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La vida irreal de Salvador Leal

La Práctica 28 (3a. parte)

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En el capítulo anterior, habíamos dejado a nuestro protagonista viendo desesperanzado las tres opciones que se le mostraban para la resolución de su problema:
1. No llevar nada
2. Obligar a dos de los miembros del equipo a que llevaran la muestra, corriendo el riesgo de que no llevaran nada o, que en el mejor de los casos, llevaran un vasito con concentrado de agua de horchata.
3. Ya fuera yo o mi otro compañero de equipo responsable y cumplido lleváramos la muestra

De todas las opciones, la tercera era la que tenía más probabilidades de éxito pero al mismo tiempo, la que se prestaba más para la injuria y la descalificación por parte, no sólo de nuestros otros compañeros de equipo, sino inclusive del resto del salón. Hay terrenos de la dignidad humana que hasta los ñoños hemos de saber evitar y ése era uno de ellos.

Después de mucho pensar y repensar, una idea golpeó nuestros pequeños cerebritos y decidimos utilizar una forma no convencional para obtener las muestras: haciendo un concurso.

– «La mecánica es simple», les explicamos al resto del equipo, «la persona que logre obtener las muestras y que compruebe que lo que obtuvo es el resultado del esfuerzo de alguien más, gana la prueba»
– «O sea, ¿cómo?» dijeron nuestros compañeritos que a duras penas podían juntar palabras en su boca para escupir frases.
– «Sí, mira: supongamos que yo llego el próximo miércoles con un vasito lleno; debo poder comprobar que no es mío, que lo conseguí de otra manera y así ganas»
– «¿Y qué gano?»
– «El concurso»
– «Sí, sí… pero ¿qué gano si gano el concurso?»
«Diles que pueden tomar lo que reste de las muestras!» pensaba para mis adentros… pero lo que realmente dijimos fue:
– «Asesoría personalizada para todos y cada uno de los exámenes finales; dos ñoños a tu entera disposición para resolver dudas, prestarte cuadernos… en fin, te ganas un ‘couch académico'»
Los ojitos se les iluminaron y en ese momento supimos que habían caído en la trampa: ellos tenían una motivación para obtener las muestras a como diera lugar, pero cuando les pidiéramos que nos demostraran que ninguno de ellos había proveído de la materia prima para la práctica, no podrían hacerlo y nosotros nos reiríamos de ellos en sus caras, tomaríamos las muestras, haríamos la práctica, sacaríamos diez y seríamos felices. Desde luego, no tendríamos por qué ser sus ‘asesores académicos’ pues el concurso consistía en comprobar que la muestra no provenía de ellos.

Así llegó la semana en la que todo segundo de secundaria tenía que pasar al laboratorio a realizar la ahora mítica práctica 28. Las amenazas de los padres de familia habían sido inútiles para detener al profesor Astorga y sus maquiavélicos planes de perversión juvenil. Nosotros, el salón 23, tendríamos la práctica hasta el miércoles, por lo que tendríamos tres días para ver las reacciones de los otros salones.

Pero nunca nos esperamos que sucediera lo que sucedió.

Los baños del colegio no fueron suficientes para satisfacer (verbo bien usado) la demanda de sus usuarios. ¡¡Había colas para entrar al baño!! ¡¡Había gente vendiendo vasos enteros de muestras para la práctica 28 por los pasillos!! ¡¡Había centenares de personas COMPRANDO las muestras!!

Y cuando digo centenares de personas, no exagero. Mi generación -sólo 2o. de secundaria- era nada más de 650 personas! Los salones de primero y tercero, que no sabían nada de la práctica 28, pronto se enteraron de la situación y en lugar de alegrarse de no tener ese tipo de maestros de biología, decidieron unirse a la ‘celebración’ visitando, ellos también, los baños del colegio.

Eso era una bacanal. Una orgía. Era todo un espectáculo.
Era, además, la orgía más privada y solitaria que se ha visto nunca.

Para el descanso del mediodía de aquel lunes, se respiraba en toda la secundaria una tranquilidad que sólo las satisfechas y exhaustas hormonas adolescentes podían generar. Mi amigo y yo estábamos francamente alarmados; nos había salido el tiro por la culata. Ahora tendríamos que darnos a la tarea de encontrar las muestras por nuestro lado… y no teníamos la menor idea de cómo le íbamos a hacer.

…¿cómo resolvieron este nuevo problema nuestros jóvenes protagonistas, sin convertirse en la versión noventera de Tenoch y Julio, los charolastras de ‘Y tu mamá también’?
… no se pierdan la conclusión de esta historia… en exclusiva a través del blog de SalvadorLeal.com!

Written by Salvador Leal

enero 29th, 2004 at 3:32 pm

Posted in maristas,nostalgia

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