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La vida irreal de Salvador Leal

La Práctica 28 (4a. Parte y última)

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Antes de este largo silencio, habíamos dejado a nuestros protagonistas con la penosa misión de conseguir una muestra de células sexuales masculinas (nótese que en todo lo que llevo de la historia no he utilizado una palabra más directa para no herir los ojos de inocentes que pudieran estar leyendo este blog). La tarea era difícil: conseguir las muestras, comprobar que no eran nuestras y conseguirlo antes que los inútiles que teníamos por compañeros de equipo.

Para los que piensen que conseguir una muestra de este tipo es fácil… es porque nunca han estado en la necesidad de obtenerla de una manera que no sea ‘la natural’. ¿Dónde se puede comprar ese tipo de cosas? ¿Cuánto cuesta? ¿Cómo saber que es una muestra auténtica y no es engrudo… o peor aún, cómo saber que es de humano?

La búsqueda era contra reloj y era claro que teníamos que conseguir las muestras lo más pronto posible. Así que comenzamos por donde cualquier investigador de buen nivel comienza:

– (voz gangosa de señorita) «Telmex agradece su preferencia, está usted llamando al Cero-Cuarenta, Servicio de Información, ¿qué número le proporciono?»
– «Señorita» (con un poco de nerviosismo) «quisiera que me diera el -ejem, ejem- teléfono de…. mmmhmm…. -ajum- de un banco.. de mmm…. un banco de…… ehm»
– (voz gangosa) «Me podría repetir el nombre del Banco, ¿por favor?»
– (más carraspera) «-Ejem- Un banco…. pues…. de…. mmmm….ehjm»
– (voz gangosa con un toque de impaciencia) «¿Un Banco de qué?»
– «se-hmjn»
– «¿Podría hablar más fuerte?…¿Necesita un banco de sangre?»
– «No, señorita…. un … banco de se……hmjnm»
– «¿De qué? Mire joven si esta es una broma déjeme le digo que…»
– «¡¡DE SEMEN!!, ¿¿ME OYÓ?? ¡¡¡Necesito el teléfono de un banco de semen!!!»
(silencio)
(detrás del silencio de la señorita sólo se escuchan murmullos del resto de las mujeres que atienden el servicio del 040)
– (voz ligeramente temblorosa) «Permitame un momento»

La músiquita de espera sólo sirvió para ponerme todavía más nervioso de lo que ya estaba. Cuando me volvieron a contestar, una voz masculina que se escuchaba como el Supervisor, me contestó:

– (voz norteña) «Me dice la operadora 4567 que le está usted faltando al respeto. Le informo que de acuerdo a la Ley General de Comunicaciones, usted podría estar cometiendo un ilícito que conllevaría a la pena de…»
– (a punto de perder el control) «No no no no… mire usted… lo que sucede es que »
– «Sepa usted que esta es una empresa con un altísimo nivel moral y que…»
– «No, no… espere, creo que no me he explicado bien»
– «Lo escucho»
– «Por razones… mmhmm… académicas… necesito el teléfono de un banco…. pues… de… en fin.. la señorita ya se lo ha de haber dicho… ¿no?»
– «…razones académicas?»
– «Así es… cien por ciento razones académicas»
– «A ver», se oye que le dice a la operadora, «dele un número al joven y que se vaya»

La operadora me da el número y lo marco con la prontitud que tiene alguien que sabe que ha estado en una posición bastante incómoda durante mucho tiempo y que desea salir lo más rápido posible de ella.

– (voz de señorita sexy) «¿Buenas tardes?»
– (medio sacadón de onda por la voz de la señorita) «Esteeee… sí… buenas tardes… estoy hablando al…ejem… banco de semen?»
– (voz sexy) «Sí.. así es»
– «Mmmmm…. pues…. estaba interesado en comprar…mm… adquirir…. esteee…. bueno… quería obtener algunas muestras»
– «Claro que sí, con mucho gusto»
– «¿Me…mmm… podría dar los precios de…. las muestras?»
– «Cómo no, mire: nuestros precios van primero por volumen y luego por el origen del semen»
– «Co..co… cóoomo??»
– «Así es, después de los 25 litros de semen se le comienza a hacer un descuento que consiste en el 2.2% menos del precio normal»
– (en shock total) «¿¿¡¡¡¡¿¿¿VEINTICINCO LITROS??!!!!???»
– (medio sacada de onda) «¿… de dónde nos marca?»
– (pensando que mi imaginación no da para imaginarme 25 litros de semen) «De aquí… de la ciudad de México»
– «¿Y de cuántas cabezas de ganado estamos hablando?»

