Archive for 2007
Mastropiero
Conocí a Les Luthiers en el 95, cuando en mi prepa un grupo de alumnos y maestros hicieron una versión (muy buena, ahora que la veo en retrospectiva) de su espectáculo «Gracias De Nada». Después de ese show, conseguí un par de casettes (estamos hablando de una época pre-MP3, pre-Napster, pre-paratoria) y fui a verlos en las varias ocasiones que han venido de tour a México. Su humor, algunas veces absolutamente absurdo pero siempre muy inteligente, es una delicia.
Dentro de la categoría de posts «Lo posteo porque se me pega la gana», aquí hay unas cuantas de sus canciones, todas ellas composiciones del célebre Johann Sebastian Mastropiero.
1. Si mal no recuerdo, la primera canción que escuché de ellos fue ésta, ‘La Bella y Preciosa Moza Marchóse a Lavar la Ropa…»:
2. La crítica social está presente en varias de sus composiciones. Aquí, por ejemplo, una comisión de diputados se dispone a cambiar el himno nacional. La obra se llama ‘Himnovaciones’:
Himnovaciones I (1a. parte)
Himnovaciones I (2a. parte)
Himnovaciones II
Himnovaciones III
Himnovaciones IV
3. Una pieza clásica, el inicio de ‘El Negro Quiere Cantar’, también conocido como la presentación de Esther Píscore, el mejor ejemplo de cuando razonamos «fuera del recipiente».
4. Y bueno, ya para terminar, una ópera: ‘La Hija de Escipión»
Tres Tres Tres
Tres estrellas.
He descubierto que tengo un issue con las tres estrellas de las cinco posibles con las que un usuario del iPod o el iTunes puede calificar sus canciones.
Las canciones con cuatro o cinco estrellas son, simplemente, intocables. Son esas canciones extremadamente especiales que automáticamente se van a la clasificación de ‘Mis Favoritas’ y que son tan preciadas que me gusta escucharlas poco y en situaciones muy muy particulares. No me gusta gastarlas, vaya.
Dos estrellas y una estrella son canciones que me da lo mismo si están ahí o no, pero que clasifico nomás por no dejar. Es como un premio de consolación sólo por haber llegado al iPod (muchas se quedan en mi computadora sin ver la luz del sol).
Pero con tres estrellas la cosa cambia.
Tres estrellas significa que la canción no es taaaaaan grandiosa como para llegar a ‘Mis Favoritas’, pero que tiene un alto significado musical/afectivo. Tres estrellas son las canciones realmente indispensables que escucho una y otra y otra vez. El último conteo dio 476 afortunados MP3’s (más los que se acumulen este semana) que lograron llegar a la extraña playlist fronteriza de las tres estrellitas. Tres estrellas no es el vino de la más alta calidad que se saca en el momento más solemne de la vida, sino el que se descorcha cuando uno está con los cuates queriendo pasar un buen rato.
Tres estrellas. Tres rolitas que he decidido ponerles por aquí a falta de tiempo para postear cosas ‘en serio’. Tres cancioncillas que espero que les latan. Tres estrellas sinónimo de actitud, buenos recuerdos y alta carga emocinal. Tres MP3’s sin los cuales mi iPod no estaría completo.
1. Sidestepper – Más Papaya
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2. Toad the Wet Sprocket – Something’s Always Wrong
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3. Internacional Carro Show – Pagarás
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Ciencia
En el Congreso Mexicano de Pediatría, una niña de diez años, Carolina Aranda, dió el siguiente discurso. Vale muchísimo la pena leerlo:
A las personas de hoy casi no les interesa la ciencia; les interesa más el futbol. Los periódicos pocas veces tienen notas de ciencia y la radio y la televisión casi nunca. Sólo las publican cuando ocurre algo que no pueden ocultar, como cuando llegó a la Luna Neil Armstrong.
Todos los días aparecen notas de futbol, entrevistas con jugadores y hasta nos cuentan chismes de su vida: que si Galilea Montijo fue novia de Cuauhtémoc Blanco…pero no toman en cuenta que tenemos derecho a estar bien informados sobre ciencia. Y así como sabemos tanto de futbol sabemos tan poco y tan mal de nuestros científicos que da pena. Ese es el caso de Guillermo Haro. Guillermo Haro, astrónomo mexicano, descubrió cometas y muchos cuerpos celestes y no cuenta siquiera con una biografía.
