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La vida irreal de Salvador Leal

Archive for the ‘Uncategorized (yet)’ Category

Crónicas Itamitas

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Recuerdo que, en lo más álgido de la elección presidencial del 2006, Enfoque, el suplemento dominical del periódico Reforma, publicó el historial académico de la carrera universitaria de Andrés Manuel López Obrador (¿en Sociología? ¿Ciencias Políticas?). Y recuerdo que le pusieron una revolcada con que había repobado quién sabe cuántas materias fundamentales para su presunta labor como Presidente de México.

Lo que decía Enfoque (y que después recogió una presentación de power point que pululó por la red en esas fechas) era que el fulanito había tardado 14 años en acabar la carrera, que había reprobado Estadística y Ciencia Política dos veces, y Economía y Economía Política, una vez.

El reportaje me caló muy hondo. Y no porque creyera que la falta de conocimientos que pudiera tener el Peje en Estadística pudiera serle perjudicial al país (escucharlo dos minutos era más que suficiente). No. Lo que me pegó fue imaginarme en la situación en dónde yo, un día de estos, quisiera ser, no candidato a la Presidencia, pero igual y Director de alguna empresa o Funcionario Público Destacado® u ocupar algún cargo de elección popular, y que en el proceso, a alguien se le ocurriera sacar a relucir mis calificaciones de la carrera. ¡Y yo sin poderme defender!

Así pues, después de darle una pensada, he decidido develar aquí mis calificaciones universitarias, para irme curando en salud y que, cuando algún envidioso sacara mi historial académico a dos días de ser nombrado CEO de alguna multinacional, la gente de la empresa pudiera decir «aaaah, ¿eso? ¡pero si lo publicó en su blog hace veinticinco años! Mira, te paso el link»

Comienzo diciendo que mi promedio de Primaria, Secundaria y Prepa es de diez. Así, cerradito y sin tachaduras. Diez. Era yo, como le dicen, un ñoño certificado.
Hasta que llegó la universidad.
Ahí descubrí que también había vida fuera del salón de clase y, desgraciadamente, descubrí que esa vida estaba muy concentrada en el Circuito de Radio y Televisión. Oh sí. El Circuito. Si algo recuerdo de mi universidad son las mañanas (y las tardes y las noches) que me pasaba en el Circuito de Radio en programas, fuera de programas o nomás pasando el rato. De ser un simple locutor llegué a ser el Director de Relaciones Públicas (¡uy!) y de llegar y dejar mi mochila tirada junto con las otras, terminé teniendo mi propio locker (que, de hecho, compramos los directores junto con sillones nuevos en donde pasábamos horas interminables viendo Sky, poniendo música o hablando de estupideces… algunas veces, hacíamos las tres cosas al mismo tiempo).

El Circuito de Radio marcó por completo mi estancia en el Infierno Tecnológico Autónomo de México (inscripciones, aquí). Ahí conocí a los personajes más extraños de toda la escuela, gracias a él tuve mi primera chamba en una estación de radio (que, sobra decirlo, marcó el resto de mi vida… como ya escribí un vez en este post y en este también) y, entre muchas otras cosas más, el Circuito provocó que terminara mi carrera año y medio más tarde de lo que debí haber terminado. Es más, si dan un vistazo a mis calificaciones, todo va super bien hasta que llegamos al semestre Enero-Mayo del 2000 en donde, tómela barbón, me recetan un NA en Probabilidad. Antes de eso, mi promedio era caaaaasi notable; mis materias más bajas fueron un 6 en Cálculo III y dos sendos sietes en Economía III y Economía Internacional I (que me la daba uno que ahora es subsecretario) el resto son casi todos dieces y ochos (los nueves brillan por su ausencia).