Después de pasar 10 minutos tratando de entender por qué me habían dado el teléfono de un banco de semen vacuno en el servicio del 040 y después de otros 10 minutos para recuperarme del shock de la llamada, la búsqueda continuó. Yo estaba a punto de darme por vencido, cuando mi amigo me llamó y me dijo que, providencialmente, nuestro problema había quedado resuelto.

Resultó que mi amigo tenía un tío médico, que a su vez tenía un amigo ‘médico’ que tenía una ‘clínica’ en avenida Revolución y que el amigo del tío nos podía ‘facilitar’ las muestras que quisiéramos. Lo único que teníamos que hacer era ir por ellas.

«Lo único que no me gustó» dijo mi amigo mientras nos subíamos al microbús que nos llevaría por todo Barranca del Muerto rumbo a Revolución «fue que me dijo que las muestras podrían ser tan frescas como nosotros quisiéramos»

Yo pensé lo peor.

Y lo peor fue exactamente lo que sucedió.

Uno sabe que la ‘clínica’ no puede ser muy seria si se encuentra justo enfrente del mercado de Mixcoac. Y menos si en la esquina tiene un letrero que está café por efectos de la corrosión y la humedad. El tugurio aquél todavía existe y pueden verlo si pasan por Revolución; su nombre… Clínica Maya. Tenía toda la pinta de ser una clínica de abortos. No dudo que lo fuera.

Al entrar, fuimos recibido por el ‘doctor’ amigo del tío de mi cuate. No piensen en Nick Riviera (cfr. The Simpsons), piensen más bien en Sergio Andrade viviendo en su hábitat natural. Por el oscuro pasillo que llevaba a la oficina del ‘Doctor’ se escuchaban algunos gemidos de personas que, seguramente, no estaban bien anestesiadas en aras de una cirugía más económica.
Los consultorios, que eran como pequeños cuartos de motel de paso, daban la idea de que la higiene no era un concepto olvidado en la ‘clínica’… simplemente era un concepto que jamás había sido aplicado en ese lugar.

Finalmente llegamos al fondo del pasillo, a un pequeño privado donde el ‘doctor’, que parecía ser el que regenteaba el lugar, tenía sus aposentos. Una vez adentro de su ‘consultorio’, lo único que se llegaba a escuchar era el suave murmullo de una radio que estaba sintonizada en una estación de música en inglés cuyo nombre no conocí sino hasta un año después. Recuerdo que cuando entramos sonaba el último éxito de Billy Joel, ‘River of Dreams’.

«Ahora sí, mis niños» dijo con una voz suave y muy controlada voz; como alguien que tienen la tos atorada en la garganta pero que no se puede dar el lujo de toser, «díganme qué es lo que necesitan»

Le explicamos, lo más brevemente que pudimos, nuestra situación y lo que requeríamos: muestras de células sexuales masculinas y una carta que demostrara que provenían de personas distintas a las que en ese momento le hablábamos.

«Pues les puedo dar las muestras sin mayor problema» dijo, muy serenamente, «pero deben saber que las personas que vienen a donar el material que ustedes necesitan, siempre piden mantener sus nombres en calidad de confidencial»

– «Una carta que diga que proviene de otra persona será más que suficiente» dijo mi amigo que tenía todavía más ganas de salir de ese lugar que yo.

El doctor sacó dos pequeños vasitos de plástico de su escritorio y se dirigió a un pequeño anexo que estaba a su lado izquierdo. Al abrir la puerta, pudimos alcanzar a ver una mesa de exploración como las que usan los dentistas y, sobre ella, las piernas ansiosas de una persona que parecía estar esperando la llegada del ‘doctor’.
El doctor cerró la puerta mientras la radio murmuraba ‘The Return to the Innocence’ de Enigma. En aquel entonces yo no tenía idea de cómo se llamaba la canción ni quién la cantaba, pero hasta la fecha estoy convencido de que los gemidos de la canción opacaron los sonidos que provenían del anexo del ‘doctor’.

A la mañana siguiente, llegamos con dos frasquitos que tenían una generosa porción del material que había sido requerido para el laboratorio.

Mi amigo y yo pasamos muchas aventuras más durante el resto de la secundaria y parte de la prepa. Pero nunca volvimos a platicar del tema de la práctica 28 ni de la forma en que conseguimos las muestras ‘frescas’ para el Laboratorio de Biología.

Written by Salvador Leal

febrero 9th, 2004 at 1:34 pm

Posted in maristas,nostalgia

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