«… cuando yo era joven…»
He regresado de mi fin de semana con una juventud renovada. Me cae que ahora no me siento de 25 (casi 26) sino como de 19. No tengo otra explicación para haber sobrevivido al fin de semana que tuve sino es gracias a mi *juventud*
Hacía años que no tenía que presionar a mi cuerpo y a mi mente a tal cantidad de actividades y creo que un día de estos, cuando tenga como 35, recordaré estos días como viejas glorias pasadas.
Mi labor en WFM no sólo consistía en tener un programa tres horas diarias, sino que involucraba muchísimo más trabajo del que cualquiera podría imaginar que tiene una estación de radio. Ahí pasaba el 70% de mi día y el 70% de mis noches también estaban relacionadas con actividades de la estación. A esto le pueden agregar el hecho de que mientras estaba trabajando ahí, también estudiaba Economía en el ITAM (que oficialmente califica como el quinto o sexto círculo del Infierno de Dante en este planeta), por lo que tenía que cumplir con mis compromisos estudiantiles también.
Recuerdo particularmente bien el noviembre del 2001, en donde teníamos fiestas y eventos que cubrir desde el miércoles en la noche. Fueron épocas en las que dormía entre cuatro y cinco horas a la semana y dividía mi tiempo entre ir a trabajar, asistir a mis clases que empezaban a las 7am, estudiar para mis exámenes, preparar mi programa, hacer mi programa, hacerla de niñera en otros turnos al aire, hacer las guías de la estación, contestar los mails de la estación y hacer controles remoto todas las noches de alguna fiesta, cuya transmisión terminaba en las madrugadas. Ah! y además tenía que cumplir con mi papel de Hijo de Familia™…
Sí, siempre me ha gustado hacer muchas cosas, tener aguante y llevar a mis facultades físicas y mentales al límite de la resistencia.
Este fin de semana me recordó aquellos viejos tiempos, pues además de todo lo que tenía que hacer (entre el jueves y el domingo dormí 6 horitas) agrégenle que estaba con una gripe galopante.
Hoy es día que no se cómo es que cedió mi gripa. Supongo que algún tipo de sistema central le informó que la agenda estaba demasiado llena y que si quería desarrollarse como una gripa de verdad, tendría que esperar por ahí de mayo a que las cosas volvieran a su cauce natural. Supongo, además, que si esto me pasara a los 50 años mi gripa se convertiría a los tres días en neumonía después de la primera desvelada y en cuestión hospitalaria con todo y respirador incluído 24 horas después.
Afortunadamente, durante el tiempo que esté convaleciente podré recordar con añoranza aquellos tiempos en donde podía pasar varias noches sin dormir, realizando actividades de alto requerimiento físico, poniendo a trabajar mis facultades mentales a todo lo que dan y poder llegar el lunes a la oficina como si nada hubiera pasado y con la gripe convertida en una pequeña tos. Y claro, cuando cuente esto es muy probable que mis nietos terminen gritando «mamaaaaaa, mi abuelito ya está diciendo mentiras otra veeeeez!»