He visitado nueve grandes librerías y ninguna tiene nada sobre él.
¿Por qué apoyar más a los futbolistas que a los científicos? ¿Son mejores personas? ¿Producen mayor riqueza? ¿Nos divierten más? No creo: gracias a los científicos también nos divertimos, ellos inventaron las computadoras, los ipod, los simuladores.
Además, salvo algunos casos, los jugadores de futbol nos hacen ver muy mal mundialmente y nuestros científicos, que nadie apoya no. Estoy segura que México es de los países que tienen algunos de los mejores científicos. Además nos hacen quedar muy bien. Son como los atletas paralímpicos que, sin apoyo, ganan medallas.
¿Por qué no apoyar una educación de excelencia? Tenemos derecho a ella. ¿Alguno de ustedes conoce a Guillermo Haro? Supongo que muy pocos. Y los que no, no tienen la culpa: cuando nuestro equipo de futbol gana partidos de poca importancia hasta el Presidente los felicita y los entrevistan en todos lados. Cuando Guillermo Haro descubrió varias estrellas rojas y azules sólo lo felicitaron otros científicos.
Gracias a la ciencia calentamos en unos segundos la comida en el microondas, gracias a la ciencia nuestras madres no se pasan la vida lavando pañales. Estos inventos son resultado de las misiones al espacio. Por los científicos nuestra ropa es ligera y abrigadora. Por ellos podemos leer aunque se oculte el Sol o ver a cientos de kilómetros un partido de futbol.
¿Les gusta la televisión a colores? Yo nunca conocí una en blanco y negro, y la televisión a colores fue invento del mexicano Guillermo González Camarena. Gracias a los científicos mexicanos podemos ver mejor las estrellas pues aquí se fabrican los mejores lentes de astronomía del mundo.
Hace un año el Instituto de Astronomía de la UNAM envió a las Islas Canarias un instrumento de precisión para el que será el observatorio más importante del mundo. Tiene nueve lentes y 270 piezas.
Y mirar astros nos debe importar porque somos, como escribió Carl Sagan, «polvo de estrellas», de allí venimos. Países desarrollados como Alemania, Estados Unidos y Japón invierten mucho apoyo en ciencia. México cada vez invierte menos, y pese a ello contamos con grandes científicos como Guillermo Haro que vivió y murió siendo un desconocido. El premio Nobel de Química, Mario Molina nació en México, pero se tuvo que ir a Estados Unidos. Por desgracia no es el único caso. Muchos jóvenes científicos hacen lo mismo.
¿No podría nuestro gobierno invertir más en educación? Tenemos derecho a una educación de excelencia.
Me da pena que nuestro gobierno y nuestros empresarios inviertan tanto en futbol y seamos tan malos. Me da pena que inviertan tan poco en ciencia y seamos tan buenos. Tenemos la mejor Universidad de Hispanoamérica según el periódico Time y cada vez le damos menos recursos a la UNAM. ¿Por qué no apoyar a lo que ya da resultados? Un País que no invierte en ciencia y educación siempre será un País pobre ¿Queremos un México pobre? ¿Seguiremos dejando que nuestros Mario Molina se vayan a otros países?
Pobre México nuestro tan cerca del futbol y tan lejos de la Ciencia.
¿A poco no está increíble? Aunque yo tengo una respuesta para la buena de Carolina (que, espero, estudie Economía). En mi opinión, una de las respuestas del porqué se le da más importancia al futbol que a la ciencia es que el futbol está en manos privadas y la ciencia está, fundamentalmente, en manos públicas. Esto significa que el gobierno (ese ente que mete las manos en muchos rubros de nuestra vida sin especializarse realmente en ninguno de ellos) ha cuasi monopolizado a la Ciencia® en nuestro país, contrario a lo que ocurre en otros países en donde mucha de la investigación se hace en universidades y centros de investigación que obedecen a intereses privados. Sí, Carolina, los agentes privados (las empresas, las personas como tú y como yo, los grandes magnates) saben gastar mejor el dinero que el Gobierno, saben en dónde da mejores rendimientos y en este país claramente la ganancia está en el futbol y no en la ciencia. Cuando dices que el Gobierno debiera apoyar a la ciencia, estoy de acuerdo contigo… pero no en que se debiera utilizar más presupuesto en ciencia, sino en que el Gobierno planteara esquemas de apoyo (vía reducción de impuestos, por ejemplo) para que las empresas y las universidades privadas invirtieran más en investigación.
