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La vida irreal de Salvador Leal

Darío

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Los que fueron conmigo en el glorioso Instituto México, no me dejarán mentir. Una de las personas indispensables para el correcto funcionamiento de ese edificio que albergaba a 2,500 niños entre los 6 y los 12 años, era Darío. Todos conocíamos su nombre porque el director, ante la falta de celulares (estamos hablando de 1985), utilizaba el monumental sistema de sonido de la escuela para avisarle a Darío que lo andaba buscando.

Uno podía estar en clase de Español copiando un texto, o en clase de Dibujo súper metido en realizar correctamente el punto de fuga que nos acababa de enseñar la maestra Tere Palau, cuando se encendían las bocinas de toda la escuela y una voz de ultratumba (que se nos había enseñado a ubicar como el todopoderoso Director) decía: «Dariiiooooo»

Darío -supongo, porque no tengo mi anuario a la mano- era el jefe de intendencia de la primaria. Era el encargado de dirigir a un verdadero ejército de individuos que obraban milagros. Uno no podía entender cómo la escuela podía estar limpia un día después del domingo de Kermesse en donde el patio se atascaba de cualquier cantidad de puesto de comida, bebida y juegos que se pudieran imaginar. Y sin embargo, uno llegaba el lunes después de la Kermesse y la escuela estaba rechinando de limpia.

No es por ser clasista o discriminador, pero cuando platico de Darío, básicamente imagínense a cualquier encargado de intendencia de cualquier escuela. Moreno, con rasgos más bien indígenas y un suéter horrible que jamás se cambiaba. Pero eso sí, era eficiente y trabajador. Y estoy seguro de que todos los alumnos que pasaron por el Instituto México, por lo menos cercanos a mi generación, recuerdan la voz del Director diciendo por el altavoz: «Dariiiiooooo».

Hoy justamente estaba pensando qué habría sido de Darío, cuando vi el periódico. Y me dio realmente gusto saber que Darío, ese inconfundible personaje, consiguió chamba como Presidente de Bolivia. ¡Bien por tí, Darío!

P.D. Ya en serio, o Evo Morales no tiene una esposa que lo vista, o no tiene asesores que le vayan a comprar un traje y corbata al Zara más cercano, o piensa hacer con los suéteres al estilo César Costa lo mismo que Vicente Fox hizo con las botas.

Written by Salvador Leal

enero 4th, 2006 at 12:12 pm

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