Decía un profesor fanático de la Economía, que cualquier economista que se preciara de serlo, no podía pasar Eco I en el ITAM a la primera: su cerebro debía ofrecer alguna resistencia. Y ese comentario no se me olvida porque Economía I (o Microeconomía I) fue una de esas materias que di de baja en el primer semestre; al siguiente semestre la pasé con nueve, pero di de baja otras dos: Cálculo Diferencia e Integral I y Geometría Analítica I.
Aquí cabe mencionar que ‘dar de baja’ una materia no era reprobarla ni nada vergonzoso. Era, más bien, como la tarjetita esa del Monopoly de «Salir Gratis de la Cárcel»; si unas semanas antes del final creías que nomás no la ibas a librar, te dabas de baja y te ahorrabas la verguenza de reprobar… eso sí, habiendo pagado ($$) la materia en-te-ri-ta.

A lo largo de la carrera, sólo reprobé otra materia más, y fue en el semestre enero-mayo del 2002. Esa materia es Economía Política.

(pausa dramática)

(más pausa dramática en donde el lector se cuestiona qué tipo de Economista se vuelve alguien que reprueba «Economía Política»)

Pues sí. Reprobé esa materia. Y feo. Creo que con 3 ó 4. En mi descargo sólo puedo decir que la materia era aburridísima, más abstracta que un cuadro de Kazimir Malevich y con ninguna relación ni con la Economía ni con la Política. Era, más bien, un curso de Teoría de Juegos en esteroides.

Fuera de ahí, el resto de mi caminito académico tiene otras pocas piedras en el camino. Mis calificaciones más bajas del final de mi carrera son cuatro seises: uno en Economía Internacional II (WTF!), otro en Econometría I (de aquí mi odio a esa maldita materia), uno de mi Seminario de Investigación Económica (que era quesque para hacer la tesis y nada, qué) y finalmente el de Crecimiento Económico para el que no tengo una buena excusa; la materia era malditamente complicada para ser a las 7 de la mañana y yo salía de los eventos de WFM a las 4 de la mañana.

Entre mis medallitas escolares se encuentran un diez en Historia Económica de México II (dada por un gringo, ja!), un diez en Evaluación de Proyectos (ay nomás), un nueve en Economía Austriaca (me fascina el críptico nombre de la materia) y un diez en Economía II (que me daba Pedro Aspe y que tiene una anécdota que medio cuento acá).

Ahí está. Esos son mis luces y mis sombras itamitas. Claramente no fui el mejor de mi generación… pero tampoco creo haber sido el peor. Tuve, como todos, buenos y malos momentos. Pero supongo que todo, al final, se resume en lo que uno hace con lo que le dan en la universidad. Y por ese lado, estoy seguro de que no me ha ido nada mal.

Written by Salvador Leal

junio 10th, 2009 at 6:38 pm

Mi BB Storm y yo

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Disclaimer: Este post está escrito para ganar este concurso. (Y así fue como yo regresé a eso de los concursos…)

Mi relación con Iusacell es larga. Nomás once años tengo con el mismo número telefónico. En este blog, he platicado de mi a veces tortuosa relación con esta compañía celular. El primero, y más famoso post de Iusacell, fue en donde invité a que la gente NO se cambiara a esa compañía cuando fue posible la portabilidad numérica (link); la segunda fue a los cuantos días, después de recibir una llamada de, sí señoras y señores, el director general de Iusacell (o bueno… su secre) en donde platicamos de los problemas que tuve/tengo/tendré (je) con mi línea telefónica (link); la tercera fue uno de esos post nostálgicos de cuando uno marcaba 905 antes de un celular (link). Finalmente, el post más reciente en donde hablo de Iusacell es de cuando me fui a Nueva York y me resolvieron un problema en cosa de minutos (link).