¿Dónde está Spencer Tunick?
Regresando al tema de Spencer Tunick:
Si les digo que la creatividad en internet es mucho más divertida que la que hay en los ‘medios tracidionales’… la imagen fue birlada sin piedad del magnífico blog de Gabriel Rodríguez.
Drogas II
Este post es para que ustedes me ayuden. Sí, sí, ustedes. Les explico.
Supongamos que están en México, están en una zona productora de melones y que es época en la que hay muchos melones. Es muy probable que los melones estén baratísimos, que las amas de casa de la región hagan agua de melón, postres cuya elaboración incluya el uso del melón y hasta algún tipo de salsa extraña de melón. ¿Por qué? Pues porque hay muchos melones en el mercado, el melón está barato y no hay nadie mejor que las mamás para utilizar la fruta barata ‘de temporada’ en todo lo que se pueda usar.
Supongamos ahora que estamos en Japón. La última vez que revisé, creo que Japón es apenas un poco más grande que Aguascalientes (dato ñoño: el territorio de Japón equivale a Durango, Coahuila y Sonora juntos) así que la agricultura, a menos que sea de arroz, no se les da mucho y entre tantos iPods, Nintendos, XBoxes y demás, no les queda espacio para cultivar frutas. Eso significa que los melones y las frutas en general alcanzan precios desorbitados (hace poco vendieron un par de melones en 87,000 pesos… y alguien compró uno!).
Esto nos lleva a concluir algo muy obvio. Cuando algo es muy escaso, su precio sube. Cuando ese algo es abundante, su precio baja. De hecho, una manera interesante de saber si han sido exitosos los operativos que se han realizado en varios estados de nuestro país, es saber si las drogas (marihuana, cocaína, éxtasis, heronía & more) han subido de precio pues eso significaría que se han vuelto más escasas.
Así que utilizaremos un medio tan bonito como el internet para que ustedes, fieles lectores de este blog y -en algunos casos- consumidores frecuentes de alguna droga, me digan si esta bonita ley económica se ha cumplido. Aquí no estamos juzgando si está bien o está mal que alguien utilice drogas (ilegales) de manera recreativa, tampoco estamos realizando un estricto trabajo de investigación. Sólo necesitamos saber, si así ustedes lo permiten, tres cosas:
1. Qué droga consumes
2. Cuánto te costaba antes una dosis (tomando ‘antes’ como el final del 2006, principios del 2007).
3. Cuánto te cuesta ahora (con ‘ahora’ me refiero de un par de meses para acá).
Si quieren dejarlo en los comments, adelante. Si prefieren enviarlo a mi correo electrónico, mándenlo a: exlocutor[arroba]gmail[punto]com. Los resultados (si es que los hay y ustedes mismos así lo deciden) serán publicados en el último post de esta serie.
Continuará…
Drogas I
Uno de los primeros posts de este blog se remonta a los lejanos días de enero del 2004 y toca un tema que está muy de moda en nuestros días: el narcotráfico. Yo, ingenuo y ñoño de mí, lo toco de la manera en la que me siento más seguro, esto es, desde un punto de vista económico; hoy en día, el tema del narcotráfico se aborda desde una perspectiva más… mmmm… digamos, sangrienta.
Ahora retomo el tema pero bajo otra perspectiva, la de la necesidad (o conveniencia) que tiene un país del mercado de la droga. Sí, así como lo oyen. Para cuando termine este post, los habré tratado de convencer que el tráfico (legal o ilegal) de drogas, es necesario para nuestro país.
En las clases de Macroeconomía de cualquier universidad medianamente buena, hay dos o tres clases dedicadas a una cosa que se llama ‘Cuentas Nacionales’. Las ‘Cuentas Nacionales’ básicamente son la forma en la que se mide qué tanto produce un país, qué tanto gasta, cuántos productos compra en el extranjero y cuántos produce internamente y los vende a otros países. Ahí es donde nos enseñan conceptos que escuchamos en las noticias todos los días: que si el Producto Interno Bruto (PIB), que si la Balanza Comercial, que si las exportaciones o las importaciones. En un caso específico, las ‘Cuentas Nacionales’ son la mejor forma que se ha encontrado de contabilizar el valor monetario de la totalidad de servicios y productos finales que se fabrican en un país, que es lo que se conoce como PIB.
