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La vida irreal de Salvador Leal

Música para Niños I

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Decir que tener un hijo te abre un mundo lleno de sorpresas y cosas que jamás habías pensado que vivirías es, al mismo tiempo una obviedad y una declaración que se queda corta. Desde las cosas más superficiales (los llantos a las 3 de la mañana, la hora del baño, la hora de la comida, los primeros pasos, su sonrisa) hasta las que alcanzan un nivel de profundidad metafísica (los llantos a las 3 de la mañana, la hora del baño, la hora de la comida, los primeros pasos, su sonrisa), volverse «el papá de alguien» rebasa cualquier cosa que puedas leer, ver en películas o escucharlo de otros papás que se te han adelantado. No hay como vivirlo.

Además, y esto lo digo como disclosure para este post y en general en todo el asunto de tener un hijo, uno como papá vive MUY distinto el proceso de la paternidad que la mamá. Mientras que el software del sentido materno es algo que se va precargando durante 9 meses y cuya licencia se activa en el momento justo del alumbramiento, el sentido paterno es más parecido a un videojuego donde vas abriendo distintos niveles a lo largo del tiempo que estás jugando con él. Y sí, mientras más juegues, más bueno te vuelves… o por lo menos ya no caes taaaaan fácil en el calabozo del monstruo de las 12 cabezas del nivel 1.

Como papá, poco a poco vas desarrollando ese sexto sentido para distintas situaciones («esa mesa está muy picuda», «esa puerta se abre muy fácilmente», «ese florero está muy en la orilla») y siempre quieres acercarle a tu hijo las herramientas suficientes (podría decir «las mejores» pero creo que pecaría de mamón y de ingenuo) para que disfrute este mundo en el que le tocó vivir. Supongo entonces que la tarea de papá se convierte en algo muy semejante a un curador. Alguien que por el hecho de haber estado más tiempo en este mundo, haber estado más expuesto a la vida y por ya saber controlar esfínteres (en algunos casos), cree saber cuáles son las cosas que quieres que influyan en tu hijo y lo pone en contacto con ellas.

En el caso de la música, el ejemplo del curador es mucho más directo. ¿Qué música y por qué razón quiero que mi hijo la escuche? ¿Es un capricho mío porque a mí me gusta X grupo o Y género musical? ¿O genuinamente creo que escuchar tal canción abonará en un niño más sano, más feliz o más completo?

Me confieso como un profundo amante de la música. Además, siguiendo la vocación de locutor que en algún momento exploté, creo que compartir música con alguien es una de las sensaciones que acercan almas y amistades. ¿Y qué mejor que tener la posibilidad de hacerlo con la pequeña bola de carne que vino a trastocar tus días y tus noches? Si a tu novia/esposa/pareja le hiciste un mixtape o le quemaste un CD a finales de los 90s para mostrarle tu amor, ¿a poco no te suena de lo más natural ahora hacer playlists en el iPod para el hijo/a que ahora comparten?

Hasta aquí, la reflexión. Menos palabras y más música.
La siguiente serie de posts está pensada para compartirles mis sugerencias o el camino que yo decidí tomar en el proceso de curaduría para las playlists del iPod de mi hijo. La conclusión a la que llegué después de confeccionarlas es triste y la compartiré con ustedes al final de la serie, pero en el trayecto, espero que las canciones que aquí pongo les sean útiles a ustedes y a sus hijos.

Comencemos con separar el universo musical de su biblioteca de iTunes en tres:

1.- La música *normal*, es decir, la que uno puede encontrar en el iPod de cualquier hijo de vecino, pero que, por razones de género, temática, melodía o letra, son opciones adecuadas para que un niño las escuche.

2.- Un subconjunto del grupo anterior: música tranquila para después de la hora de la comida, para dormir o para relajarse durante o después del baño.

3.- La música infantil per se, es decir, compositores y músicos que específicamente crearon esta música para el público infantil.

Por ser más fácil, comenzaré con el segundo grupo, el de música tranquila para niños y en posts posteriores («posts-eriores», jo) hablaré de los otros dos.

¿Qué música es buena para bañar a un recién nacido? ¿O para que un niño de un año pueda estar jugando tranquilamente en su cuna? ¿O para acompañar una tarde nublada mientras vemos llover? La música, lo sabemos bien, no sólo acompaña momentos sino que ayuda a crearlos. Tener una buena selección de música tranquila ayuda como transición entre la hora de la cena y la hora de dormir o entre el baño y la hora de la cena. Un tip que me dijeron desde el inicio es que no es bueno que un bebé se acostumbre a quedarse dormido con música, pero bueh, supongamos que quieres dormir a tu hijo/a con alguna melodía en particular. ¿Cuál sería?

