Vacaciones
Trabajar en vacaciones es uno de mis placeres culpables. Es como trabajar los domingos o estar en la escuela los sábados por la tarde; resulta deliciosamente ñoño. No sé si pueda expresar bien esa sensación pues obviamente me gusta descansar y también me gusta disfrutar de los fines de semana como días en los que no tienes otra cosa que hacer más que sentir cómo los minutos se te van como un puñado de arena entre los dedos.
Sin embargo, el estar en la escuela a las 11 de la noche de un viernes o en la oficina a las 12 del día de un domingo, tiene un sabor especial. Así estoy ahorita… no debería de estar aquí y sin embargo, aquí ando.
Ayer platicaba con un amigo de cómo esta situación da perfectamente para el argumento de una película: qué haces cuando debes estar en la oficina pero no hay nada qué hacer.
La película comenzaría con cosas leves, como guerra de pistolas de agua y carreras de sillas ejecutivas por el pasillo principal de la oficina. Pero para ponerle sabor al asunto, la pecera del CEO terminaría negra debido a las 14 cajas de tóner de impresora que le cayeron «accidentalmente», justo unas horas antes de que llegue el Jefe a atender un asunto de último minuto.
Sería como ‘Ferris Bueller’s Day Off‘ pero oficinista y en Navidad.
Así pues, estos días han sido de meditar qué es lo que haces en la oficina cuando no hay mucho qué hacer. Una de esas cosas ha sido releer cosas escritas en mi blog durante el año… y curiosamente hay una reflexión navideña que creo que viene perfectamente al caso. Ahí les va:
(…) En su post, mi cuate habla de lo devaluada que se encuentra la Navidad tanto en forma como -especialmente- en fondo. ¿Qué celebramos y por qué?
¿Qué tan conscientes estamos de nuestros actos y qué tanto actuamos porque así nos dicen que debemos actuar? ¿Qué tanta diferencia tenemos con las gallinas que ponen huevos cuando les encienden repentinamente las luces y nuestro comportamiento en cuanto comenzamos a ver arbolitos adornados y escuchar música navideña?La Navidad está tan devaluada globalmente que en China, un lugar en donde actualmente se tolera más al capitalismo que a la religión, los oficiales del gobierno chino han decidido aprobar la Navidad por ser más un fenómeno consumista que una expresión religiosa (The Economist, December 20th 2003, p. 56)
¿No me digan que no resulta curioso que durante un análisis de instauración de política no haya generado preocupación el que la segunda fiesta más importante de una de las religiones con más adeptos en el planeta sea instaurada dentro de la ateísima y cerradísima sociedad china?Quizás se vuelva un tema repetitivo en este blog, pero el núcleo del problema consiste en preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos. Cuáles son las razones por las que tenemos el trabajo que tenemos o estudiamos la carrera que estudiamos, por qué tomamos/comemos/bebemos/esnifamos los productos que compramos, por qué celebramos las fiestas que celebramos.
No quiero verme ni ‘grinch’ ni mocho pues no me reconozco como ninguna de las dos cosas; sin embargo, resulta una lástima que podamos reducir una idea tan grande en un concepto tan vano. Digo, hasta para la persona menos interesada, la Navidad le podría resultar impactante tanto teológica como literariamente (un Dios que manda a su hijo a nacer entre las peores condiciones no suena al clásico cuento de hadas)… para que al final de cuentas todo se convierta en un pretexto para trabajar medio mes, comer mucho, beber más y gastar a todo lo que da.
Y si ustedes me dicen que uno de los propósitos de la Navidad sí se cumple pues finalmente te da una oportunidad de convivir con tu familia y tus amigos… quizás tengan un poco de razón. Pero entonces estoy realmente ardido por no haber podido celebrar con ustedes tan importantes fechas.
Publicado originalmente el 5 de Enero de 2004.