Sin embargo, como todo protocolo, tiene sus detallitos. Y uno de esos detallitos es que únicamente se contabilizan los bienes legales. Esto significa que cuando uno habla de que México tiene un Producto Interno de $1,837,261,145,500 pesitos, significa que solamente se están contando los intercambios dentro de la ley; aquí se contabilizan desde llantas de automóviles producidas en nuestro país, hasta cortes de pelo y refrescos producidos… pero no se incluyen mordidas, ni contrabando, ni, por supuesto, todo el dinero que se genera con la producción, distribución y comercialización de drogas.
Los economistas utilizan el PIB para medir el resto de las cosas de un país. Por ejemplo, dicen que los bancos prestan una cifra que representa el X% del PIB o que lo que PEMEX produce de petróleo es del Y% del PIB. Como la información del narcotráfico está dispersa y desorganizada (aún no hay una Asociación Nacional de Narcotraficantes de México que se dedique a recopilar los datos de todos), nadie sabe realmente cuánto dinero mueve el narco en total, pero algunos estiman que una cifra equivalente al 10% del PIB no es descabellada. Eso significa que hay alrededor de $183,726,114,550 pesos adicionales en nuestra economía que no son contabilizados; y ese dinero existe, tienen un efecto tremendo, pero no es considerado en nuestras cuentas nacionales.
Si ya han leído hasta acá, les aseguro que ya no falta mucho, aquí viene mi punto. Si el gobierno federal ha decidido hacer frente al problema del narcotráfico declarándole una guerra frontal… ¿cómo afecta eso a la economía de nuestro país? ¿Le conviene a México que de repente desaparezca una industria (legal o ilegal, eso no viene al caso ahorita) que aporta el equivalente al 10% del PIB? Bueno… ni siquiera lo piensen en México, ¿le conviene a algún país que el quiten el 10% de su PIB? Y lo que es peor, resulta que los narcotraficantes no sólo se dedican a vender y comprar droga, sino que también son consumidores como tú y como yo: compran automóviles, papitas y televisiones. ¿Cuál sería el efecto económico multiplicativo en otras ramas al eliminarles sus ingresos? ¿Cuántas cosas perfectamente legales se dejarán de comprar y vender por la falta de los narcotraficantes como agentes económicos?
Con esto no estoy diciendo que deberíamos dejar que el narco se apodere de nuestras vidas y nuestra economía. No. Lo que digo es que el efecto económico de acabar con el narcotráfico probablemente no haya sido del todo evaluado en cuanto a la conveniencia de erradicarlo por completo. Y que si se evaluara, muy probablemente nos daríamos cuenta de que la economía de México depende del dinero del narco mucho más de lo que creemos.
Continuará…
315,360,000 segundos (III)
En la última clase de la última semana que uno cursaba en el CUM (seh, ya sé, irónicas siglas para una escuela sólo para hombres), los de sexto organizaban lo que se conocía como ‘Las Vallas’. Esto básicamente era esperar al maestro fuera del salón y, con aplausos y gritos, hacerle una valla como homenaje. Él pasaba por esa valla de aplausos y felicitaciones que eran una muestra de cuánto lo querían sus alumnos, en el mejor de los casos, o de cuanto desmadre tenían ganas de echar, en el peor.
En las vallas había dos tipos de celebraciones: las enormes y efusivas, y las inexistentes. Las primeras se las recibían tanto los profesores que se habían ganado las simpatías del salón (ya sea por ser demasiado barco o demasiado bueno), mientras que las segundas eran muestras terribles del odio con forma de indiferencia que el salón le propinaba al maestro en su último día. En aquél entonces me resultaba muy claro que a un maestro ‘X’ se le trataba así… ‘X’. Mientras que a los otros, aunque fueran unos perros desgraciados, se les reconocía su exigencia con una buena valla… aunque los integrantes de la misma supieran que muy probablemente se irían a segunda vuelta en el examen final. Hoy que lo pienso, creo que han de haber sentido gachísimo aquellos maestros a quienes no les tocaba ni valla, ni aplauso, ni porras, ni nada. Cheil.