A continuación, algunas recomendaciones que están en el playlist del iPod de mi hijo, acompañadas de comentarios adicionales:

– La primera recomendación es una ganga, 6 dólares por 50 canciones de un disco tan oscuro que estoy seguro que jamás has escuchado: Dinner Party Music: Relaxing Piano Classics for Your Dinner Party. Sí, así como lo oyes, un disco quesque para acompañar una cena relajante pero que contiene 50 canciones en piano PERFECTAS para tranquilizar al bebé más gruñón. (En iTunes está un poco más caro, pero quizás más accesible y rápido que Amazon). No sé a qué tipo de cenas asistan los editores de este disco pero créanme que es una mina de oro en lo que a «música para tranquilizar a tu bebé» se refiere.

– El siguiente es un personal favorite pues también fue un curioso descubrimiento. Es algo así como el Richard Clayderman asiático y su nombre es Yiruma. Confieso que no tenía idea de la existencia este tipo pero su música, aunque podría confundirse con música para la sala de espera de un acupunturista, es PERFECTA para cambiar a un bebé o el baño nocturno antes de dormir. (Muestras aquí y también está en iTunes)

– En general no soy fanático de la inmensa selección de los discos «(ponga el nombre de su banda favorita aquí) for Babies». Primero porque pareciera que quienes hacen ese tipo de discos creen que únicamente cambiando los instrumentos de verdad por instrumentos musicales para bebés, mágicamente se vuelve música «para bebés». La segunda razón es que creo que la música para niños debe tener la calidad y el cuidado en la grabación que se le presta a cualquier otra producción, cosa que no sucede con este tipo de colecciones (ni, ya estando en estos temas, con los discos «(ponga el nombre de su banda favorita aquí) en Bossa Nova»). Sin embargo, hay dos discos de este tipo que me parece que tienen muy buen nivel musical: la colección Rockabye Baby! y el disco Rock-a-bye Baby de los Beatles (no confundir con el primero de casi el mismo nombre).
El primero es una colección musical vastísima, desde Bob Marley hasta Coldplay hecha, sí, con instrumentos musicales para bebés, pero con una producción realmente cuidada e interesante. El segundo es un disco con los grandes éxitos de los Beatles en un piano suave, notablemente tranquilizador e impresionantemente bien hecho. Para los fans de los Beatles, o de la música en general, creo que no hay mejor introducción al mundo de los Beatles para un bebé que este disco. Los puristas podrían decir que las versiones originales de los Beatles siempre serán mejores (y coincido) pero los arreglos originales no son aptos para un bebé de meses o un niño al que queremos tranquilizar, así que Rock-a-bye Baby Beatles Soothing Piano Tribute es una gran segunda opción. Ya llegaremos a qué canciones de los Beatles son de fácil comprensión y digestión para los chamacos.

– El folk en general. Ya sea Kings of Convenience («I don’t know what I can save you from», «Homesick», «Know-How», «Misread»), Joan Baez («Don’t think twice, it’s alright», «Forever young»), Peter, Paul and Mary («Puff the Magic Dragon», «Stewball», «Early mornin’ rain», «Lemon tree») o Simon & Garfunkel («Bridge over troubled water», «So long, Frank Lloyd Wright», «Kathy’s song», «The Boxer», «Bookends»).

– Elliott Smith. Particularmente el soundtrack de Good Will Hunting y el New Moon.

– El Dreamland de la colección de Putumayo.

– Bob Marley. «Redemption song» desde luego, pero también «No Woman No Cry», «Is this love» y hasta «Jamming».

– Canciones individuales: Death Cab for Cutie – I will follow into the dark, Elis Regina y Tom Jobim – Aguas de Marco, Joshua Radin – Fly me to the moon, She & Him – Sing, Mad World de la película Donnie Darko, The Smiths – Asleep y de los Beatles: Something, Here comes the sun y Sun King.

– En cuanto a música clásica pura y dura: Mozart, pero no todo de Mozart. Recomiendo la serie de discos «El Efecto Mozart» que hace una selección de obras del compositor austriaco, con orquesta (muy importante) pero que son, de nuevo, de fácil digestión para los bebés, el disco «Schroeder’s Greatest Hits«, las tranquilitas de «The Best Classical Album in the World… Ever!«, algún buen disco de Andrés Segovia (para mí, indispensable), y Yann Tiersen con su soundtrack de Amelie.

Written by Salvador Leal

abril 26th, 2013 at 5:45 pm

Posted in Santiago

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