Spinning
La relación que he tenido con el deporte a lo largo de mi vida no podría ser denominada como fácil, mucho menos tersa o amable. De hecho, nuestra relación no llega al clásico «amor-odio». El deporte y yo nos odiamos mútuamente.
Los recuerdos que tengo de la clase de educación física son bastante vívidos, ayudados en gran parte por la enorme cantidad de cicatrices y moretones que sobreviven a las terroríficas mañanas de mediados de los ochenta cuando nuestro profesor de deportes (llamado por todos ‘Sonny’) nos hacía realizar los más atrevidos, peligrosos y humillantes ejercicios en las canchas de futbol del glorioso Instituto México.
Uno que, dentro de un ambiente de brutal competencia académica trataba de salir bien en los exámenes, las tareas y las participaciones en clase, veía sus esfuerzos hechos trizas con los 50 minutos de una clase de deportes.
– «Leal!» gritaba Sonny, «le toca saltar»
Leal (que era yo) miraba estático la barra que había que pasar con el denominado ‘salto del tigre’, ejercicio consistente en que, con el único impulso de las piernas, saltaras por arriba y cual caballo en competencia hípica, una barra para después caer ayudado por las manos y parte de la nuca, para finalmente dar una marometa con el suficiente impulso para volver a quedar de pie. Sonny creía seguramente que nos entrenaba para las Olimpiadas de Seul ’88. Yo me sentía en casting para el Circo Atayde.
– «Leal!!, es para hoy!»
Parte de la motivación para saltar era que con ese único salto se calificaba el mes. Diez o Cero. No importaba si ya hubieras corrido durante media hora alrededor del colegio ni si te sabías más katas de karate que el mismísimo Señor Miyagi. Salto. Del Tigre. Diez. O Cero.
Para estas alturas, la mitad del salón (formado detrás de mí) comenzaba a gritar expresiones de aliento que sólo se han escuchado en una escuela para hombres. Creo que aún me despierto por las noches con el sonido de los gritos haciendo eco en mi cabeza.
En fin. Corte a enero del 2004. Mi nuevo trabajo (del cual luego les platicaré) se ha encargado de restregarme en la cara diariamente los peligros que tiene el consumo de grasas saturadas y carbohidratos compuestos así como la necesidad del balance entre la ingesta de calorías y la actividad física.
Y dado que una piedra de río tiene más actividad física que yo y a que no pienso dejar de consumir grasas saturadas y carbohidratos compuestos… a partir del día de hoy he comenzado a hacer ejercicio. ¡Y no cualquier ejercicio!
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Toma de Salvador Leal caminando por la calle a las 6.45am. Viste unos pants grises que aún huelen a nuevo y un par de tenis que tienen aún más flojera que él. Se acerca a un local fuertemente iluminado para ser las 6.45am, o por lo menos así le parece a Salvador. Quizás sigue algo dormido.
– «¿Ya has hecho spinning?, pregunta el empleado del local fuertemente iluminado.
– «No… no sabía que fuera requisito»
– «Toma esta toalla y vete a la 7», contesta el tipo sin hacerle caso aparente a Salvador.
El spinning es el milenario arte de andar en una bicicleta fija mientras alguien al frente se dedica a gritar como merolico cosas como «ahora vamos por un puente» «venga… esa subida sí se siente!», «esa pantorrilla… muy bien!», «ahora vamos en una parte muuuy plana… sencilla»
Todas estas frases son aderezadas con los últimos éxitos del 97.7 que resuenan en el estéreo controlado por la que ‘guía’ la ‘sesión’ de spinning. Desde «Ave María» hasta «Torero» pasando por «You’re so sexy», uno no sabe qué duele más si las piernas o los oídos.
La mejor parte de la ‘sesión’ (aunque también la más vergonzosa) fueron los gritos de motivación que daba la guía. Porque han de saber que después de 10 minutos subido en la cosa esa, lo primero que viene a la mente a uno, es tirar el arpa y largárse a comer gorditas a la esquina. Ella, sabiendo que piensas así, te va animando con consignas que tienes que responder. Es muy por el estilo de los conciertos chafas de grupos ídem.
– «¿CÓMO VAN?
– (todos) ..bbiiieeeeen..
– «¿QUE CÓMO VAAAAAN?»
– (todos) bieeeeeeen!!
– «NO LOS OIGO!»
– (pensando que en este local de 3x3m eso es bastante improbable) BIEEEEN!
– «¿¿LES GUSTA EL SPINNING??»
– (todos) SIIIII!!!
– «¿¿LES GUSTA LO QUE SIENTEN??»
– (todos) SIIIIII!!!
– «¿¿LES GUSTA CHAYANNE??»
– (todos) SIIIIIIIII!!!!
Salvador se para en seco, escandalizado por la pregunta. La inercia ganada a lo largo de 40 minutos de pedaleo es demasiada para ser detenida de jalón. La bicicleta se levanta y cae. Un pedazo de la losa del piso bajo la bici se desprende y rompe en mil pedacitos. Ahora tengo que regresar a pagar un trozo de azulejo.
*P.D.* Sólo por si se quedaron con la duda, el mes del ‘salto del tigre’ lo pasé con un 7 que, supongo, me dio el profesor para compensar los momentos de risa y carcajadas que les provoqué a mis compañeritos al intentar el salto.