En fin, aprovecho esta mención a los maestros para hacer un top tres de profesores que tuve a lo largo de mi prepa:
1. Nancy
Ella daba Historia en cuarto y aunque aquí he hablado únicamente de mi sexto de prepa, Nancy merece su mención especial. Se rumoraba que en algún momento había sido una mujer bella y escultural, modelo incluso. Nunca supe si era una leyenda urbana pero lo que sí sabía era que la clase de Nancy era in-com-pa-ra-ble. Ella no era de esas maestras que te caen bien, ni que son alivianadas, ni que son barcas. No. Era bastante exigente y controlaba con su muy mal genio a cincuenta trogloditas sin ganas de aprender. Sin embargo, sus clases eran memorables y nunca nadie me volvió a enseñar Historia con la pasión y el detalle con el que ella la enseñaba. Era como si alguien realmente conocedor te contara tu película favorita con todos los detalles que querías saber, te hablaba de texturas, momentos, traiciones, aventuras y de las locuras y desencantos de aquellos que han hecho historia a lo largo del tiempo.
¿Mi momento favorito? Súper sencillo. Y creo que todo el que haya estado en mi generación (o que haya tomado clases con ella) lo recordará: la clase en donde hablaba de la invasión norteamericana a México en 1847. Nadie se movía, nadie hablaba, todo el mundo la escuchaba como no se suele escuchar a un maestro. Recuerdo perfecto que el timbre que marcaba el final de la clase sonó y nadie en el salón se movió hasta que terminó su frase lapidaria: «… así fue como la mañana del 16 de septiembre de 1847, la bandera de las barras y las estrellas ondeaba en el asta del Palacio Nacional…» Priceless.
2. Tino
Estaba dudoso si escoger a Tino o al Lagarto para mi número dos. Pero de ‘El Lagarto’ ya he hablado antes, por lo que ahora le tocará a Tino. Su nombre era Constantino de Llano y él nos daba Física. Su fama era terrible; era famoso por enseñarte cosas que verías hasta el segundo o tercer semestre de la carrera (pinches ‘armaduras’), cosa que para los que iban a ingeniería estaba super bien (pinches ‘armaduras’) pero para quienes no seríamos ingenieros y no sabíamos qué queríamos hacer de nuestra vida, eran un verdadero martirio (pinches ‘armaduras’).
Constantino no sólo era famoso por ser un perro del mal, sino también por ser el maestro-alumno más viejo de la escuela. Es decir, Constantino había ido al CUM cuando en las paredes había perchas para colgar los sacos de los alumnos y para cuando a mí me daba clases, él tenía más de 80 años. Sus clases eran tremendamente difíciles, sobretodo para personas como yo que aborrecemos la Física. Sus frase favorita comenzaba con «En la Facultad…» y seguía un sermón de cómo debíamos ser profesionales para «fletarnos» como un buen «ingeniero matacuaz» (sic).
Recuerdo muy bien aquella clase en donde nos explicó a qué se dedicaba aparte de dar clases. Él tenía una empresa de cartones que le hacía las cajas a Kellogg’s (ahí nomás), el corte, armado e impresión. Y me impactó algo que dijo: «las cajas de cereales van a terminar en la basura… pero eso no significa que se puedan hacer mal, que puedan tener errores o que no respete los requerimientos del cliente; para mí tienen que ser lo más importante y perfecto posibles».
Sufrí como nunca con su materia. Fue la única que no exenté en sexto y el final me tenía temblando. Pocas calificaciones me han costado tanto estrés como la de Física y, milagrosamente (con la ayuda de un viejo amigo, profesor de 4° de prepa) saqué diez final. Pero del estrés todavía no me recupero…
3. Cachi
Creo que nunca he hablado en este blog acerca de Cachi y lo peor es que, si intentara hacerlo realente bien, nomás no me da el espacio. Él era nuestro maestro de Cálculo en Área I de sexto de prepa y su nombre verdadero era Enrique Alonso; como en algún pasado lejano hubo un personaje llamado Enrique Alonso ‘Cachirulo’, pues el apodo se le quedó en diminutivo y el mismo Cachi se refería a él mismo por su apodo. Ustedes se preguntarán cómo un maestro de Cálculo pudo haber sido importante en la vida de sus alumnos y no, la respuesta no es ñoña («me enseñó cómo integrar… y eso cambió mi vida»); no, no. La verdad es que Cachi era mucho más que un profesor de Cálculo, era un verdadero maestro: enseñaba en toda la extensión de la palabra. En un momento en tu vida lleno de dudas, en donde todo está cambiando y con muchas dificultades, Cachi tranquilizaba a salones enteros con una paz interior que pocas veces he visto en una persona. Te aconsejaba, nos motivaba, nos daba pila y fuerzas para seguir cuando todo parecía inútil… y sí, también nos enseñaba a derivar e integrar.