Hay cosas por las que me siguen cayendo gordos los amigos de Iusacell. La frase de entrada de su call-center, por ejemplo, te saca muchísimo de onda. Desde un par de meses antes de que fuera posible la portabilidad numérica, los operadores te decían «qué tal, señor X, ¿cómo se encuentra usted el día de hoy?». Y uno, que fue educado en una familia decente, tenía que responder de cajón, un «bien, muy bien, gracias, señorita», aunque a uno se lo estuviera llevando el diablo porque el celular dejó de funcionar de nuevo o porque las llamadas no entraban al teléfono. Otra de las cosas que no me gusta de mi compañía es que no tengan un plan de mensajitos ilimitados a todas las compañías. De hecho, no es que yo quiera ventanearme aquí, pero debo admitir que tengo un problema con los mensajitos de SMS; mando demasiados. Pero cuando digo ‘demasiados’ no exagero: tuve que comprar un plan nuevo, con otro teléfono, aparte de mi plan original Iusacell, para únicamente mandar mensajitos.

Por otro lado, creo que Iusacell tiene puntos fuertes que no ha sabido aprovechar. Mi noviazgo y posterior matrimonio se lo debo al plan de llamadas ilimitadas de Iusacell a Iusacell, por ejemplo; y que es algo que apenas le está copiando Telcel y que ellos tuvieron (pero no supieron decírselo a la gente), desde hace mucho tiempo. La red 3G es otra; los rumores son ciertos, los clientes de Iusacell estuvimos en 3G aaaaaaaños antes que los de Telcel… pero díganme a quién le importó hasta que no llegó el iPhone. Vaya, hasta el internet inalámbrico en todos lados lo tuvo Iusacell mucho antes… pero la neta es que no hay ejecutivo que yo conozca que diga, con orgullo, que su teléfono es Iusacell.

Finalmente, la cosa que maaaaaas me molesta de Iusacell, son los pocos equipos que tienen. Mmmmm. No, déjenme replaneto mi frase. Lo que más me puede de Iusacell, son los pocos equipos sexys que tienen. Hasta que llegó el BlackBerry Storm. Justo hace un par de días, un amigo me dijo que la Blackberry Storm era la razón más poderosa para no cambiarme de compañía… y creo que tiene razón. Porque eso es algo que me había hecho falta decirles. Estoy a punto de irme con Telcel y su iPhone. Sí, lo acepto, soy un vendido, un traidor… pero por otro lado le he dado 11 años de mi vida a una compañía que nomás no ha sabido cómo hacerme sentir orgulloso de que yo tenga tantos años con ellos. ¿Por qué me gustaría tener un BlackBerry Storm? Porque soy un fanático de la conectividad y me frustra que mi Motorokr nomás no haga todo lo que yo quisiera que hiciera. Replanteo de nuevo mi frase: porque soy un fanático de clóset de la conectividad.
Todos los que me conocen me preguntan por qué no me he comprado un BlackBerry. Y siempre les respondo que no creo que una BlackBerry le hiciera bien a mi vida, que eso de estar conectado todo el tiempo, mandando mails y revisando páginas de internet mientras espero a que me traigan lo que pedí en el restaurante, nomás no es lo mío. Y miento. Miento vilmente. La verdad es que muero por dejar que una BB entre a mi vida… pero mi codera no me deja. La maravilla esa tiene de GPS, para abajo, todo lo que alguien pudiera necesitar. Hasta McGyver. Y prácticamente sin teclas!! ¿Es eso increíble o qué?

Y digo que la BlackBerry Storm entre en mi vida porque realmente creo que eso es. No es ‘comprar’ un teléfono, o ‘tenerlo en mis manos’ o ‘usarlo’. No, no. Es permitirle (como a mi iPod, como a mi laptop) que se vuelva parte fundamental de la vida cotidiana. Más allá de la chamba, más allá de los horarios de trabajo. Despertaría a las 6.25, como siempre, pero con una rolita bonita… como esta, por ejemplo:

