beber más y gastar a todo lo que da.

Y si ustedes me dicen que uno de los propósitos de la Navidad sí se cumple pues finalmente te da una oportunidad de convivir con tu familia y tus amigos… quizás tengan un poco de razón. Pero entonces estoy realmente ardido por no haber podido celebrar con ustedes tan importantes fechas.

Written by Salvador Leal

enero 5th, 2004 at 9:51 pm

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