Quizás con una pequeña anécdota logre transmitir un poco lo mucho que significó este profesor para nosotros. Un par de años después de haber salido de la prepa, Cachi sufrió una fuerte hepatitis y requería un trasplante de hígado; al saber esto, sus viejos alumnos decidimos organizar una kermesse con la finalidad de juntar fondos para la operación de Cachi. Lo llamamós ‘el Cachitón’ y hubo puestos con comida, muchísimos asistentes (llenamos el patio de nuestra primaria, un patio en donde se forman diariamente dos mil quinientos niños) y la constancia de lo mucho que Cachi significaba para nosotros. Un saludo al buen Enrique Alonso, donde quiera que se encuentre!
Otra idea
Después de un par de novelas y varios cuentos cortos, mi carrera como escritor tendrá más solidez y podré dedicarme a esos proyectos ‘especiales’ que siempre he querido hacer. Quisiera, por ejemplo, escribir una nueva versión de La Divina Comedia. Sí, lo sé, suena a un fusil herético de dimensiones escalofriantes. Pero la única razón por la que quiero hacerla es por la parte del Infierno.
En la nueva versión (mi versión) de la Divina Comedia, Dante bajará a un bar de mala muerte instalado en el sótano de un callejón en Londres. Humo, oscuridad y un calor sofocante lo cubren. Camina por las escaleras tocando los muros de ladrillo y escuchando el murmullo de voces más abajo. De repente, llega. La oscuridad se rompe por una pequeña luz que ilumina un escenario rodeado de miles de almas que no lograron la gracia; arriba, el vocalista se quita la chamarra y la deja a un lado. Comienzan a sonar los primeros acordes de una canción y Dante sabe, con certeza, que está entrando al Infierno.
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315,360,000 segundos (II)
Yo no sabía qué hacer de mi vida. No sabía qué carrera estudiar, ni dónde, ni por qué. Ahí nos quedamos en el post pasado. Pocas veces en mi vida me he quedado tan pasmado como cuando tuve que tomar «la decisión más importante de tu vida» (esa pinche frase que repiten hasta el cansancio los profesores y receptores de solicitudes en las universidades).
No es que me las quiera dar de muy chicho, pero por ahí guardo la copia de los resultados de mi examen vocacional que son realmente tristes. Uno llega lleno de dudas con la Consejera esperando que, cual sombrero colocador te diga qué harás de tu vida, para que al final te salga con el chistecito de que, de la amplia gama académica, eres elegible para el 95% de las carreras. Así que como yo no sabía qué diablos quería de mi vida y estaba yo en mi etapa ‘revolucionaria’ que agarro un día y que decido largarme de viaje a Zacatecas. Solo y mi alma. «Encontrarme a mí mismo», me dije. Pero eso no bastaba para calmar a mi etapa ‘revolucionaria’… así que no sólo decidí irme a Zacatecas sino que además me quise ir en tren.
Un pequeño paréntesis para los compañeros de otros países. En México se suele decir que la Revolución (la de 1910) se hizo en tren. Lo que pocas veces se menciona es que después de la Revolución, el gobierno le dio poca o nula atención a las vías de ferrocarril o al servicio en tren. Esto provocó que a mediados de la década de los noventa, los ferrocarriles en México fueran verdaderamente lamentables y que jamás nunca nadie pensaría en ir de un lugar a otro en tren. De veras. Pueden preguntarle a su mexicano de confianza si en algún momento de su vida ha viajado en tren y las probabilidades de que les diga «jamás nunca» son muy altas.
Pues ahí va Salvador, a Zacatecas, en tren, a punto de salir de la prepa. Para los enterados, el viaje del Distrito Federal a Zacatecas se hace en un camión de línea, así facilito, limpio y bonito, en más o menos 6 horas. Yo tardé 18. Dieciocho horas en llegar de la estación Buenavista a la ciudad de Zacatecas, Zac. No estoy seguro pero creo que si me hubiera ido trotando hubiera llegando antes.