A las 7 ya estoy en el coche, escuchando las noticias y revisando los primeros mails del día (que son, todos, de resúmenes noticiosos con ‘lo más relevante’). Siete y cuarto, en la caminadora, echándole un ojo a mi Google Reader para ver qué se le ocurrió a mis feeds durante la noche. Todo aderezado de dos que tres tweets por aquí y por allá. Cuarto para las ocho, justo antes de meterme a bañar, puedo mandar, no mensajitos SMS, sino mensajes vía BlackBerry Messenger a quienes van llegando en ese momento a la oficina. Rumbo a la oficina, recibo (yiack!) las primeras llamadas del día mientras manejo… eso sí, con mi audífono Bluetooth como lo marca el Reglamento de Tránsito. A las nueve, desayuno de campeones; un litro de jugo de toronja y un delicioso sandwich mañanero para acompañar, ahora sí, los primeros mails resueltos del día. Más que trabajar, uno resuelve. Y la BlackBerry de uno, también. La mañana se pasa casi en un pestañeo, recibiendo pocas llamadas pues estoy en la oficina y todas llegan al teléfono fijo… pero la hora de la comida y los trayectos, la BlackBerry se vuelve in-dis-pen-sable. Nunca falta el proveedor que te manda el correo mientras estás comiendo y al que necesitas regresarle comentarios en ese momento, o el proyecto al que sólo le hace falta un número que tú puedes dar. Digamos que si ahora como 4 de cada 5 días en mi oficina pues me la paso resolviendo vía mails (a.k.a. «respondiendo mails»), ahora voy a poder comer fuera más veces…

La noche llega como se fue la tarde. El tráfico permite seguir revisando feeds, enviar unas fotitos vía Twitpic y hasta postear algo en el blog. La comunicación no se ha perdido prácticamente en ningún momento. De repente, justo cuando el semáforo está en rojo, una idea lo suficientemente compleja, llega de golpe. No cabe en un SMS… pero sí cabe perfectamente en un mail enviado por la BlackBerry Storm. Listo; el día ha sido redondo. Mi BlackBerry y yo, hemos vencido una vez más.

Toma de cabalgata hacia el horizonte.

FIN

Written by Salvador Leal

mayo 25th, 2009 at 7:34 pm

Catch Up

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1. Hace tiempo que no me doy una vuelta por acá. No. Miento. Vengo al editor de mi blog prácticamente a diario, pero también prácticamente a diario sale otra cosa que hay que hacer antes de tener 10 minutos 20 minutos 40 minutos para sentarme y escribir un post decente. Hoy me encontré con un amigo al que no he visto en tres meses y cuando me preguntó «¿y qué onda, qué ha habido?» no supe qué responderle. Han pasado tantas cosas y han pasado también tan pocas, que uno no sabe por dónde empezar.

2. El fin de semana estuve con algunos compañeros de la universidad. Y digo ‘estuve’ porque la verdad es que prácticamente no platiqué con ellos. Si se me dificulta hablar con gente a la que no veo hace tres meses, poner al tanto de mi vida a personas que no he visto en casi seis años es todavía peor… ¿Qué he hecho de mi vida? ¿¿Cómo diablos contesta uno eso?? Si quisiera contestar desde el día uno, no acabo: «Pues mira, al día siguiente del último día de exámenes finales, me fui a Acapulco con un amigo de la prepa y otro que conocí en el ITAM gracias a la huelga de la UNAM… Ahí estuvimos cuatro días y comimos un ceviche de marlin que aún recuerdo vívidamente». No, supongo que eso no es lo que quiere escuchar.

A lo mejor busca que la historia vaya del presente al pasado. «Ayer estuve en la oficina hasta muy tarde… es más, cuando estábamos en la universidad, si alguien me hubiera dicho que estaría trabajando hasta esas horas un viernes por la noche, probablemente hubiera pensado que estaban bromeando. Antes de eso, también salí tarde de trabajar el jueves, el miércoles y el lunes. El martes regularmente salgo temprano de trabajar porque me voy a la maestría y ese día salgo tarde de todos modos». No. Supongo que tampoco hubieran esperado eso.

