Chamba…
Hay días en que adoro mi trabajo y hay otros días en los que es una verdadera monserga.
Hoy, por ejemplo.
Mi lista de pendientes es tan grande que he decidido ponerla debado de todos los documentos pendientes que tengo que leer. ¡Cómo estarán las cosas que me tengo que chutar los libros de texto de primaria para «analizar» ciertos aspectos del contenido de los mismos!
Además, llevo toda la mañana batallando para poner unas cifras de 1960 que están en miles de dólares a algo que se pueda comparar con cifras actuales que están en millones de pesos. Les juro que después de hora y media luchando contra el Excel, estoy convencido que como economista ‘práctico’ soy un verdadero fiasco.
También tengo que terminar de hacer mi scouting por las noticias nacionales e internacionales, pensar en algo más o menos coherente para comentarios a una reunión a la que tengo que ir mañana así como un análisis de dos puntos en particular de la nueva Ley de Derechos que nuestros diputados tuvieron a bien aprobar.
Si a eso le agregamos que tengo que comenzar a hacer mis compras navideñas y hacer mis labores de ‘hijo de familia’ tenemos un coctél peligroso. Me urgen unas vacaciones y no sólo no veo para cuándo las podré tener; inclusive en el dado caso que me pudiera escapar de la chamba durante diciembre, obvio no me voy a ir solo!!
Argh. Días como hoy deberían quitarlos del calendario, quemarlos y espacir sus cenizas en un inodoro para después, jalarle.