Además estamos hablando de una época en la que no había un uso tan masivo de teléfono celular (yo acepté tener el mío hasta bien entrado 1999 y en mi escuela el celular sólo lo tenían los pudientes del área III), por lo que para la hora en la que hablé a mi casa avisando de mi llegada, mis padres ya me hacían víctima de un asalto de cuatreros a lo largo del camino. Pobres. Me cae que ni vendiendo el tren como fierro viejo les hubiera costeado a los supuestos cuatreros el asalto al tren.
Llegué a Zacatecas molido como pocas veces, busqué un hotel barato y comencé a vagar por la ciudad buscando una señal de lo que debía hacer de mi vida. Según yo, en algún punto tendría que encontrarme con una señal divina e inequívoca que me diría hacia donde dirigir mis pasos académicos. La hice de vil turista durante un par de días, conocí iglesias y museos hasta hartarme y no fue sino hasta la noche del tercer día que dije: «Salvador, es hora de que conozcas la vida nocturna de Zacatecas». Ustedes se preguntarán que cómo es posible que haya tardado tres días y dos noches para decidirme a *salir*. La respuesta es sencilla. Era yo un ñoñazo.
Si nos remitimos a los años dorados de 1997 piensen en alguien gordito, con peinado de libro abierto, lentes de fondo de botella que cubre el 75% del rostro y con combinaciones monocromáticas en lo que a ropa se refiere. Pensemos en el ñoño que saca puros dieces, que no comparte sus apuntes y que realmente se preocupa por exentar los examenes semestrales y finales. Piensen, en pocas palabras, en ALGUIEN QUE ELIGE ZACATECAS COMO DESTINO PARA ENCONTRARSE A SÍ MISMO!!!! Dios… me cae que no sé cómo me dejaron sobrevivir mis amigos.
Por supuesto, mi noche fue un fiasco. Terminé en una discoteca (sí, sí… ese era el término, «discoteca») que en algún momento ha de haber sido la sensación por estar dentro de una mina, pero que para el año en que yo fui era la cosa más vacía y patética del planeta. Mala música, mal ambiente, malo todo. Con decirles que terminé compartiendo la mesa con una familia que había ido de vacaciones y que querían que sus dos hijas conocieran una *disco*. Las hijas tenían 12 y 10 años, espectivamente.
Cuando salí del lugar miré al cielo y comenzó a caer una ligera lluvia. En ese momento supe que estudiaría Actuaría. ¿Por qué? No lo sé. Es más, sigo sin saberlo. Sobretodo porque dos semestres después de comenzada la carrera, terminé cambiándome hasta de universidad.
315,360,000 segundos
Esta semana se cumplen diez años que salí de la prepa. Diez añotes. Y sí, si ustedes son fieles seguidores de este blog, se habrán dado cuenta que mi prepa es una etapa que apenas voy superando.
Diez años da perfecto tema para una película. Porque no es que quiera sonar a ruquito pero la neta es que así como siento que apenas fue ayer la última vez que estuve sentado en mi banca del 106, también creo que han pasado mil cosas (toda una vida) desde que salí del H.H.H. Centro Universitario México. Es más, si hay algún preparatoriano que esté viviendo esos momentos a lo largo de estos días, permítanme contarles el final de la historia: sí, van a dejar de ver a personas que ahorita juran que nunca dejarán de ver.
Claro, hay amigos que duran eso y más, ya sea porque son perseverantes (ustedes y ellos) o porque las circunstancias los siguen haciendo pasar cosas juntos. Pero hay muchos, muchíiiisimos más que nomás van a saber de ellos cuando se casen o -sí, también sucede- cuando se mueran.
Esta semana se cumplen diez años de que salí de la prepa. Anécdotas hay miles (aunque siempre que nos reunimos mis cuates y yo contamos las mismas diez una y otra y otra vez) con buenos recuerdos que te ponen una sonrisa hasta el día más ocupado de chamba. Y aunque acordarme de los pequeños grandes detalles de ese último año me daría para más de dos blogs, esta semana la trataré de dedicar a escribir de mi sexto de prepa. No sólo trataré de acordarme de lo que sucedió entonces sino, sobretodo, de recordar-me. Recordar cómo era, qué pensaba, qué hacía y por qué.
Por principio de cuentas puedo decirles que si ahorita tuviera que tomar de nuevo la decisión de qué carrera estudiar, en dónde y por qué, me daría un tiro.