Y si hago lo que hace todo el mundo, creo que tampoco sería muy satisfactorio. Escoger los highlights de la vida de alguien durante los últimos seis años puede ser peligroso: para algunos, seleccionar los mejores momentos de su vida de los pasados seis años es frustrante («No… pues realmente no he hecho absolutamente nada digno de contarse»), mientras que para mí resulta entre asombroso y desconcertante. La cantidad de anécdotas que uno colecciona en esos años simplemente son innumerables y no sujetas a rankeo. En el número uno está el haberme casado; esa sí es una aventura… y puedo pasar horas platicando de lo increíble que es. Es más, el riesgo de volverme monotemático existe: soy un gran fan de mi matrimonio. ¿Pero y después? ¿Cómo platico de aquella cena con mis amigos en donde todos terminamos haciendo un corte de caja hasta ese momento? ¿O del viaje a Nueva York en donde Martha y yo desayunamos kiwis frescos todos los días antes de subirnos al metro? ¿O de los cientos de confesiones que he escuchado a las tres de la mañana con varios wiskys de más? Digo, eso también es importante… pero tampoco creo que sea muy relevante para mi interlocutor.

3. Y así es como uno termina contestando «pues nada… trabajando mucho». Dios. ¿Así o más despersonalizado?

4. Hace algunos meses (no sé si decir ‘años’, no tengo tiempo de buscar el post) escribí acerca de cómo deberíamos replantearnos a las personas que aparecen en los billetes mexicanos. Hoy descubrí esta página en donde hablan acerca de rediseñar los billetes gringos como parte de una propuesta integral para revitalizar la economía gringa… y hay propuestas buenísimas:


Esa, por diseño (nota al margen: a lo largo de los años he descubierto que soy un estudiante de diseño de clóset muy mal plan). Estos parecen tarjetas de regalo de iTunes:

Pero por concepto, mi favorita es esta:

6. De repente dice más de mi mente las cosas que leo que las cosas que escribo, es por eso que les recuerdo que mi selección de feeds está en este link de Google Reader. Ahí meto todo lo que me llama la atención y estoy seguro de que cualquier estudiante de psicología haría un bonito paper tratando de descubrir algún patrón entre las cosas que me gustan. Y creo que no sólo haría un bonito paper, me haría un gran favor.

7. Finalmente, los dejo con este videito que me pareció simplemente alucinante. La vida son simples parpadeos…

Last Day Dream [HD] from Chris Milk on Vimeo.

Vía: Esquizopedia

Written by Salvador Leal

mayo 21st, 2009 at 11:33 am

Influenza IV

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And now, we proudly present, the english version of La Cumbia de la Influenza!!
No wonder this is a global disease and we must be at the same level…

Written by Salvador Leal

abril 28th, 2009 at 10:35 am

Influenza II

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Sí… ya nos habíamos tardado:

Clip de audio: Es necesario tener Adobe Flash Player (versión 9 o superior) para reproducir este clip de audio. Descargue la versión más reciente aquí. También necesita tener activado Javascript en su navegador.


Marc Monster y la Agrupación Cariño – La Cumbia de la Influenza

(Vía Jordi Adame)

Written by Salvador Leal

abril 25th, 2009 at 8:44 am

3 x 3 x 3

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Este año, tres pares de personas que quiero mucho se han esforzado por hacerme, de un tirón, tío triple de tres niñas. Aquí cabe la acotación de que yo sé ser sobrino y primo, pero ser tío es algo que tendré que ir aprendiendo a lo largo del tiempo.

También hay que aclarar que, debido a los enredados lazos familiares que existen tanto del lado paterno como del lado materno, hace mucho tiempo decidí que toda aquella persona distinta a mis padres y abuelos, que fuera mayor que yo, sería mi tío. Y todo miembro de la familia que tuviera mi edad o menos, sería mi primo.
Convertirme en tío significa abrirme paso, además, por el complicado y espinoso camino de *crecer*. Es decir que hoy, hay más probabilidad de que los nuevos miembros de la familia comiencen a ser mis sobrinos que mis primos.

