El Metro (turiruuuuuu)
En lo personal, me molestan mucho los weyes (y tipas) que son más fresas que yo y que nunca en su vida ha visitado un mercado. O el Zócalo. O que no comen tacos de carnitas porque se les olvida el fránces. O que su mayor preocupación es que la boutique de Ermenegildo Zegna ya no tiene la bufanda que vieron la semana pasada. Neta, son nefastos.
Y trato de no nefastear acerca de andar en metro y microbús. Pero no puedo. Y eso me molesta.
Hace algunos años, antes de que yo entrara a la Cuna de la Tecnocracia Mexicana (el ITAM), yo era un tipo que andaba en microbús como su fuera chofer de uno. Era experto en bajarme y subirme de microbuses en movimiento (habilidad que mantengo pero con un poco menos de osadía) y sabía cómo llegar de un punto a otro de la ciudad haciendo la menor cantidad de transbordos posibles.
Sé que han pasado muchas cosas desde aquellos -ahora- lejanos días de 1998, pero no sé si eso sea razón suficiente para haberme convertido en un zángano que la piensa dos veces antes de salir a la calle *nomás porque no tengo coche*.
Lo peor del asunto es que (inserte voz de viejito) «en mi tiempos», los microbuseros traían a todo volumen estaciones de radio guapachosas y naconas. ¡¡Y ahora hasta ellos traen noticias!!
Acepto que soy fresa. Es un adjetivo que no me molesta ni me acompleja, muy por el contrario. Soy fresa pero no soy inútil. O idiota. O nena. Bueno… a lo mejor si soy medio nena… sobretodo porque YA NO AGUANTO ANDAR EN METRO Y MICROBÚS!!!!!