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La vida irreal de Salvador Leal

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La Estrella

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Se los pongo aquí de una vez para que lo vayan imprimiendo y leyendo poco a poco. No es que esté largo, se lo echan en una sentada… pero no deja de ser muy extenso para los estándares de un post común y corriente.

Este cuento lo descubrí a finales de 1999 y desde entonces me gusta leerlo justo en estas épocas del año, no antes ni después. Se llama ‘La Estrella’ y es del escritor británico Arthur C. Clarke.

El link permanente está en www.salvadorleal.com/estrella

Ojalá lo disfruten tanto como yo.

Written by Salvador Leal

diciembre 13th, 2006 at 10:20 pm

Mala suerte

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Mara salió de su casa sintiéndose mierda. El día simplemente no había comenzado bien.

No sólo su despertador no había sonado pues la luz se había ido en la madrugada y ya iba tarde al entrenamiento, sino que Josué, el menor, había amanecido enfermo. Antes de salir, ya tarde, el pequeño le había vomitado sobre su pantalón, lo que la obligó a tomarse 15 minutos más para calmar al pequeño y cambiarse de ropa.

La jarra de la cafetera recién reparada (la semana pasada un pequeño fusible se había quemado dejándola sin café por tres días) se había roto como por arte de magia cuando se servía la primera taza. Ni tiempo le dio de limpiar y mientras caminaba rumbo a su camioneta, trató de olvidar el enorme charco que había dejado tras de sí.

La camioneta encendió sin problemas, pero por razones que nunca pudo entender, las ventanas eléctricas jamás bajaron, lo que provocó que al terminar su trayecto de 2 horas (30 minutos más de lo planeado pues había un choque justo entrando a la autopista) Mara estuviera al borde de la deshidratación.

Al entrar al estacionamiento, Mara sintió cierto alivio. No importaba qué tan mal se sintiera, generalmente llegar al entrenamiento podía olvidarse de todo, relajarse y hacer bien su trabajo. Estar en el campo de tiro de jabalina simplemente la ponía de buenas y tenía la firme convicción de que allá adentro estaba segura. Ahí no la podían tocar ni sus hijos, ni su exmarido, ni su madre, ni el tipo que le cobraba la renta del pequeño departamento que ocupaba desde hacía tres años. Dentro de ese campo verde, la mala suerte no existía y nadie la podía tocar.

Con esa seguridad, salió al campo de tiro. Con esa seguridad y una enorme sonrisa que sólo tienen los que saben que nada les puede pasar.

Fuente: Reuters; más info, aquí.

Written by Salvador Leal

septiembre 25th, 2006 at 6:11 pm

Posted in ficción