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La vida irreal de Salvador Leal

Vamos a…

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Cuando cumplí 15 años, convencí a mis papás que la mejor manera de estudiar inglés de verdad era yéndome a estudiar a Inglaterra. Hoy que lo veo en perspectiva (más de diez años han pasado desde aquel episodio), no sé cómo fueron capaces de dejar viajar solo a su pequeño retoño a un país extraño, en un dormitorio universitario y desbordado de estudiantes extranjeros.

Pero así fue. Un día agarré mi avión, me pusieron mi identificación (si eres menor de 16 años y viajas solo, la aerolínea se encarga de tí) y me treparon en un avión que, después de hacer una larga escala en Filadelfia, me dejó en el aeropuerto de Heathrow. Contartes aquí todas las peripecias, aventuras y desventuras ocurridas durante mi estancia en Londres (y, particularmente, en la Universidad de Cambridge que fue en donde estuve estudiando) tomaría no uno ni dos ni tres, sino incontables posts que no podrían siquiera esbozar la aventura que significó, para un moconete de 15 años, irse solito a estudiar en el extranjero.

Uno de los muchos amigos que hice fue un polaco de nombre Adam que tenía como 18 pero que para mí parecía un adulto hecho y derecho. Era diabético o por lo menos eso era lo que nos decía al verlo cargar para todos lados su estuchito negro de piel con una jeringa. Él era parte del grupo de cuates que convivíamos con mayor regularidad en la Universidad y que estaba compuesto por un par de italianas, un portugués, un kuwaití (con quien todavía me comunico vía messenger) y otra polaca. Pasamos muchísimas cosas juntos y varias cosas sucedieron entre los miembros del grupo, tantas, que al momento de despedirnos, nos prometimos solemnemente irnos a visitar respectivamente, un país cada verano. Yo todavía sigo esperando a que me hablen para decirme cuál país toca primero, pero bueh, supongo las amistades que haces en esas circunstancias tienen las mismas características que la experiencia en sí: es muy intensa, tremendamente importante a un nivel personal, pero extremadamente fugaz.

En fin, el punto de este post es que el día en que nos conocimos, Adam y yo, hubo un pequeño intercambio cultural que me dejó perplejo. Obvio las segunda pregunta que surje al presentarte con alguien nuevo era de qué país venía. Y cuando le dije a Adam que venía de México, su respuesta fue verdaderamente asombrosa.

Comenzó a cantar una canción que -supongo- fue muy famosa cuando yo tenía 5 o 6 años. Y digo que supongo que fue muy famosa porque mis primos y yo la cantábamos cada vez que salíamos juntos en el verano. Ni siquiera recuerdo haberla escuchado alguna vez en la radio, sino que se hizo parte del zeitgeist de aquel momento en particular. No me pregunten por qué razón fue exitosa o, peor aún, por qué diablos Adam conocía esa canción en perfecto español.

Sólo sé que es la canción que he estado tarareando toda la semana y que, si todo sale bien, se hará realidad en un par de días. También sé que es la rola de Blog Rockin’ Beats del día de hoy y que la pueden bajar de aquí.

Written by Salvador Leal

marzo 17th, 2005 at 9:13 pm

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