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La vida irreal de Salvador Leal

Tres cosas

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Dado que tengo mucha chamba y mañana es posible que no pueda postear, les dejo tres cosillas (iba a poner ‘tres reflexiones’ pero me sonó demasiado Miguel Angel Cornejo)

1. Vengo de regreso hacia mi casa y en el alto se me acerca un wey. El tipo no tiene pinta de pedir dinero en las esquinas, viene vestido como miembro promedio de la clase media y me pide por favor que le baje a mi vidrio pues me tiene que decir algo.
Contrario a cualquier pronóstico, le abro el vidrio…
«Oye, perdón que te moleste, pero es que se me quedó parado el coche sin gas aquí en la esquina y quisiera saber si me puedes echar la mano con cinco pesos o algo así para poder echarle gasolina»

tic, tac, tic, tac

El alto es de esos altos fugaces que casi no cuentan, así que la mente de Salvador tiene muy poco tiempo para evaluar la situación. Tiene tan poco tiempo que comienza a buscar dinero aún cuando el fulanito no ha terminado su speech. En una maletita que carga, Salvador encuentra veinte pesos y, de nuevo contrario a cualquier pronóstico, los toma y se los da al fulanito.
El fulanito agarra el billete, da las gracias, la luz verde se pone y el coche de Salvador avanza.

Su acompañante le reclama: «¿¿Pero qué te pasa??» le grita, «tú me has dicho varias veces que no crees en las limosnas ni en darle dinero a quien pide en la calle… y ahora se lo das al primero que se te acerca!!»
Eso es cierto. No creo en dar limosnas. Sería complicado de explicar en este post, pero es algo que simplemente no hago.
«Además, el tipo ni siquiera se veía tan urgido!», dice mi cuate.
Eso también es cierto, la persona que me pidió dinero no estaba feliz, pero tampoco se le notaba una cara de angustia y congoja.

«… karma», le respondo.
«¡¿KARMA?!, ¡¿Cómo que karma?!»
«Sí, karma. Ese rollo de que todo lo que haces se te regresa, la ley de la causa y los efectos, una recompensa o castigo divinos con base en pequeñas acciones», comienzo a argumentarle sobre la marcha. «Si un día de estos a mí se me queda parado el coche sin gasolina, quiero pensar que me encontraré a alguien con una generosidad tan grande como para regalarme 20 pesos que me permitan llegar a mi casa o a algún lugar seguro»
«Wey… ¿¿pero qué tal que el tipo es un estafador que está buscando al IMBÉCIL que le regale dinero por nada??»
«Pues entonces», contesto yo, «espero que un día de estos que yo quiera engañar a alguna persona, me encuentre a alguien tan estúpido como que me regale no 20 pesos, sino 200».

Mi amigo se queda callado. Mi argumentación es impecable.
Karma.
Algunas veces hasta yo mismo me sorprendo.

2. Ya se las había recomendado en otra ocasión que la leyeran y espero que así haya sido. Si no, no se pueden perder las dos últimas aventuras de Lulú Marina (primera parte y segunda parte). No cabe duda que quizás sea, como dijo Mimismo, el nuevo ídolo juvenil que México estaba esperando. Sus metáforas son exactas, su narrativa es muy divertida, sus temas son demasiado cercanos y si quieren saber cómo vive una inteligente Niña Fresa™ de verdad (no como Paris Hilton que es puro bluff), atrévanse a leerla (y cuando digo Niña Fresa™ lo digo como un cumplido, eh!!).

3. El Vaticano, con esa prontitud que algunas veces lo caracteriza, acaba de censurar la lectura del bestseller «El Código Da Vinci» (la nota, aquí)
Independientemente de que censurar libros y películas no se me hace la manera más inteligente de conducir las conciencias humanas, creo que el timing del Vaticano anda chafeando. El librito ese nomás ha logrado vender 20 millones de copias y ya va por la eneava reimpresión…
Tres preguntitas:
a) ¿No me digan que apenas lo acaban de terminar de leer? Digo, yo me lo lleve a mis vacaciones de Semana Santa (sí, lo acepto, también leo basura; no sólo de Borges y Coupland vive el hombre) y lo acabé en menos de dos días. ¡Si para eso es!

b) Supongamos por un momento -supongamos nomás- que quiero hacerle caso al Vaticano. ¿Qué hago? ¿Cómo des-leo un libro? ¿Cómo elimino la poca o mucha información que YA llegó a mi cerebro? ¿No habría sido mejor avisarlo un poco, un poquito antes?

c) Supongamos que eres la institución humana más antigua que prevalece en el planeta. Supongamos que tienes *poder* sobre varios cientos de millones de conciencias. ¿De verdad te preocupa lo que dice un libro hecho para ser consumido en tres sentadas? ¿De verdad quieres subirte en un ring de menor catego? ¿No tienes mejores cosas qué hacer?

Nomás pregunto.

Written by Salvador Leal

marzo 15th, 2005 at 9:24 pm

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