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La vida irreal de Salvador Leal

Economía Agrícola II

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Hace algunos días, platiqué de la muerte de uno de los mejores profesores que he tenido y del libro donde narraba su vida. Después de buscar y rebuscar por todo mi librero, lo he encontrado y les paso el dato del libro:
FLORES, Edmundo, Historias de Edmundo Flores. Autobiografía: 1919-1950, Martín Casillas Editores, México, 1983, 454 pp.

Teniéndolo a la mano, le he hechado un ojo y quiero compartirles algunos pasajes para que comprueben lo que ya les había dicho. Que si bien el Dr. Edmundo Flores era toda una autoridad en su materia, vivió la vida como quiso e hizo lo que se le antojó. Algunos flashazos de su libro.

«Esta autobiografía constará de tres tomos, cuando menos. El primero se titula Historias de Edmundo Flores. Autobiografía: 1919-1950; el segundo, que va de 1950 a 1972, todavía no tiene título y pienso publicarlo a principios de 1984; el tercero irá de 1972 en adelante, e ignoro cuándo lo publicaré, aunque espero que no sea póstumamente»

«(…) En este volumen doy también un lugar muy importante a mi primer matrimonio, en 1946, con Sage Fuller, bella y rebelde joven norteamericana que conocí en la Universidad de Wisconsin, a la que llegó huyendo de su familia y de las escuelas aristocratizantes del Este de los Estados Unidos. (…) Mi esposa Sage estudió danza moderna, materia de la que en la Universidad de Wisconsin había un departamento de primera. Durante los cuatro años de nuestro matrimonio me enteré a fondo del estado de este arte y adquirí una intensa aversión, lo mismo hacia la danza moderna que hacia el ballet. Daría cualquier cosa por no volver a ver otra vez ‘El Lago de los Cisnes»

«En La Paz conocía a Augusto Monterroso, desde entonces entrañable amigo, que era funcionario en la Embajada de Guatemala. También me casé por segunda vez, con otra norteamericana de la que estaba muy enamorado. Ginny murió poco después de nuestro matrimonio. La viudez hiere infinitamente más que el divorcio.»

«En enero de 1970 me casé con Joan McNulty, norteamericana y ex madre superiora de la orden del Sagrado Corazón de María. Tenemos dos hijas, Maya y Lisa, de once y diez años respectivamente.»

«En 1972, el presidente Luis Echeverría me sacó de mis actividades esencialmente académicas, me nombró asesor suyo en economía y poco después, en 1973, me envio a Roma como representante permanente de México ante la FAO. Año y medio más tarde me nombró embajador de México en Cuba, donde pude observar muy de cerca cómo funcionan la economía y sociedad cubanas.
«Dejé Cuba en septiembre de 1975, cuando el licenciado José López Portillo, candidato a la presidencia de Mëxico, me invitó a participar en su campaña electoral. Al ocupar la presidencia me nombró Director General del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT)»

«Habitualmente, los mexicanos que han escrito autobiografías, dan énfasis a los aspectos profesionales, intelectuales, burocráticos y políticos de sus vidas, relatan en detalle sus interminables viajes en tren de México a Nueva York, y de ahí a Europa en el ‘Queen Mary’, y omiten su origen y problemas familiares, sus conflictos infantiles, sus dudas emocionales e ideológicas y las crisis que sufren como adultos; es decir, soslayan su condición de frágiles y contradictorios seres humanos. A riesgo de pecar de excéntrico y de ser acusado de exhibicionismo innecesario, pero consciente de que después de Freud las autobiografías burocráticas encubren más de lo que muestran, yo dedico una parte importante de esta autobiografía a relatar sin disimulos ni compromisos los problemas personales a los que me he enfrentado, lo mismo en lo emocional, lo intelectual, lo ideológico o lo profesional, problemas unas veces plenos de angustia, dolor y desconcierto, y otras de realización y euforia.
«Sé que corro el riesgo adicional de que más que escritas por un mexicano que debería ser fie a una subcultra hermética y celosa heredada de la España medieval, estas memorias pueden parecer escritas por algún hereje impúdico e irreverente, imitador de una tradición protestante y aglosajona. Quizá esto se deba a que nunca logré establecer diferencia alguna entre mis inquietudes profesionales, emocionales y deportivas; jamás, a pesar mío, fui capaz de dejar de pensar, en horas de asueto o en días festivos, en lo que me intriga o me preocupa. Por si esto fuera poco, tengo el don de resolver involuntariamente problemas y dudas técnicas, amatorias y aún triviales, durante el sueño. ¿Cómo podría, pues, mutilar una parte de mi vida?»

«(…) Por eso nunca confesé el incidente de la «Dorila», una pequeña perra callejera que merodeaba por el barrio, flaca de pelo y ojos amarillentos, herencia de algún antepasado coyote que comparten muchos de los perros callejeros de México. Un mediodía en que no había clases en San Borja, me subí a un árbol de tejocotes situado en un terreno bladío cercano a mi csa, y estaba muy a gusto comiendo tejocotes cuando noté que un perro, llamado el «Ventosiano», intentaba tirarse a la «Dorila». Pasé un rato largo viéndolos. Después de ser categóricamente rechazado, el «Ventosiano» desistió y se alejó indignado. Se me ocurrió entonces que tal vez a mí me iría mejor; bajé del árbol, me acerqué a la perra, que al verme movió la cola en señal de reconocimiento, la acaricié, y antes de seguir adelante miré a mi alrededor para asegurarme de que nadie me veía. Tranquilo, me inqué y probé suerte con la «Dorila», que cuando se dio cuenta de mis intenciones, se puso totalmente intratable, me gruñó, me mostró sus blancos colmillos amenazadoramente y por fin huyó»

Written by Salvador Leal

diciembre 14th, 2004 at 1:15 am

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