Desde que me dijeron, cada quién por su lado, no he dejado de pensar en qué tipo de tío seré. La neta es que quiero ser el tío cool que da un buen consejo y que sabe de música, pero quién quita que al final termino siendo el tío malhumorado que no aguanta las sandeces de sus sobrinos y les pide que bajen el volumen de sus gritos. Supongo que sólo el tiempo lo dirá.

Mientras tanto, es decir, mientras me transformo en el monstruo ese, utilizaré mis últimos momentos como tío que gusta de la música para dedicarles, desde el fondo de mi corazón, una canción a los próximos padres primerizos (PPP): Toño y Susana, Roberto y Any, y Oscar y Loozie.

La letra de la canción está aquí.

Los queremos mucho,

S+M

Written by Salvador Leal

febrero 4th, 2009 at 7:39 pm

Barbas a remojar

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Uno lee:

Y piensa dos cosas:
1. A ver cuándo nos vamos poniendo las pilas nosotros.
2. A ver cuándo se va poniendo las pilas el Reforma, sobretodo, tomando en cuenta los paupérrimos blogs que aloja en su sitio (excepto, desde luego, el de J. Silva-Herzog M.)

Written by Salvador Leal

octubre 28th, 2008 at 2:14 pm

My 2 cents… of Amero

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A ver, van una serie de respuestas a los correos electrónicos, twitts y mensajes vía MSN que tratan acerca del mentado ‘Amero‘, la nueva paranoia de los conspiracionistas:

1. Sí, la integración económica de América del Norte no sólo es posible sino que, en la opinión del humilde (es un decir) economista que escribe este blog, es muy probable. ¿Cuándo? Seguro que ahorita, no. En diez años, quizás; en treinta, muy probablemente.
Yo soy de los que piensa que tendremos una integración económica con EE.UU. antes de los próximos cincuenta años y una integración geopolítica antes de los próximos cien. Pero bueh, esas son mis propias suposiciones (más de mis debrayes sobre este tema, aquí).

2. ¿Por qué ahorita no es deseable la integración monetaria? ¿Por qué el Amero es una enorme fantasía? Entre otras cosas, porque una integración requiere de cierta estabilidad económica para que funcione correctamente. Y no se necesita un doctorado en Economía por la Universidad de Chicago para ver que en estos momentos no hay estabilidad económica.
Ahora, uno de los beneficios de la integración monetaria es la aceptación de una sola inflación, una sola moneda y una sola tasa de interés. Tener una sola moneda implica la existencia de un solo Banco Central (o sea, un solo ‘Banco de México’ o una sola ‘Reserva Federal’), es decir, una sola entidad de política monetaria para tres países, una sola institución que emita billetes y monedas y que sea garante del dinero que se maneje en EE.UU., Canadá y México.
Como se pueden dar cuenta, la tarea de tener una sola institución con estas ENORMES características no nace de la noche a la mañana ni en tres meses, ni en seis, ni en un año. Es una tarea de varios (5, 10) años. Tal y como se dio en el caso de la Unión Europea…

Busquen en Google reportes de prensa de, por ejemplo, todo lo que tiene que pasar en materia monetaria cada vez que un nuevo país se integra a la Unión Europea (y, aquí quiero subrayar, únicamente en el aspecto monetario, faltaría la parte de política y regulación). Son situaciones que deben consensarse muy bien al interior del país que se integra, que implica una logística muy sofisticada y una aplicación quirúrgica que no planea de aquí a la próxima semana.

3. La integración monetaria trae varios beneficios a los ojos de muchos economistas. Sin embargo, es un asunto que las naciones también deben acordar hacia el interior de sus electores. Dejar de utilizar pesos para comenzar a utilizar dólares (o futuros ‘Ameros’) es mucho, muchísimo más complicado de aceptar por los partidos políticos que tienen representación en el poder legislativo.
Si López Obrador arma un alboroto por un recurso natural que no va a durar más de diez años, ¿qué se imaginan que haría si alguien siquiera propusiera una moneda común para el hemisferio de América del Norte?
Las resistencias serían muchas, una horda de economistas saldría a apoyar la medida mientras que otra horda, con la misma cantidad de economistas, saldría a refutarla. Tal y como sucedió en los Foros del Senado® para la Reforma Energética™.

