Algunos issues
1. Alabado sea el Señor y toda la Corte Celestial, ya me regresaron a ‘Indiana’, mi fiel corcel. El servicio y todo lo que le tuvieron que hacer me salió más «barato» de lo que originalmente me había presupuestado el cuate de la Ford (pequeña anécdota: cada vez que voy a la agencia a dejar ya sea mi coche, o el de mi papá o la camioneta de mi mamá, se me olvida el nombre de nuestro ‘mecánico de cabecera’ de la Ford. Lo único que recuerdo es que tiene apellido de ex-presidente de México, así que he pasado grandes ridículos pidiendo por el Señor Díaz, el Ingeniero Cárdenas, el Señor Ruiz o el Ingeniero Santa Anna. Nota Mental: mi mecánico es el señor Juárez)
A pesar de que fue más «barato», me dejaron caer un buen sablazo… lo curioso es que lo más caro de toooodo el proceso (de acuerdo con la factura) es la mano de obra. ¿Quién dijo que en México tenemos mano de obra *barata*?
2. Afortunadamente he dejado de andar en micro y en metro. Sueno a fresa mamón, pero sí se me frunce el karma cada vez que el chofer decide hacer carreritas à la «Fast and the Furious» con otro microbús. Uno no tiene que irse a los grandes juzgados para saber que en México no vivimos en un estado de derecho. Tan sencillo como ver que la gente maneja como se le antoja precisamente porque sabe que nada le va a pasar. En este país tenemos tanta *libertad* que las leyes son opcionales.
3. Recuerdo que en alguna ocasión un conocido (un tío o alguien del mismo rango) dijo en la sobremesa de una comida familiar que el metro de la Ciudad de México era el segundo mejor del mundo después del metro de París.
No recuerdo si esta persona tenía alcohol en la sangre cuando lo dijo o si en algún momento nuestro metro fue el mejor del mundo. Lo que sí sé es que su evaluación requiere una pronta actualización. El metro de la Ciudad de México es una clara prueba de cómo los subsidios no generan los beneficios que se pensaban. La otra prueba clara, es la UNAM. Si todavía quieren una tercera prueba, intenten pensar en el campo mexicano.
4. Habitantes de la Ciudad de México… ¿se han dado cuenta que no tenemos un mapa de las rutas de los microbuses? ¿se dan cuenta que para ir de un lado a otro, tenemos que preguntarle a las personas que conocemos… «oye, cómo llegó en micro a Polanco?»? ¿se dan cuenta que deberíamos saber calle por calle, por dónde se van los microbuses para así planear mejor nuestros viajes? ¿se dan cuenta que López Obrador dista mucho de ser ese Demiurgo maravilloso que intenta vendernos?
5. Cuando uno viaja a otros países, se da cuenta que los mexicanos somos muy queridos. No es para menos, pues por lo menos de dientes para fuera, solemos ser muy hospitalarios con nuestros extranjeros. Cualquiera que haya tenido un amigo que viene de visita a México estará de acuerdo conmigo: lo llevamos a los lugares más representativos, va a comidas familiares, lo invitamos a fiestas de nuestros cuates, lo atendemos como si fuera nuestro mejor cuate… Tenemos fama de ser panchangeros, campechanos y despreocupados (happy go luck, diría mi maestra de inglés); el problema es cuando pasamos de ahí a ser descuidados, irresponsables y valemadristas. NO nos importa si las cosas salen bien o mal, creemos que ya con que salgan es ventaja.
Alguna vez, un maestro de la prepa nos mostró la diferencia de las sociedades anglosajonas y latinas, y comparó a los londinenses con los defeños. Su plática terminó con un comparativo que intento reproducir aquí:
La primera imagen es el metro de Londres, noten la organización de sus recorridos y la eficiencia resultante. La segunda imagen es de metro de la Ciudad de México… las líneas son el perfecto diseño de un niño de 3 años; nótese especialmente la línea dos (de color azul marino al centro del mapa) y su *suave* giro de 90°.
Such is life in the tropics…
P.D. Si quieren saber más de la historia del diseño del metro londinense, de cómo Harry Beck logró la abstracción visual hacia circuitos más comprensibles y un comparativo del metro ‘verdadero’ y del metro ‘conceptual’, vayan aquí.