4. Finalmente, el hecho de que ‘el Sopitas‘ lo postee, no le da más credibilidad a todo este asunto del Amero. Es más, es la señal más clara de que es un sinsentido!!
O qué, ¿que no saben que hay casas que fabrican monedas? ¿Nunca vieron las medallas que hacían cada vez que Juan Pablo II pisaba suelo mexicano? ¿El hecho de que ‘suene’ a una moneda basta para que sea realidad? Ay, por favor!! Los creía más listos!! Anden, mejor vayan y usen el messenger que Bill Gates está regalando un dólar cada vez que encienden su computadora. Ah, no, perdón. Ya no regala dólares, regala ‘Ameros’

Written by Salvador Leal

octubre 21st, 2008 at 5:36 pm

Granitos de arena

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1. NO se dice que algo «hace sentido». En español, las cosas tienen sentido. El sentido se tiene, no se hace. Contrario a lo que sucede en inglés (i.e. make sense).

2. NO existe el verbo ‘accesar’. Las personas pueden tener acceso a algo, pero no se puede conjugar (yo acceso, tú accesas, él accesa…) un verbo que no existe.

3. En español, la palabra ‘bizarro’ NO significa ‘raro’. En español, bizarro significa valiente.

Y ODIO que se utilice la frase ‘al final del día’ copiando el similar ‘at the end of the day’ como un recuento de cosas que sucederán. Pero bueh, eso ya es obsesión personal.

Written by Salvador Leal

octubre 20th, 2008 at 1:41 pm

Repost

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Tú tienes una anécdota. Contrario a la gran mayoría de las cosas que platicas en tu blog, esta no tiene exageraciones, ni invenciones, ni nada ficticio. Es una bonita anécdota y parte de lo que la hace bonita, es que es cierta.
La escribes en tu blog y a la gente le gusta (porque sí, es una bonita anécdota). Pero tú sientes que le hace falta algo. Un ‘algo’ que te acompañe mientras te saboreas el final de la historia. Como cuando la canción de los créditos de una GRAN película son el complemento perfecto de esa sensación de bienestar que te da el ver una GRAN película (i.e. Fight Club, V for Vendetta, Kill Bill).

Y un día escuchas una canción y dices: «esa canción es la que estaba buscando para el final de mi anécdota». Y pues decides postearla, cómo de que no. Total, es tu blog y tú haces con él lo que quieras.
Dicho esto, aquí les va una de mis historias favoritas (tanto que la he contado dos veces antes), con el final que se merece. Es algo así como «The Definite Director’s Version of…»

Dentro del autobús
Uno de los factores por los que he hecho muchas de las cosas que he logrado en mi vida ha sido la existencia de personas a mi alrededor que me han dicho ‘no se puede’ en el momento justo.
Si un día se me ocurre una idea, la suelo platicar por ahí para ver cómo funciona en la mente de otras personas y si por casualidad me encuentro con alguien que, con argumentos más o menos inteligentes, me dice que no se puede… no veo mejor excusa para realizar la idea que el demostrar que sí, que sí se puede.

Así sucedió hace casi seis años, cuando se me ocurrió que la estación de radio universitaria en donde trabajaba (el Circuito de Radio y Televisión del ITAM) podía cubrir la llegada de Vicente Fox, el primer presidente electo de un partido distinto en 70 años, al poder en México.
Y cuando conté mi idea, lo primero que me dijeron fue: 1. estás estúpido y 2. no se puede. Las razones eran muchas, que si un medio de comunicación universitario no podía ser considerado como un medio digno de una acreditación para la ceremonia de traspaso de poderes; que si bien el Circuito hacía una buena labor como radio universitaria, el ITAM ni siquiera tenía la carrera de Comunicaciones y que por lo tanto no podía haber ni siquiera una buena excusa para cubrir el evento; que si había una fila interminable de medios nacionales e internacionales que querían estar en el evento… y así, muchas razones para que decirme que no, que me olvidara del asunto, que no se podía.

No recuerdo bien a bien cómo le hice. Sí recuerdo una conversación con Marta Sahagún (a quien conocí en la campaña cuando era la vocera oficial) y con una colaboradora suya de nombre Gina Morris. Recuerdo haber mandado mi solicitud explicando los motivos de la cobertura y también recuerdo que mis motivos no iban mucho más allá de a) demostrar que sí se podía y b) ver Historia sucediendo frente a mis ojos. Contra todas las posibilidades, una mañana recibí un correo electrónico en donde se me indicaba que podía pasar por mi acreditación el 29 de noviembre a un edificio muy cercano a la glorieta de Colón en el Paseo de la Reforma y que ahí recibiría mayores indicaciones.

Para no hacerles el cuento largo (los cuentos largos saben mejor al calor del vodka), el primero de diciembre del año 2000, el día en el que un presidente de un partido distinto llegaba al poder después de más de 70 años de una denominada ‘dictadura perfecta’, aquí su seguro servidor portaba su gafete de prensa y se metía por todos lados acompañado de su fiel minidisc.

Muchas cosas vienen a mi mente de ese día. Recuerdo la cara de Paco Gil cuando me acerqué a pedirle una entrevista a nombre del Circuito de Radio del ITAM. Primero se rió y luego me dijo muy divertido «¿qué no deberías estar estudiando para tus finales?». En efecto… justo mis finales comenzaban la siguiente semana y don Paco, en un afán desmoralizador y en su papel de profesor de Economía en el ITAM, prefirió remitirme a mis deberes académicos que darme ‘la nota’. Recuerdo también que los eventos que más me gustaron de ese día fueron el desfile en el Campo Marte y la celebración en Palacio Nacional. Esa fue la última actividad de ese día (mi día de reportero presidencial) y había autobuses que llevaban a la comitiva desde Palacio hasta el Centro de Prensa en la glorieta de Colón.

Pues bien, yo la neta ya estaba cansado y me quería ir a mi casita a dormir, por lo que vi un camión desocupado, me subí y esperé a que llegaran más compañeros periodistas para irnos al Centro de Prensa. De repente el chofer recibe una orden y arranca. Me había subido en uno de los camiones del Estado Mayor Presidencial.

Lo que sigue jamás se me borrará de mi mente y corresponde al título de este post. Es la imagen de un ‘reportero’ de 21 años que va, sólo, en un autobús a toda velocidad hacia el Centro de Prensa. En cierto momento me doy cuenta que la velocidad del autobús es bastante considerable por lo que decido asomarme para ver cómo diablos le está haciendo para ir a ese ritmo por las congestionadas calles de la Ciudad. Ahí descubro que la policía ha cerrado las calles y que el camión circula entre una valla de personas (hombres, mujeres, niños, familias enteras) deseosos de ver a su nuevo Presidente. Recuerdo sus ojos, sus caras, la esperanza de sus miradas.

Eran caras de personas que habían votado por una alternativa y que querían hacerle saber a su nuevo líder que estaban con él, que lo único que él tenía que hacer era no fallarles. Era un ambiente de fiesta, de la esperanza de los desesperanzados, de ojos que nunca había mirado hacia arriba, de gente que quería celebrar su logro democrático.

Recuerdo que tuve que sentarme a pensar y asimilar lo que estaba viendo. Comprendí muchas cosas acerca del Poder, de quienes están afuera del camión y también de quienes van dentro de él a toda velocidad. Me dio tanta tristeza que me dieron escalofríos.

Y luego hice lo que cualquier wey de 21 años hubiera hecho en mi lugar: abrí la ventana y saludé a la gente.

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Cut Off Your Hands – Happy As Can Be

Written by Salvador Leal

octubre 2nd, 2008 at 9:23 am